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Authors: Jens Lapidus

Dinero fácil (19 page)

El árabe podía parecer ridículo a veces, pero JW sabía que el tío era un profesional. Cuidadoso, nunca mencionaba en público palabras como policía, pasma, riesgo, cocaína, farlopa o droga. Sabía que el personal de los restaurantes y los clientes podían escuchar a hurtadillas mejor que cualquier viejo cotilla con el audífono subido al máximo. Sabía que la policía pinchaba los móviles, rastreaba a los titulares. Las reglas de Abdulkarim, seguras. Llama siempre con móviles de tarjeta, cambia de tarjeta cada semana, casi siempre cambia de teléfono cada dos semanas.

—Sabes, tengo dos chicos más que venden. Funcionan bien. Claro, no tan bien como tú, pero van bien. De las cifras y eso no podemos hablar por teléfono. Los precios bajan. Los proveedores de mi jefe no son perfectos. Yo creo que por lo menos hay dos intermediarios hasta el mayorista.

—¿Por qué no vais directamente al mayorista?

—Por un lado no es asunto mío, porque yo trabajo para el jefe, no voy por mi cuenta. Creí que lo sabías. Por otra parte, creo que el mayorista está en Inglaterra. Difícil de localizar. Difícil negociar con él. Pero hoy no hablamos de precios de compra. Al revés. Quiero contarte que necesitamos vendedores. En el extrarradio. Alguien que conozca el mercado allí. Alguien que venda a otros que también vendan. Alguien que conozca el sector y los trucos, tú me entiendes. Los precios bajan. El artículo se está haciendo popular en el extrarradio de Estocolmo. A principios del año pasado, la proporción era más o menos de veinte el extrarradio, ochenta el centro. A finales del año pasado era cincuenta y cincuenta. ¿Lo entiendes, amiguete? El extrarradio se despierta. Ya no está en esto sólo la gente del centro, tus amigos de clase alta y la gente que sale por la noche. Son todos. Vikingos, panchitos, adolescentes. Son cosas populares. Como Ikea o H&M. Hablamos de un volumen más grande. Hablamos de precios de compra más bajos. Márgenes que aumentan. ¿Me sigues, estudiante?

A JW le encantaba la conversación del árabe. Hablaba mejor sueco de lo que parecía, como un verdadero empresario, negocios serios. Lo único perturbador era que, por algún motivo, Abdul parecía aterrorizado con su jefe. JW se preguntó por qué.

—Suena interesante. Muchísimo. Pero ¿sabes?, el extrarradio no es mi territorio. No puedo vender allí. No conozco a nadie allí. Sencillamente, no soy yo.

—Yo sé que tú quieres que todos piensan eso de ti. A mí me vale, tú tienes tu mercado y trabajas bien. Pero, escucha. —Abdulkarim se inclinó sobre la mesa. JW entendió el gesto, puso el plato a un lado. Cruzó los brazos y acercó el cuerpo. Abdul le miró a los ojos y bajó la voz—: Hay un tío, chileno o algo así, que se ha escapado de la cárcel. Me acuerdo de él de hace unos años, un camello pequeño que no controla mucho. Pero dicen que el tío conoce el extrarradio norte igual de bien que tú los aseos de Kharma. En el trullo ha aprendido mucho más. Es mejor escuela que Botkyrka y Tensta
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juntos. Conozco a varios amigos suyo de Österåker. Dicen que es la hostia de listo. El chileno hizo una superfuga hace cinco o seis semanas. Trepó el muro o algo así y desapareció en el bosque. Un muro de siete metros, ¿te imaginas? Los guardias se quedaron parados con la boca abierta. Es un buen tío. Pero ahora tiene una presión de la leche. Seguro que aún no se ha ido del país. Tiene eso que necesitamos. Además trabajará gratis si yo me ocupo de él.

—¿Qué quieres que te diga? No me parece que suene muy bien. No entiendo por qué me quieres involucrar con un tío que evidentemente va a atraer a la policía como la mierda a las moscas.

—Ahora al principio yo no me involucraré con él. Tú sí. Quiero que le encuentras. Le haces la pelota. Le pagas. Le cuidas. Luego nos ayudará a hacernos con el extrarradio. Pero no le asustas, piensa que está fugado. De eso se trata. ¿Lo entiendes, amiguete? Como está huido va a depender de que nosotros le demos un medio de vida, un sitio seguro donde vivir, que no le delatamos.

A JW no le gustaba lo que estaba oyendo. Al mismo tiempo le había cogido el gusto, le había picado el gusanillo del negocio del árabe. Al principio había tenido sus dudas pero ahora todo era brillante. La idea del fugitivo chileno quizá no fuera tan mala después de todo.

—¿Por qué no? Vamos a probar. ¿Cómo y dónde encuentro a ese chileno?

Abdulkarim se rió fuerte. Alabó a JW. Alabó a Alá. JW pensó: ¿Es que Abdul se va a volver religioso o qué?

El árabe se inclinó aún más hacia delante y pasó información a JW. Lo poco que sabía. El nombre del fugitivo: Jorge Salinas Barrio. El tío era de Sollentuna y su familia estaba compuesta por una madre, un padrastro y una hermana. El mejor consejo de Abdulkarim: Ve a Sollentuna y habla con la gente de los círculos adecuados. Eso debería dar algún resultado,
inshallah,
pero deja claro que no eres un inspector de la pasma.

Para terminar, metió una bolsa en el bolsillo de la chaqueta de JW. Este la tocó con la mano: billetes. Miró a Abdul, que abrió las manos estirando los diez dedos:

—Ahí tienes esta cantidad y un papel con seis nombres. Esa es la mejor ayuda que te puedo dar.

JW sacó la nota. Todos los nombres menos uno sonaban a español. El dinero era, como dijo el árabe, «para untar a todos los sin techo de Sollis para que dan información del fugado».

JW se tomó su sopa. Abdul pagó la cuenta.

Salieron. Había refrescado.

JW empezó a pensar. Eso podía convertirse en algo grande. Podría llegar a manejar un pequeño grupo empresarial propio.

Buscaría a ese chileno.

Se fue a casa. Le costaba estudiar. Perdió la concentración. Se tumbó encima de la cama e intentó leer el último número de
Café.

Sonó el móvil. JW cayó en la cuenta de que había olvidado cumplir su promesa a Abdulkarim de comprar uno nuevo.

La voz de Jet-set Carl al otro lado del auricular.

De puta madre. ¿Qué querría?

Después de saludar Carl dijo:

—JW, joder qué genial estuvo lo de Lövhälla Gård. De locos.

—Total. Tenemos que repetirlo.

—Claro que sí. Qué genial que vinieras y te encargaras de la fiesta. Creo que todos lo apreciamos de verdad.

—Me alegro. Yo suelo encargarme de que haya un poco de diversión y eso.

—¿Sabes que me cargué uno de los sofás saltando?

JW tradujo el tono: sin problema, podía reírse.

Carl se tronchaba.

—Era una pieza auténtica de Svenskt Tenn
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.

—¡Venga ya! ¿Qué dijo Gunn?

Hablaron de la excelente cena.

Más risas. O sea, Gunn.

Charlaron sobre la excelente cena, los trucos para ligar de Nippe y que Jet-set Carl había pagado quince mil para que arreglaran el sofá, que Gunn debió de preguntarse por qué todos estornudaban a la vez al día siguiente.

En la mente de JW rondaba una única pregunta durante la conversación: «¿Por qué me llama Jet-set Carl?».

La explicación llegó al momento:

—Este fin de semana es mi cumpleaños y tengo pensado hacer una gran fiesta en casa el viernes. ¿Podrías encargarte de conseguir algo de diversión?

JW estaba acostumbrado a la jerga y a los rodeos. Pese a todo, le llevó un segundo comprenderlo.

—¿Quieres decir coca? Por supuesto. ¿Cuánto necesitas?

—Ciento cincuenta gramos.

A JW casi le da un ataque al corazón.

Dios.

Se esforzó por parecer impasible.

—Es mucho pero creo que puedo conseguirlo. Primero tengo que comprobar que no hay problema con esa cantidad.

—No quiero ser pesado pero tengo que saberlo pronto. Llámame dentro de una hora. Si no lo sabes pregunto a otros. ¿Cuál es tu precio?

JW calculó mentalmente con rapidez. De vértigo; siempre y cuando pudiera conseguir esa cantidad. Quizá pudiera rebajar el precio de compra a quinientos. Podría cobrarle a Carl por lo menos mil. Para él: al menos setenta y cinco mil.

Jesucristo Superstar.

—Voy a hacer todo lo que pueda, Carl. Te llamo en cuanto lo sepa.

Jet-set Carl le dio las gracias. Parecía estar de buen humor.

Colgaron.

JW sentado en la cama; con la erección más grande de todo el norte de Europa.

* * *

DAGENS NYHETER

Octubre

La policía inició una gran operación anoche

La policía de Estocolmo inició anoche una gran operación contra la delincuencia organizada. El objetivo es neutralizar al menos un tercio de los ciento cincuenta criminales seleccionados que se han seleccionado de entre los más peligrosos del entorno criminal y disuadir a los jóvenes de que cometan delitos graves.

La operación, llamada internamente Nova, en realidad debería haber empezado hace seis meses. Las acciones planificadas debieron ser suspendidas, ya que hubo que dedicar los recursos a una serie de destacadas investigaciones.

Sin embargo, anoche tuvo lugar la primera intervención. Un centenar de policías del área regional, del área especializada en narcóticos en locales de ocio, algunos efectivos especializados en bandas así como otras unidades participaron en una serie de acciones en diversos lugares de Estocolmo y su periferia. El resultado del trabajo no se conoce y el área regional no ha contestado a las preguntas del
Dagens Nyheter.

Por medio de Nova, la dirección de policía regional espera combatir la red de criminales más o menos profesionales que está detrás de, entre otros, graves delitos violentos, servicios ilegales de protección, tráfico de drogas, proxenetismo y contrabando de cigarrillos. En el plan de acción del proyecto se constata que los delitos violentos aumentan en la región de Estocolmo y la tendencia a utilizar armas ha cambiado.

La estrategia consiste en atacar en primer lugar a las figuras principales de las redes. Para esta actuación se han elegido ciento cincuenta conocidos criminales de toda la región que se han considerado especialmente destacables. El objetivo es que con al menos cincuenta de ellos «se consiga que dejen de cometer delitos de manera permanente, ya sea impidiendo su actividad o persiguiéndoles legalmente». Ninguna de esas personas está cumpliendo condena en la actualidad ni están imputados por delitos por los que se les pueda condenar a más de dos años de prisión.

El objetivo ha de alcanzarse en un máximo de dos años.

Capítulo 15

Camino de casa de Radovan. En el estéreo, música serbia. Zdravko Colic. Mrado, cabreado: el maricón de Jorge se había puesto chulo. Había amenazado a Radovan. Indirectamente había amenazado a Mrado. Había intentado chantajearles. Había intentado hacerse el listo. Había jugado con fuego.

Jorge sabía cosas del comercio de cocaína. Conocía los lugares de almacenamiento, las rutas de entrada, los métodos de contrabando, camellos, compradores, laboratorios, las variedades de corte. Lo más importante: el patero sabía quién movía los hilos. Don R en persona corría el riesgo de acabar jodido.
Gospodin Bog;
el capullo del patero era el que tenía que acabar jodido.

Ese mamonazo. Mrado iba a encontrar a Jorge, le iba a atar y a cortarle en trocitos. Se lo iba a comer. Le iba a cagar encima. Se lo iba a comer. Iba a volver a cagar encima de él.

Mrado había llamado a Radovan directamente después de la conversación con el patero. La voz de Radovan estaba más tranquila que la de Mrado. Pero Mrado notaba las vibraciones bajo la superficie: Rado, aún más cabreado que él.

Jorge, prepárate para la venganza de los yugoslavos.

Lo positivo de la provocación del latino: el suceso desviaba la irritación de Radovan con Mrado. La última vez que se habían visto, la relación entre ellos estaba por los suelos. Radovan había ido demasiado lejos.

Después de veinte minutos: ya estaba en Näsbypark. Urbanización de chalés. Un puto paraíso ostentoso en forma de cuadrícula. Se puso junto al coche y encendió un cigarrillo. Lo sujetaba entre el índice y el pulgar: estilo eslavo. Daba caladas profundas. Tenía que tranquilizarse antes de la reunión con el grande. Tosió con fuerza. Pensó en los cuadros de Radovan. ¿Precio total? No se podía medir con dinero.

Apagó el cigarrillo. Subió hacia la casa.

Llamó.

Abrió Stefanovic. No dijo nada, sólo guió a Mrado hasta la biblioteca. Radovan sentado en el mismo sillón que la vez anterior. La piel del reposabrazos, desgastada y blanquecina. En la mesa una botella con whisky, Lagavulin de dieciséis años.

—Mrado, siéntate. Gracias por venir rápidamente. Podríamos haber hecho esto por teléfono pero quería mirarte a los ojos para ver que no estás cabreado. Tienes que tomártelo con calma. Tenemos que tomárnoslo con calma. Resolver esto paso a paso. No es para tanto, hay gente que lo ha intentado antes. La única diferencia es que ahora quizá él sí sepa algo. Cuéntame lo que ha dicho. Desde el principio y con todos los detalles, por favor.

Mrado se lo contó. Intentó ser breve sin omitir lo importante: la chulería del patero.

—Jorge Salinas Barrio está escondido. Tú sabes más que yo de esa historia, fuiste tú el que me informó. Por lo que he oído el tío es un héroe en Österåker. Incluso los tipos más duros de las prisiones de Kumla y Hall admiran su estilo y su finura. Desaparecido como un puñetero Joe Labero
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. Debería haberme encargado de él directamente. Joder.

—Joe Labero, me gusta el símil. Pero no digas que deberías haberle quitado de en medio. No sabemos qué habría pasado. Sigue contándome.

Mrado le contó la llamada de Jorge. Que parecía estresado, que el panchito probablemente había llamado desde una cabina, que quería un pasaporte y cien mil pavos, que había dicho que saldría a la luz un montón de mierda si le sucedía algún accidente.

Radovan se quedó sentado en silencio. Llenó los vasos de Lagavulin. Dio un sorbo.

—Sabe mucho de nosotros. Pero no tanto como para que yo obedezca a la mínima lo que él diga. Ésta es su gran oportunidad para obligarme a ayudarle. Por supuesto que le podría dar un pasaporte nuevo. Un fajo de billetes. Una nueva vida en algún país cálido. La pega es que se ha equivocado conmigo. Nadie me obliga a hacer esas cosas. Además, ¿quién dice que eso le va a bastar? Ya sabes cómo eran los cabrones croatas en nuestro país. No les bastó con el noventa y nueve por ciento de la costa, sino que la querían toda. Este tío es igual. Si un día le consigo una nueva identidad, puede volver al siguiente a pedir dinero. O a pedir billetes de avión para el extranjero. O a pedir lo que coño sea: porciones del imperio de Radovan.

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