«Sal el Loco» y «Sid el Judío». Antes, la nomenclatura le resultaba divertida. Al parecer, a Bobby Kennedy le encantaban los apodos de los mafiosos.
Estaba descuidando sus informes del Fantasma. Y seguía abandonando su trabajo en la brigada Antirrojos. Le dijo al capitán Leahy que Dios y Jesucristo eran izquierdistas.
Redujo sus visitas a Helen a una noche por semana. Dejó de llamar a Lenny Sands. Tenía dos compañeras constantes: una botella de Old Overholt y otra de Pabst Blue Ribbon.
Las olas trajeron una revista empapada y Littell vio una foto de Jack Kennedy con Jackie.
Kemper decía que el senador tenía alma de sabueso. Y que Bobby mantenía intactos sus votos de matrimonio.
El gordo Sid decía que el padre de los hermanos conocía a Jules Schiffrin. Y Schiffrin era quien llevaba los auténticos libros contables del fondo de pensiones: éste era un dato que ni el alcohol podía borrar de su mente.
Littell atajó hasta Lake Shore Drive. Le dolían los pies y las vueltas de las perneras del pantalón se le llenaban de arena.
Anochecía. Llevaba horas caminando en dirección al sur. Su sentido de la orientación despertó de pronto y vio que estaba a tres manzanas de un destino muy concreto.
Llegó hasta él y llamó a la puerta de la casa de Lenny Sands. Lenny abrió y se quedó allí plantado.
–Se acabó -dijo Littell-. No voy a pedirte nada más.
Lenny avanzó un paso hacia él. Las palabras surgieron de su boca en una larga sarta de rugidos.
Littell entendió «estúpido», «inútil» y «cobarde». Miró a Lenny a los ojos y se quedó allí plantado al tiempo que se ponía a rugir también hasta quedar sin aliento.
(Chicago, 2/10/59)
Kemper hizo saltar la cerradura con su tarjeta del Diners Club. Lenny no había aprendido que era preciso un cerrojo resistente para evitar que un policía corrupto se colara en casa de uno.
Littell nunca había aprendido que LOS INFORMADORES NO SE JUBILAN. Kemper había observado la gala de jubilación desde la calle y había visto a Ward tragarse los insultos como un auténtico disciplinante.
Kemper cerró la puerta y esperó a oscuras.
Lenny había salido al AP hacía diez minutos y volvería al cabo de media hora más o menos.
Laura había aprendido a no insistir en temas embarazosos. En ningún momento había hecho mención de la llamada que había recibido en el St. Regis.
Kemper oyó unos pasos y el sonido de una llave. Se situó cerca del interruptor de la luz y montó el silenciador en la pistola.
Lenny hizo su entrada.
–El asunto no ha terminado -dijo Kemper.
Una bolsa de la compra cayó al suelo.
Algo de cristal se hizo añicos.
–No vuelvas a hablar con Laura ni con Littell. Sigue trabajando para Pete en
Hush-Hush
. Descubre todo lo que puedas sobre los libros del fondo de pensiones e infórmame únicamente a mí.
–No -dijo Lenny.
Kemper pulsó el interruptor. La sala de estar se iluminó; la estancia, recargada de muebles antiguos, resultaba de lo más decadente, por no decir afeminada.
Lenny pestañeó. Kemper voló las patas de un armario de dos disparos. El estruendo hizo añicos varias piezas de cristal y de porcelana translúcida.
Otro disparo hizo pedazos una estantería de libros. El siguiente convirtió un sofá Luis XIV en astillas de madera y jirones de guata de relleno deshilachada. Otro más impactó en un guardarropa Chippendale pintado a mano.
El humo de la pólvora y el serrín formaron volutas en el aire. Kemper sacó un cargador de repuesto.
–Sí -dijo Lenny.
DOCUMENTO ANEXO: 5/10/59.
Artículo de la revista
Hush-Hush
. Escrito por Lenny Sands, bajo el seudónimo de Políticoexperto Sin Par.
EL CANCEROSO CASTRO CALCIFICA CUBA EN EL COMUNISMO MIENTRAS LOS HIJOS HEROICOS HUYEN DEL HOGAR
Lleva en el poder escasos diez meses, pero el Mundo Libre ya le ha visto el plumero a Fidel Castro, ese matón que apesta a tabaco barato y que sólo sabe proferir consignas.
Castro derrocó al presidente cubano Fulgencio Batista, anticomunista y elegido democráticamente, el día de Año Nuevo. Ese bardo pomposo, ese beatnik de barba despeinada, prometía reformas agrarias, justicia social y plátano confitado en todos los platos: los estipendios habituales de los comisarios comunistas untados con el seguro de desempleo. Ese hombre se ha adueñado de un pequeño bastión de la libertad situado a ciento cincuenta kilómetros de las costas norteamericanas, ha vaciado patológicamente los bolsillos de patriarcas patriotas, ha tomado la nauseabunda medida de nacionalizar los hoteles y casinos propiedad de norteamericanos, ha frito los gratos y fragantes campos de la United Fruit Company y se ha apoderado, sin especificar más, de cantidades astronómicas del producto norteamericano que mejor protege a sus peones y mejor mantiene a raya al comunismo: ¡los dólares!
Sí, queridos lectores y lectoras, todo se reduce a los divinizados fajos de papel moneda (norteamericana, por supuesto); a esos billetes verdes soberbiamente engalanados y llenos de vigorosos retratos de presidentes, caricaturas cautivadoras en su corrosiva condena del comunismo.
Asunto: el bardo beatnik embaucó a los inquietos botones de los hoteles Nacional y Capri de La Habana, antes tan lujosos; nacionalizó con malos modos las propinas y reemplazó rápidamente a los empleados con un regimiento de rudos revolucionarios, bandidos patizambos que también actuaban como crupieres de dados dolorosa Y perniciosamente corruptos.
Asunto: ¡frutales frenéticamente fritos! Los peones protegidos con pasión por la economía igualitaria altruistamente alterada por Norteamérica son hoy rojos reincidentes aplastados bajo la seguridad social, depauperados, que mendigan una compensación comunista.
Asunto: Raúl Castro, «el Instrumento», ha inundado Florida aparatosamente con unas cantidades tremendas de esa droga diabólica Y mortal, la heroína. El hermano de Fidel está decidido a enganchar a la aguja a vastas legiones de esclavos entre los cubanos inmigrantes: zombis adoctrinados que extiendan la cancerosa buena nueva de Castro a las masas de yonquis entre accesos de euforia producto de la droga.
Asunto: existe un número creciente de exiliados cubanos y de norteamericanos de nacimiento que conforman un egregio bastión frente a la sarta de engaños de los hermanos rebeldes. Ahora mismo, esos héroes están reclutando apoyos en Miami y el sur de Florida. Esos hombres son tigres tremendamente duros que se han ganado sus galones naranja y negro -rojos, no- en las junglas de las abarrotadas cárceles de Castro. Cada día llegan a las costas norteamericanas más y más hombres como ellos, impacientes por cantar las melifluas melodías de las canciones patrióticas.
Este reportero ha hablado con un norteamericano llamado «Pete el Grandullón», un fervoroso anticomunista que en la actualidad instruye una unidad guerrillera anticastrista. «Todo se reduce a una cuestión de patriotismo», explica Pete el Grandullón. «¿Queremos una dictadura comunista a ciento cincuenta kilómetros de nuestras costas, sí o no? Yo no, de modo que me he unido a la Causa por la Libertad de Cuba. Y me gustaría extender una invitación a todos los exiliados cubanos y a los norteamericanos nativos de ascendencia cubana. Venid con nosotros. Si estáis en Miami, preguntad por ahí.
Los cubanos de la ciudad os dirán que hablamos en serio.»
Asunto: con hombres como Pete el Grandullón por enemigos,
Castro haría bien en pensar en otro oficio. ¡Eh!, conozco unos cuantos cafés en Venice West, a las afueras de Los Ángeles, que aceptarían a un poeta beatnik frustrado como Fidel. ¡Eh, Fidel! ¿Te gusta la idea, Barbas?
Recuerda, querido lector, que la primera noticia la tuviste aquí: confidencial, reservada y muy
Hush-Hush
.
DOCUMENTO ANEXO: 19/10/59.
Nota personal de J. Edgar Hoover a Howard Hughes.
Querido Howard:
He disfrutado una enormidad con el artículo de Políticoexperto
Sin Par en el número de
Hush-Hush
del cinco de octubre. Desde luego, era bastante grotesco pero, si le quitamos la prosa amarillista, lo que queda tiene sustancia política.Lenny Sands se ha adaptado al estilo de la revista, desde luego.
Y como propagandista novato resulta prometedor. Sus referencias casi subliminales a la compañía Tiger Kab me han parecido un pequeño guiño, un aparte para los que conocen el asunto, y me han complacido en especial los encumbrados sentimientos expresados por nuestro pragmático amigo, Pierre Bondurant.
En conjunto, un tema muy saludable.
Con mis más efusivos recuerdos,
Edgar
DOCUMENTO ANEXO: 30/10/59.
Informe resumen de John Stock-ton a Kemper Boyd.
Marcado «CONFIDENCIAL. ENTREGA EN MANO POR CORREO».
Querido Kemper:
Una breve nota para tenerte al corriente de ciertas decisiones políticas recientes. Aunque la última dotación presupuestaria del Presidente fue bastante escasa, tenemos fundadas esperanzas de que la capacidad de persistencia de Castro conseguirá que la Casa Blanca abra el monedero por fin. Parafraseando a nuestro Político-experto, «Nadie quiere una dictadura comunista a menos de ciento cincuenta kilómetros de nuestras costas». (Me gustaría saber escribir mis informes como él redacta ese periodismo amarillo.)
El señor Dulles, el director adjunto Bissell y un selecto grupo de funcionarios expertos en el caso cubano han iniciado un plan para llevar a cabo una invasión de la isla por parte de los exiliados a finales de 1960 y principios de 1961. Se calcula que para esas fechas la Agencia tendrá un grupo de por lo menos diez mil hombres, exiliados, bien entrenados con base en los Estados Unidos, de los que echar mano; y se piensa que para entonces la opinión pública estará claramente de nuestro lado. La idea general es lanzar una fuerza de asalto anfibia, respaldada por cobertura aérea, desde emplazamientos y campamentos de la costa del Golfo. Te mantendré al corriente conforme se vayan desarrollando esos proyectos. Y tú, cuéntaselo a nuestro amigo Jack. Si el plan se retrasa hasta después del 20 de enero de 1960, cabe la posibilidad de que sea él quien dé su aprobación o lo rechace.
Desde la última vez que hablamos, once «barcos de la libertad» han arribado a Florida y Luisiana. Los funcionarios regionales se han encargado de interrogar a los inmigrantes y están repartiéndolos por diversos campamentos. Muchos de los que renuncian a la ayuda normal de la Agencia se dirigirán a Miami. Siento curiosidad por ver si nuestros cubanos de elite consiguen echarle el lazo a alguno de ellos. El campamento de Blessington, como estoy seguro que sabes, ya está a punto para acoger tropas oficialmente. He aprobado la contratación de Douglas Frank Lockhart para dirigir el campo y creo que es hora de que nuestros candidatos a oficiales pasen del negocio en Miami a la instrucción de reclutas en Blessington. Pon a Pete Bondurant y a Chuck Rogers a trabajar en ello inmediatamente y dile a Bondurant que me haga llegar un informe dentro de seis semanas.
Respecto al «negocio» de nuestra gente en Miami, y siguiendo nuestra manera indirecta de referirnos al asunto, te diré que me satisface observar que los beneficios parecen ir en alza y que el acuerdo que alcanzaste con nuestra fuente mexicana amiga de la Agencia parece ir viento en popa. Auguro el momento en que nuestros superiores contemplarán este «negocio» como un asunto muy razonable, pero hasta que el rencor o lo que sea contra Castro alcance ese punto, debo insistir en que se mantenga el más absoluto secreto y la más estricta compartimentación. La participación del señor Trafficante debe permanecer en secreto, y no querría que corriese la voz de que los señores Giancana y Marcello también han contribuido a la causa.
Manténme informado y quema esta nota.
Con los mejores deseos,
John
DOCUMENTO ANEXO: 1/11/59.
Informe resumen de Kemper Boyd a Robert F. Kennedy.
Estimado Bob:
He tenido una charla con James Dowd, jefe de la Sección de Delincuencia Organizada del Departamento de Justicia. Lo conocí cuando Dowd estaba en la Oficina del Fiscal General y en esa época, como cortesía, le hice llegar copias de los documentos que enviaba a los diversos grandes jurados que buscaban pruebas contra Hoffa; ahora, parece que esa cortesía produce sus frutos.
Como sabrá, el Congreso ha aprobado la ley de Reforma de las Relaciones Laborales Landrum-Griffin, con lo cual el Departamento de Justicia, dominado por los republicanos, tiene ahora un mandato claro para atrapar a Hoffa. Dowd ha destinado investigadores y consejeros ayudantes a los grandes jurados que desarrollan las pesquisas en Ohio, Luisiana y Florida. El comité McClellan ha sido el impulsor de la ley Landrum-Griffin, eso lo sabe todo el mundo. Dowd ha visto la luz política y ha decidido concentrar sus energías en nuestro asunto de Sun Valley. (Dowd cree que los dos testigos desaparecidos, Gretzler y Kirpaski, le dan peso moral al tema.) Con fecha 25/10/59, ha destinado a seis hombres a colaborar con tres grandes jurados del sur de Florida. Estos agentes se dedican a buscar a transportistas descontentos que hayan comprado propiedades en Sun Valley. Dowd opina que el proceso de «atrapar a Hoffa» será lento y trabajoso, lo cual conviene a nuestros propósitos políticos hasta cierto grado.
Mi impresión personal es que no nos interesa que la empresa de «atrapar a Hoffa» sea utilizada por igual por los dos partidos; lo que queremos es destacar a Jack como el candidato contra la corrupción en el mundo sindical. Dowd me dijo que espera que Hoffa aparezca en mítines en las elecciones primarias de los diversos estados e inunde a los votantes con sentimientos contra Kennedy y a mí me parece que esto puede facilitarnos las cosas. Por mucho que intente ocultarlo a veces, en momentos de presión Hoffa siempre se comporta como un psicópata violento. Queremos que el sindicato del Transporte apoye al candidato republicano. Queremos que Richard Nixon coja el dinero de Hoffa y evite la corrupción sindical como tema de campaña en las elecciones generales. Dicho esto, creo imperioso que Jack redoble sus esfuerzos por atraer a los líderes sindicales legítimos y por convencerlos de que él sabe distinguirlos de los hombres de Hoffa.
Ahora estoy dedicando más atención y esfuerzo a las primarias. La imagen de Kennedy como luchador contra la delincuencia ha impresionado a muchos de mis conocidos entre las fuerzas del orden, republicanos por lo general, y estoy recorriendo Wisconsin, Nueva Hampshire y Virginia Oeste, condado por condado. Las organizaciones locales de los demócratas parecen sólidas y he hablado con todos los voluntarios que he encontrado para que no presten oídos a la palabrería mitinera de Hoffa.
Le seguiré contando. Escriba ese libro, Bob; creo que sería un valioso instrumento de campaña.
Atentamente,
Kemper