Read Aventuras de «La mano negra» Online
Authors: Hans Jürgen Press
Una pandilla juvenil protagoniza estas ingeniosas historias de detectives que gozarán por igual del favor de niños y adultos, ya que estimulan el sentido de la observación y desarrollan una lógica deductiva. Las ilustraciones son parte integrante del texto y también deben ser
leídas
para descubrir las pistas que permitirán capturar a los malhechores. Cada dibujo esconde la solución del enigma cuya respuesta se encuentra en el texto siguiente. Los componentes de «la mano negra», Félix, Rollo, la astuta Adela y el pequeño Kiki, necesitan de la participación del lector para que la lectura se convierta en juego.
Hans Jürgen Press
Aventuras de «La mano negra»
ePUB v1.0
Garland28.08.11
El inspector de policía Faraldo caminaba lentamente por la calle del Canal cuando se detuvo ante el portal número 49 y observó un papel amarillento en el marco de la puerta. Era la hoja de un cuaderno escolar con la huella negra de una mano. El policía meneó la cabeza sonriendo y murmuró en voz baja: «¡Ah! La juventud de hoyes capaz de cualquier cosa». Pensó en una pandilla que se llamaba «la mano negra» y que había perseguido con éxito a algunos rateros.
En esa casa, después de subir setenta y dos crujientes escalones, justo debajo del palomar, estaba
el aeropuerto
. Allí se reunía «la mano negra», generalmente después del colegio. Félix, el jefe, con su trompeta; Adela, la astuta muchacha; Rollo, con su jersey de rayas; Kiki c. a. y su asidua acompañante, la ardilla («c. a.» significa «con ardilla»)
Las aventuras de «la mano negra» habían comenzado un año antes en
el aeropuerto
. En este libro verás cómo se hicieron detectives aquellos chicos.
Busca la solución en cada dibujo y anótala en un papel siempre que hayas acertado. Encontrarás la respuesta en el texto de la página siguiente. Lee texto y dibujos con atención y cuando termines el libro, suma todos los aciertos. En la página 187 tienes la clave para poder evaluar si eres un buen detective o... si necesitas afinar tus dotes de observación.
Durante una hora «la mano negra» estuvo tranquila en
el aeropuerto
haciendo los deberes. Rollo mordía su estilográfica y miraba pensativo a través de los cristales sucios.
Sonó un «crac», Kiki c. a. partió una avellana a su ardilla y escupió las cáscaras en una lata de conservas vacía. Rollo arrugó la frente.
—¿Alondra se escribe con h o sin h? —murmuró.
—Eso depende de si es gris o verde —contestó Adela, y se echó a reír.
—Yo, naturalmente, pienso en un pájaro como el de arriba, en el... ¡Caramba! ¡No es posible! —Rollo limpió el cristal de la ventana.
—¿Qué no es posible? —preguntó Félix.
—Que ahí enfrente viva alguien -contestó Rollo—. ¡Si la casa está vacía desde hace tres años!
Toda «la mano negra» se precipitó hacia la ventana.
—Pero si todo el mundo sabe que en el chalé de enfrente sólo viven unas cuantas ratas —exclamó Kiki c.a.—. Mirad, las ventanas y las puertas están atrancadas.
—Déjame ver. —y Adela apretó la nariz contra los cristales de la ventana. Después de un rato dijo—: Yo creo que Rollo tiene razón, realmente en esa casa vive alguien.
¿Qué demostraba que había alguien en la casa misteriosa?
Para «la mano negra» la cosa estaba clara: en la casa misteriosa había una persona, según lo demostraba la chimenea humeante. Por ello, comenzaron a investigar sin descanso. Y cinco días más tarde la perseverancia tuvo su recompensa. Por la tarde, Adela vio desde la ventana de el aeropuerto cómo una figura masculina saltaba la valla del atracadero de los botes.
A la mañana siguiente, antes de ir al colegio, «la mano negra» se reunió para examinar a fondo la valla.
—¿Veis ahí? —exclamó Kiki c. a. inmediatamente.
—Yo no veo nada —dijo Félix.
Kiki c. a. colocó su ardilla encima de la valla, que en un instante bajó disparada por una planta trepadora y atrapó un objeto redondo.
—¡Eh! —gritó Rollo—. Pero ¡si esto es el tacón de un zapato!
—¡Escuchad todos! —ordenó Félix—. Ahora estamos buscando a un hombre al que le falta el tacón de un zapato.
Ya de camino hacia la escuela, «la mano negra» comenzó la búsqueda. Adela, que iba con su cartera, exclamó de pronto:
—¡Anda! Ése es el hombre.
Y por la tarde informaba al resto de la pandilla:
—Ya veréis, por sus pantalones le reconoceremos.
¿Qué clase de pantalones llevaba el hombre al que le faltaba un tacón en el zapato?
«La mano negra» se sentó en el aeropuerto y oyó con gran interés la información de Adela.
—Ahora sabemos que el hombre sin tacón lleva un pantalón a cuadros —dijo Félix.
—Pero no conocemos todavía su cara —replicó Rollo—. Si entramos en la casa le atraparemos. Cada uno de nosotros que no pierda de vista una puerta.
—¿Y las ventanas? —preguntó Adela.
—Naturalmente también hay que vigilarlas —dijo Félix.
Tres minutos más tarde estaban todos en sus puestos. Félix vigilaba la puerta delantera, Rollo controlaba el lado del canal, Adela estaba junto a la puerta del jardín y miraba la calle a través de dos agujeros que había hecho en el periódico. Kiki c. a. se había disfrazado de enano y estaba, como si fuera de yeso, en medio de las ortigas que le llegaban hasta las rodillas. Ni siquiera un ratón habría podido deslizarse por la parte de atrás sin ser visto por él.
Pasaron dos horas y nadie intentó entrar en la casa.
«No hay nada más aburrido para un detective que vigilar a alguien», pensaba Rollo, y bostezaba. «¡Ah!, ¡caramba! —se le ocurrió de pronto a Kiki c. a.—, el individuo lleva todo este tiempo en la casa. Sin duda hay una entrada secreta, ¡y qué astutamente está camuflada!»
¿Dónde estaba la entrada secreta?
Kiki c. a. acababa de descubrir la cara del hombre, cuando se cerró bruscamente la tapa de la entrada secreta. «La mano negra» corrió agachada al cuadro de tulipanes. Rollo olió una de las flores.
—Es artificial —dijo.
—Levanta la tapa —ordenó Adela—, yo bajaré. Veremos adónde conduce la ratonera.
—¿Y si te pasa algo? —preguntó Kiki c. a.
Adela levantó su bolsa.
—Para casos de emergencia llevo conmigo a Isolde 13.
Isolde 13 era la mejor paloma mensajera de «la mano negra».
Poco después, Adela había desaparecido por la entrada secreta. Se arrastró con precaución a lo largo del pasadizo y llegó a una habitación oscura que tenía una puerta pequeña. Miró alrededor con curiosidad, pero antes de que hubiese podido descubrir algo anormal oyó un ruido. Escribió rápido en un papel: «Estoy en la casa, escondida en una arca. Saludos. Adela». Luego hizo volar por la chimenea a Isolde 13 con el mensaje.
—¿Y dónde estará Adela? —dijo Félix, y miró el reloj—. Ya hace once minutos que está abajo, esperemos que no le haya pasado nada.
—¡Vamos! —gritó Rollo—, veamos en el palomar si ha llegado algún mensaje.
Poco después estaban todos en el palomar.
—En efecto, Isolde 13 está ya aquí —dijo Félix.
¿En qué reconoció Félix a Isolde 13?