Física de lo imposible (10 page)

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Authors: Michio Kaku

Tags: #Divulgación Científica

Puesto que una bomba de hidrógeno emite una enorme cantidad de energía en el rango de rayos X, los láseres de rayos X también pueden ser alimentados por armas nucleares. La persona más estrechamente vinculada con el láser de rayos X es el físico Edward Teller, padre de la bomba de hidrógeno.

De todos es sabido que Teller fue el físico que declaró ante el Congreso en los años cincuenta que Robert Oppenheimer, que había dirigido el Proyecto Manhattan, no era digno de confianza para seguir trabajando en la bomba de hidrógeno debido a sus ideas políticas. El testimonio de Teller llevó a que Oppenheimer cayera en desgracia y se le revocara su credencial de seguridad; muchos físicos destacados nunca perdonaron a Teller lo que hizo.

(Mi primer contacto con Teller se remonta a la época en que yo estaba en el instituto. Realicé una serie de experimentos sobre la naturaleza de la antimateria y gané el primer premio en la feria de la ciencia de San Francisco y un viaje a la Feria Nacional de la Ciencia en Albuquerque, Nuevo México. Aparecí en la televisión local con Teller, que estaba interesado en físicos jóvenes y brillantes. Con el tiempo, se me concedió la beca de ingeniería Hertz de Teller, que costeó mi educación universitaria en Harvard. Llegué a conocer bastante bien a su familia después de varias visitas a su casa en Berkeley).

Básicamente, el láser de rayos X de Teller es una pequeña bomba nuclear rodeada de varillas de cobre. La detonación del arma nuclear libera una onda de choque esférica de rayos X intensos. Estos rayos X energéticos atraviesan las varillas de cobre, que actúan como el material del láser y concentran la potencia de los rayos X en haces intensos. Estos haces de rayos X podrían dirigirse luego hacia cabezas nucleares enemigas. Por supuesto, un artefacto semejante solo se podría utilizar una vez, puesto que la detonación nuclear hace que el láser de rayos X se autodestruya.

El test inicial de un láser de rayos X alimentado nuclearmente fue llamado el test Cabra, y se llevó a cabo en 1983 en un pozo subterráneo. Se detonó una bomba de hidrógeno cuyo diluvio de rayos X incoherentes fue luego concentrado en un haz láser de rayos X coherente. Al principio el test fue considerado un éxito, y de hecho en 1983 inspiró al presidente Ronald Reagan para anunciar, en un discurso histórico, su intención de construir un escudo defensivo «guerra de las galaxias». Así se puso en marcha un proyecto de muchos miles de millones de dólares, que continúa todavía hoy, para construir una serie de artefactos como el láser de rayos X alimentado nuclearmente para acabar con los misiles balísticos intercontinentales (ICBM) enemigos. (Una investigación posterior demostró que el detector utilizado para realizar las medidas durante el test Cabra quedó destruido; por lo tanto sus medidas no eran fiables).

¿Puede un artefacto tan controvertido ser utilizado hoy para destruir cabezas nucleares de ICBM? Quizá. Pero un enemigo podría utilizar varios métodos simples y poco costosos para neutralizar tales armas. (Por ejemplo, el enemigo podría liberar millones de señuelos baratos para engañar al radar, o hacer rotar sus cabezas nucleares para dispersar los rayos X, o emitir un recubrimiento químico para protegerlos contra el haz de rayos X). O podría simplemente producir cabezas nucleares en masa para penetrar un escudo defensivo como el de guerra de las galaxias.

Por lo tanto, un láser de rayos X alimentado por energía nuclear es hoy poco práctico como sistema de defensa antimisiles. Pero ¿sería posible crear un Estrella de la Muerte para ser utilizada contra un asteroide que se aproxima, o para aniquilar un planeta entero?

La física de una Estrella de la Muerte

¿Pueden crearse armas capaces de destruir un planeta entero, como en
La guerra de las galaxias
? En teoría, la respuesta es sí. Habría varias formas de crearlas.

En primer lugar, no hay ningún límite físico a la energía que puede liberar una bomba de hidrógeno. He aquí cómo funciona. (Los detalles precisos de la bomba de hidrógeno son alto secreto e incluso hoy están clasificadas por el Gobierno de Estados Unidos, pero las líneas generales son bien conocidas). Una bomba de hidrógeno se construye en realidad en muchas etapas. Mediante una secuencia adecuada de esas etapas, se puede producir una bomba nuclear de magnitud casi arbitraria.

La primera etapa consiste en una bomba de fisión estándar, que utiliza el poder del uranio 235 para liberar una ráfaga de rayos X, como sucedió en la bomba de Hiroshima. Una fracción de segundo antes de que la onda explosiva de la bomba atómica lo destroce todo, la esfera de rayos X en expansión alcanza a la onda (puesto que viaja a la velocidad de la luz), que es entonces reconcentrada en un contenedor de deuteruro de litio, la sustancia activa de una bomba de hidrógeno. (Cómo se hace esto exactamente sigue siendo materia reservada). Los rayos X que inciden en el deuteruro de litio hacen que colapse y se caliente hasta millones de grados, lo que provoca una segunda explosión, mucho mayor que la primera. La ráfaga de rayos X procedente de esta bomba de hidrógeno puede luego ser reconcentrada en un segundo trozo de deuteruro de litio, lo que provoca una tercera explosión. De esta manera, se pueden apilar capas de deuteruro de litio y crear una bomba de hidrógeno de magnitud inimaginable. De hecho, la mayor bomba de hidrógeno construida fue una de dos etapas detonada por la Unión Soviética en 1961, que liberó una energía de 50 millones de toneladas de TNT, aunque teóricamente era capaz de un explosión equivalente a más de 100 millones de toneladas de TNT (unas 5.000 veces la potencia de la bomba de Hiroshima).

Incinerar un planeta entero, sin embargo, es algo de una magnitud completamente diferente. Para esto, la Estrella de la Muerte tendría que lanzar miles de tales láseres de rayos X al espacio, y luego sería necesario dispararlos todos a la vez. (Recordemos, por comparación, que en el apogeo de la guerra fría Estados Unidos y la Unión Soviética almacenaban unas 30.000 bombas nucleares cada uno). La energía total de un número tan enorme de láseres de rayos X sería suficiente para incinerar la superficie de un planeta. Por lo tanto, sería ciertamente posible que un imperio galáctico a cientos de miles de años en el futuro creara un arma semejante.

Para una civilización muy avanzada hay una segunda opción: crear una Estrella de la Muerte utilizando la energía de un estallido de rayos gamma. Una Estrella de la Muerte semejante liberaría una ráfaga de radiación solo superada por el big bang. Los estallidos de rayos gamma ocurren de forma natural en el espacio exterior, pero es concebible que una civilización avanzada pudiera dominar su enorme poder. Controlando el giro de una estrella mucho antes de que sufra un colapso y produzca una hipernova, se podría dirigir el estallido de rayos gamma a cualquier punto del espacio.

Estallidos de rayos gamma

Los estallidos de rayos gamma se vieron realmente por primera vez en la década de 1970, cuando el ejército de Estados Unidos lanzó el satélite Vela para detectar «destellos nucleares» (pruebas de una detonación no autorizada de una bomba nuclear). Pero en lugar de detectar destellos nucleares, el satélite Vela detectó enorme ráfagas de radiación procedentes del espacio. Al principio, el descubrimiento sembró el pánico en el Pentágono: ¿estaban los soviéticos probando una nueva arma nuclear en el espacio exterior? Más tarde se determinó que esas ráfagas de radiación llegaban uniformemente de todas las direcciones del cielo, lo que significaba que en realidad procedían de fuera de la Vía Láctea. Pero si eran extragalácticas, debían estar liberando cantidades de energía verdaderamente astronómicas, suficientes para iluminar todo el universo visible.

Cuando la Unión Soviética se descompuso en 1990, el Pentágono desclasificó un gran volumen de datos astronómicos, lo que abrumó a los astrónomos. De repente, los astrónomos comprendieron que tenían delante un fenómeno nuevo y misterioso, un fenómeno que requeriría reescribir los libros de texto de ciencia.

Puesto que los estallidos de rayos gamma duran solo de algunos segundos a unos pocos minutos antes de desaparecer, se requiere un elaborado sistema de sensores para detectarlos y analizarlos. Primero, los satélites detectan la ráfaga de radiación inicial y envían las coordenadas exactas de la ráfaga a la Tierra. Estas coordenadas son entonces introducidas en telescopios ópticos o radiotelescopios, que apuntan hacia la localización exacta del estallido de rayos gamma.

Aunque quedan muchos detalles por clarificar, una teoría sobre los orígenes de los estallidos de rayos gamma es que son «hipernovas» de enorme potencia que dejan tras ellas agujeros negros masivos. Es como si los estallidos de rayos gamma fueran agujeros negros monstruosos en formación.

Pero los agujeros negros emiten dos «chorros» de radiación, uno desde el polo norte y otro desde el polo sur, como una peonza que gira. La radiación que se ve procedente de un estallido de rayos gamma distante es, al parecer, uno de los chorros que apunta hacia la Tierra. Si el chorro de un estallido de rayos gamma estuviera dirigido a la Tierra y el estallido de rayos gamma estuviese en nuestra vecindad galáctica (a unos pocos centenares de años luz de la Tierra), su potencia sería suficiente para destruir toda la vida en nuestro planeta.

Inicialmente, el pulso de rayos X del estallido de rayos gamma crearía un pulso electromagnético que barrería todos los equipos electrónicos en la Tierra. Su intenso haz de rayos X y rayos gamma sería suficiente para dañar la atmósfera de la Tierra y destruir nuestra capa de ozono protectora. El chorro del estallido de rayos gamma calentaría la superficie de la Tierra a grandes temperaturas, lo que eventualmente provocaría enormes tormentas que abarcarían todo el planeta. Quizá el estallido de rayos gamma no hiciera explotar en realidad al planeta, como en la película
La guerra de las galaxias
, pero sin duda destruiría toda la vida, dejando un planeta desolado.

Es concebible que una civilización centenares de miles o un millón de años más avanzada que la nuestra fuera capaz de dirigir un agujero negro semejante en la dirección de un blanco. Esto podría hacerse desviando la trayectoria de planetas y estrellas de neutrones hacia la estrella moribunda a un ángulo preciso antes de que colapse. Esta desviación sería suficiente para cambiar el eje de giro de la estrella de modo que pudiera apuntarse en una dirección dada. Una estrella moribunda sería el mayor cañón de rayos imaginable.

En resumen, el uso de láseres potentes para crear pistolas de rayos y espadas de luz portátiles o manuales puede clasificarse como una imposibilidad de clase I, algo que es posible en el futuro cercano o quizá en menos de un siglo. Pero el desafío extremo de apuntar una estrella giratoria antes de que se convierta en un agujero negro y transformarla en una Estrella de la Muerte tendría que considerarse una imposibilidad de clase II, algo que claramente no viola las leyes de la física (existen tales estallidos de rayos gamma), pero algo que solo sería posible miles o millones de años en el futuro.

Capítulo
4
T
ELETRANSPORTE

¡Qué maravilloso que hayamos tropezado con una paradoja! Ahora tenemos alguna esperanza de hacer progresos.

N
IELS
B
OHR

¡Yo no puedo cambiar las leyes de la física, capitán!

S
COTTY
, ingeniero jefe en
Star Trek

El teletransporte, o la capacidad de transportar instantáneamente a una persona o un objeto de un lugar a otro, es una tecnología que podría cambiar el curso de la civilización y alterar el destino de las naciones. Podría alterar de manera irrevocable las reglas de la guerra: los ejércitos podrían teletransportar tropas detrás de las líneas enemigas o simplemente teletransportar a los líderes del enemigo y capturarlos. El sistema de transporte actual —desde los automóviles y los barcos a los aviones y los trenes, y todas las diversas industrias que sirven a estos sistemas— se haría obsoleto; sencillamente podríamos teletransportarnos al trabajo y teletransportar nuestros productos al mercado. Las vacaciones no requerirían ningún esfuerzo, pues nos teletransportaríamos a nuestro destino. El teletransporte lo cambiaría todo.

La versión más antigua del teletransporte puede encontrarse en textos religiosos tales como la Biblia, donde algunas personas desaparecen como por encanto.
[9]
Este pasaje de los Hechos de los Apóstoles en el Nuevo Testamento parece sugerir el teletransporte de Felipe de Gaza a Azoto: «Y en saliendo del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe, y el eunuco no volvió a verle, pero siguió gozoso su camino. Felipe, sin embargo, apareció en Azoto y viajó por todas las ciudades predicando la buena nueva hasta que llegó a Cesárea» (Hechos 8.36-40).

El teletransporte forma parte también del arsenal de trucos e ilusiones de cualquier mago: sacar conejos de una chistera, cartas de la manga y monedas de detrás de las orejas de alguien. Uno de los trucos de magia más ambiciosos de los tiempos recientes presentaba a un elefante que desaparecía ante los ojos de unos espectadores estupefactos. En este espectáculo, un enorme elefante de varias toneladas de peso era colocado dentro de una caja. Luego, con un toque de la varita del mago, el elefante desaparecía para gran asombro de los espectadores. (Por supuesto, el elefante no desaparecía realmente. El truco se realizaba con espejos. Detrás de cada barrote de la jaula se habían colocado largas y delgadas tiras verticales de material reflectante. Cada una de estas tiras verticales reflectantes podía pivotar, como una puerta. Al comienzo del truco de magia, cuando todas estas tiras reflectantes verticales estaban alineadas detrás de las barras, los espejos no podían verse y el elefante era visible. Pero cuando los espejos se rotaban 45 grados ante la audiencia, el elefante desaparecía, y los espectadores se quedaban mirando la imagen reflejada del lateral de la jaula).

Teletransporte y ciencia ficción

La primera mención del teletransporte en la ciencia ficción ocurría en la historia de Edward Page Mitchell «El hombre sin cuerpo», publicada en 1877. En dicha historia un científico era capaz de desensamblar los átomos de un gato y transmitirlos por un cable telegráfico. Por desgracia, la batería se agotaba mientras el científico estaba tratando de teletransportarse a sí mismo. Solo conseguía teletransportar su cabeza.

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