Fragmentos de una enseñanza desconocida (22 page)

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Authors: P. D. Ouspensky

Tags: #Autoayuda, #Esoterismo, #Psicología

"El principio «Conócete a ti mismo» tiene un contenido muy rico." En primer lugar exige, del hombre que quiere conocerse, que comprenda lo que esto quiere decir, en qué conjunto de relaciones se inscribe este conocimiento, y de qué depende necesariamente.

"El conocimiento de sí es una meta muy alta, pero muy vaga y muy lejana. El hombre en su estado actual está muy lejos del conocimiento de sí. Por eso, estrictamente hablando, la meta del hombre no puede ser el conocimiento de sí. Su gran meta debe ser el estudio de sí. Para él será más que suficiente el comprender que tiene que estudiarse a sí mismo. La meta del hombre debe ser el comenzar a estudiarse a sí mismo, a
conocerse a sí mismo,
de una manera conveniente.

"El estudio de sí es el trabajo o la vía que conduce al conocimiento de sí.

"Pero para estudiarse a sí mismo es necesario ante todo aprender
cómo estudiar,
por dónde comenzar, qué medios emplear. Un hombre tiene que aprender cómo estudiarse a sí mismo y tiene que estudiar los métodos del estudio de sí.

"El método fundamental para el estudio de sí es la observación de sí. Sin una observación de sí correctamente conducida, un hombre no comprenderá jamás las conexiones y las correspondencias de las diversas funciones de su máquina, no comprenderá jamás cómo ni por qué en él «todo sucede».

"Pero el aprendizaje de los métodos correctos de observación de sí y de estudio de sí, requiere una comprensión precisa de las funciones y de las características de la máquina humana. De este modo, para observar las funciones de la máquina humana es necesario comprenderlas en sus divisiones correctas y poder definirlas exactamente y de inmediato; además, la definición no debe ser verbal, sino interior: por el sabor, por la sensación, de la misma manera en que nos definimos a nosotros mismos todo lo que experimentamos interiormente.

"Hay dos métodos de observación de sí: el primero es el
análisis,
o las tentativas de análisis, es decir las tentativas de encontrar una respuesta a estas preguntas: ¿de qué depende tal cosa, y por qué sucede? —y el segundo es el método de las
constataciones,
que consiste solamente en registrar, en grabar en la mente, en el momento mismo, todo lo que uno observa.

"Sobre todo al comienzo, la observación de sí no debe llegar a ser análisis, o tentativa de análisis, bajo ningún pretexto. El análisis no es posible sino mucho más tarde, cuando ya se conocen todas las funciones de la propia máquina y todas las leyes que la gobiernan.

"Al tratar de analizar tal o cual fenómeno que lo ha impresionado fuertemente, un hombre generalmente se pregunta: «¿Qué es esto? ¿Por qué sucede esto así y no de otra manera?» Y comienza a buscar una respuesta a estas preguntas, olvidándose de todo lo que las observaciones ulteriores podrían aportarle. Más y más absorbido por las preguntas, pierde totalmente el hilo de la observación de sí, y hasta llega a olvidar la idea misma. La observación se detiene. De este hecho resulta claro que tan sólo una cosa puede progresar: o la observación, o bien las tentativas de análisis.

"Pero aún fuera de esto, toda tentativa de análisis de fenómenos aislados, sin el conocimiento de las leyes generales, es una pérdida total de tiempo. Antes de poder analizar los fenómenos, aun los más elementales, un hombre debe acumular suficiente material bajo la forma de «constataciones», es decir como resultado de una observación directa e inmediata de lo que pasa en él. Este es el elemento más importante en el trabajo del estudio de sí. Cuando se ha acumulado un número suficiente de «constataciones» y cuando al mismo tiempo se ha estudiado y comprendido hasta un cierto punto las leyes, sólo entonces se hace posible el análisis.

"Desde el comienzo mismo, la observación y la constatación se deben basar sobre el conocimiento de los principios fundamentales de la actividad de la máquina humana. La observación de sí no se puede conducir correctamente si no se comprenden estos principios, y si no se les tiene siempre en cuenta en la mente. Es por esta razón que la observación de sí ordinaria, tal como la practica la gente toda su vida, es totalmente inútil y no puede llegar a nada.

"La observación debe comenzar con la división de las funciones. Toda la actividad de la máquina humana está dividida en cuatro grupos de funciones netamente definidas. Cada uno está gobernado por su propio «cerebro» o «centro». Un hombre debe diferenciar, al observarse a sí mismo, las cuatro funciones fundamentales de su máquina: las funciones intelectual, emocional, motriz e instintiva. Cada fenómeno que un hombre observan en sí mismo se relaciona con una u otra de estas funciones. Por eso, antes de comenzar a observar, un hombre debe comprender en qué difieren las funciones, qué significa la actividad intelectual, qué significa la actividad emocional, la actividad motriz y la actividad instintiva.

"La observación debe comenzar por el principio. Todas las experiencias anteriores, todos los resultados anteriores de toda observación de sí, deben ser dejados de lado. Allí puede haber elementos de gran valor. Pero todo este material está basado en las divisiones erróneas de las funciones observadas, y éste mismo está dividido de manera incorrecta. Por esta razón no se lo puede utilizar; en todo caso, no se lo puede utilizar al comienzo del estudio de sí. En el momento oportuno, lo que hay de valor será tomado y utilizado. Pero es necesario comenzar por el principio, es decir, observarse a sí mismo como si no se conociese en lo más mínimo, como si aún nunca se hubiera observado.

"Cuando uno comienza a observarse, debe tratar de determinar al instante a qué grupo, a qué centro, pertenecen los fenómenos que se están observando en el momento.

"Algunos encuentran difícil comprender la diferencia entre pensamiento y sentimiento, otros tienen dificultad en comprender la diferencia entre sentimiento y sensación, entre un pensamiento y un impulso motor.

"Hablando en términos muy amplios se puede decir que la función del pensamiento siempre trabaja por medio de la comparación. Las conclusiones intelectuales son siempre el resultado de la comparación de dos o más impresiones.

"La sensación y la emoción no razonan, no comparan, simplemente definen una impresión dada por su aspecto, por su carácter agradable o desagradable en uno u otro sentido, por su color, sabor u olor. Lo que es más, las
sensaciones
pueden ser indiferentes —ni calientes ni frías, ni agradables ni desagradables: «papel blanco», «lápiz rojo». En la sensación de lo blanco y de lo rojo no hay nada agradable o desagradable. En todo caso, no es necesario que haya nada agradable o desagradable ligado a la sensación de uno u otro de estos dos colores. Estas sensaciones, que proceden de los así llamados «cinco sentidos», y las demás, como la sensación de calor, la del frío, etc., son instintivas. Las funciones del sentimiento, o emociones, siempre son agradables o desagradables; no hay emociones indiferentes.

"La dificultad para distinguir entre las funciones se acrecienta por el hecho de que la gente las siente de manera muy diferente. Es esto lo que generalmente no comprendemos. Creemos que las personas son mucho más parecidas entre si de lo que son en realidad. Sin embargo, de hecho hay grandes diferencias entre uno y otro en lo que concierne a las formas o a las modalidades de sus percepciones. Algunas personas perciben principalmente a través de su pensar, otras a través de sus emociones, y otras a través de sus sensaciones. La comprensión mutua es muy difícil, si no imposible, para hombres de diversas categorías y de diversos modos de percepción, porque todos dan nombres diferentes a una sola y misma cosa, y el mismo nombre a las cosas más diferentes. Además, son posibles toda clase de combinaciones. Un hombre percibe a través de sus pensamientos y de sus sensaciones, otro a través de sus pensamientos y de sus sentimientos, y así sucesivamente. Cualquiera que sea, cada modo de percepción se pone inmediatamente en relación con una especie particular de reacción a los acontecimientos exteriores. Estas diferencias en la percepción y la reacción a los acontecimientos exteriores producen dos resultados: las personas no se comprenden entre sí y no se comprenden ellas mismas. Muy a menudo un hombre llama sentimientos a sus pensamientos o a sus percepciones intelectuales, y llama pensamientos a sus sentimientos, y sentimientos a sus sensaciones. Este último caso es el más frecuente. Por ejemplo, dos personas perciben la misma cosa diferentemente, digamos que una la percibe a través de sus sentimientos y la otra a través de sus sensaciones: podrán discutir toda su vida sin comprender jamás en qué consiste la diferencia entre sus actitudes en presencia de un objeto dado. En efecto, la primera lo ve bajo uno de sus aspectos y la segunda bajo otro.

"Para encontrar el método que discrimina, debemos comprender que cada función psíquica normal es un medio o un instrumento de conocimiento. Con la ayuda del pensar vemos un aspecto de las cosas y de los sucesos, con la ayuda de las emociones vemos otro aspecto y con la ayuda de las sensaciones un tercer aspecto. El conocimiento más completo que podríamos alcanzar de un tema dado sólo se puede obtener si lo examinamos simultáneamente a través de nuestros pensamientos, sentimientos y sensaciones. Todo hombre que se esfuerza por alcanzar un conocimiento verdadero debe dirigirse hacia la posibilidad de tal percepción. En condiciones ordinarias el hombre ve el mundo a través de un cristal deformado, desigual. Y aun si se da cuenta, no puede cambiar nada. Su forma de percepción, sea cual fuere, depende del trabajo de su organismo entero. Todas las funciones son interdependientes y se equilibran entre sí, todas las funciones tienden a mantenerse entre sí en el estado en que están. Por eso, un hombre que comienza a estudiarse a si mismo, al descubrir en sí algo que no le gusta, debe comprender que no será capaz de cambiarlo.
Estudiar
es una cosa,
cambiar
es otra. Sin embargo, el estudio es el primer paso hacia la posibilidad de cambiar en el futuro. Y desde el comienzo del estudio de sí, uno debe llegar a convencerse bien de que durante mucho tiempo todo el trabajo consistirá solamente en estudiarse.

"Ningún cambio es posible en las condiciones ordinarias porque cada vez que un hombre quiere cambiar una cosa no quiere cambiar sino esta cosa. Pero todo en la máquina está ligado y cada función está inevitablemente compensada por otra o por toda una serie de otras funciones, aunque no nos demos cuenta de esta interdependencia entre las diversas funciones en nosotros mismos. La máquina está equilibrada en todos sus detalles en cada momento de su actividad. Si un hombre constata en sí mismo algo que le disgusta, y empieza a hacer esfuerzos para cambiarlo, puede llegar a cierto resultado. Pero al mismo tiempo, con este resultado obtendrá inevitablemente otro resultado, que no podía haber sospechado. Al esforzarse para destruir y aniquilar todo lo que le desagrada en él, al hacer esfuerzos hacia este fin, compromete el equilibrio de su máquina. La máquina se esfuerza por restablecer el equilibrio y lo restablece creando una nueva función que el hombre no podía haber previsto. Por ejemplo, un hombre puede observar que es muy distraído, que se olvida de todo, pierde todo, etc. Comienza a luchar contra este hábito, y si es suficientemente metódico y resuelto, logra, después de cierto tiempo, obtener el resultado deseado: deja de olvidar o de perder cosas. Esto lo advierte; pero hay otra cosa que no advierte, y que los demás sí advierten, o sea, que se ha vuelto irritable, pedante, criticón, desagradable. Ha vencido su distracción, pero en su lugar ha aparecido la irritabilidad. ¿Por qué? Es imposible decirlo. Sólo el análisis detallado de las cualidades particulares de los centros de un hombre pueden mostrar por qué la pérdida de una cualidad ha ocasionado la aparición de otra. Esto no quiere decir que la pérdida de la distracción deba causar necesariamente la irritabilidad. Cualquier otra característica que no tenga relación alguna con la distracción podría aparecer igualmente, por ejemplo, mezquindad, o envidia, u otra cosa.

"De modo que cuando un hombre trabaja en forma conveniente sobre sí mismo, debe tomar en cuenta los posibles cambios compensatorios que pueden ocurrir y tenerlos en cuenta de antemano. Sólo en esta forma podrá evitar cambios indeseables, o la aparición de cualidades enteramente opuestas a la meta y a la dirección de su trabajo.

"Pero en el sistema general de la actividad, y de las funciones de la máquina humana, hay ciertos puntos en los cuales puede tener lugar un cambio sin ocasionar ningún resultado parasitario.

"Es necesario saber cuáles son estos puntos, y cómo acercarse a ellos, porque si uno no comienza
con ellos
no obtendrá ningún resultado u obtendrá resultados equivocados e indeseables.

"Un hombre, cuando ha fijado en su pensamiento la diferencia entre las funciones intelectuales, emocionales y motrices, debe, conforme se observa a sí mismo, referir inmediatamente sus impresiones a la categoría correspondiente. Primero debe tomar nota mental tan sólo de aquellas observaciones con respecto a las cuales no le cabe la menor duda, es decir en las que reconoce de inmediato la categoría. Debe rechazar todos los casos vagos o dudosos, y recordar únicamente aquellos que son indiscutibles. Si este trabajo se efectúa correctamente, el número de constataciones indudables aumentará rápidamente. Y aquello que al principio le parecía dudoso muy pronto se verá con claridad como perteneciente al primero, al segundo, o al tercer centro. Cada centro tiene su propia memoria, sus propias asociaciones, y su propio pensar. De hecho cada centro consiste de tres partes: la intelectual, la emocional y la motriz. Pero no sabemos casi nada acerca de este lado de nuestra naturaleza. En cada centro sólo conocemos una parte. Sin embargo, la observación de sí mismo nos demostrará muy pronto que la vida de nuestros centros es mucho más rica, o en todo caso, que contiene muchas más posibilidades de las que pensamos.

"A la vez, al observar los centros, podremos constatar, al lado de su trabajo correcto, su trabajo incorrecto, es decir, el trabajo de un centro en lugar de otro: las tentativas de sentir del centro intelectual, o sus pretensiones al sentimiento, las tentativas del centro emocional para pensar, las tentativas del centro motor para pensar y sentir. Como ya se ha dicho, el trabajo de un centro por otro es útil en ciertos casos, para salvaguardar la continuidad de la vida. Pero al hacerse habitual este tipo de relevo llega a ser al mismo tiempo dañino, porque comienza a interferir con el trabajo correcto, permitiendo poco a poco a cada centro descuidar sus propios deberes inmediatos y hacer, no lo que debería estar haciendo, sino lo que le gusta más en el momento. En un hombre sano y normal, cada centro ejecuta su propio trabajo, es decir, el trabajo para el cual fue especialmente destinado y que está mejor calificado para cumplir. Hay situaciones en la vida de las cuales no podemos hacernos cargo sino sólo con la ayuda del pensamiento. Si en tal momento el centro emocional comienza a funcionar en lugar del centro intelectual, enredará todo, y las consecuencias de esta intervención serán por demás desagradables. En un hombre desequilibrado, la continua substitución de un centro por otro es precisamente lo que se llama «desequilibrio» o «neurosis». Cada centro procura de alguna manera endosarle su trabajo a otro, y al mismo tiempo trata de hacer el trabajo de otro centro para el cual no está capacitado. Cuando el centro emocional trabaja en lugar del centro intelectual, introduce nerviosidad, febrilidad y precipitación innecesarias en situaciones en las que, por el contrario, son esenciales un juicio calmo y una deliberación tranquila. Por su lado, cuando el centro intelectual trabaja en lugar del centro emocional, se pone a deliberar en situaciones que requieren decisiones rápidas y hace imposible el discernir las particularidades y los matices finos de la situación. El pensamiento es demasiado lento. Elabora cierto plan de acción y continúa siguiéndolo aun cuando las circunstancias hayan cambiado y se haya hecho necesario otro tipo de acción. Además, en algunos casos la intervención del centro intelectual hace surgir reacciones enteramente equivocadas, porque el centro intelectual es simplemente incapaz de comprender los matices y sutilezas de muchos acontecimientos. Al centro del pensamiento le parecen iguales acontecimientos que son totalmente diferentes para el centro motor y para el centro emocional. Sus decisiones son demasiado generales y no corresponden a las que habría tomado el centro emocional. Esto resulta perfectamente claro si nos representamos la intervención del pensamiento, esto es, de la mente teórica, en el dominio del sentimiento, o de la sensación, o del movimiento. En cada uno de estos tres casos la intervención del pensamiento conduce a resultados totalmente indeseables. El pensamiento no puede comprender los matices del sentimiento. Veremos esto claramente si imaginamos a un hombre razonando sobre las emociones de otro. Como él mismo no experimenta nada, lo que experimenta el otro no existe para él.
Un hombre saciado no comprende a un hambriento.
Pero para éste, su hambre es muy real; y las decisiones del primero, o sea del pensamiento, no pueden en ningún caso satisfacerlo.

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