Lyonesse - 2 - La perla verde (45 page)

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Authors: Jack Vance

Tags: #Fantástico

—¡Bah! Nadie me conoce aquí, excepto Hockshank.

Melancthe miró alrededor.

—Por cierto, nadie parece haberse fijado en ti. La razón es simple: tu modestia. Los dramáticos disfraces de Tamurello suelen ser contraproducentes. Tú eres más listo; te ocultas bajo una forma que te da grandes ventajas.

—¿De veras? —preguntó el sorprendido Shimrod—. ¿Por qué?

Melancthe estudió a Shimrod con ojos entornados, ladeando la cabeza.

—¡Simulas de modo convincente al hombre universal! Llevas el cabello cortado al estilo campesino, y tiene el color del heno mustio. Tu cara es angulosa y enjuta, pero compensas la austeridad de tus rasgos con bromas de rústico que tranquilizan a todos. Llevas lo que parece un chaquetón de campesino, y cenas con los codos en alto, exhibiendo el apetito de alguien que ha trabajado largas horas entre los nabos. Todos estos detalles constituyen una gran ventaja, como bien sabes. Ningún adversario podría asociar lo que parece un patán flaco y asombrado con el peligroso y distinguido Shimrod. Es un disfraz astuto.

—Gracias —sonrió Shimrod—. Tus cumplidos son poco habituales, y los acepto con placer… ¡Muchacho, trae más vino!

Melancthe olió la flor.

—¿Hockshank te ha encontrado alojamiento para esta noche?

—Me ha ofrecido un banco en el comedor. Quizá consiga algo mejor.

—Quién sabe —murmuró Melancthe.

El muchacho trajo vino en una jarra de porcelana gris decorada con aves azules y verdes, y un par de macizas copas de porcelana. Shimrod llenó ambas copas.

—Bien, me has llamado. Me has tildado de rústico y palurdo. Me has distraído de mi trabajo. ¿Tu señal tenía algún otro propósito?

Melancthe se encogió de hombros. Esa noche llevaba una túnica parda que le daba una apariencia infantil.

—Quizá te llamé porque me siento sola.

Shimrod enarcó las cejas.

—¿Entre estas extrañas gentes? Son de tu calaña. Son los que cantan contigo en las rocas.

—En realidad, Shimrod, quería pedirte tu opinión sobre mi flor —le mostró el capullo; los pétalos, negros, purpúreos, azules y rojos, parecían tan lozanos como si la flor estuviera recién cortada—. ¡Huele! El aroma es único.

Shimrod olisqueó y miró la flor con desconfianza.

—Desde luego, es vivida, y los pétalos tienen una bonita forma. Nunca he visto ninguna semejante.

—¿Y el perfume?

—Me resulta un poco denso. Me recuerda… —Shimrod calló y se frotó la barbilla.

—Una extraña imagen me ha venido a la mente: una escena de flores en guerra y una gran carnicería. Flores con brazos y piernas verdes yacían muertas o gravemente heridas; otras, con orgullo y crueldad, remataban a las vencidas, y el campo de batalla despedía el olor de tu flor.

—¡Qué manera tan compleja y sutil de describir un aroma!

—Tal vez. ¿Dónde has encontrado esta flor?

—En el puesto del mercader Zuck, quien se niega a contarme nada acerca de su origen.

Shimrod bebió más vino.

—Hemos hablado de mi disfraz y de tu flor. ¿Qué otros temas te interesan?

Melancthe sacudió la cabeza con tristeza.

—Cuando nos conocimos, actuabas sin desconfianza. Ahora me observas con cinismo.

—Soy más viejo —respondió Shimrod—. ¿No es el curso natural de la vida? Cuando por primera vez me conocí a mí mismo como Shimrod, sentí una euforia indescriptible. Murgen desesperó de mí, y ni siquiera quería oír mi voz. No me importaba. Retocé como un ternero joven, y recorrí el mundo con una nueva aventura en cada recodo.

—Aja, esta noche afloran tus secretos. ¿Incluyen una esposa de esa época de frenesí, junto con gran cantidad de hijos?

Shimrod rió.

—No hay ninguna esposa. En cuanto a los hijos, ¿quién sabe la verdad? Disfruté de una vida de vagabundeos. Era libre como un pájaro, y demasiado susceptible a los encantos de seductoras doncellas, fueran hadas, falloys o humanas. Si engendré hijos, desconozco cuántos son y cómo les va. A veces me lo pregunto, pero entonces no pensaba en estas cosas. Todo pertenece al pasado. Esta noche tienes al nuevo Shimrod, templado y prudente, con su disfraz de campesino. ¿Cómo anda tu vida?

Melancthe suspiró.

—Tamurello ha regresado del monte Khambaste y el aire está impregnado de intrigas y rumores que quizá te interesen.

—Estoy dispuesto a escuchar.

Melancthe estudió la flor como si la viera por primera vez.

—Presto poca atención. En ocasiones oigo un nombre que reconozco. Entonces escucho. Por ejemplo, ¿conoces al mago Visbhume?

—No conozco el nombre. ¿Qué pasa con el tal Visbhume? ¿Por qué lo mencionas?

—Por nada en particular. Al parecer fue aprendiz de un tal Hipólito, que ahora está muerto.

—He oído hablar de Hipólito. Vivía al norte de Dahaut.

—Visbhume fue a ver a Tamurello con un plan descabellado, y Tamurello lo echó con cajas destempladas —y Melancthe añadió púdicamente—: Visbhume carece de principios.

—¿Por qué lo dices?

—Oh… por nada en concreto. Al carecer del respaldo de Tamurello, se declaró dispuesto a servir al rey Casmir de Lyonesse. Se proponen atacar al rey Aillas de Troicinet.

Shimrod fingió desinterés.

—Aja, ¿y cuáles son sus intenciones?

—He oído que piensa usar a la princesa Glyneth en sus planes… Pareces alarmado ante este pequeño rumor.

—¿De veras? Confieso mi afecto por la princesa Glyneth. Haría lo posible para protegerla de todo mal.

Melancthe se retrepó en la silla y sorbió vino con aire pensativo. Luego habló con voz suave y uniforme, aunque un oído sutil habría captado matices de burla y fastidio.

—Es asombroso. Las castas y pequeñas vírgenes como Glyneth pueden suscitar una extravagante galantería, mientras que personas de igual mérito, tal vez aquejadas por la gota o una marca de viruela, pueden sufrir en una zanja sin que nadie les preste atención.

Shimrod soltó una risa melancólica.

—¡Es verdad! La explicación reside en sueños y conceptos ideales mucho más poderosos que la justicia, la verdad y la misericordia. Pero no es así en el caso de Glyneth. Ella rebosa de bondad, y jamás ignoraría a los que sufren en una zanja. Siempre está alegre; es limpia y fresca como la luz del sol; su mera existencia trae placer al mundo.

Melancthe pareció disgustada por los halagos de Shimrod.

—En Shimrod tiene un dedicado paladín. Ignoraba tu devoción.

—La conozco bien, y la amo como si fuera mi propia hija.

Melancthe se puso de pie, abriendo la boca.

—Lo había olvidado: el tema me aburre.

Shimrod también se levantó.

—Melancthe, ¿te retiras a tu cuarto?

—Sí, en el comedor hay demasiado ruido. Si lo deseas, puedes venir conmigo.

—A falta de mejor alternativa, acepto.

Shimrod cogió el brazo de Melancthe y ambos se retiraron a los aposentos que había detrás de la Puerta de los Dos Lagartos Verdes.

Shimrod encendió los candelabros de la mesa. Melancthe, de pie en el centro del cuarto, se colocó la flor en el cabello sin dejar de mirar a Shimrod. Se quitó la túnica y quedó desnuda a la luz de las velas.

—Shimrod, ¿me encuentras hermosa?

—¡Sin duda! Pero deja esa flor, que me distrae.

Melancthe torció el gesto.

—¡Pero me gusta! Shimrod, ven a besarme.

—¡Deja esa flor! ¡La encuentro repelente!

—Como prefieras —Melancthe arrojó la flor a la mesa—. ¿Me besarás ahora?

—Haré más que eso —replicó Shimrod, y así transcurrieron las primeras horas de la noche.

A medianoche, cuando los dos yacían abrazados, Shimrod dijo:

—Tengo la extraña sensación de que ibas a contarme algo más sobre el mago Visbhume.

—Sí, en efecto.

—¿Y por qué no lo hiciste?

—Temía que te exaltaras y realizaras algún acto precipitado e innecesario.

—¿Qué clase de acto?

—Nada puedes hacer ahora. Visbhume ya ha ido a Watershade y se ha marchado a uno de sus escondrijos: un sitio conocido como Tanjecterly.

Shimrod sintió un escalofrío.

—¿Y se llevó a Glyneth?

—Eso dicen. Pero nada puedes hacer para impedirlo. Ya está hecho.

—¿Por qué hizo Visbhume tal cosa?

—Por orden de Casmir. Además, si hemos de creer a Tamurello, Visbhume disfruta llevando a cabo proyectos de ese tipo.

—Pues acaba de acortar su vida —masculló Shimrod.

Melancthe lo abrazó.

—Me gustas más cuando eres así.

Shimrod la apartó.

—Deberías habérmelo contado en seguida, ya que igualmente pensabas hacerlo.

—¡Ah Shimrod! Debes recordar que me despiertas sentimientos contradictorios. Estoy cómoda contigo, e incluso me siento feliz, pero pronto descubro que deseo herirte e infligirte todos los dolores posibles.

—Por suerte para ti, no tengo deseos similares, aunque los provocas.

Shimrod se vistió.

—Es exactamente lo que me temía —dijo Melancthe—. El imprudente Shimrod se dirige enseguida a Tanjecterly para rescatar a la delicada Glyneth.

—¿Dónde está Tanjecterly? ¿Cómo se llega allí?

—La ruta está detallada en un rarísimo libro que Visbhume le robó a Hipólito.

—¿Y el nombre del libro?

—El Almanaque de Twitten, o algo parecido… ¡Shimrod! ¿De verdad te marchas?

La única respuesta fue el ruido de la puerta al cerrarse detrás de Shimrod. Melancthe se encogió de hombros y se durmió.

Por la mañana Melancthe fue con gran ansiedad al puesto de Zuck, el mercader, donde sufrió una nueva decepción.

—He hablado con el falloy —dijo Zuck—. No habrá más flores en esta feria; las plantas dieron ese único capullo. Habrá más en otoño, pues los brotes ya están creciendo, y el falloy dice que debes traer oro, pues la plata no es suficiente para mercancías tan valiosas.

—Zuck —urgió la jadeante Melancthe—, vendré en otoño, y debes reservar esas flores sólo para mí. ¿De acuerdo?

—Siempre que pagues en oro.

—Eso no será un problema.

4

De vuelta en Trilda, Shimrod se dirigió de inmediato al taller. En el índice Pantológico descubrió una referencia a Tanjecterly:

La fuente de información relacionada con Tanjecterly se encuentra en el rarísimo y dudoso Almanaque de Twitten. Tanjecterly se describe como un conjunto o ciclo de diez mundos superpuestos, incluido el nuestro. Las interconexiones son difíciles de encontrar y fugaces por naturaleza.

Según Twitten, Tanjecterly, similar en ciertos aspectos a nuestro mundo, es muy diferente en otros. Se dice que hay diversos habitantes, entre ellos tribus de gentes de apariencia humana, y otras de muy escasa similitud. Se describe el ambiente de Tanjecterly como peligroso, e incluso letal para las personas que viajan hacia allí sin adaptaciones previas. Es posible que Tanjecterly sea sólo una de las ociosas fábulas de Twitten; sus caprichos y travesuras están bien documentados en otras partes. Por lo demás, se dice que el Almanaque es una obra de gran complejidad y coherencia interna, lo cual parece darle credibilidad.

Shimrod tocó la campanilla de plata.

—Shimrod, trabajas hasta tarde —rezongó una voz.

—Melancthe la bruja me citó en El Sol Risueño y La Luna Plañidera, y pensé que tendría ciertas noticias. Las tenía, pero se tomó su tiempo para revelarlas.

»Mencionó a un mago menor llamado Visbhume, ex aprendiz de Hipólito. Visbhume conferenció con Tamurello, quien lo envió al rey Casmir de Lyonesse. Luego, según Melancthe, Visbhume fue a Watershade y, por motivos que no veo del todo claros, secuestró a Glyneth y la llevó a Tanjecterly.

»El índice señala que Tanjecterly puede ser un lugar imaginario, una fábula de Twitten en su Almanaque.

—Bien, ¿qué planes tienes?

—Sólo puedo hacer lo que espera Melancthe, y quizá Tamurello. Iré a Watershade. Allí tal vez descubriré si todo esto es un montaje, o si puedo frustrar los planes de Visbhume. Si esto falla, deberé ir adondequiera Visbhume haya llevado a Glyneth, tal vez a Tanjecterly.

—Parece una intriga complicada —comentó la fría voz—. Hay varios motivos posibles. Como tú, sospecho que Melancthe actuó por órdenes de Tamurello. En una ocasión anterior logró hacerte saltar como un tonto al caos de otros mundos; sin duda ella y Tamurello han pensado que el plan podía funcionar, ya que una vez dio resultado. Sin duda desean que te zambullas imprudentemente en Tanjecterly, de donde nunca regresarás. ¡Un gran logro para ellos! A ti te destruyen y a mí me paralizan. No debes aventurarte en Tanjecterly por nada del mundo. ¡Es una trampa evidente!

»Segundo: si Visbhume trabaja por cuenta de Casmir, la finalidad también podría ser la de confundir, distraer y perjudicar al rey Aillas. Últimamente he presentido, y esto lo confirma, que Tamurello al fin ha incurrido en la insolencia de ignorar mis decretos, y debo castigarlo.

—Muy bien —dijo Shimrod—. Pero ¿qué hay de Glyneth?

—No sé nada acerca de Tanjecterly. Parece que debo hacer averiguaciones. Por la mañana te comunicaré mis hallazgos; luego debes aconsejar al rey Aillas. Pero ni él, ni tú ni el príncipe Dhrun debéis aventuraros en Tanjecterly.

—¿Y cómo rescataremos a Glyneth?

—Enviaremos a nuestro agente. Ahora debo ir a estudiar.

5

Al caer el sol, Aillas y Dhrun, montados en caballos sudados y agotados, cruzaron el foso por el viejo puente levadizo y así llegaron a Watershade.

Shimrod les salió al encuentro. Aillas y Dhrun le estudiaron la cara, esperando descubrir un destello de alegría. Shimrod sacudió la cabeza.

—Tengo algunos datos, y no presagian nada bueno. No tengo la menor idea de qué le está pasando a Glyneth. Venid, entremos y os contaré lo que sé. En este momento, una decisión imprudente no conducirá a nada. Esta noche conversaremos con calma, descansaremos y haremos planes.

—No te veo optimista —dijo Aillas.

—No hay motivos para el optimismo. Ven. Weare ha preparado la cena. Os hablaré de Tanjecterly.

—¿Dónde queda Tanjecterly? —preguntó Dhrun.

—Ya lo sabrás.

Aillas y Dhrun comieron carne fría y pan mientras Shimrod hablaba.

—Comenzaré desde el principio —dijo Shimrod—. Hace cientos de años Twitten, el Mago, compiló u obtuvo a partir de otra fuente un volumen que llegó a ser conocido como el Almanaque de Twitten. Este mismo Twitten, por razones que se desconocen, plantó un poste de hierro en una encrucijada del Bosque de Tantrevalles, a pesar de las leyendas que afirman otra cosa.

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