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Authors: James Luceno

Tags: #Aventuras, #Ciencia ficción

Agentes del caos I: La prueba del héroe (12 page)

Han asintió.

—Tienen vivo el recuerdo de lo que les hizo el Imperio.

—Y quién no.

Han se quedó callado un momento.

—¿Y qué te trae a Coruscant? Pensé que te gustaban más los espacios abiertos.

Roa le miró fijamente.

—Si te digo la verdad, Han… tú. Tú eres la razón por la que estoy aquí.

Han sintió un escalofrío. Dada la serie de encuentros inesperados que había tenido con Roa al cabo de los años, en sitios lejanos como Nar Shaddaa y Roonadan, el viejo se había convertido en una de esas personas que hacían sospechar a Han que la galaxia era mucho más pequeña de lo que les habían hecho creer, por muy lejos que fuera en sus viajes.

—No sé cómo, pero esperaba oírte decir eso —dijo al fin.

Roa puso las manos en los hombros de Han.

—¿Qué te parece si vamos a un sitio en el que podamos hablar? Han asintió.

—Hay un restaurante en el centro de transporte.

Recorrieron el interior del recinto, hablando de viejos amigos como Vonzel, Tregga, Sonniod o los gemelos Briil, y de sitios que ambos conocían, pero Han estaba visiblemente preocupado. Pese a los años transcurridos, no había olvidado las Reglas de Roa: jamás ignores una llamada de auxilio, toma sólo de aquellos que tengan más que tú, no juegues al sabacc si no estás preparado para perder, no pilotes una nave estando ebrio y mantente siempre preparado para huir de repente, lo cual no implicaba que confiara en Roa de forma incondicional.

En el Café Espacial, un androide de cortesía les llevó a una mesa en la terraza, donde un grupo de duros y de gotal veían un partido de bolachoque en la Holored. Versiones edulcoradas de clasicos de jizz de veinte años antes emanaban de altavoces ocultos. Han y Roa pidieron jarras de cerveza ebla, una exportación de Bonadan, por los viejos tiempos. Cuando llevaban la primera a medias, Han quiso saber por qué le andaba buscando.

—Me parece justo —dijo Roa, dejando la jarra en la mesa y secándose los labios—. ¿Recuerdas a un contrabandista de los viejos tiempos que se llamaba Reck Desh?

Han pensó un momento y sonrió.

—Un tío alto y nervudo. Le encantaban las marcas corporales, los
piercings y
la joyería electrónica. Chewbacca y yo trabajamos con él en una ocasión para ti, llevando agua mineral de Ralla a Rampa —Han sonrió aún más—. Doc Vandangante estaba reparando el
Halcón
, así que nos dejaste tu nave, el
Caminante
. Reck afirmó que era más rápida que el
Halcón
, y después de la incursión en los rápidos de Rampa, echamos una carrera por cincuenta cajas de cerveza de Gizer.

—Que seguro ganasteis el wookiee y tú.

Han asintió.

—Reck era bueno como navegante, pero jamás me impresionó como piloto.

Roa dio un trago y se chupó los labios.

—Algunas veces sólo se reconoce a un soldado cuando se convierte en oficial.

—¿Eso qué significa?

—Reck ha cambiado de bando.

—¿A qué bando?

—Al del enemigo, Han —dijo Roa, inclinándose hacia delante—. O al menos al de un grupo de mercenarios que trabaja para los yuuzhan vong.

—Eso no puede ser cierto. Reck no era un traidor. Además, Chewie y él se llevaban muy bien. Reck jamás querría relacionarse con los vong después de lo que le hicieron a Chewie.

—Quizá no sepa lo de Chewie. O puede que los créditos sean demasiados. —Roa hizo una pausa—. El grupo en el que está Reck se autodenomina la Brigada de la Paz. Al parecer están difundiendo sentimientos anti-Jedi y buscan planetas donde los yuuzhan vong puedan repetir lo que hicieron en Sernpidal.

Han entrecerró los ojos con rabia.

—¿Por qué me cuentas esto, Roa?

Roa bajó la mirada.

—Porque Lwyll murió en uno de los planetas que la Brigada de la Paz debilitó para la matanza.

Han se quedó sin palabras. Miró a su viejo amigo.

—Si nos hubiéramos marchado un día antes —prosiguió Roa sin mirar a Han—. Pero yo tenía unos asuntos que resolver —rió amargamente y miró a Han con ojos llenos de lágrimas—. Negocios, siempre negocios. Lwyll murió en la primera invasión de los yuuzhan vong. Yo fui uno de los pocos que salió de allí con vida.

Han apretó los ojos y golpeó la mesa con el dorso de la mano. Pero cuando miró a Roa, su ira se aplacó al darse cuenta.

—Así que el hecho de que tú vinieras aquí… Este asunto es tanto entre tú y Reck, como entre tú y yo.

Roa mantuvo la fría mirada de Han.

—No quiero que nadie más sufra por lo que hacen Reck y sus compinches. Los yuuzhan vong ya son bastante poderosos como para causar tragedias sin que los ayude la Brigada de la Paz. Si pudiera enfrentarme solo a Reck, lo haría, Han, pero soy mucho más débil de lo que parezco.

—Sí, ¿y quién mejor para ayudarte que yo, verdad? Un tío que acaba de perder a su compañero.

—Diciéndolo a las claras, sí.

Han soltó una risilla.

—Jamás ignores una llamada de auxilio, ¿no, Roa?

Se puso en pie y se acercó a los elevados ventanales que daban a las zonas de despegue del espaciopuerto. No había un momento en el que alguna nave no despegara hacia alguna parte. Cuando regresó a la mesa, le dio la vuelta a la silla y se sentó contra el respaldo.

—¿Dónde están ahora Reck y los suyos? —preguntó a Roa en voz baja.

—No lo sé, Han. Pero sé dónde averiguarlo. La primera parada sería… Han alzó las manos.

—No digas nada. Es mejor que yo no sepa adónde vamos, así no podré decírselo a nadie.

—Tenemos que salir mientras el rastro siga fresco —dijo Roa. Han se mordió el labio inferior y pensó un momento.

—¿Tienes la nave aquí?

Roa se quedó atónito.

—Por supuesto. ¿Pero estás diciendo que yo te voy a llevar a ti? Eso sí que es un cambio.

—¿Sí o no, Roa?

Roa hizo un gesto para calmarle.

—No me malinterpretes, hijo, para mí sería todo un placer. Es sólo que imaginé que querrías llevarte el
Halcón
.

Han negó con la cabeza.

—Como dijo en cierta ocasión un androide muy inteligente que yo conocía, el
Halcón
está más capacitado para huir que para acudir a un encuentro. Además, se ha convertido en una nave fantasma.

Capítulo 8

Las posturas agresivas resultan problemáticas cuando no se tiene ni la menor idea de cuál es el plan de batalla de tu enemigo —dijo el coronel Ixidro Legorburu a los comandantes de las Fuerzas de Defensa de la Nueva República y a otros oficiales de alto rango—. Y es ahora, tras la caída de treinta sistemas planetarios, la destrucción de Helska, Sernpidal e Ithor, y la reciente pérdida de Obroa-Skai, cuando por fin empezamos a comprender cuál es el camino que están trazando los yuuzhan vong en nuestra galaxia.

Legorburu se había criado en el planeta agrícola de M’haeli, y eso le proporcionaba una inteligencia aguda y una sabiduría callejera. Había ejercido de oficial del Servicio de Inteligencia, y asistente táctico, durante la crisis yevethana, siendo ascendido a director de la División de Asesoramiento Bélico de la Flota Base.

—Pero, permítanme remarcar que siguen siendo un misterio tanto la estrategia subyacente en sus ataques como sus objetivos finales.

Las circunstancias habían exigido que la reunión tuviera lugar en Kuat, y no en Coruscant, aunque muchos oficiales y especialistas asistían por medio de hologramas en tiempo real, tanto desde la capital de la Nueva República como desde muchos otros planetas.

—¿Hemos llegado a alguna conclusión sobre su origen? —preguntó el almirante Sien Sovv, piedra angular del personal de mando de las Fuerzas de Defensa. El sullustano estaba sentado ante una consola de datos adaptada a sus pequeñas manos, capaz de filtrar el ruido de fondo, que sin duda habría resultado irritante para su aguzado sentido del oído.

—Como saben, el primer planeta en caer bajo el dominio de los yuuzhan vong, o más bien debería decir bajo su crueldad, fue Belkadan, donde la Sociedad ExGal tenía un puesto de observación —Legorburu manipulaba un holoproyector parabólico para controlar una vista tridimensional del Brazo Tingel de la galaxia—. Sin embargo, pese a que se considera la posibilidad de que procedan de otra galaxia, nuestra suposición inicial es que son nativos de algún sistema estelar local desconocido, concretamente del Tingel central, a medio camino entre el Sector Corporativo y el espacio del Remanente Imperial.

—¿Esa hipótesis sigue siendo viable? —preguntó el brigadier general EtaHan A’baht.

El excomandante de la Quinta Flota también había estado involucrado en la crisis yevethana. A’baht, un dorneano, tenía una piel curtida color berenjena y párpados hinchados y abatidos.

Legorburu miró al representante del Instituto de Estudios de Seres Inteligentes, con sede en Baraboo. Pero antes de que el ithoriano pudiera responder, Sovv se puso en pie.

—Sé que hablo por todos los presentes al expresar mi más profundo dolor ante lo sucedido en su planeta —dijo el almirante—. La galaxia ha sufrido sin duda una gran pérdida.

Tamaab Moolis apreció las condolencias de Sovv con una inclinación de su larga y ovalada cabeza curvada.

—Doy las gracias al almirante —dijo con una de sus dos bocas. La simpatía sustituyó a la tristeza en sus separados ojos.

—Siguiendo la suposición de que los yuuzhan vong tuvieron su origen en el Brazo Tingel, se hizo una búsqueda en nuestras bases de datos, pero no encontramos nada que corroborara esa hipótesis. Un androide de protocolo de Dubrillion afirmó que el lenguaje de los yuuzhan vong recuerda vagamente al janguine, pero esa pista no nos ha llevado a ninguna parte. Seguimos investigando la posibilidad de que los yuuzhan vong sean una raza extinguida hace tiempo, nativa de nuestra galaxia, que ha reaparecido de nuevo.

—¿Esa región del Tingel ha estado habitada alguna vez? —preguntó Sovv.

El ithoriano contempló con respeto la presencia virtual de Been L’toth, del Instituto de Investigación Astrográfica. Been, otro dorneano, era hijo de Kiles L’toth, que había asumido el mando de la Quinta Flota cuando su amigo EtaHan A’baht fue relevado del cargo.

—No creemos que una especie tan poderosa como los yuuzhan vong haya podido salir de ahí —empezó a decir el holograma de L’toth—. Dada la amplitud de sus recursos y el tamaño de su flota bélica, habrían tenido el control de cientos de planetas, si no de sistemas, y es más que probable que hubieran llamado antes nuestra atención. Como mínimo, habríamos oído hablar de ellos a los trianii o a alguna otra especie residente en esa región del Tingel. Pero también es cierto que el Brazo Tingel aún no ha sido objeto de un estudio cartográfico preciso. Las primeras exploraciones fueron interrumpidas por el inicio de las Guerras Clon. Ésa fue una de las razones por las que el emperador Palpatine dio carta blanca a las Autoridades del Sector Corporativo en esa zona. Actualmente nos sentimos inclinados a pensar que los yuuzhan vong proceden realmente de otra galaxia —L’toth hizo una pausa—. No de algún racimo estelar cercano, como los ssi-ruuk, sino de otra galaxia.

A’baht resopló.

—Cualquier especie capaz de cruzar el espacio intergaláctico estaría considerablemente más avanzada que nosotros. Del orden de cien generaciones más avanzada. Pero las naves yuuzhan vong utilizan los mismos puntos de entrada y salida del hiperespacio que las nuestras.

—Pero supongamos que llevan cientos de generaciones en tránsito —dijo Legorburu—. Imagine por un momento una flota de naves llenando el vacío, como las flotas de naves ithorianas, sólo que de un tamaño considerablemente mayor.

A’baht hizo un gesto de rechazo con la mano.

—A mí me interesan los hechos, no la poesía.

Legorburu hizo un esfuerzo por no levantar el tono.

—Estamos intentando determinar si el emperador Palpatine conocía la existencia de los yuuzhan vong, ya que sí conocía la de los ssi-ruuk. Gracias a la generosidad del moff Ephin Sarreti, hemos tenido acceso a los registros imperiales concernientes al Proyecto de Vuelo Exterior.

Fundado por el Senado a instancias del Maestro Jedi Jorus C’Baoth, el Proyecto de Vuelo Exterior constituyó un intento fallido de ir más allá del borde de la galaxia.

El holograma a tamaño real de Sarreti era transmitido desde Bastion, en el lejano Remanente Imperial, y carecía casi de color, viéndose interrumpido por interferencias diagonales. Un técnico aumentó el volumen.

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