Harry Potter. La colección completa (396 page)

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Authors: J.K. Rowling

Tags: #Aventuras, Fantástico, Infantil y Juvenil, Intriga

—¿Cómo ha muerto? —susurró Tonks—. ¿Qué ha sucedido?

—Lo mató Snape —declaró Harry—. Yo estaba delante, lo vi con mis propios ojos. Dumbledore y yo fuimos directamente a la torre de Astronomía porque ahí había aparecido la Marca. El no se encontraba bien, estaba muy débil, pero creo que sospechó que nos habían tendido una trampa cuando oyó pasos que subían por la escalera. Entonces me inmovilizó; yo no podía hacer nada, y además llevaba puesta la capa invisible. Luego Malfoy abrió la puerta y lo desarmó. —Hermione se tapó la boca con la mano y Ron soltó un gemido. A Luna le temblaban los labios—. Llegaron más
mortífagos
, y entonces Snape… Snape… lo mató. Con el
Avada Kedavra
. —Harry no pudo continuar.

La señora Pomfrey rompió a llorar. Nadie le hizo caso excepto Ginny, que susurró:

—¡Chist! ¡Escuche!

La enfermera, con los ojos como platos, tragó saliva y se tapó la boca con la mano. Fuera, en la oscuridad, un fénix cantaba de un modo que Harry no había oído nunca: era un triste lamento de una belleza sobrecogedora. Y el muchacho sintió, como ya le había ocurrido anteriormente al oír cantar esa ave, que la música estaba dentro de él y no fuera: lo que resonaba por los jardines y entraba por las ventanas del castillo era su propio dolor convertido, mediante magia, en música.

Harry no sabía cuánto tiempo habían permanecido escuchando, ni por qué aquel sonido que tan bien expresaba su desconsuelo reducía un poco el dolor que sentían todos los presentes, pero tuvo la impresión de que había transcurrido una eternidad cuando la puerta de la enfermería volvió a abrirse y entró la profesora McGonagall. Ella, como los demás, mostraba huellas de la reciente batalla: tenía varios arañazos en la cara y desgarrones en la túnica.

—Molly y Arthur están en camino —anunció, y rompió el hechizo de la música: todos volvieron en sí de golpe, como si salieran de un trance, y, abandonando sus posiciones, miraron de nuevo a Bill, o se frotaron los ojos, o movieron la cabeza—. ¿Qué ha pasado, Harry? Según Hagrid, estabas con el profesor Dumbledore cuando… cuando ha sucedido. Nos ha dicho que el profesor Snape ha participado en…

—Snape mató a Dumbledore —dijo Harry.

La profesora lo miró fijamente y se tambaleó como si fuera a desmayarse. La señora Pomfrey, que ya se había serenado un poco, se adelantó e hizo aparecer una silla que colocó detrás de la profesora McGonagall.

—Snape —repitió ésta con un hilo de voz, y se dejó caer en la silla—. Todos nos preguntábamos… Pero él confiaba… En todo momento confió… ¡Snape!… No puedo creerlo…

—Snape era un experto oclumántico —intervino Lupin con una voz más áspera de lo habitual—. Eso ya lo sabíamos.

—¡Pero Dumbledore nos juró que estaba en nuestro bando! —susurró Tonks—. Siempre pensé que el director sabía algo sobre Snape que nosotros ignorábamos…

—Sí, siempre insinuó que tenía un motivo irrefutable para confiar en él —musitó McGonagall mientras se secaba las lágrimas con un pañuelo con ribete de tela escocesa—. Claro, con el historial que tenía Snape… es lógico que la gente se hiciera preguntas. Pero Dumbledore me aseguró de manera muy explícita que el arrepentimiento de Snape era absolutamente sincero… ¡No quería oír ni una palabra contra él!

—Me encantaría saber qué le contó Snape para convencerlo —terció Tonks.

—Yo lo sé —dijo Harry, y todos se quedaron mirándolo—. Snape le proporcionó a Voldemort la información que provocó que éste emprendiera la búsqueda de mis padres. Pero Snape le dijo a Dumbledore que no se había dado cuenta de lo que había hecho, que se arrepentía profundamente de haberlo dicho y que lamentaba que mis padres hubieran muerto.

—¿Y se lo creyó? —se extrañó Lupin—. ¿Dumbledore se creyó que Snape lamentaba que James hubiera muerto? Pero si lo odiaba…

—Y tampoco creía que mi madre valiera un pimiento —añadió Harry—, porque ella era hija de
muggles
… La llamaba «sangre sucia».

Nadie le preguntó cómo lo sabía. Parecían horrorizados y conmocionados, como si trataran de asimilar la monstruosa verdad de lo ocurrido.

—Todo esto es culpa mía —dijo de pronto la profesora McGonagall, retorciendo su húmedo pañuelo con ambas manos, muy turbada—. Yo tengo la culpa. ¡Envié a Filius a buscar a Snape, le pedí que fuera a buscarlo para que nos ayudara! Si no lo hubiera alertado de lo que estaba pasando, quizá no se hubiese unido a los
mortífagos
. No creo que supiera que habían entrado en el castillo hasta que se lo contó Filius, ni creo que estuviera enterado de que iban a venir.

—No es culpa tuya, Minerva —dijo Lupin con firmeza—. Necesitábamos ayuda y nos tranquilizó saber que Snape estaba en camino…

—¿Y cuando llegó a donde se libraba la batalla, se unió al bando de los
mortífagos
? —preguntó Harry, que quería obtener hasta el más nimio detalle de la duplicidad y la infamia de Snape y recogía febrilmente más razones para odiarlo y jurar vengarse de él.

—No sé exactamente qué sucedió —dijo la profesora McGonagall, abstraída—. Resulta todo tan confuso… Dumbledore nos había dicho que se ausentaría del colegio unas horas y que debíamos patrullar por los pasillos por si acaso. Remus, Bill y Nymphadora debían ayudarnos… así que nos pusimos a vigilar. Todo parecía tranquilo y los pasadizos secretos que daban al exterior del colegio estaban controlados. Sabíamos que nadie podía entrar volando, pues había poderosos sortilegios en todos los accesos al castillo. Todavía no me explico cómo pudieron colarse los
mortífagos

—Yo sí —dijo Harry, y explicó brevemente lo de los dos armarios evanescentes y el pasillo secreto que formaban—. O sea que entraron por la Sala de los Menesteres. —Casi sin proponérselo, miró a Ron y Hermione, que estaban anonadados.

—Lo estropeé todo, Harry —se lamentó Ron con gesto sombrío—. Hicimos lo que nos ordenaste: abrimos el mapa del merodeador y al no localizar a Malfoy pensamos que estaría en la Sala de los Menesteres, de modo que Ginny, Neville y yo fuimos a hacer guardia en el pasillo… Pero Malfoy se nos escapó.

—Salió de la sala cuando llevábamos una hora vigilando la entrada —explicó Ginny—. Iba solo y llevaba ese repugnante brazo reseco…

—Su Mano de la Gloria —especificó Ron—. Esa que sólo ilumina al que la sostiene, ¿te acuerdas?

—Pues bien —continuó Ginny—, debió de asomarse a ver si había alguien antes de permitir que salieran los
mortífagos
, porque tan pronto nos vio lanzó algo al aire y todo se puso negrísimo…

—Polvo peruano de oscuridad instantánea —explicó Ron con amargura—. ¿Te suena? Cuando pille a Fred o George… No deberían venderle sus productos a cualquiera.

—Lo probamos todo:
Lumos
,
Incendio
… —dijo Ginny—. Pero nada rompía la oscuridad; lo único que conseguimos fue salir a tientas del pasillo mientras oíamos pasar a la gente por nuestro lado. Malfoy sí podía ver porque llevaba esa mano que los guiaba, pero no nos atrevimos a echar ninguna maldición por si nos dábamos unos a otros, y cuando llegamos a un pasillo iluminado, ellos ya se habían marchado.

—Por suerte —intervino Lupin con voz ronca—, Ron, Ginny y Neville tropezaron con nosotros casi de inmediato y nos contaron lo ocurrido. Encontramos a los
mortífagos
unos minutos más tarde; se dirigían hacia la torre de Astronomía. Es evidente que Malfoy no esperaba que hubiera tanta gente vigilando, pero al menos se había quedado sin polvo de oscuridad. Empezamos a pelear, ellos se dividieron y los perseguimos. Uno de ellos, Gibbon, se escabulló y subió por la escalera de la torre.

—¿Para poner la Marca? —preguntó Harry.

—Seguramente sí; debieron de acordarlo así antes de salir de la Sala de los Menesteres —supuso Lupin—. Pero no creo que a Gibbon le agradara la idea de esperar a Dumbledore allí arriba, solo, porque volvió a bajar rápidamente por la escalera y siguió peleando hasta que lo alcanzó una maldición asesina que habían lanzado contra mí.

—Y si Ron estaba vigilando la Sala de los Menesteres con Ginny y Neville —dijo Harry volviéndose hacia Hermione—, tú debías de estar…

—Frente al despacho de Snape, sí —susurró ella con lágrimas en los ojos—. Con Luna. Estuvimos muchísimo rato sin que pasara nada… Pero no sabíamos qué estaba sucediendo arriba, pues Ron se había llevado el mapa del merodeador. Cuando ya era casi medianoche, el profesor Flitwick bajó corriendo a las mazmorras. Iba gritando que había
mortífagos
en el castillo; creo que ni siquiera se dio cuenta de nuestra presencia porque irrumpió en el despacho de Snape y le oímos decirle que tenía que subir con él a ayudar; después oímos un fuerte golpe y Snape salió a toda velocidad de su despacho, y nos vio y… y…

—¿Qué? —urgió Harry.

—¡Fui tan estúpida, Harry! —dijo Hermione con voz quebrada—. Snape nos dijo que el profesor Flitwick se había desmayado y que fuéramos a atenderlo mientras él… mientras él subía a combatir a los
mortífagos
… —Se tapó la cara, avergonzada, y siguió hablando a través de los dedos, que amortiguaban su voz—. Entramos en su despacho para ver si podíamos echar una mano al profesor Flitwick y lo encontramos inconsciente en el suelo… Y… ahora está tan claro… Snape debió de hacerle un encantamiento aturdidor, ¡pero no nos dimos cuenta, Harry, no nos dimos cuenta y lo dejamos escapar!

—No tenéis la culpa —dijo Lupin—. Hermione, si no hubierais obedecido a Snape, probablemente os habría matado a Luna y a ti.

—Y entonces subió —discurrió Harry, que se imaginaba a Snape ascendiendo como una flecha por la escalinata de mármol mientras sacaba su varita de la negra túnica, que ondeaba tras él, al tiempo que recorría los peldaños—, y llegó a donde los demás estabais peleando…

—Teníamos problemas, perdíamos —dijo Tonks en voz baja—. Gibbon había caído, pero el resto de los
mortífagos
parecía dispuesto a combatir hasta la muerte. Habían herido a Neville, Greyback había atacado a Bill… La oscuridad era total y volaban maldiciones por todas partes. Draco Malfoy había desaparecido; supongo que se escabulló y subió a la azotea de la torre… Otros
mortífagos
lo siguieron, pero uno de ellos bloqueó la escalera con alguna maldición, pues Neville se lanzó hacia ella y salió despedido por los aires…

—No podíamos atravesar la barrera —explicó Ron—, y ese
mortífago
inmenso no paraba de lanzar embrujos que rebotaban en las paredes y nos pasaban muy cerca…

—Y entonces llegó Snape —continuó Tonks—, pero al cabo de un momento desapareció.

—Yo lo vi correr hacia nosotros, pero en ese instante el
mortífago
enorme me lanzó un embrujo que pasó rozándome, me agaché para esquivarlo y no me enteré de lo que ocurría —dijo Ginny.

—Y yo lo vi atravesar la barrera invisible como si no existiera —intervino Lupin—. Intenté seguirlo, pero salí despedido, igual que Neville.

—Snape debía de saber un hechizo que nosotros no conocíamos —dedujo la profesora McGonagall—. Al fin y al cabo, era el profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras. Creí que perseguía a los
mortífagos
que habían escapado hacia la azotea…

—Pues sí —dijo Harry, colérico—, pero para ayudarlos y no para atraparlos… Y seguro que esa barrera sólo podías atravesarla si tenías una Marca Tenebrosa en el brazo… ¿Qué pasó cuando bajó?

—Ese
mortífago
tan enorme acababa de lanzar un maleficio que hizo que se desprendiera medio techo, pero también rompió la maldición que interceptaba la escalera —explicó Lupin—. Todos echamos a correr (bueno, los que todavía nos teníamos en pie), y entonces Snape y el chico salieron de entre una nube de polvo, y como es lógico, a ninguno se le ocurrió atacarlos…

—Los dejamos pasar sin más —dijo Tonks con voz débil— porque creímos que los perseguían los
mortífagos
, y a continuación bajaron éstos con Greyback y reanudamos la pelea. Me pareció oír que Snape gritaba algo, pero no sé qué fue…

—Gritó: «Ya está» —precisó Harry—. Porque ya había cumplido su cometido.

Se produjo un silencio. El lamento de
Fawkes
todavía resonaba por los jardines del castillo. Mientras la melodía se propagaba por el cielo, unos pensamientos inoportunos afloraron en la mente de Harry: ¿Se habrían llevado el cadáver de Dumbledore del pie de la torre? ¿Qué harían con él? ¿Dónde descansaría? Apretó con fuerza los puños, metidos en los bolsillos, y notó el roce del pequeño bulto del
Horrocrux
falso en los nudillos de la mano derecha.

Las puertas de la enfermería se abrieron de golpe y todos se sobresaltaron: los señores Weasley entraron en la sala precipitadamente, seguidos de Fleur, cuyo hermoso rostro estaba crispado por el pánico.

—Molly… Arthur… —dijo la profesora McGonagall; se levantó de un brinco y corrió a saludarlos—. Lo siento tanto…

—Bill —susurró la señora Weasley, y pasó por delante de la profesora, pues acababa de ver la maltrecha cara de su hijo—. ¡Oh, Bill!

Lupin y Tonks se levantaron y se apartaron para que los Weasley pudieran acercarse más a la cama. La madre de Bill se inclinó sobre su hijo y le besó la ensangrentada frente.

—¿Dices que lo atacó Greyback? —le preguntó el señor Weasley a la profesora McGonagall—. Pero ¿no se había transformado? ¿Y entonces? ¿Qué le va a pasar a Bill?

—Todavía no lo sabemos —respondió ella, y miró a Lupin con gesto de impotencia.

—Seguramente tendrá alguna secuela, Arthur —dijo Lupin—. Es un caso muy raro, posiblemente el único… No sabemos cómo se comportará cuando despierte…

La señora Weasley le quitó el apestoso ungüento de las manos a la señora Pomfrey y empezó a aplicárselo a Bill en las heridas.

—¿Y Dumbledore? —preguntó su marido—. Minerva, ¿es verdad que está…?

Mientras la profesora McGonagall asentía con la cabeza, Harry notó que Ginny se movía a su lado y la miró. La muchacha tenía los ojos entornados y clavados en Fleur, que contemplaba a Bill con el terror reflejado en la cara.

—Muerto… Dumbledore… —susurró el señor Weasley, pero su esposa sólo tenía ojos para su hijo mayor.

La señora Weasley rompió a sollozar y sus lágrimas cayeron sobre el mutilado rostro de Bill.

—Ya sé que no importa el aspecto que tenga… Eso no es… lo más… importante… Pero era un chico tan guapo… Siempre fue muy guapo. ¡Mira que pasarle esto precisamente ahora que iba a casarse!

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