La cantante calva (5 page)

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Authors: Eugène Ionesco

Tags: #Teatro

SR. MARTIN
:
—Conocí a esa tercera mujer, si no me engaño. Comía pollo en un avispero.

EL BOMBERO
:
—No era la misma.

SRA. SMITH
:
—¡Chitón!

EL BOMBERO
:
—Continúo: cuya tercera mujer era hija de la mejor comadrona de la región y que, habiendo enviudado temprano…

SR. SMITH
:
—Como mi esposa.

EL BOMBERO
:
—… se volvió a casar con un vidriero, lleno de vivacidad, que había hecho, a la hija de un jefe de estación, un hijo que supo abrirse camino en la vida…

SRA. SMITH
:
—Su camino de hierro…

SR. MARTIN
:
—Como en los mapas.

EL BOMBERO
:
—Y se casó con una vendedora de hortalizas frescas cuyo padre tenía un hermano que se había casado con una institutriz rubia cuyo primo, pescador con caña…

SR. MARTIN
:
—Con caña rota.

EL BOMBERO
:
—… se había casado con otra institutriz rubia llamada también María, cuyo padre estaba casado con otra María, asimismo institutriz rubia…

SR. SMITH
:
—Siendo rubia, no puede ser sino María.

EL BOMBERO
:
—… y cuyo padre fue criado en el Canadá por una anciana que era sobrina de un cura cuya abuela atrapaba a veces, en invierno, como todo el mundo, un resfrío.

SR. SMITH
:
—La anécdota es curiosa, casi increíble.

SR. MARTIN
:
—Cuando se resfría hay que ponerse condecoraciones.

SR. SMITH
:
—Es una precaución inútil, pero absolutamente necesaria.

SRA. MARTIN
:
—Discúlpeme, señor capitán, pero no he comprendido bien su relato. Al final, cuando se llega a la abuela del sacerdote, uno se enreda.

SR. SMITH
:
—Siempre se enreda entre las zarpas del sacerdote.

SRA. SMITH
:
—¡Oh, sí, capitán, vuelva a empezar!
Todos se lo piden
.

EL BOMBERO
:
—¡Ah!, no sé si voy a poder. Estoy en misión de servicio Depende de la hora que sea.

SRA. SMITH
:
—En nuestra casa no tenemos hora.

EL BOMBERO
:
—¿Y el reloj?

SR. SMITH
:
—Anda mal. Tiene el espíritu de contradicción. Indica siempre la contraria de la hora que es.

ESCENA IX

Los mismos y
MARY

MARY
:
—Señora… señor…

SRA. SMITH
:
—¿Qué desea?

SR. SMITH
:
—¿Qué viene a hacer aquí?

MARY
:
—Que la señora y el señor me disculpen… y también estas señoras y señores… Yo desearía… yo desearía… contarles también una anécdota.

SRA. MARTIN
:
—¿Qué dice esa mujer?

SR. MARTIN
:
—Creo que la criada de nuestros amigos se ha vuelto loca. Quiere relatar también una anécdota.

EL BOMBERO
:
—¿Por quién se toma? (
La mira
.) ¡Oh!

SRA. SMITH
:
—¿Quién la mete en lo que no le importa?

SR. SMITH
:
—Éste no es verdaderamente su lugar, Mary.

EL BOMBERO
:
—¡Oh, es ella! No es posible.

SR. SMITH
:
—¿Y usted?

MARY
:
—¡No es posible! ¿Aquí?

SRA. SMITH
:
—¿Qué quiere decir todo eso?

SR. SMITH
:
—¿Son ustedes amigos?

EL BOMBERO
:
—¡Vaya si lo somos!

MARY
se arroja al cuello del
BOMBERO

MARY
:
—¡Me alegro de volverlo a ver… por fin!

SR. y SRA. SMITH
:
—¡Oh!

SR. SMITH
:
—Esto es demasiado fuerte aquí, en nuestra casa, en los suburbios de Londres.

SRA. SMITH
:
—¡No es decoroso!

EL BOMBERO
:
—Es ella quien extinguió mis primeros fuegos.

MARY
:
—Yo soy su chorrillo de agua.

SR. MARTIN
:
—Si es así… queridos amigos… esos sentimientos son explicables, humanos, respetables…

SRA. MARTIN
:
—Todo lo humano es respetable.

SRA. SMITH
:
—De todos modos no me gusta verla aquí, entre nosotros…

SR. SMITH
:
—No tiene la educación necesaria.

EL BOMBERO
:
—Tienen ustedes demasiados prejuicios.

SRA. MARTIN
:
—Yo creo que una criada, en resumidas cuentas, y aunque ello no me incumbe, es siempre una criada.

SR. MARTIN
:
—Aunque a veces pueda actuar como un detective bastante bueno.

EL BOMBERO
:
—Suéltame.

MARY
:
—No te preocupes. No son tan malos como parecen.

SR. SMITH
:
—Hum… hum… Son conmovedores ustedes dos, pero también un poco… un poco…

SR. MARTIN
:
—Sí, ésa es la palabra.

SR. SMITH
:
—… un poco excesivamente llamativos.

SR. MARTIN
:
—Hay un pudor británico, y discúlpenme que una vez más precise mi pensamiento, que no comprenden los extranjeros, ni siquiera los especialistas, y gracias al cual, para expresarme así… en fin, no lo digo por ustedes

MARY
:
—Yo desearía referirles…

SR. SMITH
:
—No refiera nada…

MARY
:
—¡Oh, sí!

SRA. SMITH
:
—Vaya, mi pequeña Mary, vaya donosamente a la cocina a leer sus poemas ante el espejo…

SR. MARTIN
:
—¡Toma! Sin ser criada, yo también leo poemas ante el espejo.

SRA. MARTIN
:
—Esta mañana, cuando te miraste en el espejo, no te viste.

SR. MARTIN
:
—Es porque todavía no estaba allí.

MARY
:
—De todos modos, quizá podría recitarles un poemita.

SRA. SMITH
:
—Mi pequeña Mary, es usted espantosamente obstinada.

MARY
:
—¿Convenimos, entonces, en que les voy a recitar un poema? Es un poema que se titula «El fuego», en honor del capitán.

EL FUEGO

Los policandros brillaban en el bosque

Una piedra se incendió

El castillo se incendió

El bosque se incendió

Los pájaros se incendiaron

Las mujeres se incendiaron

Los pájaros se incendiaron

Los peces se incendiaron

El agua se incendió

El cielo se incendió

La ceniza se incendió

El humo se incendió

El fuego se incendió

Todo se incendió

Se incendió, se incendió.

Recita el poema mientras los
SMITH
la empujan fuera de la habitación.

ESCENA X

Los mismos, menos
MARY

SRA. MARTIN
:
—Eso me ha dado frío en la espalda.

SR. MARTIN
:
—Sin embargo, hay cierto calor en esos versos.

EL BOMBERO
:
—A mí me ha parecido maravilloso.

SRA. SMITH
:
—Sin embargo…

SR. SMITH
:
—Usted exagera…

EL BOMBERO
:
—Es cierto… todo eso es muy subjetivo… pero así es como concibo el mundo. Mi sueño, mi ideal… Además, eso me recuerda que debo irme. Puesto que ustedes no tienen hora, yo, dentro de tres cuartos de hora y dieciséis minutos exactamente tengo un incendio en el otro extremo de la ciudad. Tengo que apresurarme, aunque no tenga mucha importancia.

SRA. SMITH
:
—¿De qué se trata? ¿De un fueguito de chimenea?

EL BOMBERO
:
—Ni siquiera eso. Una fogata de virutas y un pequeño ardor de estómago.

SR. SMITH
:
—Entonces, lamentamos que se vaya.

SRA. SMITH
:
—Ha estado usted muy divertido.

SRA. MARTIN
:
—Gracias a usted hemos pasado un verdadero cuarto de hora cartesiano.

EL BOMBERO
(
se dirige hacia la salida y luego se detiene
):
—A propósito, ¿y la cantante calva?

Silencio general, incomodidad.

SRA. SMITH
:
—Sigue peinándose de la misma manera.

EL BOMBERO
:
—¡Ah! Adiós, señores y señoras.

SR. MARTIN
:
—¡Buena suerte y buen fuego!

EL BOMBERO
:
—Esperémoslo. Para todos.

EL BOMBERO
se va. Todos lo acompañan hasta la puerta y vuelven a sus asientos.

ESCENA XI

Los mismos, menos
EL BOMBERO

SRA. MARTIN
:
—Puedo comprar un cuchillo de bolsillo para mi hermano, pero ustedes no pueden comprar Irlanda para su abuelo.

SR. SMITH
:
—Se camina con los pies, pero se calienta mediante la electricidad o el carbón.

SR. MARTIN
:
—El que compra hoy un buey tendrá mañana un huevo.

SRA. SMITH
:
—En la vida hay que mirar por la ventana.

SRA. MARTIN
:
—Se puede sentar en la silla, mientras que la silla no puede hacerlo.

SR. SMITH
:
—Siempre hay que pensar en todo.

SR. MARTIN
:
—El techo está arriba y el piso está abajo…

SRA. SMITH
:
—Cuando digo que sí es una manera de hablar.

SRA. MARTIN
:
—A cada uno su destino.

SR. SMITH
:
—Tomen un círculo, acarícienlo, y se hará un círculo vicioso.

SRA. SMITH
:
—El maestro de escuela enseña a leer a los niños, pero la gata amamanta a sus crías cuando son pequeñas.

SRA. MARTIN
:
—En tanto que la vaca nos da sus rabos.

SR. SMITH
:
—Cuando estoy en el campo me agradan la soledad y la calma.

SR. MARTIN
:
—Todavía no es usted bastante viejo para eso.

SRA. SMITH
:
—Benjamín Franklin tenía razón: usted es menos tranquilo que él.

SRA. MARTIN
:
—¿Cuáles son los siete días de la semana?

SR. SMITH
:
—Lunes, martes, miércoles, jueves, viernes, sábado y domingo.

SR. MARTIN
:
—Edward es empleado de oficina, su hermana Nancy, mecanógrafa, y su hermano William, ayudante de tienda.

SRA. SMITH
:
—¡Qué familia divertida!

SRA. MARTIN
:
—Prefiero un pájaro en el campo a un calcetín en una carretilla.

SR. SMITH
:
—Es preferible un filete en una cabaña que leche en un palacio.

SR. MARTIN
:
—La casa de un inglés es su verdadero palacio.

SRA. SMITH
:
—No sé hablar en español lo bastante bien para hacerme comprender.

SRA. MARTIN
:
—Te daré las zapatillas de mi suegra si me das el ataúd de tu marido.

SR. SMITH
:
—Busco un sacerdote monofisita para casarlo con nuestra criada.

SR. MARTIN
:
—El pan es un árbol, en tanto que el pan es también un árbol, y de la encina nace la encina, todas las mañanas, al alba.

SRA. SMITH
:
—Mi tío vive en el campo, pero eso no le atañe a la comadrona.

SR. MARTIN
:
—El papel es para escribir, el gato para la rata, y el queso para echarle la zarpa.

SRA. SMITH
:
—El automóvil corre mucho, pero la cocinera prepara mejor los platos.

SR. SMITH
:
—No sean pavos y abracen al conspirador.

SR. MARTIN
:

Charity begins at home.

SRA. SMITH
:
—Espero que el acueducto venga a verme en mi molino.

SR. MARTIN
:
—Se puede demostrar que el progreso social está mucho mejor con azúcar.

SR. SMITH
:
—¡Abajo el betún!

Después de la última réplica del
SR. SMITH
los otros callan durante un instante, estupefactos. Se advierte que hay cierta nerviosidad. Los sones del reloj son más nerviosos también. Las réplicas que siguen deben ser dichas al principio en un tono glacial, hostil. La hostilidad y la nerviosidad irán aumentando. Al final de esta escena los cuatro personajes deberán hallarse en pie, muy cerca los unos de los otros, gritando sus réplicas, levantando los puños, dispuestos a lanzarse los unos contra los otros.

SR. MARTIN
:
—No se hace que brillen los anteojos con betún negro.

SRA. SMITH
:
—Sí, pero con dinero se puede comprar todo lo que se quiere.

SR. MARTIN
:
—Prefiero matar un conejo que cantar en el jardín.

SR. SMITH
:
—Cacatúas, cacatúas, cacatúas, cacatúas, cacatúas, cacatúas, cacatúas, cacatúas, cacatúas, cacatúas.

SRA. SMITH
:
—¡Qué cagada, qué cagada, qué cagada, qué cagada, qué cagada, qué cagada, qué cagada, qué cagada, qué cagada, qué cagada!

SR. MARTIN
:
—¡Qué cascada de cagadas, qué cascada de cagadas, qué cascada de cagadas, qué cascada de cagadas, qué cascada de cagadas!

SR. SMITH
:
—Los perros tienen pulgas, los perros tienen pulgas.

SRA. MARTIN
:
—¡Cacto, coxis! ¡Coco! ¡Cochino!

SRA. SMITH
:
—Embarrilador, nos embarrilas.

SR. MARTIN
:
—Prefiero poner un huevo que robar un buey.

SRA. MARTIN
(
abriendo la boca de par en par
):
—¡Ah! ¡Oh! ¡Ah! ¡Oh! ¡Dejen que rechinen los dientes!

SR. SMITH
:
—¡Caimán!

SR. MARTIN
:
—Vamos a abofetear a Ulises.

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