Harry Potter. La colección completa (99 page)

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Authors: J.K. Rowling

Tags: #Aventuras, Fantástico, Infantil y Juvenil, Intriga

—Harry..., tienes un aspecto horrible.

Harry no había podido pegar el ojo hasta el amanecer. Al despertarse, había hallado el dormitorio desierto, se había vestido y bajado la escalera de caracol hasta la sala común, donde no había nadie más que Ron, que se comía un sapo de menta y se frotaba el estómago, y Hermione, que había extendido sus deberes por tres mesas.

—¿Dónde está todo el mundo? —preguntó Harry

—¡Se han ido! Hoy empiezan las vacaciones, ¿no te acuerdas? —preguntó Ron, mirando a Harry detenidamente—. Es ya casi la hora de comer. Pensaba ir a despertarte dentro de un minuto.

Harry se sentó en una silla al lado del fuego. Al otro lado de las ventanas, la nieve seguía cayendo.
Crookshanks
estaba extendido delante del fuego, como un felpudo de pelo canela.

—Es verdad que no tienes buen aspecto, ¿sabes? —dijo Hermione, mirándole la cara con preocupación.

—Estoy bien —dijo Harry.

—Escucha, Harry —dijo Hermione, cambiando con Ron una mirada—. Debes de estar realmente disgustado por lo que oímos ayer. Pero no debes hacer ninguna tontería.

—¿Como qué? —dijo Harry

—Como ir detrás de Black —dijo Ron, tajante.

Harry se dio cuenta de que habían ensayado aquella conversación mientras él estaba dormido. No dijo nada.

—No lo harás. ¿Verdad que no, Harry? —dijo Hermione.

—Porque no vale la pena morir por Black —dijo Ron.

Harry los miró. No entendían nada.

—¿Sabéis qué veo y oigo cada vez que se me acerca un
dementor
? —Ron y Hermione negaron con la cabeza, con temor—. Oigo a mi madre que grita e implora a Voldemort. Y si vosotros escucharais a vuestra madre gritando de ese modo, a punto de ser asesinada, no lo olvidaríais fácilmente. Y si descubrierais que alguien que en principio era amigo suyo la había traicionado y le había enviado a Voldemort...

—No puedes hacer nada —dijo Hermione con aspecto afligido—. Los
dementores
atraparán a Black, lo mandarán otra vez a Azkaban... ¡y se llevará su merecido!

—Ya oísteis lo que dijo Fudge. A Black no le afecta Azkaban como a la gente normal. No es un castigo para él como lo es para los demás.

—Entonces, ¿qué pretendes? —dijo Ron muy tenso—. ¿Acaso quieres... matar a Black?

—No seas tonto —dijo Hermione, con miedo—. Harry no quiere matar a nadie, ¿verdad que no, Harry?

Harry volvió a quedarse callado. No sabía qué pretendía. Lo único que sabía es que la idea de no hacer nada mientras Black estaba libre era insoportable.

—Malfoy sabe algo —dijo de pronto—. ¿Os acordáis de lo que me dijo en la clase de Pociones? «Pero en tu caso, yo buscaría venganza. Lo cazaría yo mismo.»

—¿Vas a seguir el consejo de Malfoy y no el nuestro? —dijo Ron furioso—. Escucha... ¿sabes lo que recibió a cambio la madre de Pettigrew después de que Black lo matara? Mi padre me lo dijo: la Orden de Merlín, primera clase, y el dedo de Pettigrew dentro de una caja. Fue el trozo mayor de él que pudieron encontrar. Black está loco, Harry, y es muy peligroso.

—El padre de Malfoy debe de haberle contado algo —dijo Harry, sin hacer caso de las explicaciones de Ron—. Pertenecía al círculo de allegados de Voldemort.

—Llámalo Quien-tú-sabes, ¿quieres hacer el favor? —repuso Ron enfadado.

—Entonces está claro que los Malfoy sabían que Black trabajaba para Voldemort...

—¡Y a Malfoy le encantaría verte volar en mil pedazos, como Pettigrew! Contrólate. Lo único que quiere Malfoy es que te maten antes de que tengáis que enfrentaros en el partido de
quidditch
.

—Harry, por favor —dijo Hermione, con los ojos brillantes de lágrimas—, sé sensato. Black hizo algo terrible, terrible. Pero no... no te pongas en peligro. Eso es lo que Black quiere... Estarías metiéndote en la boca del lobo si fueras a buscarlo. Tus padres no querrían que te hiciera daño, ¿verdad? ¡No querrían que fueras a buscar a Black!

—No sabré nunca lo que querrían, porque por culpa de Black no he hablado con ellos nunca —dijo Harry con brusquedad.

Hubo un silencio en el que
Crookshanks
se estiró voluptuosamente, sacando las garras. El bolsillo de Ron se estremeció.

—Mira —dijo Ron, tratando de cambiar de tema—, ¡estamos en vacaciones! ¡Casi es Navidad! Vamos a ver a Hagrid. No le hemos visitado desde hace un montón de tiempo.

—¡No! —dijo Hermione rápidamente—. Harry no debe abandonar el castillo, Ron.

—Sí, vamos —dijo Harry incorporándose—. ¡Y le preguntaré por qué no mencionó nunca a Black al hablarme de mis padres!

Seguir discutiendo sobre Sirius Black no era lo que Ron había pretendido.

—Podríamos echar una partida de ajedrez —dijo apresuradamente—. O de
gobstones
. Percy dejó un juego.

—No. Vamos a ver a Hagrid —dijo Harry con firmeza.

Así que recogieron las capas de los dormitorios y se pusieron en camino, cruzando el agujero del retrato («¡En guardia, felones, malandrines!»). Recorrieron el castillo vacío y salieron por las puertas principales de roble.

Caminaron lentamente por el césped, dejando sus huellas en la nieve blanda y brillante, mojando y congelando los calcetines y el borde inferior de las capas. El bosque prohibido parecía ahora encantado. Cada árbol brillaba como plata y la cabaña de Hagrid parecía una tarta helada.

Ron llamó a la puerta, pero no obtuvo respuesta.

—No habrá salido, ¿verdad? —preguntó Hermione, temblando bajo la capa.

Ron pegó la oreja a la puerta.

—Hay un ruido extraño —dijo—. Escuchad. ¿Es
Fang
?

Harry y Hermione también pegaron el oído a la puerta. Dentro de la cabaña se oían unos suspiros de dolor.

—¿Pensáis que deberíamos ir a buscar a alguien? —dijo Ron, nervioso.

—¡Hagrid! —gritó Harry, golpeando la puerta—. Hagrid, ¿estás ahí?

Hubo un rumor de pasos y la puerta se abrió con un chirrido. Hagrid estaba allí, con los ojos rojos e hinchados, con lágrimas que le salpicaban la parte delantera del chaleco de cuero.

—¡Lo habéis oído! —gritó, y se arrojó al cuello de Harry.

Como Hagrid tenía un tamaño que era por lo menos el doble de lo normal, aquello no era cuestión de risa. Harry estuvo a punto de caer bajo el peso del otro, pero Ron y Hermione lo rescataron, cogieron a Hagrid cada uno de un brazo y lo metieron en la cabaña, con la ayuda de Harry Hagrid se dejó llevar hasta una silla y se derrumbó sobre la mesa, sollozando de forma incontrolada. Tenía el rostro lleno de lágrimas que le goteaban sobre la barba revuelta.

—¿Qué pasa, Hagrid? —le preguntó Hermione aterrada.

Harry vio sobre la mesa una carta que parecía oficial.

—¿Qué es, Hagrid?

Hagrid redobló los sollozos, entregándole la carta a Harry, que la leyó en voz alta:

Estimado Señor Hagrid:

En relación con nuestra indagación sobre el ataque de un hipogrifo a un alumno que tuvo lugar en una de sus clases, hemos aceptado la garantía del profesor Dumbledore de que usted no tiene responsabilidad en tan lamentable incidente.

—Estupendo, Hagrid —dijo Ron, dándole una palmadita en el hombro.

Pero Hagrid continuó sollozando y movió una de sus manos gigantescas, invitando a Harry a que siguiera leyendo.

Sin embargo, debemos hacer constar nuestra preocupación en lo que concierne al mencionado hipogrifo. Hemos decidido dar curso a la queja oficial presentada por el señor Lucius Malfoy, y este asunto será, por lo tanto, llevado ante la Comisión para las Criaturas Peligrosas. La vista tendrá lugar el día 20 de abril. Le rogamos que se presente con el hipogrifo en las oficinas londinenses de la Comisión, en el día indicado. Mientras tanto, el hipogrifo deberá permanecer atado y aislado.

Atentamente...

Seguía la relación de los miembros del Consejo Escolar.

—¡Vaya! —dijo Ron—. Pero, según nos has dicho, Hagrid,
Buckbeak
no es malo. Seguro que lo consideran inocente.

—No conoces a los monstruos que hay en la Comisión para las Criaturas Peligrosas... —dijo Hagrid con voz ahogada, secándose los ojos con la manga—. La han tomado con los animales interesantes.

Un ruido repentino, procedente de un rincón de la cabaña de Hagrid, hizo que Harry, Ron y Hermione se volvieran.
Buckbeak
, el
hipogrifo
, estaba acostado en el rincón, masticando algo que llenaba de sangre el suelo.

—¡No podía dejarlo atado fuera, en la nieve! —dijo con la voz anegada en lágrimas—. ¡Completamente solo! ¡En Navidad!

Harry, Ron y Hermione se miraron. Nunca habían coincidido con Hagrid en lo que él llamaba «animales interesantes» y otras personas llamaban «monstruos terroríficos».Pero
Buckbeak
no parecía malo en absoluto. De hecho, a juzgar por los habituales parámetros de Hagrid, era una verdadera ricura.

—Tendrás que presentar una buena defensa, Hagrid —dijo Hermione sentándose y posando una mano en el enorme antebrazo de Hagrid—. Estoy segura de que puedes demostrar que
Buckbeak
no es peligroso.

—¡Dará igual! —sollozó Hagrid—. Lucius Malfoy tiene metidos en el bolsillo a todos esos diablos de la Comisión. ¡Le tienen miedo! Y si pierdo el caso,
Buckbeak
...

Se pasó el dedo por el cuello, en sentido horizontal. Luego gimió y se echó hacia delante, hundiendo el rostro en los brazos.

—¿Y Dumbledore? —preguntó Harry.

—Ya ha hecho por mí más que suficiente —gimió Hagrid—. Con mantener a los
dementores
fuera del castillo y con Sirius Black acechando, ya tiene bastante.

Ron y Hermione miraron rápidamente a Harry, temiendo que comenzara a reprender a Hagrid por no contarle toda la verdad sobre Black. Pero Harry no se atrevía a hacerlo. Por lo menos en aquel momento en que veía a Hagrid tan triste y asustado.

—Escucha, Hagrid —dijo—, no puedes abandonar. Hermione tiene razón. Lo único que necesitas es una buena defensa. Nos puedes llamar como testigos...

—Estoy segura de que he leído algo sobre un caso de agresión con
hipogrifo
—dijo Hermione pensativa— donde el
hipogrifo
quedaba libre. Lo consultaré y te informaré de qué sucedió exactamente.

Hagrid lanzó un gemido aún más fuerte. Harry y Hermione miraron a Ron implorándole ayuda.

—Eh... ¿preparo un té? —preguntó Ron. Harry lo miró sorprendido—. Es lo que hace mi madre cuando alguien está preocupado —musitó Ron encogiéndose de hombros.

Por fin, después de que le prometieran ayuda más veces y con una humeante taza de té delante, Hagrid se sonó la nariz con un pañuelo del tamaño de un mantel, y dijo:

—Tenéis razón. No puedo dejarme abatir. Tengo que recobrarme...

Fang
, el jabalinero, salió tímidamente de debajo de la mesa y apoyó la cabeza en una rodilla de Hagrid.

—Estos días he estado muy raro —dijo Hagrid, acariciando a
Fang
con una mano y limpiándose las lágrimas con la otra—. He estado muy preocupado por
Buckbeak
y porque a nadie le gustan mis clases.

—De verdad que nos gustan —se apresuró a mentir Hermione.

—¡Sí, son estupendas! —dijo Ron, cruzando los dedos bajo la mesa—. ¿Cómo están los gusarajos?

—Muertos —dijo Hagrid con tristeza—. Demasiada lechuga.

—¡Oh, no! —exclamó Ron. El labio le temblaba.

—Y los
dementores
me hacen sentir muy mal —añadió Hagrid, con un estremecimiento repentino—. Cada vez que quiero tomar algo en Las Tres Escobas, tengo que pasar junto a ellos. Es como estar otra vez en Azkaban.

Se quedó callado, bebiéndose el té. Harry, Ron y Hermione lo miraban sin aliento. No le habían oído nunca mencionar su estancia en Azkaban. Después de una breve pausa, Hermione le preguntó con timidez:

—¿Tan horrible es Azkaban, Hagrid?

—No te puedes hacer ni idea —respondió Hagrid, en voz baja—. Nunca me había encontrado en un lugar parecido. Pensé que me iba a volver loco. No paraba de recordar cosas horribles: el día que me echaron de Hogwarts, el día que murió mi padre, el día que tuve que desprenderme de
Norberto
... —Se le llenaron los ojos de lágrimas.
Norberto
era la cría de dragón que Hagrid había ganado cierta vez en una partida de cartas—. Al cabo de un tiempo uno no recuerda quién es. Y pierde el deseo de seguir viviendo. Yo hubiera querido morir mientras dormía. Cuando me soltaron, fue como volver a nacer, todas las cosas volvían a aparecer ante mí. Fue maravilloso. Sin embargo, los
dementores
no querían dejarme marchar.

—¡Pero si eras inocente! —exclamó Hermione.

Hagrid resopló.

—¿Y crees que eso les importa? Les da igual. Mientras tengan doscientas personas a quienes extraer la alegría, les importa un comino que sean culpables o inocentes. —Hagrid se quedó callado durante un rato, con la vista fija en su taza de té. Luego añadió en voz baja—: Había pensado liberar a
Buckbeak
, para que se alejara volando... Pero ¿cómo se le explica a un
hipogrifo
que tiene que esconderse? Y... me da miedo transgredir la ley... —Los miró, con lágrimas cayendo de nuevo por su rostro—. No quisiera volver a Azkaban.

La visita a la cabaña de Hagrid, aunque no había resultado divertida, había tenido el efecto que Ron y Hermione deseaban. Harry no se había olvidado de Black, pero tampoco podía estar rumiando continuamente su venganza y al mismo tiempo ayudar a Hagrid a ganar su caso. Él, Ron y Hermione fueron al día siguiente a la biblioteca y volvieron a la sala común cargados con libros que podían ser de ayuda para preparar la defensa de
Buckbeak
. Los tres se sentaron delante del abundante fuego, pasando lentamente las páginas de los volúmenes polvorientos que trataban de casos famosos de animales merodeadores. Cuando alguno encontraba algo relevante, lo comentaba a los otros.

—Aquí hay algo. Hubo un caso, en 1722... pero el
hipogrifo
fue declarado culpable. ¡Uf! Mirad lo que le hicieron. Es repugnante.

—Esto podría sernos útil. Mirad. Una
mantícora
atacó a alguien salvajemente en 1296 y fue absuelta... ¡Oh, no! Lo fue porque a todo el mundo le daba demasiado miedo acercarse...

Entretanto, en el resto del castillo habían colgado los acostumbrados adornos navideños, que eran magníficos, a pesar de que apenas quedaban estudiantes para apreciarlos. En los corredores colgaban guirnaldas de acebo y muérdago; dentro de cada armadura brillaban luces misteriosas; y en el vestíbulo los doce habituales árboles de Navidad brillaban con estrellas doradas. En los pasillos había un fuerte y delicioso olor a comida que, antes de Nochebuena, se había hecho tan potente que incluso
Scabbers
sacó la nariz del bolsillo de Ron para olfatear.

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