Harry Potter. La colección completa (338 page)

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Authors: J.K. Rowling

Tags: #Aventuras, Fantástico, Infantil y Juvenil, Intriga

—¿Y cómo va a impedirlo? —preguntó Harry.

—No para de invitar a Tonks a cenar. Me parece que alberga esperanzas de que Bill se enamore de ella. Y yo también lo espero; preferiría mil veces tener a Tonks en la familia.

—Sí, seguro —ironizó Ron—. Mira, a ningún hombre en su sano juicio puede gustarle Tonks estando Fleur cerca. Vale, Tonks no está del todo mal cuando no hace estupideces con su pelo ni con su nariz, pero…

—Es muchísimo más simpática que
Flegggrrr
—opinó Ginny.

—¡Y más inteligente! ¡Es una
auror
! —terció Hermione desde el rincón.

—Fleur tampoco es tonta. Acordaos de que participó en el Torneo de los Tres Magos —intervino Harry.

—¿Tú también? —dijo Hermione con resentimiento.

—Seguro que te encanta cómo
Flegggrrr
pronuncia tu nombre:
Hagggrrry
—comentó Ginny con desdén.

—No —respondió él, lamentando haber abierto la boca—. Sólo decía que
Flegggrrr
… quiero decir, Fleur…

—Yo prefiero a Tonks —insistió Ginny—. Al menos, con ella te ríes.

—Pues últimamente no está muy risueña —objetó Ron—. Las últimas veces que ha venido a casa parecía Myrtle
la Llorona
.

—No seas injusto con ella —le espetó Hermione—. Todavía no ha superado lo que pasó en… ya sabes… ¡Era su primo!

Harry apretó los labios. Al final salía a relucir el tema de Sirius. Cogió un tenedor y empezó a engullir los huevos revueltos con la esperanza de aislarse de esa parte de la conversación.

—¡Pero si Tonks y Sirius apenas se conocían! —arguyó Ron—. Sirius pasó un montón de años en Azkaban, y antes de que lo encerraran allí sus familias casi no se habían visto.

—No se trata de eso —aclaró Hermione—. ¡Ella está convencida de que Sirius murió por su culpa!

—¿De dónde ha sacado eso? —saltó Harry pese a su intención de permanecer callado.

—Bueno, ella peleó contra Bellatrix Lestrange, ¿no? Supongo que cree que si hubiera acabado con ella, Bellatrix no habría matado a Sirius.

—Menuda estupidez —afirmó Ron.

—Es el complejo de culpabilidad del superviviente —opinó Hermione—. Me consta que Lupin ha intentado quitarle esas ideas de la cabeza, pero ella sigue muy deprimida. ¡Hasta tiene problemas para metamorfosearse!

—¿Para…?

—Ya no puede cambiar de aspecto como antes —explicó Hermione—. Creo que sus poderes se han debilitado a causa de la conmoción, o algo así.

—No sabía que eso pudiera pasar —comentó Harry.

—Yo tampoco —admitió Hermione—, pero imagino que cuando estás muy, muy deprimido…

La puerta volvió a abrirse y la señora Weasley asomó la cabeza.

—Ginny —susurró—, baja a ayudarme a preparar la comida.

—¡Estoy hablando con mis amigos! —protestó la niña, indignada.

—¡Ahora mismo! —ordenó la señora Weasley, y se retiró.

—¡Me hace bajar para no estar a solas con
Flegggrrr
! —rezongó Ginny. Se apartó la larga melena pelirroja imitando a Fleur y salió de la habitación pavoneándose y con los brazos en alto como si fuera una bailarina—. No tardéis mucho en bajar, por favor —dijo al marcharse.

Harry aprovechó el breve silencio para seguir desayunando. Hermione se puso a examinar el interior de las cajas de Fred y George, aunque de vez en cuando le lanzaba miradas de soslayo a Harry. Y Ron, que estaba comiéndose una tostada de su amigo, seguía contemplando la puerta con ojos soñadores.

—¿Qué es esto? —preguntó Hermione, sosteniendo una cosa que parecía un pequeño telescopio.

—No lo sé —respondió Ron—, pero si Fred y George lo han dejado aquí, seguro que todavía no ha pasado los controles de calidad, así que ten cuidado.

—Tu madre dice que la tienda funciona muy bien —comentó Harry—. Y que los gemelos tienen buen olfato para los negocios.

—Eso es quedarse corto —repuso Ron—. ¡Se están embolsando galeones a mansalva! Me muero de ganas de ver la tienda. Todavía no hemos ido al callejón Diagon porque mamá dice que papá tiene que acompañarnos para asegurarse de que no nos pase nada, pero él tiene muchísimo trabajo; por lo que sé, la tienda es una pasada.

—¿Y Percy? —preguntó Harry. El otro hermano Weasley había reñido con el resto de la familia—. ¿Todavía no se habla con tus padres?

—No —contestó Ron.

—Pero si ahora ya sabe que tu padre tenía razón cuando decía que Voldemort había vuelto…

—Dumbledore afirma que para la gente es más fácil perdonar a los demás por haberse equivocado que por tener razón —terció Hermione—. Le oí decírselo a tu madre, Ron.

—La típica majadería de Dumbledore.

—Este año va a darme clases particulares —comentó Harry.

Ron se atragantó con un trozo de tostada y Hermione soltó un gritito ahogado.

—¡Qué callado te lo tenías! —exclamó Ron.

—Acabo de acordarme —repuso Harry con sinceridad—. Me lo dijo anoche en vuestra escobera.

—¡Jo, clases particulares con Dumbledore! —se admiró Ron—. ¿Y por qué supones que…?

Dejó la frase en el aire. Harry vio que sus dos amigos intercambiaban una mirada cómplice. Dejó el cuchillo y el tenedor en el plato; el corazón le latía deprisa a pesar de estar sentado en la cama. Dumbledore le había pedido que lo hiciera, y ese momento era tan bueno como cualquier otro. Clavó la mirada en el tenedor, que brillaba iluminado por la luz que entraba por la ventana, y dijo:

—No sé con exactitud por qué quiere darme clases particulares, pero me parece que es por la profecía. —Ron y Hermione permanecieron callados. Harry tuvo la impresión de que se habían quedado pasmados. Sin dejar de mirar el tenedor, añadió—: Ya sabéis, esa que intentaban robar en el ministerio.

—Pero si nadie sabe lo que decía —repuso Hermione con presteza—. Se rompió.

—Aunque según
El Profeta
… —empezó Ron, pero Hermione le cortó:

—¡Chissst!


El Profeta
tiene razón —continuó Harry, haciendo un esfuerzo para levantar la cabeza y mirarlos. Hermione ponía cara de susto y Ron, de asombro—. Aquella esfera de cristal que se rompió no era el único registro de la profecía. Yo la escuché entera en el despacho de Dumbledore; fue a él a quien se la hicieron, por eso pudo revelármela. Según ella —prosiguió, y respiró hondo—, al parecer soy yo quien acabará con Voldemort. Al menos, vaticinaba que ninguno de los dos podría vivir mientras el otro siguiera con vida.

Los tres se miraron en silencio. Entonces se oyó un fuerte «¡pum!» y Hermione desapareció detrás de una bocanada de humo negro.

—¡Hermione! —gritaron Harry y Ron al unísono, y la bandeja del desayuno cayó al suelo con estrépito.

Hermione reapareció tosiendo entre el humo, con el telescopio en una mano y un ojo amoratado.

—Lo he apretado y… ¡me ha dado un puñetazo! —dijo jadeando.

Y en efecto, Harry y Ron vieron un pequeño puño acoplado a un largo muelle que salía del extremo del telescopio.

—No te preocupes —la tranquilizó Ron conteniendo la risa—. Mi madre te curará. Tiene remedios para todo.

—¡Eso ahora no importa! —replicó Hermione—. Harry… ¡Oh, Harry! —Volvió a sentarse en el borde de la cama—. Cuando salimos del ministerio no sabíamos qué… No quisimos decirte nada, pero por lo que oímos decir a Lucius Malfoy acerca de la profecía… que estaba relacionada contigo y con Voldemort… Bueno, ya nos imaginamos que podía ser algo así. ¡Ostras, Harry! —Lo miró fijamente y susurró—: ¿Tienes miedo?

—No tanto como antes. Cuando la escuché por primera vez me quedé… Pero ahora es como si siempre hubiera sabido que al final tendría que enfrentarme a Voldemort.

—Cuando nos enteramos de que Dumbledore iría a recogerte en persona, imaginamos que tal vez quería contarte o enseñarte algo relacionado con la profecía —intervino Ron, entusiasmado—. Y no nos equivocábamos mucho, ¿verdad? Dumbledore no te daría clases particulares si pensara que eres hombre muerto, no perdería el tiempo contigo. ¡Debe de creer que tienes posibilidades!

—Es verdad —coincidió Hermione—. ¿Qué piensas que quiere enseñarte, Harry? Magia defensiva muy avanzada, supongo. Poderosos contraembrujos y contramaldiciones…

Harry ya no los escuchaba. Se le estaba extendiendo por todo el cuerpo una especie de ardor que no tenía nada que ver con el calor del sol, y la presión que notaba en el pecho se le reducía. Sabía que Ron y Hermione se sentían más impresionados de lo que parecía, pero el simple hecho de que siguieran allí, a su lado, dándole ánimos en lugar de apartarse de él como si tuviera algún virus o fuera peligroso, no tenía precio.

—…y todo tipo de sortilegios elusivos —concluyó Hermione—. Bueno, al menos tú ya te has enterado de cuál será una de las asignaturas que estudiarás este año. En cambio, Ron y yo… Me pregunto si tardarán mucho en llegar nuestros
TIMOS
.

—No puede faltar mucho. Ya ha pasado un mes —calculó Ron.

—Un momento —apuntó Harry al recordar otra parte de la conversación con el director del colegio—. ¡Me parece que Dumbledore dijo que las notas de nuestros
TIMOS
llegarían hoy!

—¿Hoy? —exclamó Hermione—. ¿Hoy? Pero ¿por qué no…? ¡Cielos, debiste decírnoslo enseguida! —Se puso en pie de un brinco y añadió—: Voy a ver si ha llegado alguna lechuza.

Pero diez minutos más tarde, cuando Harry bajó, vestido y con la bandeja del desayuno vacía, encontró a Hermione sentada a la mesa de la cocina, muy nerviosa, mientras la señora Weasley intentaba disimular el parecido del ojo de la chica con el de un panda.

—Nada, no hay manera de que se vaya —decía la señora Weasley, angustiada; estaba plantada enfrente de Hermione con la varita en una mano mientras revisaba un ejemplar de
El manual del sanador
, abierto por el capítulo «Contusiones, cortes y rozaduras»—. Esto nunca había fallado, no me lo explico.

—Por eso Fred y George lo consideran una broma graciosa: porque no se va —opinó Ginny.

—¡Pues tiene que irse! —chilló Hermione—. ¡No puedo quedarme así para siempre!

—No te quedarás así, querida, ya encontraremos algún antídoto, no temas —le aseguró la señora Weasley.

—Bill ya me ha contado que los gemelos son muy
gaciosos
—intervino Fleur sonriendo.

—Sí, me muero de risa —le espetó Hermione. Se levantó y se puso a dar vueltas por la cocina mientras se retorcía las manos—. ¿Está segura de que esta mañana no ha llegado ninguna lechuza, señora Weasley?

—Sí, querida. Me habría dado cuenta —respondió ésta con paciencia—. Pero sólo son las nueve, todavía hay mucho tiempo para…

—Ya sé que fallé en Runas Antiguas —rezongó Hermione con ansiedad—. Como mínimo cometí un grave error en la traducción. Y el examen práctico de Defensa Contra las Artes Oscuras tampoco me salió como esperaba. En Transformaciones creía que lo había hecho bien, pero ahora que lo pienso…

—¿Quieres hacer el favor de callarte, Hermione? ¡No eres la única que está nerviosa! —gruñó Ron—. Además, cuando veas tus diez extraordinarios…

—¡No, no, no! —chilló Hermione agitando ambas manos, histérica—. ¡Seguro que lo he suspendido todo!

—¿Y qué pasa si suspendemos? —preguntó Harry a nadie en particular, pero una vez más fue Hermione quien contestó:

—Analizamos nuestras opciones con el jefe de nuestra casa. Se lo pregunté a la profesora McGonagall a final de curso.

A Harry se le retorció el estómago y se arrepintió de haber desayunado tanto.

—En Beauxbatons —explicó Fleur con suficiencia— lo hacíamos de
otga manega
.
Cgeo
que
ega mejog
. Nos examinábamos
tgas
seis años de estudios en
lugag
de cinco, y luego…

Las palabras de Fleur quedaron ahogadas por un grito. Hermione señalaba por la ventana de la cocina. En el cielo se veían tres motitas negras que iban aumentando de tamaño.

—Lechuzas —dijo Ron con voz quebrada, y corrió hacia la ventana donde estaba su amiga.

—Una para cada uno —añadió Hermione con un susurro que denotaba terror—. ¡Oh, no! ¡Oh, no! ¡Oh, no!

Agarró con fuerza por los codos a Harry y a Ron.

Las lechuzas volaban derechito hacia La Madriguera; eran tres hermosos ejemplares, y cuando ya sobrevolaban el sendero que conducía hasta la casa, todos vieron que cada una llevaba un gran sobre cuadrado.

—¡Oh, no! —aulló Hermione.

La señora Weasley se coló entre los muchachos y abrió la ventana de la cocina. Una a una, las lechuzas entraron y se posaron sobre la mesa en una ordenada hilera. Las tres levantaron la pata derecha.

Harry fue hacia ellas. La carta dirigida a él estaba atada a la pata de la lechuza de en medio. La desató con dedos temblorosos. A su izquierda, Ron intentaba coger también sus notas; a su derecha tenía a Hermione, pero a ella le temblaban tanto las manos que también hacía temblar a la lechuza.

Durante unos instantes nadie dijo ni pío. Al final, Harry consiguió soltar el sobre. Lo abrió a toda prisa y sacó la hoja de pergamino que contenía.

TÍTULO INDISPENSABLE DE MAGIA ORDINARIA

APROBADOS
:
Extraordinario (E)
 
Supera las expectativas (S)
 
Aceptable (A)
 
 
SUSPENSOS
:
Insatisfactorio (I)
 
Desastroso (D)
 
Trol(T)

RESULTADOS DE HARRY JAMES POTTER

Astronomía:
A
Cuidado de Criaturas Mágicas:
S
Encantamientos:
S
Defensa Contra las Artes Oscuras:
E
Adivinación:
I
Herbología:
S
Historia de la Magia:
D
Pociones:
S
Transformaciones:
S

Harry releyó varias veces la hoja de pergamino, y poco a poco su respiración se fue haciendo más acompasada. No estaba mal: siempre había sabido que suspendería Adivinación, y era imposible que hubiera aprobado Historia de la Magia, dado que se había desmayado en medio del examen; ¡pero había aprobado las otras asignaturas! Deslizó el dedo por las notas… ¡Había sacado buena nota en Transformaciones y en Herbología, y hasta había superado las expectativas en Pociones! ¡Y lo mejor era que había conseguido un extraordinario en Defensa Contra las Artes Oscuras!

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