Harry Potter. La colección completa (121 page)

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Authors: J.K. Rowling

Tags: #Aventuras, Fantástico, Infantil y Juvenil, Intriga

El
patronus
dio media vuelta. Volvía hacia Harry a medio galope, cruzando la calma superficie del agua. No era un caballo. Tampoco un unicornio. Era un ciervo. Brillaba tanto como la luna... Regresaba hacia él.

Se detuvo en la orilla. Sus pezuñas no dejaban huellas en la orilla. Miraba a Harry con sus ojos grandes y plateados. Lentamente reclinó la cornamenta. Y Harry comprendió:

—Cornamenta —susurró.

Pero se desvaneció cuando alargó hacia él las temblorosas yemas de sus dedos.

Harry se quedó así, con la mano extendida. Luego, con un vuelco del corazón, oyó tras él un ruido de cascos. Se dio la vuelta y vio a Hermione, que se acercaba a toda prisa, tirando de
Buckbeak
.

—¿Qué has hecho? —dijo enfadada—. Dijiste que no intervendrías.

—Sólo he salvado nuestra vida... Ven aquí, detrás de este arbusto: te lo explicaré.

Hermione escuchó con la boca abierta el relato de lo ocurrido.

—¿Te ha visto alguien?

—Sí. ¿No me has oído? ¡Me vi a mí mismo, pero creí que era mi padre!

—No puedo creerlo... ¡Hiciste aparecer un
patronus
capaz de ahuyentar a todos los
dementores
! ¡Eso es magia avanzadísima!

—Sabía que lo podía hacer —dijo Harry—, porque ya lo había hecho... ¿No es absurdo?

—No lo sé... ¡Harry, mira a Snape!

Observaron la otra orilla desde ambos lados del arbusto. Snape había recuperado el conocimiento. Estaba haciendo aparecer por arte de magia unas camillas y subía a ellas los cuerpos inconscientes de Harry, Hermione y Black. Una cuarta camilla, que sin duda llevaba a Ron, flotaba ya a su lado. Luego, apuntándolos con la varita, los llevó hacia el castillo.

—Bueno, ya es casi el momento —dijo Hermione, nerviosa, mirando el reloj—. Disponemos de unos 45 minutos antes de que Dumbledore cierre con llave la puerta de la enfermería. Tenemos que rescatar a Sirius y volver a la enfermería antes de que nadie note nuestra ausencia.

Aguardaron. Veían reflejarse en el lago el movimiento de las nubes. La brisa susurraba entre las hojas del arbusto que tenían al lado. Aburrido,
Buckbeak
había vuelto a buscar lombrices en la tierra.

—¿Crees que ya estará allí arriba? —preguntó Harry, consultando la hora. Levantó la mirada hacia el castillo y empezó a contar las ventanas de la derecha de la torre oeste.

—¡Mira! —susurró Hermione—. ¿Quién es? ¡Alguien vuelve a salir del castillo!

Harry miró en la oscuridad. El hombre se apresuraba por los terrenos del colegio hacia una de las entradas. Algo brillaba en su cinturón.

—¡Macnair! —dijo Harry—. ¡El verdugo! ¡Va a buscar a los
dementores
!

Hermione puso las manos en el lomo de
Buckbeak
y Harry la ayudó a montar. Luego apoyó el pie en una rama baja del arbusto y montó delante de ella. Pasó la cuerda por el cuello de
Buckbeak
y la ató también al otro lado, como unas riendas.

—¿Preparada? —susurró a Hermione—. Será mejor que te sujetes a mí.

Espoleó a
Buckbeak
con los talones.

Buckbeak
emprendió el vuelo hacia el oscuro cielo. Harry le presionó los costados con las rodillas y notó que levantaba las alas. Hermione se sujetaba con fuerza a la cintura de Harry, que la oía murmurar:

—Ay, ay, qué poco me gusta esto, ay, ay, qué poco me gusta.

Planeaban silenciosamente hacia los pisos más altos del castillo. Harry tiró de la rienda de la izquierda y
Buckbeak
viró. Harry trataba de contar las ventanas que pasaban como relámpagos.

—¡Sooo! —dijo, tirando de las riendas todo lo que pudo.

Buckbeak
redujo la velocidad y se detuvieron. Pasando por alto el hecho de que subían y bajaban casi un metro cada vez que
Buckbeak
batía las alas, podía decirse que estaban inmóviles.

—¡Ahí está! —dijo Harry, localizando a Sirius mientras ascendían junto a la ventana. Sacó la mano y en el momento en que
Buckbeak
bajaba las alas, golpeó en el cristal.

Black levantó la mirada. Harry vio que se quedaba boquiabierto. Saltó de la silla, fue aprisa hacia la ventana y trató de abrirla, pero estaba cerrada con llave.

—¡Échate hacia atrás! —le gritó Hermione, y sacó su varita, sin dejar de sujetarse con la mano izquierda a la túnica de Harry.


¡Alohomora!

La ventana se abrió de golpe.

—¿Cómo... cómo... ? —preguntó Black casi sin voz, mirando al
hipogrifo
.

—Monta, no hay mucho tiempo —dijo Harry, abrazándose al cuello liso y brillante de
Buckbeak
, para impedir que se moviera—. Tienes que huir, los
dementores
están a punto de llegar. Macnair ha ido a buscarlos.

Black se sujetó al marco de la ventana y asomó la cabeza y los hombros. Fue una suerte que estuviera tan delgado. En unos segundos pasó una pierna por el lomo de
Buckbeak
y montó detrás de Hermione.

—¡Arriba,
Buckbeak
! —dijo Harry, sacudiendo las riendas—. Arriba, a la torre. ¡Vamos!

El
hipogrifo
batió las alas y volvió a emprender el vuelo. Navegaron a la altura del techo de la torre oeste.
Buckbeak
aterrizó tras las almenas con mucho alboroto, y Harry y Hermione se bajaron inmediatamente.

—Será mejor que escapes rápido, Sirius —dijo Harry jadeando—. No tardarán en llegar al despacho de Flitwick. Descubrirán tu huida.

Buckbeak
dio una coz en el suelo, sacudiendo la afilada cabeza.

—¿Qué le ocurrió al otro chico? A Ron —preguntó Sirius.

—Se pondrá bien. Está todavía inconsciente, pero la señora Pomfrey dice que se curará. ¡Rápido, vete!

Pero Black seguía mirando a Harry.

—¿Cómo te lo puedo agradecer?


¡VETE!
—gritaron a un tiempo Harry y Hermione.

Black dio la vuelta a
Buckbeak,
orientándolo hacia el cielo abierto.

—¡Nos volveremos a ver! —dijo—. ¡Verdaderamente, Harry, te pareces a tu padre!

Presionó los flancos de
Buckbeak
con los talones. Harry y Hermione se echaron atrás cuando las enormes alas volvieron a batir. El
hipogrifo
emprendió el vuelo... Animal y jinete empequeñecieron conforme Harry los miraba... Luego, una nube pasó ante la luna... y se perdieron de vista.

22
Más lechuzas mensajeras

—¡Harry! —Hermione le tiraba de la manga, mirando el reloj—. Tenemos diez minutos para regresar a la enfermería sin ser vistos. Antes de que Dumbledore cierre la puerta con llave.

—De acuerdo —dijo Harry, apartando los ojos del cielo—, ¡vamos!

Entraron por la puerta que tenían detrás y bajaron una estrecha escalera de caracol. Al llegar abajo oyeron voces. Se arrimaron a la pared y escucharon. Parecían Fudge y Snape. Caminaban aprisa por el corredor que comenzaba al pie de la escalera.

—... Sólo espero que Dumbledore no ponga impedimentos —decía Snape—. ¿Le darán el Beso inmediatamente?

—En cuanto llegue Macnair con los
dementores
. Todo este asunto de Black ha resultado muy desagradable. No tiene ni idea de las ganas que tengo de decir a
El Profeta
que por fin lo hemos atrapado. Supongo que querrán entrevistarle, Snape... Y en cuanto el joven Harry vuelva a estar en sus cabales, también querrá contarle al periódico cómo usted lo salvó.

Harry apretó los dientes. Entrevió la sonrisa hipócrita de Snape cuando él y Fudge pasaron ante el lugar en que estaban escondidos. Sus pasos se perdieron. Harry y Hermione aguardaron unos instantes para asegurarse de que estaban lejos y echaron a correr en dirección opuesta. Bajaron una escalera, luego otra, continuaron por otro corredor y oyeron una carcajada delante de ellos.

—¡Peeves! —susurró Harry, asiendo a Hermione por la muñeca—. ¡Entremos aquí!

Corrieron a toda velocidad y entraron en un aula vacía que encontraron a la izquierda. Peeves iba por el pasillo dando saltos de contento, riéndose a mandíbula batiente.

—¡Es horrible! —susurró Hermione, con el oído pegado a la puerta—. Estoy segura de que se ha puesto así de alegre porque los
dementores
van a ejecutar a Sirius... —Miró el reloj—. Tres minutos, Harry.

Aguardaron a que la risa malvada de Peeves se perdiera en la distancia. Entonces salieron del aula y volvieron a correr.

—Hermione, ¿qué ocurrirá si no regresamos antes de que Dumbledore cierre la puerta? —jadeó Harry.

—No quiero ni pensarlo —dijo Hermione, volviendo a mirar el reloj—. ¡Un minuto! —Llegaron al pasillo en que se hallaba la enfermería—. Bueno, ya se oye a Dumbledore —dijo nerviosa Hermione—. ¡Vamos, Harry!

Siguieron por el corredor cautelosamente. La puerta se abrió. Vieron la espalda de Dumbledore.

—Os voy a cerrar con llave —le oyeron decir—. Son las doce menos cinco. Señorita Granger, tres vueltas deberían bastar. Buena suerte.

Dumbledore salió de espaldas de la enfermería, cerró la puerta y sacó la varita para cerrarla mágicamente. Asustados, Harry y Hermione se apresuraron. Dumbledore alzó la vista y una sonrisa apareció bajo el bigote largo y plateado.

—¿Bien? —preguntó en voz baja.

—¡Lo hemos logrado! —dijo Harry jadeante—. Sirius se ha ido montado en
Buckbeak
...

Dumbledore les dirigió una amplia sonrisa.

—Bien hecho. Creo... —Escuchó atentamente por si se oía algo dentro de la enfermería—. Sí, creo que ya no estáis ahí dentro. Entrad. Os cerraré.

Entraron en la enfermería. Estaba vacía, salvo por lo que se refería a Ron, que permanecía en la cama. Después de oir la cerradura, se metieron en sus camas. Hermione volvió a esconder el giratiempo debajo de la túnica. Un instante después, la señora Pomfrey volvió de su oficina con paso enérgico.

—¿Ya se ha ido el director? ¿Se me permitirá ahora ocuparme de mis pacientes?

Estaba de muy mal humor. Harry y Hermione pensaron que era mejor aceptar el chocolate en silencio. La señora Pomfrey se quedó allí delante para asegurarse de que se lo comían. Pero Harry apenas se lo podía tragar. Hermione y él aguzaban el oído, con los nervios alterados. Y entonces, mientras tomaban el cuarto trozo del chocolate de la señora Pomfrey, oyeron un rugido furioso, procedente de algún distante lugar por encima de la enfermería.

—¿Qué ha sido eso? —dijo alarmada la señora Pomfrey.

Oyeron voces de enfado, cada vez más fuertes. La señora Pomfrey no perdía de vista la puerta.

—¡Hay que ver! ¡Despertarán a todo el mundo! ¿Qué creen que hacen?

Harry intentaba oír lo que decían. Se aproximaban.

—Debe de haberse desaparecido, Severus. Tendríamos que haber dejado a alguien con él en el despacho. Cuando esto se sepa...


¡NO SE HA DESAPARECIDO!
—bramó Snape, muy cerca de ellos—.
¡UNO NO PUEDE APARECERSE NI DESAPARECERSE EN ESTE CASTILLO! ¡POTTER TIENE ALGO QUE VER CON ESTO!

—Sé razonable, Severus. Harry está encerrado.

¡PLAM!

La puerta de la enfermería se abrió de golpe. Fudge, Snape y Dumbledore entraron en la sala con paso enérgico. Sólo Dumbledore parecía tranquilo, incluso contento. Fudge estaba enfadado, pero Snape se hallaba fuera de sí.


¡CONFIESA, POTTER!
—vociferó—.
¿QUÉ ES LO QUE HAS HECHO?

—¡Profesor Snape! —chilló la señora Pomfrey—, ¡contrólese!

—Por favor, Snape, sé razonable —dijo Fudge—. Esta puerta estaba cerrada con llave. Acabamos de comprobarlo.


¡LE AYUDARON A ESCAPAR, LO SÉ!
—gritó Snape, señalando a Harry y a Hermione. Tenía la cara contorsionada. Escupía saliva.

—¡Tranquilícese, hombre! —gritó Fudge—. ¡Está diciendo tonterías!


¡NO CONOCE A POTTER!
—gritó Snape—.
¡LO HIZO ÉL, SÉ QUE LO HIZO ÉL!

—Ya vale, Severus —dijo Dumbledore con voz tranquila—. Piensa lo que dices. Esta puerta ha permanecido cerrada con llave desde que abandoné la enfermería, hace diez minutos. Señora Pomfrey, ¿han abandonado estos alumnos sus camas?

—¡Por supuesto que no! —dijo ofendida la señora Pomfrey—. ¡He estado con ellos desde que usted salió!

—Ahí lo tienes, Severus —dijo Dumbledore con tranquilidad—. A menos que crea que Harry y Hermione son capaces de encontrarse en dos lugares al mismo tiempo, me temo que no encuentro motivo para seguir molestándolos.

Snape se quedó allí, enfadado, apartando la vista de Fudge, que parecía totalmente sorprendido por su comportamiento, y dirigiéndola a Dumbledore, cuyos ojos brillaban tras las gafas. Snape dio media vuelta (la tela de su túnica produjo un frufrú) y salió de la sala de la enfermería como un vendaval.

—Su colega parece perturbado —dijo Fudge, siguiéndolo con la vista—. Yo en su lugar, Dumbledore, tendría cuidado con él.

—No es nada serio —dijo Dumbledore con calma—, sólo que acaba de sufrir una gran decepción.

—¡No es el único! —repuso Fudge resoplando—. ¡
El Profeta
va a encontrarlo muy divertido! ¡Ya lo teníamos arrinconado y se nos ha escapado entre los dedos! Sólo faltaría que se enterasen también de la huida del
hipogrifo
, y seré el hazmerreír. Bueno, tendré que irme y dar cuenta de todo al Ministerio...

—¿Y los
dementores
? —le preguntó Dumbledore—. Espero que se vayan del colegio.

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