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Authors: Isaac Asimov

Los egipcios

 

LOS EGIPCIOS describe los orígenes, el apogeo y la paulatina decadencia de una tierra y un pueblo fascinantes como pocos, destacando los momentos más significativos en su desarrollo, como el periodo faraónico -el de mayor esplendor y el más enigmático-, la época ptolemaica, la hegemonía romana y la posterior implantación musulmana.

Isaac Asimov

Los egipcios

ePUB v1.1

adruki
17.06.11

Título original: The Egyptians

Traductores: Carlos Caranci y Carmen Sáez

 

© 1967 by Isaac Asimov

© Ed. cast: Alianza Editorial, S. A., Madrid, 1981, 1982

    Calle Milán, 38; Telf. 200 00 45

    ISBN: 84-206-1964-7 (Obra completa)

    ISBN: 84-206-1794-6 (Tomo 3)

    Depósito legal: M. 111-1982

    Impreso en Artes Gráficas Ibarra, S. A.

    Matilde Hernández, 31 - Madrid

    Printed in Spain

 

A Walter Lorraine, ¡con firmeza!

1. El Egipto prehistórico
El Nilo

En el nordeste de África discurre un río muy poco corriente. Tiene una longitud de 4.157 millas —es el río más largo del mundo— y se llama Nilo, del nombre griego
Neilos
. Se ignora de dónde proviene el nombre griego, pues para el pueblo que vivía en sus orillas era simplemente «El Río».

En la porción más septentrional del Nilo surgió una de las dos civilizaciones más antiguas del mundo; y a lo largo de seis milenios una sociedad compleja pobló sus orillas con numerosas aldeas.

Durante la mayor parte de ese tiempo los orígenes del Nilo fueron un misterio. Sus aguas corrían hacia el norte desde el lejano sur, pero nadie, en el mundo Mediterráneo antiguo, pudo penetrar lo suficiente en las regiones meridionales como para alcanzar sus fuentes. Para los antiguos, el problema de las «fuentes del Nilo» fue tan difícil de resolver como el problema de la otra cara de la Luna» lo ha sido para nosotros hasta que los satélites fueron capaces de fotografiarla.

Sólo en la segunda mitad del siglo XIX los viajeros europeos y americanos consiguieron conocer el Nilo desde sus fuentes hasta su desembocadura. En 1857 el inglés John Hanning Speke llegó hasta un gran lago que llamó Victoria, en honor de la soberana que entonces reinaba en Gran Bretaña. El lago se hallaba justo en el ecuador, y de él nacía el Nilo. Otros ríos afluían al lago desde los montes de Kenya, próximos al sector central de la costa este africana.

A medida que el Nilo corre en dirección norte, hacia el mar, atraviesa cierto número de regiones, en las que su cuenca va estrechándose y haciéndose cada vez más escarpada. Las aguas caen violentamente sobre las rocas y acaban formando cataratas. Los barcos no pueden navegar en tales aguas, y las cataratas sirven para dividir el río en sectores.

Las cataratas se enumeran a partir de la desembocadura del río hacia el interior: la Primera Catarata se encuentra a unas 600 millas de la costa. Hoy la catarata en cuestión está próxima, por el sur, a una ciudad llamada Asuán, pero en los tiempos antiguos en aquellos lugares había una ciudad llamada por los griegos Siene.

El tramo más septentrional del Nilo, entre la Primera Catarata y la desembocadura, es el escenario principal de los acontecimientos que se describirán en este libro. Fue en este tramo, que es navegable en toda su longitud incluso para las más sencillas embarcaciones, donde surgió esta civilización tan notable.

El Nilo discurre a lo largo del borde oriental del Sahara. El Sahara (que en árabe significa precisamente «desierto»), cubre la mayor parte del norte de África, y es tan extenso como Estados Unidos. En realidad, se trata del mayor desierto del mundo. En toda esta región tan amplia no llueve casi nunca. La única agua que puede encontrarse se halla a gran profundidad, salvo en el caso de unos cuantos oasis, en los que el nivel del agua alcanza la superficie.

Pero el Sahara no fue siempre una región desértica. Hace 20.000 años los glaciares cubrían la mayor parte de Europa y vientos fríos llevaban la humedad hasta el norte de África. Lo que ahora es desierto era entonces una tierra placentera con ríos y lagos, bosques y praderas. Los hombres primitivos vagaban por ella, llevando consigo sus instrumentos de piedra sin pulimentar.

De forma gradual, sin embargo, los glaciares comenzaron a retirarse y el clima fue haciéndose cada vez más cálido y seco. Aparecieron las primeras sequías y la situación fue empeorando paulatinamente. Las plantas murieron, y los animales se retiraron a regiones que conservaban todavía suficiente humedad y en las que se podía vivir.

También los hombres se retiraron, unos hacia el sur, hacia los trópicos; otros, hacia la costa norte. Muchos fueron avanzando hacia las regiones próximas al Nilo, que en estos remotos tiempos era mucho más ancho, y corría perezosamente a través de extensas zonas cenagosas y pantanosas. Con todo, la cuenca del Nilo no era precisamente un lugar adecuado para la vida humana: sólo lo sería cuando las tierras perdiesen algo de su humedad.

Cuando esto ocurrió, el Nilo se convirtió en un don del cielo. Ya no importaba que el clima fuese más o menos seco, pues el Nilo podía proporcionar suficiente agua para la tierra y los hombres, haciendo que la vida a lo largo de sus orillas fuese no sólo posible, sino confortable.

A lo largo del invierno las nieves se acumulan en la cúspide de las montañas de África centro-oriental; en primavera sobrevienen las lluvias y la nieve se deshace. En enormes cantidades, las aguas bajan de los montes hacia los ríos y grandes lagos de la región. Estas aguas van al Nilo, y la corriente se va abriendo paso hacia el norte.

El Nilo se colma a causa de estas aguas, y se desborda, a partir del mes de julio, alcanzando su máxima altura hacia comienzos de septiembre. Y no vuelve a su nivel normal hasta octubre. En los meses en que el río permanece desbordado, las aguas cubren las tierras sedientas y depositan una capa de fresco cieno, que la corriente ha traído desde los montes del lejano sur. De este modo el terreno a lo largo de las orillas del río se renueva constantemente y se mantiene fértil.

Cuando los hombres penetraron por primera vez en la cuenca del Nilo, las inundaciones eran muy vastas y los extensos pantanos a ambos lados del río abundaban en hipopótamos, antílopes, grullas y todo tipo de animales que podían ser cazados por el hombre. Paulatinamente, el aumento de la sequedad fue limitando las tierras inundadas; en ciertos casos éstas quedaron reducidas a la proximidad de las orillas del río, y durante muchos milenios las porciones de tierra que van a beneficiarse por las crecidas serán, en la mayor parte de su recorrido, de una anchura no superior a las doce millas.

Además, los suelos fértiles cultivables se detienen bruscamente en los límites de las tierras inundadas, tan bruscamente que hoy en día hay numerosos lugares en los que una persona puede tener el pie izquierdo apoyado en el suelo fértil y el derecho en suelo desértico.

El Neolítico

Ya que la caza continuaba disminuyendo y la población aumentaba rápidamente en las tierras más próximas al Nilo, era necesario tomar alguna medida. Había que aumentar de alguna manera la cantidad de productos alimenticios. Afortunadamente, se había originado un nuevo modo de vida hacia el año 8000 a. C. —cuando los glaciares de las regiones septentrionales iniciaban su última retirada— en el seno de ciertas comunidades del Asia sudoccidental. En las tierras altas e irrigadas de lo que hoy son Iraq e Irán, a unas mil millas al este del Nilo, el hombre había aprendido a plantar semillas y a recoger el grano que nacía de ellas.

Este puede ser considerado uno de los puntos de partida de la llamada «Edad Neolítica» o «Nueva Edad de Piedra». El hombre neolítico desconocía todavía el uso de los metales, por lo que seguía utilizando instrumentos de piedra. Sin embargo, tales instrumentos estaban cuidadosamente pulidos y eran mucho más elaborados que los instrumentos de piedra sin pulimentar en forma de astilla o de laja de la primera Edad de Piedra y de la época mesolítica.

Otro de los rasgos característicos del Neolítico era el desarrollo de la alfarería, la doma y cría de animales y, como ya dije, la siembra y cosecha de plantas. No sabemos todavía cómo se llegó exactamente a la invención de la agricultura (o «cultivo de campos»), pero sus ventajas fueron evidentes, pues permitió disponer de alimentos de forma segura.

Con anterioridad a la difusión del modo de vida neolítico, los hombres vivían de la caza y de la recolección de vegetales. Pero sólo había una cantidad dada de caza, plantas y frutos en una determinada región, y en los años malos los hombres se veían obligados a desplazarse a grandes distancias para encontrar alimentos suficientes, El número de habitantes que una región dada podía alimentar era más bien bajo.

Cuando el hombre aprendió a criar animales y a cultivar plantas, fue capaz de producir alimentos en grandes cantidades, mucho mayores que las que obtenía antes con la caza y la recolección. Encerrando a los animales y cercando los campos cultivados, los pastores y agricultores evitaban que los animales silvestres o las demás comunidades humanas se apropiasen de ellos. El abastecimiento de alimentos aumentó y se hizo más seguro, esto fue especialmente cierto en el caso de la agricultura, ya que las plantas resultaron más fáciles de cuidar y obtener (una vez adquirida la suficiente habilidad) que los animales. Debido a que un acre de tierra cultivada podía alimentar a mayor número de personas que un acre de bosque, se dio un aumento de la población realmente «explosivo», allí donde penetró la cultura neolítica.

Asimismo, si el hombre cazador (y, hasta cierto punto, el pastor) necesitaba trasladarse continuamente, el agricultor se vio obligado a sedentarizarse. Era necesario permanecer junto a las tierras donde crecía el grano. Era necesario, además, vivir en comunidad, para protección mutua contra los ataques de los pueblos cazadores y pastores (que no cultivaban cereales, pero que no veían obstáculo alguno en arrebatárselos a los que sí los cultivaban), y construir aldeas: las primeras «ciudades».

Debido a que el hombre se veía forzado a convivir con el prójimo en las aldeas, la independencia de la banda cazadora pronto fue cosa del pasado. Los aldeanos desarrollaron métodos de cooperación con el fin de construir edificios, de organizar la defensa y de cultivar la tierra. En pocas palabras, crearon lo que se ha llamado la
civilización
(derivada de la palabra latina para «ciudad»).

La práctica de la agricultura acabará extendiéndose fuera de sus tierras de origen, el altiplano iranio, a lo largo del milenio siguiente a su invención. La agricultura fue adoptada por otras comunidades, lo que produjo nuevos y espectaculares avances, en particular en dos zonas determinadas. Una de ellas era un valle entre dos ríos, el Tigris y el Eufrates, en el sur. El otro también era un valle formado por la cuenca de un río, el Nilo, a unas mil millas hacia el oeste. El valle del Tigris y del Eufrates se hallaba más cerca del lugar de origen y comenzó antes a practicar la agricultura y, por consiguiente, a desarrollar antes una civilización. Pero el valle del Nilo no se quedó atrás.

El modo de vicia neolítico había llegado a implantarse plenamente en Egipto hacia el 5000 a. C. Las tierras del valle del Nilo conservaban en estos tiempos demasiada humedad y eran bastante salvajes como para dedicarlas cómodamente a la agricultura. Pero al oeste del Nilo, a unas 130 millas al sur de la costa mediterránea había un lago perfectamente adecuado para ello.

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