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Authors: Bruce Sterling

Tags: #policiaco, #Histórico

La caza de Hackers. Ley y desorden en la frontera electrónica (13 page)

Los
hackers
se diferencian en su grado de odio a la autoridad y la violencia de su retórica. Pero, en el fondo, son unos burladores de la ley. No respetan las actuales leyes del comportamiento electrónico como esfuerzos respetables para preservar la ley y el orden y proteger la salud pública. Consideran esas leyes como las tentativas inmorales de desalmadas sociedades anónimas, para proteger sus márgenes de beneficio y aplastar disidentes.

La gente
estúpida
, incluyendo a policías, hombres de negocios, políticos y periodistas, simplemente no tienen derecho a juzgar las acciones de esos poseídos de genio, de metas tecno-revolucionarias y conocimientos técnicos.

Normalmente, los
hackers
son adolescentes y estudiantes universitarios que no han de trabajar para vivir. Normalmente provienen de ambientes de clase media y media-alta, y son claramente anti-materialistas —salvo que hablemos de equipo informático, claro está—. Cualquiera que esté motivado por avaricia de mero dinero —opuesto a la avaricia de poder, conocimiento y
status
— es rápidamente descrito como un cabeza hueca cuyos intereses no pueden ser sino corruptos. Al haber crecido en los años 70 y en los 80, estos jóvenes bohemios del
underground
digital consideraban a la sociedad normal, como hundida en la corrupción plutócrata, en la que todo el mundo, del presidente para abajo, están en venta y quienquiera que tenga el oro es el que decide las reglas.

Curiosamente, hay una imagen distorsionada en el espejo de feria de esta actitud al otro lado del conflicto. La policía también es uno de los grupos más marcadamente antimaterialista de la sociedad americana, motivada no por el mero dinero sino por ideales de servicio, justicia, camaradería y desde luego, su propia rama especializada de conocimiento y poder. Es remarcable, que la guerra propagandística entre la policía y los
hackers
, siempre implique airadas alegaciones de que el otro lado está intentando conseguir algo de dinero fácil. Los
hackers
siempre filtran de forma consistente, que los fiscales anti-
phreak
intentan encontrar trabajos mejores como abogados de los
telecos
y que la policía contra el crimen informático, quien después se reconvierten en muy bien pagados, consultores de seguridad en el sector privado.

Por lo que hace referencia al otro lado, la policía siempre compara los crímenes de
hackers
con robar cabinas telefónicas mediante palancas. Las alegaciones de
pérdidas monetarias
ante intrusiones en ordenadores están notablemente infladas. El acto de copiar ilícitamente un documento de un ordenador, se equipara moralmente a robar directamente a las compañías unos... —pongamos— medio millón de dólares. El intruso informático adolescente en posesión de este documento
propietario
, que ciertamente no ha sido vendido por tal suma, no tiene ni idea de donde podría venderlo y es bastante probable que no entienda lo que tiene. No ha conseguido ni un centavo por esta felonía pero se le sigue comparando moralmente con un ladrón que ha robado el cepillo de la iglesia y se ha fugado a Brasil.

La policía quiere creer que todos los
hackers
son ladrones. Es una acción tortuosa y casi insoportable por parte del sistema judicial americano, poner a la gente en la cárcel, simplemente porque quieren aprender cosas que les esta prohibido saber. En un contexto americano, casi cualquier pretexto para el castigo, es mejor que meter a la gente en la cárcel para proteger ciertos tipos restringidos de información. De todas formas
controlar la información
, es una parte y una parcela de la lucha contra los
hackers
.

Este dilema estaba muy bien ejemplificado por las remarcables actividades de
Emmanuel Goldstein
, editor de una revista impresa conocida como ‘2600: HACKER QUATRIMESTRAL’.
Goldstein
se había licenciado en la universidad de Long Island, en Nueva York en los años 70, y allí se metió en la estación de radio de la universidad. Su creciente interés por la electrónica hizo que se desplazara a los círculos yippies de
TAP
y de ahí al
underground
digital, donde se convirtió, según su propia confesión, en una techno-rata. Su revista publica técnicas de intrusión en ordenadores y
exploración
telefónica así como denuncias de malas actuaciones por parte de los
telecos
y fracasos gubernamentales.

Goldstein
vive plácidamente y de forma muy privada en una gran y vapuleada mansión victoriana en Setauket, Nueva York. Esta casa costera está decorada con objetos de teleco, conglomerados de restos traídos por la marea y los típicos cacharretes del lugar de descanso de un hippie. No está casado y sobrevive a base de comida precocinada y relleno de pavo, comido directamente de la bolsa.
Goldstein
es una persona con un encanto considerable, con un habla muy fluida, una sonrisa breve pero desarmante y una integridad a prueba de bomba que la policía electrónica de América encuentra genuinamente alarmante.

Goldstein
tomó su nombre —de-plume o seudónimo de un personaje de ‘1984’ de Orwell, lo cual puede considerarse, correctamente, como un síntoma de la gravedad de su visión sociopolítica del mundo—. Él no practica la intrusión en ordenadores, aunque defiende de forma vigorosa esas acciones, especialmente cuando se efectúan en contra de grandes corporaciones o agencias gubernamentales. Tampoco es un ladrón, pues desaprueba el mero robo de servicio telefónico, en favor de
explorar y manipular el sistema
. La mejor forma de describirlo y comprenderlo es, como un
disidente
.

Extrañamente,
Goldstein
vive en una América moderna bajo condiciones muy similares a las de los antiguos disidentes intelectuales de los países del Este de Europa. En otras palabras, está casado con un sistema de valores que está profunda e irrevocablemente opuesto, al sistema de aquellos que están en el poder, así como la policía. Los valores de ‘2600’ se expresan generalmente en términos irónicos, sarcásticos, paradójicos o simplemente confusos, pero no hay confusión por lo que hace a su tono anti-autoritario. ‘2600’ mantiene que el poder técnico y el conocimiento especializado, sea del tipo que sea, pertenece por derecho a aquellos individuos suficientemente valientes y atrevidos como para descubrirlo, por cualquier medio que sea necesario. Aparatos, leyes o sistemas que prohiban el acceso y la libre distribución del conocimiento, son provocaciones que cualquier
hacker
que se respete a sí mismo debería atacar sin dudar. La
privacidad
de los gobiernos, corporaciones y otras organizaciones tecnocráticas, no deberían estar protegidas a expensas de la libertad y las iniciativas libertarias de la tecno-rata individual.

Sin embargo, en nuestro mundo cotidiano contemporáneo, tanto los gobiernos como las corporaciones están realmente ansiosas de controlar la información que es secreta, propietaria, restringida, confidencial, protegida con
Copyright
, patentada, peligrosa, ilegal, no ética, embarazosa o sensitiva de cualquier otra forma. Ello convierte a
Goldstein
en una persona
non-grata
y a su filosofía en una amenaza.

Muy poco de la vida diaria de
Goldstein
podría sorprender a Vaclav Havel —por poner un ejemplo. Observemos, de pasada, que una vez la policía checoslovaca confiscó su procesador de texto a Vaclav Havel—.
Goldstein
vive como en un
samizdat
, actuando de forma semi-abierta como un centro de datos para el
underground
, mientras reta a los poderes de todo tipo a vivir según sus propias normas: libertad de expresión y la primera enmienda.

Goldstein
cumple a rajatabla su papel de techno-rata, con unos aretes que le llegan hasta los hombros y una gorra negra de pirata inclinada sobre su cabeza. A menudo se aparece como el fantasma de Banquo en encuentros de profesionales de la informática, donde presta atención de forma relajada, con una media sonrisa y tomando muchas notas.

Los profesionales de la informática acostumbran a encontrarse de forma pública, y les resulta muy difícil librarse de
Goldstein
sin llevar a cabo acciones extralegales e inconstitucionales. Muchos de sus simpatizantes son gente responsable, con trabajos de responsabilidad, y admiran a
Goldstein
por su actitud. Y de forma soterrada, le pasan información. Un número desconocido seguramente grande de los más de 2000 lectores de
Goldstein
son profesionales de la seguridad para los
telecos
, así como para la policía, que está obligada a subscribirse a ‘2600’ para estar enterados de lo último en
hacking
. Así descubren que están
pagando el sueldo de este tipo
mientras les rechinan los dientes de angustia, una situación que habría encantado a Abbie Hoffman —uno de los pocos ídolos de
Goldstein
.

Goldstein
es seguramente el representante público más conocido del
underground hacker
de hoy, y sin duda es el más odiado. La policía lo considera un
fagin
, un corruptor de menores, y hablan de él con una repugnancia nada disimulada. Es una verdadera mosca cojonera.

Tras la
caída del sistema
el día de Martin Luther King en 1990,
Goldstein
se dedicó a poner sal en la herida desde las páginas de ‘2600’.
«Pues sí, ha sido algo divertido para los phone-phreakers ver como la red se derrumbaba»
, admitía de forma despreocupada.
Pero también es un signo ominoso de lo que está por venir
.... —Algunos tipos de AT&T, ayudados por unos medios bien intencionados, pero ignorantes, estuvieron extendiendo la idea de que muchas compañías tienen el mismo
software
y por tanto podrían enfrentarse con el mismo problema algún día—. Eso es un error. Se trata de una deficiencia exclusiva de AT&T. Desde luego, otras compañías podrían enfrentarse ante problemas enteramente
diferentes
con el
software
, pero claro, eso también le podría pasar a AT&T.

Después de una discusión técnica de los fallos de sistema, la
techno-rata
de Long Island, empezó a presentar una crítica devastadora de los cientos de ingenieros cualificados de la gigantesca multinacional.
«Lo que no entendemos es cómo una fuerza de gran importancia en las telecomunicaciones como AT&T ha podido ser tan descuidada.»
¿Qué ha pasado con las
copias de seguridad?
7
Desde luego, los sistemas se caen de tanto en cuanto, pero la gente que hace llamadas telefónicas, no es la misma que se conecta a ordenadores. Tenemos que hacer esa distinción. No es aceptable para el sistema telefónico o para cualquier otro servicio esencial que se caiga. Si continuamos confiando en la tecnología sin entenderla, podemos prever muchas variaciones sobre este tema.—AT&T debe a sus clientes el estar preparados para cambiar
instantáneamente
a otra red, si empieza a suceder algo extraño e impredecible—. La noticia no es la caída de un programa de ordenador, sino el fallo de toda la estructura de AT&T.

La misma idea de esta...
persona
... ofreciendo sus
consejos
acerca de
toda la estructura de AT&T
, es más que lo que mucha gente estaría dispuesta a soportar. ¿Cómo se atreve este
quasi-criminal
a dictar qué es y qué no es un comportamiento
aceptable
de AT&T? Sobre todo cuando está publicando, en el mismo número, unos diagramas bastante detallados, acerca de cómo crear diversos tonos de señal para cambiar de red, que no son de dominio público.

«Mira lo que pasa, cuando dejas caer un par de tonos, desde una caja plateada en tu sistema de llamada local, o través de diferentes portadores de servicio a larga distancia»
, —recomienda el articulista de ‘2600’
Mr. Upsetter
8
en ‘Cómo construir una caja de señales’.

«Si experimentas de forma sistemática y mantienes un registro de todo lo que pasa, seguramente descubrirás algo interesante.»

Desde luego, se trata del método científico, normalmente considerado como una actividad digna de encomio y una de las flores de la civilización moderna. Uno puede realmente aprender mucho con este tipo de actividad intelectual estructurada. Los
telecos
consideran este modo de
exploración
, similar a meter cartuchos de dinamita en un estanque, para ver los seres vivos que hay en el fondo.

‘2600’ se viene publicando de forma continuada desde 1984. También dispone de una BBS, camisetas estampadas de ‘2600’, llamadas de fax... El número de primavera de 1991 contenía un anuncio interesante en la página 45:

«Acabamos de descubrir un conjunto extra de cables enganchados a nuestra línea de fax, dirigidos a un poste —Así pues, les habían pinchado las líneas—. Los faxes que nos enviéis podrían ser monitorizados».

En la visión del mundo de ‘2600’, el pequeño grupo de hermanos
techno-ratas
—rara vez hermanas— son la vanguardia de los verdaderamente libres y honestos. El resto del mundo es un maestro del crimen corporativo y corrupción gubernamental de alto nivel, rebajada ocasionalmente con ignorancia bienintencionada. Leer unos cuantos números de una tirada, es entrar en una pesadilla similar a la de Solzhenitsyn's, aunque rebajada por el hecho de que ‘2600’ es muy divertida.

Goldstein
no se convirtió en un objetivo de
La Caza de Hackers
, aunque protestó sonadamente, elocuentemente y públicamente, acerca de ello lo que permitió que su fama subiera muchos puntos.

No es que no se le considerara peligroso, pues sí que se le consideraba.
Goldstein
se había llevado unos cuantos arañazos en su lucha con la ley en el pasado: en 1985 un ordenador con una BBS de ‘2600’ fue secuestrado por el FBI, y una parte del
software
que contenía fue declarado como
un instrumento de robo en la forma de programa de ordenador
. Pero
Goldstein
escapó de la represión directa en 1990, pues su revista está impresa en papel, y por tanto sujeta a la libertad constitucional de la protección a la prensa. Tal y como sucedió en el caso de ‘Ramparts’, eso no es una garantía absoluta. Así y todo, desde una perspectiva práctica, cerrar ‘2600’ mediante una orden judicial, crearía tanto jaleo legal que sería simplemente imposible llevarlo a cabo, al menos en el presente.

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