En Roshar, un mundo de piedra y tormentas, extrañas tempestades de increíble potencia barren el rocoso territorio de tal manera que han dado forma a una nueva civilización escondida. Han pasado siglos desde la caída de las diez órdenes consagradas conocidas como los Caballeros Radiantes, pero sus espadas y armaduras aún permanecen.
En las Llanuras Quebradas se libra una guerra sin sentido. Kaladin ha sido sometido a la esclavitud, mientras diez ejércitos luchan por separado contra un solo enemigo. El comandante de uno de los otros ejércitos, el señor Dalinar, se siente fascinado por un antiguo texto llamado El camino de los reyes. Mientras tanto, al otro lado del océano, su eminente y hereje sobrina, Jasnah Kholin, forma a su discípula, la joven Shallan, quien investigará los secretos de los Caballeros Radiantes y la verdadera causa de la guerra.
Brandon Sanderson
El camino de los reyes
La Guerra de las Tormentas 1
ePUB v1.1
Siwan06.05.12
Título original:
The Way of Kings
Traducción: Rafael Marin Trechera
Ilustrado por: Greg Cali, Isaac Stewart y Ben McSweeney
Brandon Sanderson, agosto de 2010.
Editor original: Siwan (v1.0 a v1.1)
ePub base v2.0
Para Emily,
que es demasiado paciente
demasiado amable
y demasiado maravillosa
para expresarlo en palabras.
Pero lo intento de todas formas.
Terminé el primer borrador de este libro en 2003, pero empecé a trabajar en diversas partes a finales de los noventa. Fragmentos de esta novela se remontan aun más atrás en mi imaginación. Ningún libro mío ha tardado tanto en cuajar: he pasado más de una década dando forma a esta novela. Por eso no debería ser ninguna sorpresa que muchas personas me hayan ayudado con ella. Va a ser imposible mencionarlos a todos: mi memoria, sencillamente, no es tan buena. Sin embargo, hay algunos partícipes importantes a los que me gustaría dar sinceramente las gracias.
En primer lugar está mi esposa, Emily, a quien dedico este libro. Dio mucho de sí para ver como se iba formando la novela. Eso incluye no solo leer y dar consejos sobre el manuscrito, sino renunciar a su marido durante largos periodos de tiempo. Si mis lectores tienen la posibilidad de conocerla, no estaría nial que le diesen las gracias (le gusta el chocolate).
Como siempre, mis excelentes editor y agente (Moshe Feder y Joshua Bilmes) trabajaron muy duro en este libro. Moshe, especialmente, no cobra más cuando sus autores entregan monstruosidades de cuatrocientas mil palabras. Pero editó la novela sin una queja: su ayuda fue incalculable para entregar la novela que ahora tiene usted en la mano. También hizo que E Paul Wilson repasara las escenas médicas, para mejorarlas.
Gracias también a Harriet McDougal, una de las mejores editoras de nuestro tiempo, quien asumió la corrección por pura bondad. Los fans de
La rueda del tiempo
la conocerán como la persona que descubrió y editó a Robert Jordán, con quien luego se casó. No se dedica a editar muchos libros hoy en día, y por eso me siento muy honrado y halagado por contar con su colaboración y ayuda. Alan Romanczuk, que trabaja con ella, debe recibir también su agradecimiento por facilitar la publicación de este libro.
En Tor Books, Pauls Stevens ha sido de gran ayuda. Como nuestro contacto editorial, ha hecho un trabajo excelente. Moshe y yo tenemos suerte de contar con su ayuda. Igualmente, Irene Gallo (la directora artística) ha sido una ayuda maravillosa y paciente al tratar con un autor molesto que quería hacer cosas raras con los dibujos de su libro. Muchas gracias a Irene, Justin Golenbock, Greg Collins, Karl Gold, Nathan Weaver, Heather Saunders, Meryl Gross, y todo el equipo de Tor Books. Dot Lin, que fue mi publicista hasta la publicación de este libro (y que ahora trabaja para añadir unas cuantas letras más después de su nombre), fue una ayuda maravillosa no solo en publicidad, sino al darme consejos y acompañarme en una divertida sesión en Nueva York. Gracias a todos.
Y hablando de dibujos, se darán cuenta de que el interior de este libro es mucho más extenso de lo que normalmente se encuentra en una novela de fantasía. Esto se debe a los extraordinarios esfuerzos de Greg Cali, Isaac Stewart, y Ben McSweeney. Trabajaron duro, haciendo numerosos bocetos para rematar las cosas. El trabajo de Ben en las páginas de bocetos de Shallan es simplemente maravilloso, una mezcla de lo mejor de mi imaginación y sus interpretaciones artísticas. Isaac, que también hizo los dibujos interiores de las novelas de «Nacidos de la Bruma», fue mucho más allá de lo que habría cabido esperar razonablemente de él. Trabajar hasta tarde y con plazos de entrega exigentes fueron la norma para esta novela. Hay que alabar su trabajo. (Los iconos de los capítulos, mapas, guardas en color y las páginas de notas de Navani son suyas, por si tienen curiosidad.)
Como siempre, mi grupo de escritura ha sido una gran ayuda. Sus miembros se componen de unos cuantos lectores alfa y beta. Sin ningún orden concreto, son: Karen Ahlstrom, Geoff y Rachel Biesinger, Ethan Skarstedt, Nathan Hatfield, Dan Wells, Karylynn ZoBell, Alan yjeanette Layton, Janci Olds, Kristina Kugler, Steve Diamond, Brian Delambre, Jason Denzel, Michelle Trammel, Josh Walker, Chris King, Austin y Adam Hussey, Brian T. Hill, y el tal Ben cuyo apellido nunca sé escribir bien. Estoy seguro de que me olvido de algunos. Sois todos gente maravillosa, y os daría espadas esquirladas si pudiera.
Guau. Esto se está convirtiendo en un agradecimiento épico. Pero hay todavía más gente a la que debo mi reconocimiento. La redacción de estas palabras tiene lugar en torno al aniversario de haber contratado al Inevitable Peter Ahlstrom como secretario personal, corrector ayudante y cerebro extra. Si revisan las anteriores páginas de agradecimiento, siempre lo encontrarán allí. Lleva años siendo un querido amigo y un gran defensor de mi obra. Ahora tengo suerte de que trabaje para mí a tiempo completo. Hoy se levantó a las tres de la mañana para leer las últimas pruebas de imprenta del libro. La próxima vez que lo vean en una convención, cómprenle un buen queso.
También sería negligente por mi parte si no le diera las gracias a Tom Doherty por permitirme que me saliera con la mía al escribir este libro. Pudimos conseguir que la novela fuera tan larga porque Tom creía en este proyecto, y una llamada personal suya fue lo que consiguió que Michael Whelan hiciera la portada. Tom ha dado aquí más de lo que probablemente merezco: esta novela (con la extensión de que alardea, con el número de ilustraciones que contiene) es de las que echaría atrás a muchos editores. Este hombre es el motivo por el que Tor lanza tantos libros asombrosos.
Finalmente, un momento para la maravillosa portada de Michael Whelan. Para los que no han oído la historia, empecé a escribir novelas de fantasía (de hecho, empecé siendo lector de ellas) cuando era adolescente gracias a una hermosa portada de Michael. Tiene una capacidad única para capturar el alma verdadera de un libro en sus pinturas; siempre supe que podría confiar en una novela con una de sus portadas. He soñado con que algún día hiciera la portada de uno de mis libros. Parecía algo imposible de conseguir. Que haya sucedido por fin, y en la novela de mi corazón en la que he trabajado tanto tiempo, es un honor sorprendente.
Kalak rodeó un promontorio rocoso y se detuvo agotado ante el cuerpo de un tronador moribundo. La enorme bestia de piedra yacía de costado; las protuberancias de su pecho, parecidas a costillas, estaban rotas y agrietadas. La monstruosidad era de forma vagamente esquelética y sus miembros anormalmente largos brotaban de unos hombros de granito. Los ojos eran manchas de un rojo oscuro en la cara afilada, como creados por un fuego que ardiera en las profundidades de la piedra. Perdían su brillo por momentos.
Incluso después de tantos siglos, ver de cerca un tronador hizo que Kalak se estremeciera. La mano de la bestia tenía casi su misma altura. Manos como esa lo habían matado antes, y no había sido agradable.
Naturalmente, morir rara vez lo era.
Rodeó a la criatura, escogiendo con cuidado su camino por el campo de batalla. La llanura estaba cubierta de piedras y rocas deformes, columnas naturales que se alzaban a su alrededor, cadáveres que regaban el terreno. Pocas plantas crecían allí.