Historia universal del Siglo XX: De la Primera Guerra Mundial al ataque a las Torres Gemelas (13 page)

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Authors: Juan Francisco Fuentes y Emilio La Parra López

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La práctica política de los gobiernos no fue en absoluto ajena a todo lo dicho y a ella corresponde el protagonismo en la creación de dos situaciones que incidieron de modo directo y determinante en el estallido de la guerra, que son consecuencia del aludido ambiente nacionalista: las políticas de rearme y la consolidación de los bloques de alianzas. Alarmados por las crisis prebélicas (los conflictos en Marruecos y las guerras en los Balcanes) todos los gobiernos incrementaron la carrera de armamentos y aceleraron el militarismo en la opinión pública para recibir el apoyo necesario y, al mismo tiempo, reforzaron las alianzas. A pesar de la resistencia de Austria e Italia, Alemania logró en 1912 renovar la Triple Alianza por seis años y también en 1912 se reforzó el otro bloque, la Triple Entente, cuyos estados mayores entablaron conversaciones sobre auxilio militar mutuo. A partir de entonces se creó la circunstancia que hizo posible la guerra: los dos bloques de alianzas estaban tan sólidamente establecidos que los gobiernos no pudieron controlar su actuación cuando las disputas internacionales abocaron al conflicto. Esto es lo que sucedió en 1914, aunque podría haberse producido uno o varios años antes, pues salvo el incidente de Sarajevo nada especialmente relevante ocurrió en aquella fecha.

Desde el comienzo del siglo la situación diplomática estaba sumamente enmarañada. La consolidación de los dos bloques de alianzas era un hecho, pero en el interior de cada uno persistían algunas dudas. Italia había firmado una convención naval con Austria en 1912, pero no se comprometió a intervenir en caso de que la Triple Alianza declarara la guerra a Francia o al Reino Unido. En el otro lado subsistía, sobre todo, la duda acerca de la actitud británica, debido a sus negociaciones con Alemania en 1912, si bien el Reino Unido se había negado a la propuesta del canciller alemán de mantenerse neutral en caso de guerra. A ello había que añadir los múltiples intereses de las grandes potencias en los Balcanes y el intrincado entramado de relaciones con los países de la zona. Serbia contaba con el apoyo de Rusia y Francia; Bulgaria se inclinaba hacia Austria por temor al engrandecimiento de Serbia; Rumania tenía buenas relaciones con Francia, aunque su rey Carol I era miembro de la dinastía alemana Hohenzollern-Sigmaringen y se inclinaba hacia la Triple Alianza; también el rey de Grecia, Constantino I, cuñado de Guillermo II, era favorable a Alemania, pero el jefe del gobierno Venizelos y la opinión pública lo eran del Reino Unido; mientras Turquía se mostraba completamente inclinada a favor de Alemania.

La colisión de influencias en los Balcanes tuvo indudable importancia en 1914, como lo demuestra el hecho de que el suceso de Sarajevo hiciera aflorar, de modo conjunto, el antagonismo arrastrado entre las grandes potencias desde tiempo atrás. Este acontecimiento suscitó con mayor virulencia que en cualquier otra ocasión el enfrentamiento histórico entre Rusia y el Imperio austro-húngaro, pues uno y otro supusieron que la mínima cesión por su parte implicaba un grave retroceso internacional y conllevaría serios problemas internos: Rusia perdería su condición de protector del eslavismo, ahora más necesaria que nunca para un régimen desprestigiado tras la derrota ante Japón y acosado por los movimientos revolucionarios internos, y Austria-Hungría se exponía a una convulsión en sus propias estructuras, dado el carácter centralista y multinacional del imperio. La pertenencia de ambos antagonistas a los dos bloques de alianzas suscitó, casi de forma automática, otros enfrentamientos históricos. Por una lado, el ya tradicional entre Francia y Alemania, recrudecido a causa de las crisis marroquíes y aumentado constantemente por la disputa de Alsacia-Lorena, asunto un tanto relegado a segundo plano en las relaciones diplomáticas bilaterales, pero que continuaba nutriendo el nacionalismo en ambos países y contribuía a enfervorizar el militarismo popular. Por otra parte, la rivalidad más reciente, pero quizá de mayor envergadura, entre Alemania y el Reino Unido, suscitada por la disputa de la hegemonía económica mundial y por la escalada naval emprendida por ambos países pensando en un enfrentamiento posible con el otro, asunto que contribuyó de forma decisiva a impulsar las políticas de rearme en toda Europa.

La expresión de estos antagonismos en dos bloques de alianza consolidados hizo imposible cualquier compromiso en el verano de 1914, una vez que Austria-Hungría y Serbia, ésta con el apoyo explícito de Rusia, mostraron la máxima rigidez en el mantenimiento de sus pretensiones. Basados en que el arma utilizada por Gavrilo Prinzip, el asesino de la pareja imperial en Sarajevo, era de procedencia serbia y que ciertos oficiales de ese país habían participado en la preparación del atentado a través de la organización «Mano Negra», el gobierno y el estado mayor austríacos consideraron llegado el momento para castigar a Serbia y la culparon del atentado. El gobierno serbio no había tenido nada que ver en el asunto e incluso había advertido a Viena de la posibilidad de un suceso inesperado durante el viaje del príncipe heredero a Bosnia, pero Austria consiguió extender por Europa su acusación y recurrió de inmediato a Alemania en busca del apoyo decisivo para acabar con Serbia. El 5 de julio, el emperador Francisco José escribió con toda claridad sus intenciones a Guillermo II: «La paz no se convertirá en una certidumbre hasta que Serbia desaparezca como potencia en los Balcanes. La política de paz emprendida por todos los monarcas europeos quedará comprometida en tanto que ese foco de agitación criminal quede impune». Al día siguiente, el gobierno de Berlín responde con este telegrama: “En cualquier caso Rusia será hostil […] y Viena debe tener la seguridad de que si estalla la guerra entre Rusia y Austria-Hungría, Alemania estará al lado de su aliado. Por otra parte, Rusia está lejos de estar preparada para la guerra… por lo que sería lamentable que Austria no sacara partido de las circunstancias presentes, tan favorables… Amparada en estas seguridades, el 23 de julio Austria-Hungría lanza un ultimátum a Serbia, exigiendo el cese de la propaganda hostil, la destitución de los oficiales y funcionarios supuestos responsables del atentado de Sarajevo y la apertura de una investigación judicial sobre el caso con participación de delegados del gobierno de Viena. Como ultimátum es generalmente interpretado como amenaza a la soberanía serbia, Rusia reacciona el 25 de julio expresando su firme apoyo a Serbia. Ese mismo día el Reino Unido inicia el primero de sus intentos, todos vanos, para comprometer a Alemania a apaciguar el conflicto. Alemania no comunica a Viena la gestión británica y una vez finalizado el plazo del ultimátum, el 28 de julio, Austria-Hungría declara la guerra a Serbia. El día 30 Nicolás II ordena la movilización general en Rusia, y Austria-Hungría responde con la misma medida un día más tarde. El primero de agosto Alemania hace lo propio y declara la guerra a Rusia. A partir de ese momento se produce una cascada de declaraciones bélicas: Alemania contra Francia y Bélgica (día 3), el Reino Unido contra Alemania (día 4), Austria-Hungría contra Rusia (día 5), Serbia contra Alemania (día 6), Francia contra Austria (día 11), el Reino Unido contra Austria (día 13). El día 20 el conflicto sale de Europa: Japón declara la guerra a Alemania, la cual responde con la misma moneda dos días después. El 2 de noviembre Turquía entra oficialmente en el conflicto declarando la guerra a Francia, el Reino Unido y Rusia.

Antes de finalizar 1914, quedan constituidos los dos bloques contendientes en una guerra que por la participación en ella de Japón y el compromiso de las colonias tiene desde su inicio extensión mundial. La Triple Alianza, reducida a Alemania y Austria-Hungría, pues Italia abandona su compromiso e inicialmente se mantiene al margen de las hostilidades, cuenta con el apoyo de Turquía y de Bulgaria. Los componentes de la Triple Entente (el Reino Unido, Francia y Rusia) mantuvieron su unidad y junto a ellos se alinearon en el primer momento Serbia, Bélgica y Japón y más tarde Rumania, Grecia, Portugal, Italia (el 23 de mayo de 1915) y en 1917, Estados Unidos, cuyo concurso arrastra a las repúblicas americanas de Bolivia, Perú, Brasil y Uruguay. En Europa sólo unos pocos países permanecieron neutrales: Suiza, España, Holanda, Dinamarca, Noruega, Suecia y Albania.

2.2. El desarrollo del conflicto

Alemania tomó la iniciativa de las operaciones militares. El estado mayor había previsto comenzar con una gran ofensiva contra Francia a través de Bélgica y, mientras durara esta operación («seis semanas», según los cálculos), las tropas austro-húngaras impedirían en el Este cualquier movimiento del ejército ruso. Una vez lograda la sumisión de Francia, principal objetivo inicial, se concentrarían los esfuerzos en el frente oriental para acabar con Rusia. Por su parte, Francia proyectaba atacar a Alemania en Alsacia y Lorena, con el fin de dividir al ejército imperial. En ambos casos se creyó que la guerra sería breve, pues se confió en la capacidad operativo deparada por el ferrocarril y los automóviles para el transporte de tropas, en la eficacia de nuevas armas, como la artillería pesada de precisión, la ametralladora y la aviación, y en las posibilidades logísticas derivadas del teléfono y el telégrafo.

Los hechos parecieron corroborar, al comienzo, el plan alemán. El 16 de agosto las tropas alemanas ocupan Lieja, lugar donde se ensayó por primera vez el bombardeo aéreo mediante los dirigibles Zeppelin, y cuatro días más tarde, una vez dominada Bélgica, invaden Francia. El ejército francés lanza varios contraataques, pero no consigue hacer retroceder a los alemanes. La guerra ha comenzado en la zona fronteriza (de ahí la denominación de esta primera fase como «guerra de las fronteras») con victoria de Alemania. Todo hacía presagiar una escasa duración de las operaciones militares, pero la inicial victoria alemana había sido incompleta, pues no había roto la cohesión del ejército francés, el cual, con la ayuda británica, consigue en la batalla del Marne parar el avance alemán hacia París. Este contratiempo obliga al estado mayor alemán a efectuar distintos movimientos para desbordar al contrario, maniobra emprendida asimismo por el ejército franco-británico con idéntico objetivo. Tales operaciones dieron como resultado la ampliación del frente y el desplazamiento de tropas hacia el Norte (es lo que se conoce como «la carrera hacia el mar»). En noviembre el frente se extiende desde el Mar del Norte hasta Suiza y ninguno de los contendientes consigue superar al contrario, por lo que ambos disponen de tiempo para fijar la propia posición, presentando todo tipo de impedimentos a los movimientos del enemigo. Se cavan trincheras, se construyen alambradas y la artillería lanza continuos bombardeos contra las posiciones adversarias para posibilitar el ataque de la infantería. La estrategia, sin embargo, depara escasos resultados, pues a pesar de la dureza de las acciones y del empleo masivo de hombres en cada una de ellas (las bajas se cuentan por millares) el avance es siempre muy limitado. Estas condiciones imprimen un giro a las operaciones militares y obligan a cambiar la estrategia: a partir de ahora el protagonismo corresponderá a la artillería pesada, pues se ha demostrado la escasa capacidad ofensiva de la infantería y, además, quedan desvanecidas las esperanzas de una guerra corta.

Así pues, a partir de diciembre de 1914, la guerra toma un nuevo sesgo en el frente occidental. Los dos ejércitos enemigos se consolidan en sus respectivas posiciones, separados por una estrecha franja de pocos kilómetros, sin que uno u otro logre la ruptura del frente contrario. Todo sucede en las trincheras (es la «guerra de posiciones»), sin obtener avances significativos. Hasta febrero de 1916 ambos ejércitos utilizan masivamente la artillería pesada y recurren a nuevas armas para destruir al contrario: la granada de mano, la aviación, el mortero, las armas químicas… El cambio de táctica exige un gran esfuerzo por parte de la industria armamentística y el empleo creciente de efectivos humanos. A partir de ahora se piensa que el éxito dependerá en gran medida de la capacidad industrial de los contendientes y de la disponibilidad de soldados. La vieja idea, asentada desde la época napoleónica, de librar la guerra mediante ofensivas de la infantería desarrolladas con audacia y a toda costa hasta conseguir aniquilar al enemigo ha quedado completamente desfasado. Estamos ante una forma inédita de hacer la guerra.

A diferencia del estancamiento producido en el frente occidental, en el oriental se registró una extraordinaria movilidad de los ejércitos. Mediante el empleo masivo de hombres, Rusia comenzó las operaciones con éxito en 1914 y Serbia consiguió rechazar al ejército invasor austríaco. Al año Siguiente, Alemania decide reforzar sus efectivos en la zona y lanzar una gran ofensiva contra Rusia para provocar su retirada de la guerra. Con el fin de garantizar la operación, Alemania utiliza el gas en el frente occidental (el 22 de abril) con el objetivo de amedrentar al ejército franco-británico. En 1915, por tanto, la atención preferente se centra en el frente oriental, donde operan nuevos países comprometidos ahora en la guerra (Italia, en el bloque de la Triple Entente, y Bulgaria en el contrario). Como sucediera en el Oeste, las tropas alemanas y austro-húngaras obtienen inicialmente grandes éxitos y ocupan Polonia, Galicia y Lituania, demostrando clara superioridad táctica y logística sobre el ejército ruso, en el que causan una auténtica masacre que tendrá acusada incidencia en la política interna. Las operaciones militares favorables a los imperios centrales se sucedieron a lo largo de 1915. Al Final del año, el ejército austríaco ha logrado contener los ataques de Italia; Serbia ha sido ocupada y su ejército, con el rey Pedro I al frente, obligado a replegarse a Albania en una retirada con caracteres épicos; Rusia está muy debilitada y aunque franceses y británicos dominan en el mar, no consiguen enlazar con el ejército ruso.

La guerra en el frente oriental se ha desarrollado con grandes pérdidas humanas en las acciones militares, pero también han tenido lugar actos de barbarie inusitados contra la población civil, el más espectacular de ellos es el exterminio del pueblo armenio. Amparado en la excusa de la participación de armenios en el ejército ruso y la constitución de grupos operativos de partisanos de la misma nacionalidad contra las tropas turcas, el 2 de junio el gobierno turco ordenó «exterminar a los armenios que habitan en el imperio turco, sin exceptuar mujeres, viejos… Es necesario poner fin a su existencia». El asesinato de aproximadamente un millón y medio de armenios ha quedado como uno de los rasgos más sanguinarios de esta guerra, cuyo desarrollo fue paulatinamente demostrando la implicación de la población civil y la facilidad con que se traspasaban los límites militares convencionales. La guerra en el mar abundó en este sentido.

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