Read Sakamura, Corrales y los muertos rientes Online

Authors: Pablo Tusset

Tags: #humor

Sakamura, Corrales y los muertos rientes (6 page)

—Espera, que debe ser que en el Japón se comen la fruta de aperitivointervino Corrales, que como había oído decir que los japoneses trabajaban más cuando estaban en huelga y acababa de enterarse también de que los samuráis componían ramos de flores, empezó a sospechar que en el lejano país del sol naciente se hacía todo al revés—. La fruta es pa luego, Maestro —le explicó a su compañero de mesa, alzando el volumen de la voz a fin de aclarar cualquier duda sobre. el significado de las palabras—, aquí en España primero van los entrantes, pa picar un poco, luego el plato fuerte de carne o de pescao, y después si eso, pues ya, pedimos los postres...

—Aaaah, sí... dijo el inspector, como si se hubiera enterado de algo, e inmediatamente se quedó sonriéndole al zangolotino, que seguía esperando lápiz en ristre.

—Que tiene que decirle usté lo que quiere pa primero... —insistió Corrales, alzando aún más la voz y haciendo gesto de comerse los dedos.

—Ah, sí: fruta española. Una bola no tan roja. Gracias.

Corrales decidió no perder más tiempo con aquello y le habló al camarero, ya en un volumen de voz normal:

—Nada: tú tráete el arroz pero que sea en una paellita para dos, y si acaso ábrele también al Maestro cuatro ostrones pa'hacer tiempo, que a los japos les va lo crudo.

Cuando el zangolotino se retiró, el inspector Sakamura se levantó un momento para saludar en gasso a una pareja de turistas británicos que, alar mados por las voces de Corrales, no les quitaban ojo a sus recién llegados vecinos en la esperanza de descubrir que, después de todo, no eran peligrosos. Pero, ya puesto en pie, el inspector aprovechó para volverse hacia otra pareja de jubilados —noruegos pero igualmente inquietos— y también los saludó muy respetuosamente antes de volver a sentarse.

—Y qué —preguntó Corrales, con un punto de sorna—: ¿ha sacado usté muchas conclusiones de la inspección en casa de la inglesa y del holandés?

—Ah, sí: mucha conclusiones. Caso avanza rápido.

—Joder: cojonudo... Con la Interpol da gusto trabajar... Y qué sabemos que no se pueda leer en el informe de los
Mossos
...?, más que nada pa que yo m'entere un poco...

—Ah: mucha cosa común de tres cadáveres, sí. —¿Mucha cosa común?, si se parecían el uno al otro como un huevo a una castaña...

—Ah, no castaña: mucho parecido. Un parecido primero: tres muerto, tres extranjero.

—Vale, hasta ahí también m'he coscao yo. Pero eso ya sale en los informes de los
Mossos
... Qué más...

—Un parecido segundo: tres muerto, tres sonrisa en cara de felicidad.

—Vale, eso ya es más raro pero también sale en los informes. Qué más...

—Un parecido tercero: tres muerto, tres lee mismo periódico.

—¿Cuál periódico? —volvió a preguntar Corrales, pero esta vez con el punto de acritud del que, por un momento, se comprende menos perspicaz de lo que él mismo presumía.

—Ah: yo no mucha letra española —dijo el inspector Sakamura, y en un gesto rápido sacó un lápiz diminuto y una pequeña libreta, quizá del mismo bolsillo misterioso de donde también sacaba su placa dorada de la Interpol—. Tú ayuda mí ahora.

En ese momento, el Maestro cerró sus ojos invisibles y los dirigió interiormente a una de sus imágenes memorizadas. En ella se veía a un tipo con pinta de cetáceo rosado estirado en una tumbona. A su lado, una mesita auxiliar soportaba un vaso de líquido rojo con una rama de apio asomando. Y junto a él, se distinguía un periódico doblado.

El inspector hizo zoom mental sobre la mesita auxiliar; después giró la imagen 1 17 grados para poner el periódico a derechas; volvió a hacer zoom para acercarse al encabezado y, todavía con los ojos cerrados, escribió en la libreta:

EL PUM DIARI

Diart independent, catalá, comarcal 1 democrátic.

Luego abrió los ojos y le tendió a Corrales lo escrito.

—Eso va a ser El Pum... —dijo Corrales, usando el apócope popular del nombre del periódico—. Pues no m'había fijao yo, ya ve usté...

—¿Periódico español de mucha venta?

—Naaa, éste es nacionalista perdido, lo compran namás los que lo quieren todo en catalán... —Aaaah... —dijo el inspector—: esta razón yo no entiende letra catalana de periódico...

—Oiga, Maestro: y cómo sabe que la inglesa y el holandés también leían El Pum —preguntó Corrales, caviloso y ya sin ninguna sorna...

—Ah: yo visto dos casa extranjero. Casa primera inglesa, periódico en Lado Tigre. Mucho desastre. Casa segunda holandesa, periódico en Lado Dragón. Mucho feng shui.

Por primera vez fue Corrales el que no entendió lo que le explicaba el inspector Sakamura, pero como estaba bastante impresionado por el alarde nemotécnico del Maestro, no le pareció oportuno poner en duda la veracidad de la información básica:

—Pues sí que es un poco raro que tres extranjeros lean precisamente El Pum... ¿Qué cree usted que puede significar eso?

—Aaaah... Gran koan. Para resolver tú ayuda ahora. Yo sabe un parecido cuatro de tres muerto... Pero no dice en informe de
Mossos
... Raro. Tú escucha mucho ahora —bajó un poco el tono—: tres muerto leen periódico igual, tres muerto hacen raya de bolígrafo consciente de que su explicación era difícil de seguir, el inspector Sakamura la ilustró subrayando con su lápiz liliputiense una de las palabras que había escrito en la libreta.

—Joder, ¿en serio?: los tres muertos habían señalado la misma cosa en sus periódicos... —preguntó Corrales.

—No misma cosa, no —contestó el inspector—, tampoco mismo periódico de día miércoles jueves domingo... Tu ayuda mi ahora —insistió en proponerle a Corrales, y de nuevo cerró los ojos en busca de fotografías mentales. En una de ellas, correspondiente al desordenado salón del inglés, aparecía el siguiente subtitular en un periódico de la mesa de centro, con una palabra subrayada:

Segons informes dels
Mossos
, no es pot descartar que es tracti d'un cas
d'emmetzinament
(
Envenenamiento
) per part d'alguna persona del seu entorn.

El inspector escribió en la libreta la palabra emmetzinament y la giró hacia Corrales:

—¿Qué cosa es palabra catalana? —Emecinamén —pronunció dificultosamente Corrales, aunque enseguida dio razón con su seguridad habitual—. Ésta es una palabra rara del catalán antiguo, y significa mayormente cuando te dan medicina pa curarte de algo. O sea, lo que en Madriz llamamos «medicación».

—Aaaah... —dijo el inspector, un momento antes de volver a cerrar los ojos en busca de otras palabras subrayadas en alguna de las páginas de periódico que habían quedado registradas al azar en sus fotografías mentales.

Es preveu que les vendes de vivendes de nova construcció baixin enguany (
Hogaño, este año
) fans un gs per cent.

—Enguán —pronunció Corrales—, esto también es del catalán antiguo, y es cuando inviertes un dinero por ejemplo en la Bolsa y tienes un beneficio. Lo que en español se llama mayormente «ganancia». La siguiente palabra que el inspector buscó en su memoria y anotó en la libreta fue desencís (
Desencanto
)

—Desensís —dijo Corrales—, esto es un número bastante grande pero no me acuerdo cuál... El doscientos seis, o por'ay...

La siguiente palabra fue andromina(
Trasto
).

—Andromina dijo Corrales—. Esto va a ser alguna droga de diseño... Pero fíjese usté, Maestro, ahora que me doy cuenta: «ganancia», «andromina» y «doscientos y pico», que podrían ser millones de euros... Oiga, a ver si esto va a ser de algún tráfico internacional de droga...

—Aaaah, sí.... Una cosa sola: ¿qué cosa es Dro Ga?

El
President
de la Generalitat jugueteaba con la caja de Aeroret mientras hablaba por teléfono en su despacho. Su interlocutor era el responsable de la policía autonómica.

—¿Rastros de radiación en el cadáver? —preguntó el
President
, alarmado.

—Sí, del orden de un veinte por ciento por encima de lo normal, pero dice el forense que tampoco es tanto. De persistir una sobreexposición semejante durante mucho tiempo parece que podría desarrollarse alguna enfermedad a largo plazo, pero nadie se muere de repente por eso...

—Es igual, de radiaciones mejor que no trascienda nada, ¿estamos?: basta que aparezca la palabrita en un titular para que todo el mundo se vuelva paranoico... Y lo otro que has dicho qué cony era... —Endorfinas... Son sustancias que fabrica el propio cuerpo y que producen sensación de bienestar. Se liberan en determinadas circunstancias, cuando se comen algunos alimentos o se practican ciertas actividades, por ejemplo las sexuales... Por lo visto, el nivel de presencia de estas sustancias en la sangre de la inglesa era altísimo. El forense habla de «intoxicación por endorfinas», así que es muy posible que el paro cardiorrespiratorio se deba a eso. Es como si se hubiera fumado cincuenta gramos de marihuana en un solo porro; de hecho dicen en el laboratorio que algunas endorfinas son químicamente parecidas a los derivados del cannabis...

—Pero esta inglesa no había tomado ninguna droga, ¿no?...

—No: sólo han encontrado un poco de vino en el estómago, mezclado con pasta de espagueti y salsa carbonara... Las endorfinas las generó su propio organismo, y se ve que debió de llegar al séptimo cielo antes de morirse.

Collons... Y a qué puede deberse tanta producción de esas... endorfinas...

—Nadie tiene ni idea. Me dicen que es posible que el simple hecho de tumbarse a tomar el sol las libere, seguramente por eso hay tanta gente que se pasa horas tostándose en la playa, pero nunca en tanta cantidad. —¿Sabes qué?, me gusta eso que has dicho de «paro cardiorrespiratorio»... Suena a manera normal de morirse, ¿no te parece?, cualquiera puede sufrir un paro cardiorrespiratorio... ¿No es eso lo que les pasa a los futbolistas que se caen muertos en medio del campo?

—Pues..., no sé, pero «Muerte súbita por causa desconocida» tampoco es que suene muy bien en un titular de prensa. Y menos si aparece tres veces en pocos días.

—En cualquier caso es mucho mejor que «niveles de radiación anormalmente altos», así que eso es lo que vamos a decirle a la prensa: «paro cardiorrespiratorio». Pero sólo si preguntan, eh, tampoco hace falta comunicarles nada que no hayan solicitado saber, ¿estamos?

—Haré lo que pueda, pero ya sabes cómo son los periodistas...

—Oye: y llámame inmediatamente en cuanto sepáis algo de las autopsias del holandés y el alemán. Cuando el
President
colgó, se reclinó un poco en la butaca para poner sus ideas en orden, pero casi inmediatamente lo sobresaltó el sonido del intercomunicador de su mesa.

—Está aquí la Agente 69dijo la voz desabrida de su secretaria—; ¿la hago pasar ya o dejo que al becario y a los de seguridad se les termine de caer la baba en la moqueta?

—Un momento, ya salgo —dijo el
President
, antes de levantarse y apresurarse a sacudir con un ejemplar del Avui el airecillo caliente que flotaba alrededor de su butaca. Después arrojó la caja de Aeroret en un cajón de su mesa, sacó un botellín de Donna Karan para pulverizar aquí y allá, y por último husmeó un poco antes de encaminarse a la puerta para recibir a su visita.

»Queridísima amiga... —dijo al salir y encontrarse en el centro de la antesala con la estampa poco común de la Agente 69, que ya le tendía la mano a fin de que le fuera besada.

Todo ello ocurría ante la atenta mirada del becario y los dos fornidos guardaespaldas, que no sabían qué parte de aquel juego de volúmenes envueltos para regalo en un ajustado Galiano carmesí reclamaba mayor atención. El guardaespaldas de la derecha parecía decantarse por la observación trasera, su compañero estaba más interesado en la doble victoria sobre la ley de la gravedad que se fraguaba por delante, y el becario alternaba varios píanos cortos, en tal estado de estupor, que olvidó cerrar la boca durante un buen rato.

—Mmmm, hace tanto tanto calor —dijo la Agente 69, apartándose la melena con la mano que le quedaba libre—, des que ya no tenéis aire acondicionado en el Palau de la Generalitat?

—Sí, a 26 grados...; ya sabes: los de Medi Ambient, que dicen que contamina... —Se dirigió brevemente a su secretaria sin mirarla—. Margarida, sube un poco el aire, haz el favor.

—No va a servir de nada dijo la interpelada señalando con el pulgar al becario—; a éstos vamos a tener que remojarlos para que vuelvan en sí.

Pero el
President
estaba ya haciendo un amplio gesto con la mano para invitar a su visita a entrar en el despacho.

—Hacía tanto tanto tiempo que no venía por aquí. Y está todo tan tan igual... Deberías al menos cambiar las cortinas, o la bandera..., ¿me equivoco, o es la misma que ya tenía Montilla?

—Me alegra comprobar que no pierdes el sentido del humor... Estudiaré un cambio de decoración para tu próxima visita, te lo prometo, pero ahora estoy preocupado por algo más urgente.

—Si puedo ayudarte en algo —dijo la Agente 69 sentándose en la butaca frente a la mesa del
President
sin olvidar cruzar las piernas al estilo Sharon Stone.

—Pues ahora que lo dices, a lo mejor sí que puedes... Verás... ¿Te acuerdas cuando te enviamos a entretener a aquel señor alemán?

—Mmmm, para ser funcionario era tan tan simpático... ¿Recibisteis bien las fotos de los documentos?

—Perfectamente, como siempre... El caso es que ahora nos convendría entretener a otro señor muy simpático, pero éste es japonés.

—Oh: adoro a los japoneses, son tan tan educados... Pero ¿qué me dices de mi regalito?, ya sabes cómo me gusta comprar alguna chuchería...

—¿Podrás comprar bastantes chucherías, digamos, con 50.000 euros?

La Agente 69 frunció un poco sus carnosos labios brillantes de carmín:

—Oh, Andreu, cariño, veo que no sabes lo que puede valer un bolso bonito.

—¿75.000?

—Mmmm, qué número tan tan poco redondo... —¿100.000?

—Bueno, eso cubriría unos tres días... —¿Sólo tres días por 100.000?

—Oh, cariño, es la tarifa mínima, se trata de un trabajo tan tan especializado... —la Agente 69 dijo esto abriendo su Hermés de cocodrilo teñido de rojo brillante y sacó un larguísimo cigarrillo de la pitillera Bulgari. Naturalmente estaba prohibido fumar en cualquier lugar del edificio, pero el
President
se apresuró a buscar fuego en sus cajones para ofrecerle lumbre a su visita.

Other books

The Society of S by Hubbard, Susan
Real As It Gets by ReShonda Tate Billingsley
Exposing Kitty Langley by Kinney, DeAnna
No Orchids for Miss Blandish by James Hadley Chase
The Extinction Event by David Black
The Adultress by Philippa Carr
Ghost Talkers by Mary Robinette Kowal
Extreme Measures by Michael Palmer