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Authors: Guy Gavriel Kay

Tags: #Aventuras, Fantasía

Sendero de Tinieblas

 

Sendero de Tinieblas es el tercer libro de la saga fantástica:
El tapiz de Fionavar
.

Los jóvenes héroes de nuestro mundo han ido adquiriendo poder y madurez a través de los sufrimientos y aventuras que han vivido en Fionavar, el «primero» y el más perfecto de todos los mundos.

Ahora, deben aplicar la fuerza y la sabiduría asimiladas para ayudar a los ejércitos de la Luz en la definitiva batalla contra la maldad de Rakoth Maugrim y las hordas de las Tinieblas. En un fantasmal barco, conducido por el legendario Guerrero, Arturo Pendragon…

Guy Gavriel Kay

Sendero de Tinieblas

El Tapiz de Fionavar 3

ePUB v1.0

JosuneBiz
01.01.12

Título original:
The darkest road

Guy Gavriel Kay, 1986.

Traducción: Téofilo de Lozoya

Diseño/retoque portada: Cko

Editor original: JosuneBiz (v1.0)

ePub base v2.0

PERSONAJES

Los cinco:

KIMBERLY FORD

KEVIN LAINE

JENNIFER LOWELL

DAVE MARTYNIUK

PAUL SCHAFER

En Brennin:

AILELL, soberano rey de Brennin.

EL PRÍNCIPE EXILIADO, su hijo mayor.

DIARMUID, hijo menor y heredero de Ailell; también guardián de la Frontera del Sur.

GORLAES, el canciller.

METRAN, primer mago de Brennin.

DENBARRA, su fuente.

LOREN MANTO DE PLATA, mago.

MATT SÖREN, su fuente, en otro tiempo rey de los enanos.

TEYRNON, mago.

BARAK, su fuente.

JAELLE, suma sacerdotisa de la Diosa.

YSANNE, vidente de Brennin («La Soñadora»).

TYRTH, su criado.

KELL, lugarteniente de Diarmuid

CARDE

ERRON

TEGID

Hombres de la Fortaleza del Sur, miembros de la pandilla de Diarmuid

DRANCE

ROTHE

AVERREN

MABON, duque de Rhoden.

NIAVIN, duque de Seresh.

CEREDUR, guardián de la Frontera del Norte.

RHEVA

LAESHA, damas de la corte de Ailell.

LEILA

FINN, niños de Paras Derval.

NA-BRENDEL, señor de los lios alfar, de Daniloth.

En Cathal:

SHALHASSAN, supremo señor de Cathal.

SHARRA, su hija y heredera («La Rosa Oscura»).

DEVORSH

BASHRAI, capitanes de la guardia.

En la Llanura:

IVOR, jefe de la tercera tribu de los dalreis.

LEITH, su esposa.

LEVON

CORDELIANE («LIANE»)

TABOR, sus hijos.

GEREINT, chamán de la tercera tribu.

TORC, jinete de la tercera tribu («El Proscrito»).

Los Poderes:

El TEJEDOR en el Telar.

MÖRNIR, el del Trueno.

DANA, la Madre.

CERNAN, el de las Fieras.

CEINWEN, la del Arco, la CAZADORA.

MACHA, diosas de la guerra

NEMAIN

RAKOTH MAUGRIM, el DESENMARAÑADOR, también llamado SATHAIN, el ENCAPUCHADO.

GALADAN, señor de los Lobos de los andains, su lugarteniente.

EILATHEN, espíritu de las aguas.

FLIDAIS, espíritu del bosque.

Del Pasado:

IORWETH el FUNDADOR, primer soberano rey de Brennin.

CONARY, soberano rey durante el Bael Rangat.

COLAN, su hijo, soberano rey a su muerte («El Deseado»).

AMAIRGEN RAMA BLANCA, el primero de los magos.

LISEN del Bosque, una deiena, fuente y esposa de Amairgen.

REVOR, antepasado heroico de los dalreis, primer señor de la Llanura.

VAILERTH, soberano rey de Brennin en tiempos de la guerra civil.

NILSOM, primer mago de Vailerth. AIDEEN, fuente de Nilsom.

GARMISCH, soberano rey antecesor de Ailell.

RAEDERTH, primer mago de Garmisch, amado de Ysanne la Vidente.

PRIMERA PARTE - El Guerrero
Capítulo 1

-¿Conoces lo que desea tu corazón?

Hacía tiempo, cuando Kim Ford era estudiante, demasiado joven para estar en la Universidad, alguien le había planteado esa pregunta durante una primera cita. Se había sentido muy impresionada. Más tarde, cuando ya era menos joven, a menudo había sonreído al recordar cuán cerca había estado esa persona de llevársela a la cama aprovechándose del poder de convicción de una frase afortunada y del ambiente refinado de un restaurante elegante. Sin embargo, ella se había encontrado sin respuesta.

Y ahora, no mucho mayor de lo que entonces era pero con los cabellos blancos y tan lejos del hogar como jamás hubiera podido imaginar, Kim había hallado la respuesta a tal pregunta.

Su corazón deseaba ardientemente que aquel hombre barbudo que se erguía ante ella, con la frente y las mejillas tatuadas de verde, sucumbiera de muerte súbita y dolorosa.

Le dolía el costado donde él la había golpeado, y la más breve inspiración le causaba un dolor lacerante. Desplomado junto a ella, con la sangre brotándole sin cesar de una sien, yacía Brock de Banir Tal. Dada su postura, Kim no podía asegurar si el enano estaba muerto o vivo, y si hubiera tenido en aquellos momentos la oportunidad de matar, sin duda el hombre tatuado habría caído muerto. Casi cegada por el dolor, miró en derredor. En la meseta los rodeaban aproximadamente unos cincuenta hombres, casi todos cubiertos con los verdes tatuajes de Eridu. Bajó la vista y vio que el Baelrath estaba apagado: sólo era una piedra roja en un anillo. No podía extraer de él ningún poder que sirviera a sus deseos.

No se sintió sorprendida. Desde el primer momento la Piedra de la Guerra no le había proporcionado otra cosa más que dolor. ¿Cómo hubiera podido ser de otro modo?

-¿Sabes qué han hecho los dalreis allá abajo? -oyó que decía el barbudo de Eridu con cruel ironía.

-¿Qué? -preguntó otro hombre acercándose al corro-. ¿Qué han hecho, Ceriog?

Kim vio que era mayor que casi todos los demás hombres. Había canas entre sus cabellos oscuros y no llevaba tatuajes verdes.

-Ya sabia yo que te interesaría -dijo el tal Ceriog echándose a reír.

Había algo salvaje en aquella risa, que casi producía dolor. Kim trató de no percibirlo, pero por encima de todo era una vidente, y aquella risa sonaba preñada de premoniciones. Miró de nuevo a Brock. No había hecho el menor movimiento, y la sangre seguía manándole de la herida de la sien.

-Desde luego que me interesa -contestó el otro.

La risa de Ceriog cesó.

-La pasada noche cabalgaron hacia el norte -le dijo-. Se fueron todos los hombres excepto los chamanes ciegos. Han dejado a las mujeres y a los niños en un campamento al este del río Latham, casi sin defensa, justo debajo de nuestra posición.

La noticia levantó un murmullo. Kim cerró los ojos. ¿Qué había sucedido? ¿Qué podía haber empujado a Ivor a tomar tal determinación?

-¿Y qué tiene que ver todo eso con nosotros? -preguntó el otro hombre con aire todavía tranquilo.

Ceriog dio un paso hacia él y le dijo con expresión de desdén:

-Eres más que un loco. Eres un proscrito incluso entre los proscritos. ¿Cómo pretendes que nosotros respondamos a tus preguntas cuando ni siquiera has querido decirnos tu nombre?

El otro hombre levantó ligeramente la voz, que resonó en la apacible meseta.

-Llevo viviendo en las montañas y sus estribaciones -dijo- más años de los que yo mismo me atrevo a recordar. Durante todos esos años, Dalreidan ha sido mi nombre.

Elegí llamarme el Hijo del Jinete, y hasta hoy ningún hombre había creído necesario preguntarme el auténtico. ¿Qué te importa a ti, Ceriog, si yo decidí no profanar la tumba de mi padre conservando su nombre como parte del mío?

Ceriog gruñó burlonamente.

-Entre nosotros no hay ninguno que no haya cometido un crimen, anciano. ¿Por qué ibas tú a ser una excepción?

-Porque -dijo Dalreidan- yo maté a una madre y a su hijo.

Kim abrió los ojos y lo miró a la luz del crepúsculo. En la meseta reinaba una tranquilidad sólo rota por la risa de Ceriog. Y de nuevo Kim oyó en esa risa una nota inquietante, entre el dolor y la locura.

-¡Sin duda eso debe de haberte servido para cogerle gusto a la muerte! -se burló Ceriog.

Y luego añadió haciendo un gesto amplio con los brazos:

-¡Sin duda a estas alturas todos nosotros debemos haberle cogido gusto a la muerte!

Había venido a hablarte de esas mujeres y niños abandonados ahí abajo. Ni se me había ocurrido pensar que un enano pudiera caer en mis manos tan pronto.

Ya no reía. Se dio la vuelta y se inclinó para observar la figura de Brock que yacía inconsciente sobre la dura piedra.

Un oscuro presagio se abatió sobre Kimberly. Un recuerdo, no de ella sino de Ysanne, cuya alma formaba ahora parte de la suya. El recuerdo de una leyenda, un cuento de miedo de su infancia, acerca de un grave delito cometido hacía mucho tiempo.

-¿Qué sucedió? -gritó estremeciéndose por el dolor y por el desesperado deseo de enterarse-. ¿Qué han hecho?

Ceriog la miró. Todos lo hicieron. Por primera vez ella se encontró con sus ojos y retrocedió asustada por el crudo dolor que leyó en ellos. El movía la cabeza de arriba abajo convulsivamente.

-¡Faebur! -gritó de pronto.

Un joven de Eridu, de barba clara, avanzó unos pasos.

-Haz de mensajero otra vez, Faebur. Cuenta la historia una vez más. Procura que mejore con el tiempo transcurrido. Ella quiere saber lo que han hecho los enanos.

¡Cuéntaselo!

Era una vidente. Los hilos del Telar del Tiempo se entretejían para ella. Al tiempo que Faebur empezaba la historia con monótona voz, Kim se internó más allá de las palabras hasta las imágenes que se escondían tras ellas y se encontró cara a cara con el horror.

Conocía los antecedentes de la historia, aunque no por eso eran menos amargos: la historia de Kaen y Blód, los hermanos que habían inducido a los enanos, hacía cuarenta años, a buscar la Caldera de Kharh Meigol. Cuando la asamblea de enanos votó en favor de prestarles ayuda, Matt Soren, el joven rey, había tirado el cetro, se había despojado de la Corona de Diamantes y había abandonado las montañas gemelas para acogerse a un destino muy distinto, como fuente de Loren Manto de Plata.

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