Harry Potter. La colección completa (207 page)

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Authors: J.K. Rowling

Tags: #Aventuras, Fantástico, Infantil y Juvenil, Intriga

Al levantarse, ella miró a Harry y le dijo:

—Ahora cuídate tú.

Harry cogió la bolsa de oro de la mesita.

—Tomen esto —le dijo a la señora Diggory—. Tendría que haber sido para Cedric: llegó el primero. Cójanlo...

Pero ella lo rechazó.

—No, es tuyo. Nosotros no podríamos... Quédate con él.

Harry volvió a la torre de Gryffindor a la noche siguiente. Por lo que le dijeron Ron y Hermione, aquella mañana, durante el desayuno, Dumbledore se había dirigido a todo el colegio. Simplemente les había pedido que dejaran a Harry tranquilo, que nadie le hiciera preguntas ni lo forzara a contar la historia de lo ocurrido en el laberinto. Él notó que la mayor parte de sus compañeros se apartaban al cruzarse con él por los corredores, y que evitaban su mirada. Al pasar, algunos cuchicheaban tapándose la boca con la mano. Le pareció que muchos habían dado crédito al artículo de Rita Skeeter sobre lo trastornado y posiblemente peligroso que era. Tal vez formularan sus propias teorías sobre la manera en que Cedric había muerto. Se dio cuenta de que no le preocupaba demasiado. Disfrutaba hablando de otras cosas con Ron y Hermione, o cuando jugaban al ajedrez en silencio. Sentía que habían alcanzado tal grado de entendimiento que no necesitaban poner determinadas cosas en palabras: que los tres esperaban alguna señal, alguna noticia de lo que ocurría fuera de Hogwarts, y que no valía la pena especular sobre ello mientras no supieran nada con seguridad. La única vez que mencionaron el tema fue cuando Ron le habló a Harry del encuentro entre su madre y Dumbledore, antes de volver a su casa.

—Fue a preguntarle si podías venir directamente con nosotros este verano —dijo—. Pero él quiere que vuelvas con los Dursley, por lo menos al principio.

—¿Por qué? —preguntó Harry.

—Mi madre ha dicho que Dumbledore tiene sus motivos —explicó Ron, moviendo la cabeza—. Supongo que tenemos que confiar en él, ¿no?

La única persona aparte de Ron y Hermione con la que se sentía capaz de hablar era Hagrid. Como ya no había profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras, tenían aquella hora libre. En la del jueves por la tarde aprovecharon para ir a visitarlo a su cabaña. Era un día luminoso. Cuando se acercaron,
Fang
salió de un salto por la puerta abierta, ladrando y meneando la cola sin parar.

—¿Quién es? —dijo Hagrid, dirigiéndose a la puerta—. ¡Harry!

Salió a su encuentro a zancadas, aprisionó a Harry con un solo brazo, lo despeinó con la mano y dijo:

—Me alegro de verte, compañero. Me alegro de verte.

Al entrar en la cabaña, vieron delante de la chimenea, sobre la mesa de madera, dos platos con sendas tazas del tamaño de calderos.

—He estado tomando té con Olympe —explicó Hagrid—. Acaba de irse.

—¿Con quién? —preguntó Ron, intrigado.

—¡Con Madame Maxime, por supuesto! —contestó Hagrid.

—¿Habéis hecho las paces? —quiso saber Ron.

—No entiendo de qué me hablas —contestó Hagrid sin darle importancia, yendo al aparador a buscar más tazas.

Después de preparar té y de ofrecerles un plato de pastas, volvió a sentarse en la silla y examinó a Harry detenidamente con sus ojos de azabache.

—¿Estás bien? —preguntó bruscamente.

—Sí —respondió Harry.

—No, no lo estás. Por supuesto que no lo estás. Pero lo estarás.

Harry no repuso nada.

—Sabía que volvería —dijo Hagrid, y Harry, Ron y Hermione lo miraron, sorprendidos—. Lo sabía desde hacía años, Harry. Sabía que estaba por ahí, aguardando el momento propicio. Tenía que pasar. Bueno, ya ha ocurrido, y tendremos que afrontarlo. Lucharemos. Tal vez lo reduzcamos antes de que se haga demasiado fuerte. Eso es lo que Dumbledore pretende. Un gran hombre, Dumbledore. Mientras lo tengamos, no me preocuparé demasiado.

Hagrid alzó sus pobladas cejas ante la expresión de incredulidad de sus amigos.

—No sirve de nada preocuparse —afirmó—. Lo que venga, vendrá, y le plantaremos cara. Dumbledore me contó lo que hiciste, Harry. —El pecho de Hagrid se infló al mirarlo—. Fue lo que hubiera hecho tu padre, y no puedo dirigirte mayor elogio.

Harry le sonrió. Era la primera vez que sonreía desde hacía días.

—¿Qué fue lo que Dumbledore te pidió que hicieras, Hagrid? Mandó a la profesora McGonagall a pediros a ti y a Madame Maxime que fuerais a verlo... aquella noche.

—Nos ha puesto deberes para el verano —explicó Hagrid—. Pero son secretos. No puedo hablar de ello, ni siquiera con vosotros. Olympe... Madame Maxime para vosotros... tal vez venga conmigo. Creo que sí. Creo que la he convencido.

—¿Tiene que ver con Voldemort?

Hagrid se estremeció al oír aquel nombre.

—Puede —contestó evasivamente—. Y ahora... ¿quién quiere venir conmigo a ver el último
escreguto
? ¡Era broma, era broma! —se apresuró a añadir, viendo la cara que ponían.

La noche antes del retorno a Privet Drive, Harry preparó su baúl, lleno de pesadumbre. Sentía terror ante el banquete de fin de curso, que era motivo de alegría otros años, cuando se aprovechaba para anunciar el ganador de la Copa de las Casas. Desde que había salido de la enfermería, había procurado no ir al Gran Comedor a las horas en que iba todo el mundo, y prefería comer cuando estaba casi vacío para evitar las miradas de sus compañeros.

Cuando él, Ron y Hermione entraron en el Gran Comedor, vieron enseguida que faltaba la acostumbrada decoración: para el banquete de fin de curso solía lucir los colores de la casa ganadora. Aquella noche, sin embargo, había colgaduras negras en la pared de detrás de la mesa de los profesores. Harry no tardó en comprender que eran una señal de respeto por Cedric.

El auténtico
Ojoloco
Moody estaba allí sentado, con el ojo mágico y la pata de palo puestos en su sitio. Parecía extremadamente nervioso, y cada vez que alguien le hablaba daba un respingo. Harry no se lo podía echar en cara: era lógico que el miedo de Moody a ser víctima de un ataque se hubiera incrementado tras diez meses de secuestro en su propio baúl. La silla del profesor Karkarov se encontraba vacía. Harry se preguntó, al sentarse con sus compañeros de Gryffindor, dónde estaría en aquel momento, y si Voldemort lo habría atrapado.

Madame Maxime seguía allí. Se había sentado al lado de Hagrid. Hablaban en voz baja. Más allá, junto a la profesora McGonagall, se hallaba Snape. Sus ojos se demoraron un momento en Harry mientras éste lo miraba. Era difícil interpretar su expresión, pero parecía tan antipático y malhumorado como siempre. Harry siguió observándolo mucho después de que él hubo retirado la mirada.

¿Qué sería lo que Snape había tenido que hacer, por orden de Dumbledore, la noche del retorno de Voldemort? Y ¿por qué... por qué estaba tan convencido Dumbledore de que Snape se hallaba realmente de su lado? Había sido su espía, eso había dicho Dumbledore en el
pensadero
. Y se había pasado a su lado, «asumiendo graves riesgos personales». ¿Era ése el trabajo que había tenido que hacer? ¿Había entrado en contacto con los
mortífagos
, tal vez? ¿Había fingido que nunca se había pasado realmente al bando de Dumbledore, que había estado esperando su momento, como el propio Voldemort?

Los pensamientos de Harry se vieron interrumpidos por el profesor Dumbledore, que se levantó de su silla en la mesa de profesores. El Gran Comedor, que sin duda había estado mucho menos bullanguero de lo habitual en un banquete de fin de curso, quedó en completo silencio.

—El fin de otro curso —dijo Dumbledore, mirándolos a todos.

Hizo una pausa, y posó los ojos en la mesa de Hufflepuff. Aquélla había sido la mesa más silenciosa ya antes de que él se pusiera en pie, y seguían teniendo las caras más pálidas y tristes del Gran Comedor.

—Son muchas las cosas que quisiera deciros esta noche —dijo Dumbledore—, pero quiero antes que nada lamentar la pérdida de una gran persona que debería estar ahí sentada —señaló con un gesto hacia los de Hufflepuff—, disfrutando con nosotros este banquete. Ahora quiero pediros, por favor, a todos, que os levantéis y alcéis vuestras copas para brindar por Cedric Diggory.

Así lo hicieron. Hubo un estruendo de bancos arrastrados por el suelo cuando se pusieron en pie, levantaron las copas y repitieron, con voz potente, grave y sorda:

—Por Cedric Diggory.

Harry vislumbró a Cho a través de la multitud. Le caían por la cara unas lágrimas silenciosas. Cuando volvieron a sentarse, bajó la vista a la mesa.

—Cedric ejemplificaba muchas de las cualidades que distinguen a la casa de Hufflepuff —prosiguió Dumbledore—. Era un amigo bueno y leal, muy trabajador, y se comportaba con honradez. Su muerte os ha afligido a todos, lo conocierais bien o no. Creo, por eso, que tenéis derecho a saber qué fue exactamente lo que ocurrió.

Harry levantó la cabeza y miró a Dumbledore.

—Cedric Diggory fue asesinado por lord Voldemort.

Un murmullo de terror recorrió el Gran Comedor. Los alumnos miraban a Dumbledore horrorizados, sin atreverse a creerle. Él estaba tranquilo, viéndolos farfullar en voz baja.

—El Ministerio de Magia —continuó Dumbledore— no quería que os lo dijera. Es posible que algunos de vuestros padres se horroricen de que lo haya hecho, ya sea porque no crean que Voldemort haya regresado realmente, o porque opinen que no se debe contar estas cosas a gente tan joven. Pero yo opino que la verdad es siempre preferible a las mentiras, y que cualquier intento de hacer pasar la muerte de Cedric por un accidente, o por el resultado de un grave error suyo, constituye un insulto a su memoria.

En aquel momento, todas las caras, aturdidas y asustadas, estaban vueltas hacia Dumbledore... o casi todas. Harry vio que, en la mesa de Slytherin, Draco Malfoy cuchicheaba con Crabbe y Goyle. Sintió un vehemente acceso de ira. Se obligó a mirar a Dumbledore.

—Hay alguien más a quien debo mencionar en relación con la muerte de Cedric —siguió Dumbledore—. Me refiero, claro está, a Harry Potter.

Un murmullo recorrió el Gran Comedor al tiempo que algunos volvían la cabeza en dirección a Harry antes de mirar otra vez a Dumbledore.

—Harry Potter logró escapar de Voldemort —dijo Dumbledore—. Arriesgó su vida para traer a Hogwarts el cuerpo de Cedric. Mostró, en todo punto, el tipo de valor que muy pocos magos han demostrado al encararse con lord Voldemort, y por eso quiero alzar la copa por él.

Dumbledore se volvió hacia Harry con aire solemne, y volvió a levantar la copa. Casi todos los presentes siguieron su ejemplo, murmurando su nombre como habían murmurado el de Cedric, y bebieron a su salud. Pero, a través de un hueco entre los compañeros que se habían puesto en pie, Harry vio que Malfoy, Crabbe, Goyle y muchos otros de Slytherin permanecían desafiantemente sentados, sin tocar las copas. Dumbledore, que a pesar de todo carecía de ojo mágico, no se dio cuenta.

Cuando todos volvieron a sentarse, prosiguió:

—El propósito del Torneo de los tres magos fue el de promover el buen entendimiento entre la comunidad mágica. En vista de lo ocurrido, del retorno de lord Voldemort, tales lazos parecen ahora más importantes que nunca.

Dumbledore pasó la vista de Hagrid y Madame Maxime a Fleur Delacour y sus compañeros de Beauxbatons, y de éstos a Viktor Krum y los alumnos de Durmstrang, que estaban sentados a la mesa de Slytherin. Krum, según vio Harry, parecía cauteloso, casi asustado, como si esperara que Dumbledore dijera algo contra él.

—Todos nuestros invitados —continuó, y sus ojos se demoraron en los alumnos de Durmstrang— han de saber que serán bienvenidos en cualquier momento en que quieran volver. Os repito a todos que, ante el retorno de lord Voldemort, seremos más fuertes cuanto más unidos estemos, y más débiles cuanto más divididos.

»La fuerza de lord Voldemort para extender la discordia y la enemistad entre nosotros es muy grande. Sólo podemos luchar contra ella presentando unos lazos de amistad y mutua confianza igualmente fuertes. Las diferencias de costumbres y lengua no son nada en absoluto si nuestros propósitos son los mismos y nos mostramos abiertos.

»Estoy convencido (y nunca he tenido tantos deseos de estar equivocado) de que nos esperan tiempos difíciles y oscuros. Algunos de vosotros, en este salón, habéis sufrido ya directamente a manos de lord Voldemort. Muchas de vuestras familias quedaron deshechas por él. Hace una semana, un compañero vuestro fue aniquilado.

»Recordad a Cedric. Recordadlo si en algún momento de vuestra vida tenéis que optar entre lo que está bien y lo que es cómodo, recordad lo que le ocurrió a un muchacho que era bueno, amable y valiente, sólo porque se cruzó en el camino de lord Voldemort. Recordad a Cedric Diggory.

···

El baúl de Harry estaba listo.
Hedwig
se encontraba de nuevo en la jaula, y la jaula encima del baúl. Con el resto de los alumnos de cuarto, él, Ron y Hermione aguardaban en el abarrotado vestíbulo los carruajes que los llevarían de vuelta a la estación de Hogsmeade. Era otro hermoso día de verano. Se imaginó que, cuando llegara aquella noche, en Privet Drive haría calor y los jardines estarían frondosos, con macizos de flores convertidos en un derroche de color. Pero pensar en ello no le proporcionó ningún placer.

—¡«Hagui»!

Miró a su alrededor. Fleur Delacour subía velozmente la escalinata de piedra para entrar en el castillo. Tras ella, vio a Hagrid ayudando a Madame Maxime a hacer recular dos de sus gigantescos caballos para engancharlos: el carruaje de Beauxbatons estaba a punto de despegar.

—Nos «volveguemos» a «veg», «espego» —dijo Fleur, tendiéndole la mano al llegar ante él—. «Quiego encontgag tgabajo» aquí «paga mejogag» mi inglés.

—Ya es muy bueno —señaló Ron con la voz ahogada.

Fleur le sonrió. Hermione frunció el entrecejo.

—Adiós, «Hagui» —se despidió Fleur, dando media vuelta para irse—. ¡Ha sido un «placeg conocegte»!

El ánimo de Harry se alegró un poco, mientras contemplaba a Fleur volviendo a la explanada con Madame Maxime. Su plateado pelo ondeaba a la luz del sol.

—Me pregunto cómo volverán los de Durmstrang —comentó Ron—. ¿Crees que podrán manejar el barco sin Karkarov?

—«Karrkarrov» no lo manejaba —dijo una voz ronca—. Se quedaba en el «camarrote» y nos dejaba «hacerr» el «trrabajo». —Krum se había acercado para despedirse de Hermione—. ¿«Podrríamos hablarr»? —le preguntó.

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