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Authors: Don Winslow

Tags: #Intriga

Los reyes de lo cool

 

Un thriller que traspasa las fronteras del género y combina magistralmente elementos de la película Pulp Fiction con la sensualidad de California.

En
Los reyes de lo cool
, la precuela de Salvajes,
Don Winslow
nos presenta a Ben, Chon y O (Ofelia), tres amigos que viven a tope en Laguna Beach. Estamos en 2005, al sur de California. Chon es un tipo duro, marine de profesión, que espera ser enviado a Irak en cualquier momento; Ben es un pacifista acérrimo defensor del medio ambiente, y O es la amante de los dos. Con las semillas que Chon trae de Afganistán y los conocimientos en biología de Ben, los dos jóvenes montan un floreciente negocio de cultivo y venta de marihuana. A partir de entonces se verán envueltos en problemas con un cártel mexicano que pretende chantajearlos.

Por otro lado, Winslow también nos transporta a finales de los sesenta para explicarnos la vida de esas generaciones anteriores a los protagonistas y a través de ellas nos adentramos en una California casi mítica en la que somos testigos de los orígenes del tráfico de drogas y sus conexiones con los cárteles mexicanos.

Don Winslow

Los reyes de lo cool

ePUB v1.0

GONZALEZ
22.09.12

Título original:
The Kings of the Cool

© 2012, Don Winslow

Traducción: Óscar Palmer Yáñez

ePub base v2.0

A Shane Salerno, por todo
.

Tío, cuando quieras, donde quieras
.

En una pelea, madre, Caín mató a Abel

y al este del Edén, madre, fue desterrado, en esta vida uno nace para pagar

los errores que cometió otro en el pasado.

B
RUCE
S
PRINGSTEEN
,

«Adam Raised a Cain»

1

Que me jodan.

LAGUNA BEACH, CALIFORNIA
2005
2

Es lo que está pensando O, sentada entre Chon y Ben en un banco de Main Beach mientras elige posibles ligues para ambos.

—¿Esa? —pregunta, señalando a una típica RVP (Rollo Vigilante de la Playa) que deambula por el paseo marítimo.

Chon niega con la cabeza.

Con cierto desdén, considera O. Chon se muestra excesivamente exigente para ser un tipo que se pasa la mayor parte del tiempo en Afganistán o Irak y que no suele ver nada que no vaya vestido con ropa de camuflaje o burka.

Por otra parte O entiende que, bien aprovechado, lo del burka podría llegar a tener su punto.

En plan harén, ya sabes, ese rollo.

Ya, no.

O no ha nacido para llevar burka. Quién querría ocultar esa melena rubia, quién querría ver esos ojos claros asomando desde detrás de un
niqab
.

O está hecha para el sol.

Chica de California.

Chon no es pequeño, pero sí delgado. Más delgado que de costumbre, le parece a O. Siempre ha sido fibroso, pero ahora se diría que lo hubiesen tallado con un escalpelo. Y a ella le gusta el pelo corto, casi afeitado.

—¿Esa? —pregunta señalando con la barbilla a una morena con pinta de turista, tetazas enormes y nariz respingona.

Chon niega con la cabeza.

Ben guarda silencio, como una esfinge, en un claro intercambio de papeles, ya que normalmente Ben es el más charlatán de los dos. Tampoco es que sea un mérito enorme, teniendo en cuenta que Chon no suele hablar mucho, salvo cuando se lanza a una diatriba y entonces es como quitarle el tapón a una manguera antiincendios.

A pesar de que Ben es el más charlatán, reflexiona ahora O, también es el menos promiscuo.

Ben es más Monogamia Consecutiva mientras que Chon es más Las Mujeres Están Para Ser Atendidas Simultáneamente. Pero O sabe de buena tinta que ambos —si bien Chon más que Ben- aprovechan con creces la presencia de las turistas que se los comen con los ojos mientras juegan al voleibol allí en la playa, a tan solo un par de convenientes pasos del Hotel Laguna, encuentros que ella denomina PSDF.

Polvo - Servicio de habitaciones - Ducha - Fuera.

—Es un resumen bastante acertado —ha reconocido Chon.

Aunque en ocasiones él se salta el servicio de habitaciones.

La ducha nunca.

Regla básica de supervivencia en el Gran Torneo Cruz
versus
Media Luna Sobre Arena.

Si tienes oportunidad de darte una ducha, hazlo.

Una costumbre que no pierde estando en casa.

En cualquier caso, Chon reconoce sus sesiones matinales en el Hotel Laguna, el Ritz, el St. Regis y el Montage, no solo con las turistas sino también con Esposas Trofeo y divorciadas de Orange County (la diferencia entre estas últimas es simplemente cuestión de tiempo).

Es lo que tiene Chon: es completamente sincero. Sin pretensiones, sin evasivas, sin disculpas. O aún no ha conseguido decidir si se debe a que es muy ético o a que nada le importa una mierda.

Ahora Chon se vuelve hacia ella y dice:

—Te queda un strike. Elige con cuidado.

Es uno de sus juegos. BLO. Béisbol de Ligoteo Offline. Adivinar las preferencias sexuales de los otros en busca de un bateo sencillo, un doble, un triple o un jonrón. Es un juego cojonudo cuando estás colocado, como lo están ahora, con la sublime hierba de Ben y Chon.

(Que en realidad no es hierba, sino una mezcla hidropónica de primera a la que llaman Sábado en el Parque, porque basta darle una calada para que cualquier día sea sábado y cualquier lugar parezca el parque.)

Normalmente O es la Sammy Sosa del BLO, pero ahora, con corredores en la primera y la tercera, está a punto de ser eliminada.

—¿Y bien? —le pregunta Chon.

—Estoy esperando un buen lanzamiento —dice ella, escudriñando la playa.

Chon ha estado en Irak, ha estado en Afganistán…

… tira por lo exótico.

O señala a una hermosa muchacha del sudeste asiático, de pelo negro y reluciente, con un ajustado vestido de playa blanco.

—Ella.

—Eliminada —responde Chon—. No es mi tipo.

—¿Cuál
es
tu tipo? —pregunta O, frustrada.

—Bronceada —responde Chon—, delgada, rostro dulce, ojos grandes y marrones, largas pestañas.

O se vuelve hacia Ben.

—Ben, Chon quiere follarse a Bambi.

3

Ben está un poco distraído.

Más o menos sigue el juego, pero no del todo, porque no deja de pensar en algo que ha sucedido esa mañana.

Esa mañana, como casi todas las mañanas, Ben ha comenzado plácidamente el día en el Coyote Grill.

Tras haber elegido una mesa en la terraza descubierta, cerca de la chimenea, y haber pedido su desayuno habitual, una jarra de café solo y unos huevos machaca de chuparse los dedos (para todos aquellos en las ignorantes regiones situadas al este de la I-5, se trata de un plato de huevos revueltos con pollo y salsa, acompañado de frijoles, patatas fritas y tortillas de harina de trigo o de maíz, que bien podría ser el mejor invento de la historia del universo), ha abierto el
NYT
para enterarse de a qué estaban dedicando el día Bush y sus co-conspiradores para hacer del mundo un lugar inhabitable.

Esa es su rutina.

El socio de Ben, Chon, le advirtió en una ocasión en contra de los hábitos.

—No es un hábito —respondió Ben—, es una «rutina».

Un hábito nace de la compulsión, una rutina nace de una elección. El hecho de que se trate de la misma elección todos los días es irrelevante.

—Lo que tú digas —respondió Chon—. Rómpela.

Cruza la CCP hasta el Heidelberg Café o date una vuelta por el puerto de Dana Point y recréate la vista con las mamás jamonas que corren con carritos. Joder, prepárate una condenada cafetera
en casa
. Pero no hagas no hagas no hagas lo mismo todos los días a la misma hora.

—Así es como liquidamos a los payasos de AQ —dijo Chon.

—¿Disparáis a los tíos de AQ mientras se comen unos huevos machaca en el Coyote Grill? —preguntó Ben—. ¿Quién lo iba a imaginar?

—Tienes la gracia en el culo.

Sí, había tenido gracia, pero tampoco demasiada, porque el caso es que Chon

que ha eliminado a varios tipos de Al Qaeda, talibanes y demás afiliados precisamente por haber adoptado la mala costumbre de tener un hábito.

Lo hizo apretando personalmente el gatillo o por control remoto, solicitándole un ataque con VANT a algún genio del Warmaster 3 que trasiega Mountain Dew sentado en un búnker en Nevada mientras fulmina al confiado
muj
con solo pulsar una tecla.

El problema de la guerra contemporánea es que se ha convertido en un videojuego. (A menos que estés de verdad en el terreno y te disparen, en cuyo caso desde luego no es así.)

Ya sea por mediación directa de Chon o a través del jugador, el efecto es el mismo.

Hemingwayesco.

Sangre y arena.

Sin torear a nadie.

Todo cierto, pero en cualquier caso Ben no piensa enredarse en toda esa movida del subterfugio más allá de lo puramente necesario. Se metió en el negocio de la maría para incrementar su libertad, no para limitarla.

Para ensanchar su mundo, no para reducirlo.

—¿Qué quieres que haga —le preguntó a Chon—, que viva en un búnker?

—Mientras yo no esté —respondió Chon—, sí, buena idea.

Ya, pues
no
.

Ben sigue aferrado a su rutina.

Esa mañana en particular, Kari, la camarera de origen euroasiático de belleza casi irreal —piel dorada, ojos almendrados, pelo azabache, piernas más largas que un invierno en Wisconsin—, le ha servido el café sonriendo.

—Hola, Ben.

—Hola, Kari.

Ben está seriamente decidido a enrollarse con ella.

Así pues, que te jodan, Chon.

Kari le ha traído la comida, Ben se ha concentrado en los huevos y el
Times
.

Hasta que ha notado que un tipo se sentaba frente a él.

4

Fornido.

Hombros anchos y caídos.

Pelo pajizo en retirada, peinado hacia atrás.

Rollo vieja escuela.

De hecho, llevaba puesta una de esas camisetas de «Los maduros molan» que pasan completamente por alto la obviedad de que si los maduros realmente molaran, no tendrían que afirmarlo en una camiseta barata.

Simplemente, en fin, molarían.

Tipos incapaces de comprender la tecnología de las redes sociales, por lo que Ben supone que sus días de molar han seguido el mismo camino que el disco compacto.

En cualquier caso, allí estaba aquel tipo con pinta de cincuentón, sentado, observando a Ben.

Índice de malrollismo muy elevado.

Ben ha puesto cara de ¿te conozco, se supone que nos conocemos, me está entrando un gay ya de buena mañana? ¿O acaso eres uno de esos tipos que se las dan de afables y creen que es su deber como ser humano entablar conversación con el primero que encuentren sentado a solas en un restaurante?

Ben no es del tipo me-gusta-conocer-gente. Es del tipo estoy-leyendo-el-maldito-periódico-y-coqueteando-con-la-camarera-así-que-déjame-en-paz-coño.

Así que ha dicho:

—Colega, sin ánimo de ofender, pero estoy muy a gusto leyendo.

O sea: hay cinco mesas libres, ¿por qué no te sientas en una de ellas?

—Solo te robaré un minuto, hijo —ha dicho el tipo.

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