Lo mejor que le puede pasar a un cruasán (44 page)

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Authors: Pablo Usset

Tags: #humor, #Intriga

—¿Me he perdido algo?

Contestó el Exorcista:

—Sí: una copa de
champagne
. ¿Le apetece?

—Si está fresquito...

—¿Y un pedacito de coca?

—¿De frutas?

—De piñones.

—Bueno, pero sólo un pedacito que engorda horrores. Veo que estáis celebrando la verbena —se fijó en el ventanal abierto—: uh, qué bonito: han encendido los focos de Montjüich.

El Exorcista sirvió a la Fina y alzó la copa para formular un brindis:

—A su salud, Pablo, y por que el trato que hemos cerrado sea tan beneficioso para nosotros como va a serlo para usted.

Entonces también
The First
se levantó:

—Perdona, Ignacio, pero todavía no hemos cerrado ningún trato. Y si no te importa quisiera hablar unos minutos con mi hermano, a ser posible en privado.

—Desde luego. Comprendo que tengáis algunos asuntos particulares que zanjar. Puedo ofreceros mi sala de juntas. Mientras tanto quizá vuestra encantadora amiga quiera terminar su copa charlando conmigo.

A un gesto del Exorcista, la superhiena de la izquierda abrió una puerta corredera que pasaba desapercibida sobre el aplafonado de madera.
The First
se acercó al umbral con decisión y desde allí me hizo señal con la cabeza para que lo siguiera.

La sala a la que accedimos estaba amueblada con una mesa oval y su correspondiente veintena de sillas. Otro gran ventanal daba a los fuegos de la ciudad tras las lamas de una persiana metálica.

—¿Estás loco? —dijo
The First
.

—Naturalmente —dije yo.

—No te están proponiendo unas vacaciones en el monasterio de Poblet, idiota, te están proponiendo que pases el resto de tu vida aquí dentro. ¿Te das cuenta de lo que significa eso?

—¿Y qué?, si no acepto el trato estaré igualmente condenado de por vida a quedarme afuera.

—Haz el favor de no empezar con tus galimatías, ¿quieres?, y deja de fumar esa porquería, te está reblandeciendo el cerebro. Ahora mismo vamos a salir de esta habitación y le vamos a decir a Ignacio que no aceptamos el trato.

—Ah ¿sí?, ¿prefieres que nos despeñen a los tres en tu coche?

—Que lo intenten, te aseguro que antes de conseguirlo les vamos a dar guerra.

—Ya está: ya habló el Terrible Sven: ¿y la Fina qué?, listo, ¿vas a obligarla también a morir con la espada en alto? ¿Y tus hijos?, ¿cómo llegarán a tus hijos a ser tan pijos como tú si no estás con ellos para adiestrarlos?

Vaciló un momento y aproveché para reforzar mi razonamiento.

—Piensa un poco: si nos negamos a colaborar no vamos a escapar ni de milagro, todo lo más conseguiremos que nos maten con la sangre caliente. En cambio si aceptamos estaremos ganando tiempo, y desde fuera quizá puedas hacer algo para ayudarme a salir. ¿No te parece más fácil que sólo tenga que escapar uno de nosotros, planeando tranquilamente la fuga y contando con ayuda externa?

—Muy bien, entonces me quedo yo y tú sales con Josefina.

—Ya has oído lo que ha dicho tu amigo: no aceptará a nadie más que a mí.

—Veremos.

Cambié de táctica:

—Sebastián, joder: ¿no ves que me apetece probar?

Eso sí que lo sacó de sus casillas:

—¿Probar?, ¿probar a qué?, ¿a meterte en un agujero?

—Ya estamos... Te has pasado toda la maldita vida tratándome como si me estuviera hundiendo en la miseria. Entérate de una vez de que estoy encantado con mi miseria.

—Lo que tú estás es enfermo.

—Vale, pero no quiero curarme.

—No dices más que tonterías.

—Muy bien, pero por una vez en tu vida escúchalas porque no voy a repetirlas. No me interesa tu mundo ni me interesa tu gente. Puede que a veces le tome cariño a alguien, pero casi siempre es como tomarle cariño a una tortuga acuática: puedes observarla al sol de la terraza pero no puedes sentirte acompañado por ella, ¿me sigues? Yo no necesito a nadie; tú sí: tú necesitas un público que te admire, espejitos que reflejen las distintas facetas de tu grandeza: mujer, hijos, amante, padres, amigos, clientes, empleados, viajar en primera, ganar medallas, tocar a Debussy, conducir un Lotus, satisfacer sexualmente a las mujeres. Yo no: ¿y sabes por qué?, porque la única manera en que el común de la gente puede admirar es sólo una forma velada de envidia, y yo no quiero que me envidien: me da asco, me da vergüenza, me repatea, ¿te enteras? Y te voy a decir más: es posible que durante un tiempo sí estuviera enfermo: enfermo de soledad, como el Patito Feo, o como un neanderthal erguido y lampiño en un mundo de cromañones; tan enfermo que llegué incluso a recorrer el planeta tratando de encontrar al resto de los cisnes. Pero descubrí que no hay cisnes, apenas uno o dos por cada cien patos, lo mismo aquí que en Yakarta, y me costó aceptarlo pero terminé por hacerme a la idea. Desde entonces siento preferencia por aislarme de ese mundo que habéis inventado tan mal. ¿Qué me propones?: ¿sustituir la cerveza por el gimnasio, el Metaphisical por un coche llamativo, las putas por una esposa a la que sólo le interese como progenitor y una amante que me la chupe de vez en cuando para compensar? Gracias pero ya estoy hecho a lo mío, disfruto de la vida a mi manera y eso es mucho más de lo que puede decir la mayoría.

Parece que mi vehemencia estaba causando el efecto de hipnotizar a
The First
, que no tenía costumbre de oírme hablar en ese tono. ¿Dije lo que pensaba? ¿Me sinceré, por una vez, con mi Estupendo Hermano? Es difícil saberlo: lo que solemos llamar verdad es sólo una mentira más, pero mejor publicitada. Pongamos que dije lo que me pareció adecuado decir en aquel momento ante
The First
, y que así seguí durante un buen rato, hasta que me pareció que él empezaba a entender algo.

Cuando terminé el discursito
The First
tenía una expresión grave. Apartó una de las sillas, se sentó en ella con los brazos apoyados en la mesa y durante cerca de un minuto permaneció en silencio mirándose los pulgares enlazados. Yo di la vuelta a la mesa y me senté frente a él en la misma posición, dejando que se cociera un poco el silencio.

—¿Estás seguro? —preguntó al fin, levantando la vista hacia mis ojos.

—Llevo un buen rato explicándotelo.

—Bueno, entonces hazme un favor.

—Veremos.

—Voy a proponerle a Ignacio una modificación del trato. Quiero que de aquí a un año podamos volver a vernos y hablar a solas tú y yo. Si para entonces has cambiado de opinión tendrá que aceptar que durante el siguiente año me quede yo en tu lugar.

—Idea de Perrito Piloto.

—¿Qué?

—Da igual... De acuerdo: si él acepta yo también.

—¿Qué le vamos a decir a tu amiga?

—De momento que nos han secuestrado para pedir un rescate y que papá ha pagado. Supongo que el Exorcista se prestará a seguirnos la corriente. Y en cuanto a que yo no salga de aquí con vosotros, podemos decirle que me quedo hasta que paguen el segundo plazo. Después ya le escribiré una postal convenientemente sellada explicándole que me he marchado en busca de cualquier cosa que suene bien. Aunque ella piense lo contrario, me conoce lo suficientemente poco como para creérselo.

—¿Y a papá y mamá?

—A mamá le diremos de momento que me has enviado a Bilbao a investigar.

—¿A Bilbao?

—Ella cree que estás en Bilbao.

—Ah ¿sí?, ¿y qué se supone que estoy haciendo en Bilbao?

—Necesitaré un buen rato para explicártelo. Para el que va a ser más difícil inventar algo es para papá. Lleva días siguiéndome los pasos. Pero si se la cuentas tú creerá cualquier historia que no incluya marcianos. En cuanto a tu mujer, tendrás que apañarte solo porque yo ni siquiera estoy seguro de cuánto sabe ella de todo esto. Por cierto: curioso que tu mujer y tu secretaria tengan el mismo segundo apellido.

—Ya te he dicho que no has de juzgar mal a Gloria.

—Desde luego tiene talento. Contratamos a un detective y llegó a fingir que fingía ser la hermana de quien en efecto lo era... Otra cosa, y perdona pero siempre se me ha dado mal seguir los argumentos: si tu secretaria es, además de hermanastra de tu mujer, hija del jefe de todo esto, ¿por qué la secuestraron contigo?

—A ella no la han secuestrado: sólo desapareció de la circulación a la vez que yo por si la policía tomaba cartas en el asunto. Eso reducía el caso a una fuga con la amante.

—Pero Gloria lo sabía...

—Pero Lali es su hermana, y Gloria ni siquiera llegó a conocer a su padre, así que se crió con Ignacio al morir su madre.

—Joder, ahora resulta que he estado metido en una película de Almodóvar... Pero yo cené con tu mujer en el Vellocino y no me pareció que la relación entre Ignacio y ella tuviera nada de paterno-filial.

—Debieron cuidar de que no lo notaras.

—Vale, pero aun así tú eres su marido, y por descabellado que parezca yo diría que te quiere...

—Por eso trató de que encontraran cuanto antes a quien realmente buscaban. Sabía que darían contigo tarde o temprano y quiso ahorrarme la molestia de resistirme a dar tu nombre.

—Y a papá, a santo de qué lo atropellaron...

—Para presionarme. Pero se dieron cuenta enseguida de que con él no se puede jugar.

—¿Y por qué no te dejaron en paz en cuanto supieron que era yo el que andaba husmeando en Guillamet? Parece que hace días que lo saben.

—Porque me cuidé mucho de dar pistas falsas. Y lo hice tan bien que cuando supieron que tú andabas en el ajo pensaron que no eras el único y que, además de a mi hermano, estaba tratando de proteger también a otra persona. Supongo que también sospecharon de Josefina. Y a ella pudieron simplemente meterla en un coche y traérsela.

—Me están dando mareos...

—Bueno, déjalo y vamos a lo práctico. Hay que pensar también en qué le vamos a decir a la Beba.

—Le conté que estabas en la cárcel, también en Bilbao, así que no será difícil engarzar la versión con la de mamá.

—¿Le has dicho a la Beba que estoy en la cárcel?, ¿has hecho eso?

—Joder, Sebas, me gustaría haberte visto a ti inventando patrañas para justificar la movida que se había montado en casa.

—Pues para ser un especialista en patrañas, ésta me parece bastante burda. Si no bebieras tanto mentirías mejor...

—Pues yo creo que sólo te parece una patraña burda porque eres un pijo de mierda, tete.

—Si me vuelves a llamar «tete» va a volar ese cenicero. Y haz el favor de concentrarte en lo que estamos y no empezar con tonterías...

En fin, aquí empezó una noche muy larga pese a la fecha, pero creo que el resto se puede fácilmente imaginar. Así que se acabó lo que se daba.

Epílogo

Es sabido que el final de una historia es sólo el principio de otra distinta.

Hoy es 23 de junio, así que hace casi exactamente un año desde aquellos días que he recordado a lo largo de tantas páginas. Es decir, hoy debería ver a mi Estupendo Hermano, aunque finalmente llegamos con Ignacio a un acuerdo aún más favorable para mí: esta noche tengo permiso para salir al exterior mientras
The First
me sustituye. Tendré que volver antes del alba de mañana, tipo Cenicienta, pero no necesito mucho más. Uno acaba echando de menos a sus tortugas acuáticas, y hasta me apetece pasarme por el bar de Luigi a tomar unos pelotazos, pero sé que mañana querré volver.

Sigo recogiendo el correo del Metaphisical, me sobra tiempo para las sentencias de John y, desde hace unos meses, hasta tenemos trabajando a dos becarios. La alta filosofía es siempre un juego de salón para aristócratas desocupados, una exquisitez y una mariconada, así que éste es el sitio perfecto para ocuparse del Ser y la Nada; mejor aún que el departamento universitario donde John dormita las resacas, yo ni siquiera he de hablarles de Heidegger a una panda de ceporros con acné. En realidad he dedicado gran parte de este año a escribir una especie de actualización de
The Stronghold
en la que Ignacio tenía mucho interés. No sé exactamente cómo he terminado reducido al triste papel de escriba pero así es. Al parecer hacía tiempo que el Worm World Council andaba detrás de un texto capaz de heredar el espíritu del viejo
The Stronghold
sin llamar tan escandalosamente la atención como el original, y a Ignacio se le ocurrió que yo era el más indicado para versionarlo. No sé..., se empeña en decir que soy algo así como la reencarnación de Geoffrey de Brun; lo suelta en tono de broma, pero a veces se le ve un brillo en los ojos que da escalofríos. Por mi parte, al margen de que no me gusta ser la reencarnación de nadie, traté de convencerlo de que lo de escribir no era lo mío, pero insistió tanto que terminé por tomarle gusto al asunto. La cosa es que enviamos la redacción definitiva hace cosa de quince días, y el Consejo ya le ha dado el visto bueno. Supongo que a los del Metaphisical les gustará.

La Fina recibe regularmente una postal desde Devils Lake (Dakota del Norte), donde se supone que doy clases de español para yankis y vivo con aquella guarra que me sedujo y a la que acabé atribuyéndole nacionalidad norteamericana. En las primeras y larguísimas cartas de respuesta que me llegaron, invariablemente metidas en un sobre lila perfumado a juego, me ponía a parir. Pero según se desprende de la última (curiosamente mucho más breve y en sobre azul celeste), parece que el bueno de José María se ha puesto a la labor hasta el punto de que van a tener cachorros humanos. ¿Sabrá la Fina cómo elaborar algo tan complicado?: he rogado a Nuestra Señora de Microsoft para que no se haga un lío al replicar el ADN, y confío en que algún especialista en genética de la Seguridad Social le explicará despacito lo que tiene que hacer. En cualquier caso no creo que me eche mucho de menos. Cierto que las mujeres suelen reclamar toda la atención que uno pueda dedicarles, pero el común de ellas cambia radicalmente en cuanto consigue su objetivo principal de reproducirse: dales un cachorro y no volverán a interesarse en nada más durante años, y eso vale también en lo que respecta al marido.

Desde luego, también mi familia me cree en Yanquilandia, no era plan de inventar historias incompatibles. Para SP pergeñamos un rescate por su Estupendo Hijo que le costó cien kilos (no quisimos abusar). Y sospecho que se los habrá embolsado el listo de
The First
: sin duda comprará con ellos un camión cisterna de colonia cara, los frasquitos que venden en las perfumerías no deben de durarle nada. Con SM hablo de vez en cuando por teléfono y, naturalmente, sólo está interesada en saber de esa novia mía americana. La Beba en cambio se huele que algo raro pasa, y he tenido que explicarle cómo es el apartamento en el que vivo, qué me dan de comer, y que esa academia de idiomas en la que trabajo no es un tugurio como el de la peli de Sidni-Puatier; eso además de lo que me costó hacerle entender que alguien me pagara por enseñar algo tan fácil como hablar en castellano.

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