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Authors: Mario Puzo

Tags: #Novela

Los tontos mueren

 

Los tontos mueren
es una novela del escritor estadounidense
Mario Puzo
, y su primer obra publicada tras el éxito de El Padrino. Trata sobre John Merlyn, un escritor principiante, funcionario del departamento de avituallamiento del ejército, que viaja a Las Vegas y se convierte en jugador casi profesional, donde se conoce con Cully, jugador profesional en bancarrota el cual se convierte en un alto funcionario del hotel Xanadú, mano derecha de uno de los dueños.

Mario Puzo

Los tontos mueren

ePUB v1.1

GONZALEZ
14.09.11

Título del original inglés:
Fools die

Traducción, J. M. Álvarez Flórez y A. Pérez

Círculo de Lectores, S.A.

Valencia, 344 Barcelona

ISBN 84-226-1045-0

© 1978 Mario Puzo

© 1978 Ediciones Grijalbo, S.A.

Edición no abreviada

A Erica

LIBRO PRIMERO
1

—Escúchame. Te diré la verdad sobre la vida de un hombre. Te diré la verdad sobre su amor por las mujeres. Que nunca las odia. Crees ya que voy por mal camino. Ten fe en mí. Soy un maestro de la magia, en serio.

»¿Crees que un hombre puede amar de veras a una mujer y traicionarla constantemente? No me refiero a la traición material, sino a traicionarla con el pensamiento, en la misma "poesía de su alma". En fin, no es fácil, pero los hombres lo hacen sin cesar.

»¿Quieres saber cómo pueden amarte las mujeres, prodigarte deliberadamente ese amor para envenenar tu cuerpo y tu mente con el solo objeto de destruirte? ¿Y cómo, por su amor apasionado, deciden no amarte más? ¿Y cómo, al mismo tiempo, te deslumbran con un éxtasis de idiota? ¿Imposible? Ésa es la parte fácil.

»Pero no te vayas. Esto no es una historia de amor.

»Te haré sentir la dolorosa belleza de un niño, la lujuria animal del varón adolescente, la anhelante melancolía suicida de la mujer joven, y luego (ésta es la parte difícil), te mostraré cómo hace girar el tiempo al hombre y a la mujer en círculo completo, cómo los cambia en cuerpo y alma.

»Y luego está, por supuesto, el VERDADERO AMOR. ¡No te vayas! Existe o yo lo haré existir. No en vano soy un maestro de magia. ¿Vale lo que cuesta? ¿Y qué decir de la fidelidad sexual? ¿Funciona? ¿Es amor? ¿Es incluso algo humano, esa pasión perversa de estar con sólo una persona? Y, si no resulta, ¿obtienes aún así un beneficio adicional por intentarlo? ¿Puede funcionar en ambos sentidos? Claro que no, eso es evidente. Y sin embargo...

»La vida es cosa de risa, y nada hay más gracioso que el amor viajando a través del tiempo. Pero un verdadero maestro de la magia es capaz de hacer que su público ría y llore al mismo tiempo. La muerte es otra historia. Jamás haré un chiste sobre la muerte. Queda más allá de mi poder.

»Siempre ando alerta con la muerte. No me engaña. La localizo de inmediato. Le gusta colarse disfrazada; es una ridícula verruga que de pronto se pone a crecer; el grano negro y peludo que envía sus raíces hasta el hueso mismo; o se oculta tras un lindo y leve rubor febril. Luego, de pronto, aparece la sonriente calavera para coger por sorpresa a su víctima. Pero no a mí. Nunca. Yo estoy esperándola. Tomo mis precauciones.

»Frente a la muerte, el amor es un asunto infantil y aburrido, aunque los hombres crean más en el amor que en la muerte. Las mujeres son otra historia. Tienen un secreto poderoso. No se toman en serio el amor. Nunca lo han hecho.

»Pero te lo repito, no te vayas. Lo repito, ésta no es una historia de amor. Olvida el amor. Te mostraré todas las dimensiones del poder. Primero la vida de un pobre y esforzado escritor. Un escritor sensible. De talento. Quizás, incluso, una especie de genio. Te mostraré cómo zurran al artista por gracia de su arte. Y porque se lo merece de sobra. Luego lo mostraré como astuto delincuente, disfrutando de la vida. Ay, qué alegría siente el verdadero artista cuando por fin se convierte en un estafador. Sale entonces a la luz su auténtico carácter. Se acabaron las bromas sobre su honor. El tipo ese es un delincuente. Un maleante. Un enemigo de la sociedad claro y abierto en vez de oculto tras el coño de puta del arte. Qué alivio. Qué placer. Qué gozo taimado. Luego, contaré cómo se convierte de nuevo en un hombre honrado. Ser un delincuente entraña una tensión tremenda.

»Pero te ayuda a aceptar a la sociedad y a perdonar a tu prójimo. Después de haber probado, ningún individuo desea ser delincuente a menos que de veras necesite el dinero.

»Luego seguiremos con uno de los éxitos literarios más asombrosos de la historia. Las vidas íntimas de los gigantes de nuestra cultura. En especial la de un cabrón chiflado. El mundo distinguido. Así pues, tenemos el mundo del pobre y esforzado genio, el mundo de la delincuencia y el mundo literario distinguido. Todo esto aderezado con abundante sexo y algunas ideas complicadas que no te machacarán el cráneo y que quizás encuentres incluso interesantes. Y por último, un final espectacular en Hollywood con nuestro héroe amasando todos sus premios: dinero, fama, mujeres hermosas. Y... no te vayas, no te vayas... veremos cómo todo ello se convierte en cenizas.

»¿No es suficiente? ¿Has oído todo esto antes? Bien, recuerda entonces que soy un maestro de la magia. Puedo dar vida auténtica a todas esas personas. Puedo contarte lo que realmente piensan y sienten. Llorarás por ellas, por todas ellas, te lo prometo. O quizá sólo rías. De cualquier modo, nos divertiremos muchísimo. Y aprenderemos algo de la vida. Cosa que, en realidad, de nada sirve.

»Ah, ya sé lo que estás pensando. Este astuto cabrón intenta conseguir que pasemos la página. Pero espera, lo que quiero contar no es más que un cuento. ¿Qué daño puede hacer? Aunque yo me lo tomase en serio, tú no te lo tomes. Diviértete un poco y nada más.

»Sólo quiero contarte una historia, no pretendo más. No deseo éxito ni fama ni dinero. Lo cual es normal; la mayoría de los hombres y la mayoría de las mujeres en realidad no lo pretenden. Más aún, yo no deseo amor. Cuando era joven, algunas mujeres me dijeron que me amaban por mis largas pestañas. Lo acepté. Más tarde fue por mi ingenio. Luego por mi poder y mi dinero. Después por mi talento. Después, mi inteligencia... profunda. Vale, puedo aceptarlo todo. La única mujer que me asusta es la que me ama sólo por mí mismo. No tengo planes para ella. Tengo venenos y dagas y tumbas oscuras en cuevas para esconder su cabeza. No tiene derecho a la vida. Sobre todo si es fiel sexualmente, nunca miente y me pone siempre por delante de todo y de todos.

»Se hablará mucho del amor en este libro, pero no es un libro de amor. Es un libro de guerra. La vieja guerra entre hombres que son verdaderos amigos. La gran "nueva" guerra entre hombres y mujeres. Es, sin duda alguna, una historia vieja, pero está ahora en el candelero. Las combatientes del movimiento de liberación femenina creen que tiene algo nuevo, pero es sólo que sus ejércitos salen de la guerrilla. Las dulces mujeres siempre han tendido emboscadas a los hombres: en sus cunas, en la cocina, en el dormitorio. En las tumbas de sus hijos, el mejor sitio para desoír una petición de clemencia.

»En fin, crees que estoy resentido contra las mujeres. Nunca las odié, te lo aseguro. Y al final resultarán mejores que los hombres, ya verás. Lo cierto es, sin embargo, que sólo las mujeres han sido capaces de hacerme desgraciado, y lo han hecho desde la cuna. Pero eso pueden decirlo la mayoría de los hombres. Y es algo que no tiene solución.

»¡Qué objetivo he expuesto! Lo sé... lo sé muy bien... sé perfectamente lo fascinante que parece. Pero cuidado. Soy un astuto narrador, no soy simplemente uno de vuestros sensibles y vulnerables artistas. He tomado mis precauciones. Aún me he reservado unas cuantas sorpresas. Pero basta. Déjame trabajar. Déjame que empiece y que termine.

LIBRO SEGUNDO
2

Jordan Hawley, en el día de más suerte de toda su vida, traicionó a sus tres mejores amigos. Pero ignorante aún de ello, vagaba por el sector de dados del inmenso casino del Hotel Xanadú, preguntándose en qué juego probaría fortuna ahora. A primera hora de la tarde, ya ganaba diez mil dólares. Pero estaba bastante cansado de ver aquel dado rojo resplandeciente deslizarse por el fieltro verde.

Salió de allí y, hundiendo los pies en la alfombra púrpura, se dirigió a la silbante rueda de una mesa de ruleta con sus atractivos rojos y negros, y sus amenazantes cero y doble cero verdes. Hizo algunas apuestas temerarias, perdió y pasó al sector donde se jugaba al veintiuno.

Las mesitas en herradura del veintiuno se alineaban en hileras dobles. Caminó entre ellas como un cautivo por un campamento indio. Relampagueaban azules, a ambos lados, los dorsos de las cartas. Recorrió despacio la hilera y llegó a las inmensas puertas de cristal que conducían a las calles de la ciudad de Las Vegas. Desde allí podía ver abajo el Strip en el que lujosos hoteles se alzaban como centinelas.

Bajo el deslumbrante sol de Nevada, resplandecían, una docena de Xanadús con letreros de neón de un millón de vatios. Los hoteles parecían fundirse abajo en una temblorosa niebla dorada, un espejismo inalcanzable. Jordan Hawley estaba atrapado por sus ganancias en el casino de aire acondicionado. Sería una locura salir adonde sólo otros casinos le esperaban, con sus extraños y desconocidos azares. Allí era un ganador, y pronto vería a sus amigos. Allí estaba protegido del amarillo y ardiente desierto.

Jordan Hawley se apartó de la puerta de cristal y se sentó en la mesa de veintiuno más próxima. Repiquetearon en sus manos negras fichas de cien dólares, pequeños soles cenicientos. Observó cómo se repartían las cartas de un «zapato» recién preparado, la oblonga caja de madera en que se guardaban.

Jordan apostó fuerte en cada uno de los dos pequeños círculos, jugando a dos manos. Tuvo buena suerte. Jugó hasta que se agotó el «zapato». El tallador recogió las cartas. Jordan siguió su camino. Tenía los bolsillos llenos de fichas. Pero esto no era ningún problema porque llevaba una chaqueta deportiva Sy Devore de diseño especial Las Vegas Ganador. Tenía una franja carmesí sobre tela azul celeste y bolsillos especiales con cremallera de cabida excesivamente optimista. La chaqueta tenía por dentro, además, cavidades especiales tan profundas que ningún carterista podía llegar hasta ellas. Las ganancias de Jordan estaban seguras, y había sitio de sobra para más. Nadie había llenado nunca los bolsillos de una chaqueta Las Vegas Ganador.

En el casino, iluminado por inmensos candelabros, había una niebla azulina, neón reflejado por el enmoquetado púrpura intenso. Jordan salió de aquella luz hacia la zona en penumbra del bar con su techo bajo y su pequeña plataforma para artistas. Sentado junto a una mesita, estaba ante el casino como un espectador ante un escenario iluminado.

Hipnotizado, contemplaba a los jugadores de la tarde desplazándose en intrincadas y coreográficas figuras de mesa en mesa. Como un arco iris resplandeciendo en un cielo azul claro, brillaba una ruleta con sus números rojos y negros, a juego con la disposición de la mesa. Cartas de dorso blanquiazul se deslizaban en las mesas de fieltro verde. Cuadrados y rojos dados de puntos blancos corrían como brillantes peces voladores sobre las ballenescas mesas. A lo lejos, al fondo de las hileras de mesas de veintiuno, los talladores que no estaban de servicio se lavaban las manos alzándolas mucho en el aire para mostrar que no ocultaban fichas.

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