Read Sakamura, Corrales y los muertos rientes Online

Authors: Pablo Tusset

Tags: #humor

Sakamura, Corrales y los muertos rientes (4 page)

—¿Y cómo han podido hacerse con él?, mira que nosotros lo intentamos y no hubo manera...

—Eso ya no está tan claro, pero me dicen que el contacto lo hicieron en algún lugar de Duwait, o puede que en los Emiratos Árabes... Ha debido de costarles a precio de central nuclear, y en plena crisis... —Bah, menudos son estos catalanes para sacar dinero de debajo de las piedras: seguro que tienen los sótanos de la Sagrada Familia forrados de fondos reservados, por eso no querían que pasara el AVE por debajo. Además, si son listos pueden amortizar el gasto en tres meses, y ya sabes que listos lo son un rato... Oye, y qué: ¿funciona bien?, ¿no hay efectos colaterales?, se decía que podía ser peligroso, por las radiaciones, o algo...

—Ni idea: si lo han probado ya con alguien han conseguido mantenerlo en secreto.

—Seguro, que lo habrán probado... Qué cabrones. (
En castellano en el original
). Oye, tenme al tanto si te enteras de algo más... Cuando el
Lehendakari
colgó, volvió a aparecer su mujer en el quicio de la puerta del baño.

—Y qué, aún no t'has duchau siquiera...

—Qué quieres, si he'stau hablando con Koldo, el de los Valles Verdes.

—Y qué habláis tanto, pues...

—Nada, joder: cosas nuestras, d'Estau...

El apartamento del muerto holandés estaba en primera línea de mar, y el cabo Corrales volvió a guiar al inspector Sakamura cruzando el centro de Calabella. Hubiera sido fácil evitar el penoso tránsito por la calle Mayor, atestada de turistas que husmeaban las paradas de bisutería en la esperanza de encontrar algo en que gastar compulsivamente su dinero, pero a Corrales le gustaba cambiar impresiones con algunas veraneantes escogidas:

—¿Vas a la playa, pichurri? —le espetó a una francesa bastante bien terminada—: si quieres te hago sombra un rato, pa que no te peles...

—Ta gueule. .. —contestó la francesa tras sus gafas de sol, disparando el flash de su cámara hacia su cara. —¿Ha visto?, me ha hecho una foto: a ésta le gustao dijo Corrales volviéndose un momento hacia el inspector—. Si no estuviera de servicio... Espere qu'entro un momento en el estanco a comprar Ducados...

El inspector Sakamura no tenía ni la más remota idea de qué cosa podía ser un «ducados», así que simplemente siguió a Corrales y atravesó tras él las puertas automáticas de vidrio que aislaban el local climatizado de la tórrida atmósfera exterior. Aquello fue toda una experiencia para el Maestro. A sus sesenta y ocho años fue no parecían más de cincuenta y siete—, era la primera vez que entraba en el interior de un estanco. De pronto, le pareció haberse sumergido en un infierno frío e intensamente aromatizado por la madera de las cajas de puros, y los narcóticos efluvios que exhalaban las bolsas de tabaco de pipa. Pero, sobre todo, al inspector Sakamura le fascinó el mosaico multicolor de miles de cajetillas de cigarrillos que cubrían la pared de detrás del mostrador. Observó maravillado cómo las dos dependientas atendían sendas colas de turistas y, con la precisión de un brazo robótico, se volvían hacia la estantería y extraían la marca que se les solicitaba sin necesidad de mirar, confiando únicamente en la inteligencia autónoma de su mano.

Aquello le pareció al Maestro Sakamura de lo más
Zen
.

—Dame un ducaditos pa matar los gérmenes, anda —le pidió Corrales a la dependienta de más edad, la misma que le vendía tabaco desde 1979— Se ve mucho guiri rubiajo esta mañana, ¿no?: éstos no son de Can Fanga...


No me'n parlis, ha arribat aquest matí un vaixell ple d'anglesos 1 no donem fabast
... (No me hables, ha llegado esta mañana un barco lleno de ingleses y no damos abasto...)—contestó la dependienta.

—Pues nada —dijo Corrales—: a venderles droga blanda a los ingleses hasta que s'asfisien...

El inspector Sakamura, que pese al festival de olores mareantes se mantuvo atento al diálogo, esperó a salir de nuevo a la calle para detener un momento a Corrales y, mirándolo fijamente a los ojos desde sus ranuras destellantes, preguntarle:

—Una cosa sola: ¿por qué yo entiendo a ti y no entiendo mujer que habla para tabaco?

—Eso va a ser porque yo hablo castellano y ella habla catalán...

—Aaaah, Kata Lan... —el inspector rió brevemente, ji, ji—, ¿qué cosa es Kata Lan?

Reiniciaron el camino hacia el paseo Marítimo mientras Corrales le daba al Maestro Sakamura unas lecciones básicas de sociolingüística peninsular tal como las recordaba de sus tiempos de escolar: —Pues el catalán viene a ser un dialecto del español que se pronuncia parecido al francés; lo mismo que el gallego, lo que pasa es que el gallego se pronuncia mayormente como el portugués. Y luego también está el vasco que es otro dialecto del castellano, pero éste debe de estar mezclao con griego o algo raro porque cuando lo hablan rápido no se entiende una mierda...

—Aaaah... Mucho idioma diferente español... —Bueno, idioma idioma sólo hay uno, que lo inventamos en Madriz en tiempo de los romanos... Esto se lo digo yo en confianza porque usté es una persona inteligente y entiende las cosas, pero no se lo diga a ningún catalán porque se mosquean cantidá, ¿sabe usté? Buá: una vez se me ocurrió decírselo a mi mujer y me tuvo a pan y agua dos semanas. —Hizo un gesto deslizando el índice y el anular a lo largo de la nariz. —Aaaah —dijo el inspector—, ¿tú esposa catalana?

—De Olot, mayormente, que es el primer destino que tuve. Con la tontería la invité un día al cine y se quedó preñada: si no de qué iba yo a casarme, con lo que me gustan las mujeres... Al chico lo tengo ahora en la Academia Militar del Aire: ha salido un machote, como su padre...

—Una cosa sola: ¿también habla catalán en Carabanchel?

Corrales chasqueó la lengua y se quedó mirando al inspector de arriba abajo, como siempre que le tocaban su orgullo castizo:

—No me joda, Maestro... Nosotros en Carabanchel tenemos dialecto propio: científicamente se llama «carabanchelí», «cheli» para abreviar, pero mayormente hablamos en cristiano, como los señores.

—Aaaah... —dijo el inspector, tratando de asimilar tanta información confidencial como le estaba proporcionando su cicerone—. ¿Catalán no cristiano, idioma moro del Islam?

—No hombre, no... Lo del catalán es porque la provincia de Gerona es la que está más lejos de Madriz, y antes las carreteras no eran como ahora... Pero en Can Fanga, que está mejor comunicada, ya se habla más español normal.

—Una cosa sola: ¿qué cosa es «Kan Fan Ga»? —Pues Can Fanga viene a ser lo que es mayormente Barcelona pero dicho en catalán antiguo. —Aaaah... Yo poco rato en Can Fanga, aeropuerto del Prat dijo el Maestro—. ¿Muy bonita de arquitectos modernitos?

—Psé, se ve que quisieron hacer una cosa como Madriz pero les salió más pequeña y sin tanto señorío... Tienen playa, vale, pero todas las calles son iguales, y para disimular la chapuza le llamaron a eso el Enchample de Sardá, que era el abuelo de aquel presentador de la tele que salía con la Veneno, no sé si también lo echaban en el Japón... Luego tienen la Sagrada Familia, que está sin terminar porque al arquitecto lo atropelló un tranvía y ahora no encuentran los planos; y después también tenían un gorila blanco en el zoológico, pero se empeñaron en preñar a mogollón de monas para ver si les salían hijos blancos y al pobre lo acabaron matando a pajas. Con perdón...

—Ah, también Olimpiadas de Can Fanga.
Amigos para siempre naino naino, naino na
—canturreó el inspector—. Yo sí visto en Kyoto televisivo...

—Buá: eso de las Olimpiadas fue un tocomocho, hombre... No ve que el capitoste de los juegos era un catalán forrao de pasta y barrió pa casa... Seguro que si en aquel entonces el mandamás olímpico hubiera sido Jesús Gil las Olimpiadas las hubieran hecho en Marbella, no te jode...

Habían llegado ya al paseo Marítimo y caminaban sobre el tramo central de tierra batida, bastante más cómodos que por las callejas del casco viejo. El inspector Sakamura parecía estar barrinando algo:

—Una cosa sola: ¿tú entiende mucho catalán?

—Claro: yo entiendo de todo, no ve que a la aduana llegan guiris de todas partes... Un día hasta me entró un carguero australiano; pero no australiano de Austria: éste era australiano de Australia, que aún está más lejos...

»Uf: atento al escaparate, Maestro, que ésta viene pidiendo guerra...

»¿Te ayudo a llevar peso, bonita?, te veo muy cargada...

La interpelada no se dignó a abrir la boca.

—La mitad de todo eso es silicona, se lo digo yo que tengo buen ojo pa la frutería...

Pero el inspector Sakamura estaba pensando en otro asunto:

—Una cosa sola: ¿tú enseña a mí poca palabra catalán?

—No me joda, Maestro, si eso no hace falta enseñarlo: se aprende solo, como el cheli.

Dos

El Presidente del Gobierno terminaba de enganchar su bolita pegajosa bajo el asiento de la butaca de despacho de la Moncloa cuando alguien llamó con los nudillos a la puerta.

—Adelante —dijo.

El picaporte giró y asomó la cabeza el Ministro del Interior.

—Hombre, Berto —dijo el Presidente—, qué me cuentas de los catalanes...

El Ministro compuso una mueca de extrañeza, pero no habló hasta haberse sentado en la butaca frente al Presidente:

—Chico: me he pasado el día leyendo extractos de periódicos y hablando con los contactos que tenemos por allí, y nada. Están todos con el fichaje del Ricardinho de los cojones, que se ve que ya le han hecho la revisión médica y dará una rueda de prensa el lunes... Aparte de eso, está todo el mundo pensando en la crisis y en las vacaciones, más o menos igual que aquí.

—Pues algo huele a podrido en Cataluña... —dijo el Presidente—. Iba a tomarme un güisquito, ¿te sirvo uno? —Se levantó de su butaca para acercarse a una mesita rococó que soportaba varias botellas y adminículos de bar.

—Dos dedos, sin hielo... ¿Lo dices sólo por la llamada del Andreu...? Vete a saber qué demonios tenía en la cabeza: con estos polacos nunca se sabe...

El Presidente le tendió al Ministro la bebida y volvió a sentarse en su butaca probando un sorbo corto de su propio vaso:

—Ya no es sólo por eso. Esta tarde también me ha llamado Satrústegui...

—¿El gordo? ... Joder con la autodeterminación: ZP se quejaba de Ibarretxe, pero éste nos ha salido peor aún...

—No ... Precisamente tampoco éste ha pronunciado sus palabritas mágicas: ni «autodeterminación» ni «referéndum». Se ha pasado cinco minutos hablando de comida, de no sé qué restaurante nuevo que ha abierto un amigo suyo en Hondarribia, y de convidarme al hamaiketako el día que suba por allí... Luego, como de pasada, me ha preguntado qué tal iba todo con los gallegos, los catalanes y los canarios, y se ha despedido muy campechanamente reiterando la invitación a chacolí y montaditos.

—¿Te ha preguntado por los canarios? —Gallegos, catalanes y canarios, en este orden... —Pues yo le he oído decir más de una vez que las Canarias ni siquiera deberían considerarse europeas, ¿te acuerdas cómo se puso cuando reclamaban el AVE en Tenerife?

—Me acuerdo... ¿Y qué podríamos deducir entonces de su repentino interés por los pobres guanches sometidos al imperialismo hispánico...? —Bueno... Puestos a ser suspicaz, yo diría que lo que le interesaba saber estaba relacionado o con los catalanes o con los gallegos, pero los ha mencionado entre otros para no delatarse...

El Presidente asintió:

—Lo cual, unido a la conversación que he tenido con Andreu esta mañana, nos permite suponer que, primero, los catalanes están tramando algo; segundo, que los vascos se han enterado antes que nosotros; y tercero, que el sistema de información que maneja nuestro Ministerio del Interior es una mierda pinchada en un palo.

—No me jodas, Paquito, que tampoco es eso... Si los vascos ya supieran de qué va el asunto de los catalanes no te habría llamado Satrústegui para preguntarte por ellos...

—Puede que no sepan de qué va exactamente pero saben que algo pasa. O puede que lo sepan exactamente pero les falta saber si nosotros lo sabemos; de hecho el tono de Satrústegui era de bastante cachondeíto, como si estuviera disfrutando. En cualquier caso nos llevan al menos un paso de ventaja.

—Bueno, ya sabes que los Innombrables le chafardean al
Lehendakari
todo lo que averiguan por ahí, sobre todo desde que tiene a los de los Valles Verdes en el heptapartito...

—O sea, que me quieres decir que sale más a cuenta hacer buenas migas con un grupo de delincuentes que tener un Servicio de Inteligencia como el nuestro, que nos cuesta una fortuna en fondos reservados y al parecer sólo sirve para informarnos de que el Can Fanga ha fichado a Ricardinho justo el mismo día que lo publica el Marca...

—Joder, Paquito, tampoco es para ponerse así... Se hace lo que se puede.

—Pues hay que esforzarse más, Berto, cojones: hay que esforzarse más...

El feng shui del apartamento de los holandeses le gustó bastante al inspector Sakamura. Para empezar, el recibidor era amplio y exento de impedimentos que bloquearan la entrada del chi, aunque en contrapartida se hallaba ligeramente elevado sobre un escalón, lo que, llegado el caso, podría dificultar la emancipación de los hijos mayores. Sin embargo, dado que según los informes de los
Mossos
el apartamento pertenecía a una pareja sin descendencia, el grave error de diseño perdía gran parte de su importancia.

—Cabo Corrales, de la Guardia Civil —le dijo Corrales a la mujer de cabello corto y muy rubio que les abrió la puerta—; acompaño en su investigación al inspector Sakamura, enviado especial de la Interpol. El inspector volvió a sacar su placa dorada como por arte de prestidigitación y después saludó en gasso.

—¿Es por Johann? —dijo la viuda, que aparentaba unos cuarenta y tantos años—. Yo ya he parlat molt con los
Mossos
... —añadió, en una mezcla de castellano y catalán pronunciados con fortísimo acento holandés.

—Estamos informados —explicó Corrales en su retomado papel de agente del FBI—. Se trata de una línea de investigación independiente; ¿sería tan amable de atendernos unos minutos?

La holandesa, cuya cara demacrada y lánguidos ademanes podían seguramente atribuirse a la penosa experiencia vivida en los últimos días, hizo pasar a los dos hombres y cerró la puerta tras ellos. Luego los invitó a atravesar una puerta doble que conducía a un gran salón pintado en colores claros y neutros.

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