Harry Potter. La colección completa (122 page)

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Authors: J.K. Rowling

Tags: #Aventuras, Fantástico, Infantil y Juvenil, Intriga

—Sí, tendrán que irse —dijo Fudge, pasándose una mano por el cabello—. Nunca creí que intentaran darle el Beso a un niño inocente..., estaban totalmente fuera de control. Esta noche volverán a Azkaban. Tal vez deberíamos pensar en poner dragones en las entradas del colegio...

—Eso le encantaría a Hagrid —dijo Dumbledore, dirigiendo a Harry y a Hermione una rápida sonrisa. Cuando él y Fudge dejaron la enfermería, la señora Pomfrey corrió hacia la puerta y la volvió a cerrar con llave. Murmurando entre dientes, enfadada, volvió a su despacho.

Se oyó un leve gemido al otro lado de la enfermería. Ron se acababa de despertar. Lo vieron sentarse, rascarse la cabeza y mirar a su alrededor.

—¿Qué ha pasado? —preguntó—. ¿Harry? ¿Qué hacemos aquí? ¿Dónde está Sirius? ¿Dónde está Lupin? ¿Qué ocurre?

Harry y Hermione se miraron.

—Explícaselo tú —dijo Harry, cogiendo un poco más de chocolate.

Cuando Harry, Ron y Hermione dejaron la enfermería al día siguiente a mediodía, encontraron el castillo casi desierto. El calor abrasador y el final de los exámenes invitaban a todo el mundo a aprovechar al máximo la última visita a Hogsmeade. Sin embargo, ni a Ron ni a Hermione les apetecía ir, así que pasearon con Harry por los terrenos del colegio, sin parar de hablar de los extraordinarios acontecimientos de la noche anterior y preguntándose dónde estarían en aquel momento Sirius y
Buckbeak
. Cuando se sentaron cerca del lago, viendo cómo sacaba los tentáculos del agua el calamar gigante, Harry perdió el hilo de la conversación mirando hacia la orilla opuesta. La noche anterior, el ciervo había galopado hacia él desde allí.

Una sombra los cubrió. Al levantar la vista vieron a Hagrid, medio dormido, que se secaba la cara sudorosa con uno de sus enormes pañuelos y les sonreía.

—Ya sé que no debería alegrarme después de lo sucedido la pasada noche —dijo— . Me refiero a que Black se volviera a escapar y todo eso... Pero ¿a que no adivináis...?

—¿Qué? —dijeron, fingiendo curiosidad.


Buckbeak
. ¡Se escapó! ¡Está libre! ¡Lo estuve celebrando toda la noche!

—¡Eso es estupendo! —dijo Hermione, dirigiéndole una mirada severa a Ron, que parecía a punto de reírse.

—Sí, no lo atamos bien —explicó Hagrid, contemplando el campo satisfecho—. Esta mañana estaba preocupado, pensé que podía tropezarse por ahí con el profesor Lupin. Pero Lupin dice que anoche no comió nada.

—¿Cómo? —preguntó Harry.

—Caramba, ¿no lo has oído? —le preguntó Hagrid, borrando la sonrisa. Bajó la voz, aunque no había nadie cerca—. Snape se lo ha revelado esta mañana a todos los de Slytherin. Creía que a estas alturas ya lo sabría todo el mundo: el profesor Lupin es un hombre lobo. Y la noche pasada anduvo suelto por los terrenos del colegio. En estos momentos está haciendo las maletas, por supuesto.

—¿Que está haciendo las maletas? —preguntó Harry alarmado—. ¿Por qué?

—Porque se marcha —dijo Hagrid, sorprendido de que Harry lo preguntara—. Lo primero que hizo esta mañana fue presentar la dimisión. Dice que no puede arriesgarse a que vuelva a suceder.

Harry se levantó de un salto.

—Voy a verlo —dijo a Ron y a Hermione.

—Pero si ha dimitido...

—No creo que podamos hacer nada.

—No importa. De todas maneras, quiero verlo. Nos veremos aquí mismo más tarde.

La puerta del despacho de Lupin estaba abierta. Ya había empaquetado la mayor parte de sus cosas. Junto al depósito vacío del
grindylow
, la maleta vieja y desvencijada se hallaba abierta y casi llena. Lupin se inclinaba sobre algo que había en la mesa y sólo levantó la vista cuando Harry llamó a la puerta.

—Te he visto venir —dijo Lupin sonriendo. Señaló el pergamino sobre el que estaba inclinado. Era el mapa del merodeador.

—Acabo de estar con Hagrid —dijo Harry—. Me ha dicho que ha presentado usted la dimisión. No es cierto, ¿verdad?

—Me temo que sí —contestó Lupin. Comenzó a abrir los cajones de la mesa y a vaciar el contenido.

—¿Por qué? —preguntó Harry—. El Ministerio de Magia no lo creerá confabulado con Sirius, ¿verdad?

Lupin fue hacia la puerta y la cerró.

—No. El profesor Dumbledore se las ha arreglado para convencer a Fudge de que intenté salvaros la vida —suspiró—. Ha sido el colmo para Severus. Creo que ha sido muy duro para él perder la Orden de Merlín. Así que él... por casualidad... reveló esta mañana en el desayuno que soy un licántropo.

—¿Y se va sólo por eso? —preguntó Harry.

Lupin sonrió con ironía.

—Mañana a esta hora empezarán a llegar las lechuzas enviadas por los padres. No consentirán que un hombre lobo dé clase a sus hijos, Harry. Y después de lo de la última noche, creo que tienen razón. Pude haber mordido a cualquiera de vosotros... No debe repetirse.

—¡Es usted el mejor profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras que hemos tenido nunca! —dijo Harry—. ¡No se vaya!

Lupin negó con la cabeza, pero no dijo nada. Siguió vaciando los cajones. Luego, mientras Harry buscaba un argumento para convencerlo, Lupin añadió:

—Por lo que el director me ha contado esta mañana, la noche pasada salvaste muchas vidas, Harry. Si estoy orgulloso de algo es de todo lo que has aprendido. Háblame de tu
patronus
.

—¿Cómo lo sabe? —preguntó Harry anonadado.

—¿Qué otra cosa podía haber puesto en fuga a los
dementores
?

Harry contó a Lupin lo que había ocurrido. Al terminar, Lupin volvía a sonreír:

—Sí, tu padre se transformaba siempre en ciervo —con—firmó—. Lo adivinaste. Por eso lo llamábamos Cornamenta. —Lupin puso los últimos libros en la maleta, cerró los cajones y se volvió para mirar a Harry—. Toma, la traje la otra noche de la Casa de los Gritos —dijo, entregándole a Harry la capa invisible—: Y... —titubeó y a continuación le entregó también el mapa del merodeador—. Ya no soy profesor tuyo, así que no me siento culpable por devolverte esto. A mí ya no me sirve. Y me atrevo a creer que tú, Ron y Hermione le encontraréis utilidad.

Harry cogió el mapa y sonrió.

—Usted me dijo que Lunático, Colagusano, Canuto y Cornamenta me habrían tentado para que saliera del colegio..., que lo habrían encontrado divertido.

—Sí, lo habríamos hecho —confirmó Lupin, cerrando la maleta—. No dudo que a James le habría decepcionado que su hijo no hubiera encontrado ninguno de los pasadizos secretos para salir del castillo.

Alguien llamó a la puerta. Harry se guardó rápidamente en el bolsillo el mapa del merodeador y la capa invisible.

Era el profesor Dumbledore. No se sorprendió al ver a Harry.

—Tu coche está en la puerta, Remus —anunció.

—Gracias, director.

Lupin cogió su vieja maleta y el depósito vacío del
grindylow
.

—Bien. Adiós, Harry —dijo sonriendo—. Ha sido un verdadero placer ser profesor tuyo. Estoy seguro de que nos volveremos a encontrar en otra ocasión. Señor director, no hay necesidad de que me acompañe hasta la puerta. Puedo ir solo.

Harry tuvo la impresión de que Lupin quería marcharse lo más rápidamente posible.

—Adiós entonces, Remus —dijo Dumbledore escuetamente. Lupin apartó ligeramente el depósito del
grindylow
para estrecharle la mano a Dumbledore. Luego, con un último movimiento de cabeza dirigido a Harry y una rápida sonrisa, salió del despacho.

Harry se sentó en su silla vacía, mirando al suelo con tristeza. Oyó cerrarse la puerta y levantó la vista. Dumbledore seguía allí.

—¿Por qué estás tan triste, Harry? —le preguntó en voz baja—. Tendrías que sentirte muy orgulloso de ti mismo después de lo ocurrido anoche.

—No sirvió de nada —repuso Harry con amargura—. Pettigrew se escapó.

—¿Que no sirvió de nada? —dijo Dumbledore en voz baja—. Sirvió de mucho, Harry. Ayudaste a descubrir la verdad. Salvaste a un hombre inocente de un destino terrible.

«Terrible.» Harry recordó algo. «Más grande y más terrible que nunca.» ¡La predicción de la profesora Trelawney!

—Profesor Dumbledore: ayer, en mi examen de Adivinación, la profesora Trelawney se puso muy rara.

—¿De verdad? —preguntó Dumbledore—. ¿Quieres decir más rara de lo habitual?

—Sí... Habló con una voz profunda, poniendo los ojos en blanco. Y dijo que el vasallo de Voldemort partiría para reunirse con su amo antes de la medianoche. Dijo que el vasallo lo ayudaría a recuperar el poder. —Harry miró a Dumbledore—. Y luego volvió a la normalidad y no recordaba nada de lo que había dicho. ¿Sería una auténtica profecía?

Dumbledore parecía impresionado.

—Pienso que podría serlo —dijo pensativo—. ¿Quién lo habría pensado? Esto eleva a dos el total de sus profecías auténticas. Tendría que subirle el sueldo...

—Pero... —Harry lo miró aterrorizado: ¿cómo podía tomárselo Dumbledore con tanta calma?—, ¡pero yo impedí que Sirius y Lupin mataran a Pettigrew! Esto me convierte en culpable de un posible regreso de Voldemort.

—En absoluto —respondió Dumbledore tranquilamente—. ¿No te ha enseñado nada tu experiencia con el giratiempo, Harry? Las consecuencias de nuestras acciones son siempre tan complicadas, tan diversas, que predecir el futuro es realmente muy difícil. La profesora Trelawney, Dios la bendiga, es una prueba de ello. Hiciste algo muy noble al salvarle la vida a Pettigrew.

—¡Pero si ayuda a Voldemort a recuperar su poder...!

—Pettigrew te debe la vida. Has enviado a Voldemort un lugarteniente que está en deuda contigo. Cuando un mago le salva la vida a otro, se crea un vínculo entre ellos. Y si no me equivoco, no creo que Voldemort quiera que su vasallo esté en deuda con Harry Potter.

—No quiero tener ningún vínculo con Pettigrew —dijo Harry—. Traicionó a mis padres.

—Esto es lo más profundo e insondable de la magia, Harry. Pero confía en mí. Llegará el momento en que te alegres de haberle salvado la vida a Pettigrew.

Harry no podía imaginar cuándo sería. Dumbledore parecía saber lo que pensaba Harry.

—Traté mucho a tu padre, Harry, tanto en Hogwarts como más tarde —dijo dulcemente—. Él también habría salvado a Pettigrew, estoy seguro.

Harry lo miró. Dumbledore no se reiría. Se lo podía decir.

—Anoche... pensé que era mi padre el que había hecho aparecer mi
patronus
. Quiero decir... cuando me vi a mí mismo al otro lado del lago, pensé que lo veía a él.

—Un error fácil de cometer —dijo Dumbledore—. Supongo que estarás harto de oírlo, pero te pareces extraordinariamente a James. Menos en los ojos: tienes los de tu madre.

Harry sacudió la cabeza.

—Fue una idiotez pensar que era él —murmuró—. Quiero decir... ya sé que está muerto.

—¿Piensas que los muertos a los que hemos querido nos abandonan del todo? ¿No crees que los recordamos especialmente en los mayores apuros? Tu padre vive en ti, Harry, y se manifiesta más claramente cuando lo necesitas. ¿De qué otra forma podrías haber creado ese
patronus
tan especial? Cornamenta volvió a galopar anoche. —Harry tardó un rato en comprender lo que Dumbledore acababa de decirle—. Sirius me contó anoche cómo se convertían en animagos —añadió Dumbledore sonriendo—. Una hazaña extraordinaria... y aún más extraordinario fue que yo no me enterara. Y entonces recordé la muy insólita forma que adoptó tu
patronus
cuando embistió al señor Malfoy en el partido contra Ravenclaw. Así que anoche viste realmente a tu padre... Lo encontraste dentro de ti mismo.

Y Dumbledore abandonó el despacho dejando a Harry con sus confusos pensamientos.

Nadie en Hogwarts conocía la verdad de lo ocurrido la noche en que desaparecieron
Buckbeak
, Sirius y Pettigrew, salvo Harry, Ron, Hermione y el profesor Dumbledore. Al final del curso, Harry oyó muchas teorías acerca de lo que había sucedido, pero ninguna se acercaba a la verdad.

Malfoy estaba furioso por lo de
Buckbeak
. Estaba convencido de que Hagrid había hallado la manera de esconder el
hipogrifo
, y parecía ofendido porque el guardabosques hubiera sido más listo que su padre y él. Percy Weasley, mientras tanto, tenía mucho que decir sobre la huida de Sirius.

—¡Si logro entrar en el Ministerio, tendré muchas propuestas para hacer cumplir la ley mágica! —dijo a la única persona que lo escuchaba, su novia Penelope.

Aunque el tiempo era perfecto, aunque el ambiente era tan alegre, aunque sabía que había logrado casi lo imposible al liberar a Sirius, Harry nunca había estado tan triste al final de un curso.

Ciertamente, no era el único al que le apenaba la partida del profesor Lupin. Todo el grupo que acudía con Harry a la clase de Defensa Contra las Artes Oscuras lamentaba su dimisión.

—Me pregunto a quién nos pondrán el próximo curso —dijo Seamus Finnigan con melancolía.

—Tal vez a un vampiro —sugirió Dean Thomas con ilusión.

Lo que le pesaba a Harry no era sólo la partida de Lupin. No podía dejar de pensar en la predicción de la profesora Trelawney. Se preguntaba continuamente dónde estaría Pettigrew, si estaría escondido o si habría llegado ya junto a Voldemort. Pero lo que más lo deprimía era la perspectiva de volver con los Dursley. Durante media hora, una gloriosa media hora, había creído que viviría en adelante con Sirius, el mejor amigo de sus padres. Era lo mejor que podía imaginar, exceptuando la posibilidad de tener allí otra vez a su padre. Y aunque era una buena noticia no tener noticias de Sirius, porque significaba que no lo habían encontrado, Harry no podía dejar de entristecerse al pensar en el hogar que habría podido tener y en el hecho de que lo había perdido.

Los resultados de los exámenes salieron el último día del curso. Harry, Ron y Hermione habían aprobado todas las asignaturas. Harry estaba asombrado de que le hubieran aprobado Pociones. Sospechaba que Dumbledore había intervenido para impedir que Snape lo suspendiera injustamente. El comportamiento de Snape con Harry durante toda la última semana había sido alarmante. Harry nunca habría creído que la manía que le tenía Snape pudiera aumentar, pero así fue. A Snape se le movía un músculo en la comisura de la boca cada vez que veía a Harry, y se le crispaban los dedos como si deseara cerrarlos alrededor del cuello de Harry.

Percy obtuvo las más altas calificaciones en ÉXTASIS. Fred y George consiguieron varios TIMOS cada uno. Mientras tanto, la casa de Gryffindor, en gran medida gracias a su espectacular actuación en la copa de
quidditch
, había ganado la Copa de las Casas por tercer año consecutivo. Por eso la fiesta de final de curso tuvo lugar en medio de ornamentos rojos y dorados, y la mesa de Gryffindor fue la más ruidosa de todas, ya que todo el mundo lo estaba celebrando. Incluso Harry, comiendo, bebiendo, hablando y riendo con sus compañeros, consiguió olvidar que al día siguiente volvería a casa de los Dursley.

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