La comunicación no verbal (20 page)

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Authors: Flora Davis

Tags: #Ensayo, Psicología, Referencia

La comunicación verbal y la visible —lo que un hombre dice y cómo mueve el cuerpo— constituyen solamente dos de las formas más obvias de la comunicación. Los seres humanos también se comunican a través del tacto, del olfato y en algunas oportunidades a través del gusto. Estos sentidos pueden formar una parte importante del mensaje total. A pesar de esto, es bien poco lo que conocemos acerca de ellos.

Desgraciadamente, los norteamericanos subestiman la importancia de la nariz como receptora de mensajes. En realidad, somos tan reacios a olernos unos a otros que muy bien podríamos suprimir el sentido del olfato Es innegable que somos una sociedad super desodorizada y parece ser que cada año, los agentes de propaganda descubren un nuevo olor del cual nos quieren librar. Vivimos temerosos del mal aliento, del olor corporal, de los olores en el hogar, de los olores genitales —a pesar de que es bien sabido que cualquier animal que se respete sabe que este tipo de olor es agradable y resulta favorable a las relaciones sexuales—. También parece existir una definida tendencia a reemplazar los olores naturales por otros elaborados por el hombre, es decir perfumes, lociones para después de afeitarse y otras cosas semejantes. Debemos admitir que hay algo de grotesco en el empeño que muestran las mujeres en librarse de sus propios olores biológicos y desodorizar hasta el último rincón de su cuerpo, para volver a untarse luego con un perfume elaborado con la almizclada fragancia sexual de algún otro mamífero más sabio.

¿Por qué los norteamericanos se preocupan tanto por los olores humanos? Probablemente es nuestra inclinación antisensual, sospechamos de los placeres de los sentidos porque forman parte de los placeres del sexo. Sin embargo, de todas las experiencias que nos acometen, el ruido y el olor son las dos más irresistibles Un individuo puede cerrar los ojos, puede negarse a tocar o a comer pero tiene serios problemas para tratar de evitar los ruidos producidos por terceros o para tratar de cerrar su nariz a los olores. Margaret Mead ha sugerido que la famosa mezcla étnica de los Estados Unidos puede ser culpable en parte de la fobia contra los olores que tienen los norteamericanos. En este país, diferentes grupos de personas que comen diferentes alimentos, viven de diferente manera y hasta tienen diferente olor, habitan en inmediata proximidad y frecuentemente sin mucha ventilación. Los olores extraños han sido siempre más difíciles de tolerar y los norteamericanos resultan muy sensitivos frente a ellos. En los primeros relatos de los pioneros del Oeste, ellos, se quejaban de que no solamente se sentían cercados ante la sola vista de vecinos que vivían en la otra colina, sino que también el olor de la comida que éstos preparaban y que el viento arrastraba a dos o tres millas de distancia los ofendía.

No todas las culturas son tan "antiolor”. Los árabes, según dice Edward Hall en su libro The Hidwen Dimensión, aparentemente reconocen que existe una relación entre la disposición personal y el olor. Los intermediarios que conciertan un casamiento árabe normalmente toman grandes precauciones para asegurar un buen encuentro. Frecuentemente, piden "oler" a la presunta candidata y si "no huele bien", la rechazan, no tanto en base a una cuestión estética, sino porque hallan en ella un olor residual debido al enojo o el descontento. Más aun, continúa Hall, para los árabes los buenos olores son agradables y una forma de verse comprometido a otra persona. Oler a un amigo no sólo es apropiado sino aconsejable, puesto que negarle el aliento, sería actuar como si se tuviera vergüenza. Los norteamericanos, por otra parte, acostumbrados como están a no respirar en la cara de la gente, automáticamente transmitirán una sensación de vergüenza a los árabes mientras tratan de parecer educados.

En Balí, cuando los amantes se saludan, respiran profundamente en una especie de "olfateada amistosa". Entre los componentes de la tribu Kanum-irebe en Nueva Guinea del Sur, cuando dos buenos amigos se separan, el que se queda, algunas veces toca al amigo que se va en la axila para tomar aira del olor de él y frotárselo a sí mismo.

El sentido del olfato tiene una enorme importancia entre la mayoría de los animales. Les indica la presencia de enemigos y los excita ante la presencia de ejemplares del sexo opuesto. Sirve para delinear el territorio de cada uno, les permite seguir al rebaño si se han perdido, e identificar el estado emocional de otras criaturas. El sentido del olfato incluso funciona eficientemente en el mar. Se dice que es lo que guía al salmón cuando va a desovar. El hombre no tiene el sentido del olfato tan desarrollado como otros animales; como era una criatura acostumbrada a trepar a los árboles, aprendió a confiar en sus ojos más que en su nariz. Hall sugiere que esta aparente deficiencia puede ser una ventaja: Puede haber proporcionado al hombre la capacidad de soportar aglomeraciones. Si los seres humanos tuvieran el olfato tan sensible como las ratas, estarían permanentemente sujetos al conjunto de variaciones emocionales de las personas que los rodean. La identidad de cualquiera que visita una casa y las connotaciones emocionales de todo lo que en ella ocurre, serían conocidas públicamente mientras persistiera el olor. Podríamos oler el disgusto de las otras personas. Los psicópatas terminarían por volvernos locos a todos, y los ansiosos nos harían más ansiosos aun. Lo menos que podemos decir, es que la vida sería mucho más intensa y complicada. Tendríamos menos control consciente, puesto que los centros olfativos del cerebro son más antiguos y más primitivos que los de la vista.

Recientemente, algunos científicos han afirmado que los seres humanos pueden estar, quizás sin saberlo, en la categoría descripta por el profesor Hall. El doctor Harry Wiener, un físico que trabaja en el laboratorio Pfizer en Nueva York, ha enunciado una teoría fascinante y ciertamente asombrosa: los hombres perciben olores más allá de aquellos olores que tienen conciencia de percibir; es decir, que existiría un sentido olfativo subconsciente.

"Olores" es quizás una palabra que se presta a falsas interpretaciones. Wiener se refiere a ellos como "mensajeros químicos externos" (MQE), que incluyen aminoácidos y hormonas esferoides; y no como sustancias en las que habitual-mente detectamos un aroma, al menos en pequeñas cantidades excretadas por el cuerpo humano. Sin embargo, ellas son excretadas y pueden transmitirse por el aire y penetrar en el cuerpo de otras personas a través de la nariz.

Los MQE, llamados feromonas, son muy importantes en los animales. La palabra feromonas se comenzó a utilizar hace aproximadamente diez años para describir los olores que emanan los insectos para atraerse sexualmente; en nuestros días se sabe que casi todos los animales los excretan y que afectan el comportamiento de otros miembros de la misma especie. Son especialmente importantes en todo lo relacionado con el sexo, como lo demostraron experimentos realizados con ratones. Si se confinan treinta ratas, durante el ciclo estrógeno de cada una o el ciclo en que entran en celo, se produce una situación caótica. Si se agrega solamente un ratón macho, todos los ciclos estrógenos vuelven a la normalidad, excepto que ahora funcionan en sincronía. Si se expone a una hembra preñada tan solo durante un cuarto de hora diario a la compañía de un macho que no sea el que la preñó, cesará su embarazo. La preñez también puede ser detenida si se coloca a la hembra en una jaula vacía que ha sido ocupada anteriormente por un macho, lo que prueba que el aroma que éste excreta es crucial. Otra prueba adicional consiste en destruir el lóbulo olfativo del cerebro de una hembra, lo que la inmuniza a este tipo de bloqueo del embarazo.

Se ha sugerido que, por lo menos entre los animales, las secreciones externas de un individuo pueden actuar directamente sobre la química del organismo de otro, probablemente en sus glándulas endocrinas. Esto puede explicar que cuando los animales están apiñados se comportan de manera extraña y terminan por morir: un bombardeo de las glándulas endocrinas, especialmente la glándula suprarrenal, puede causar una tensión extrema y llegar a actuar en favor de la supervivencia de la especie como un recurso para controlar la población.

Por supuesto, es peligroso generalizar entre hombres y animales, pero los científicos han sido sorprendidos por un hecho bastante llamativo descubierto por la doctora Martha McClintock de la Universidad de Harvard, al estudiar los ciclos menstruales de las estudiantes que residían en el campus. Descubrió que los ciclos de las que eran muy amigas estaban sincronizados como entre las ratas. Y, de ninguna manera se trataba sólo de un poder de sugestión o de hábitos de vida similares, sino que la proximidad física parecía ser la clave de ello. En otras palabras, se producía la misma clase de transmisión química que había sido observada entre los ratones.

Parece suficientemente claro que el hombre emite MQE, pero generalmente se da por sentado que solamente los perros y otros animales de olfato agudo pueden reconocerlos. La mayoría de la gente sabe que los perros son capaces de detectar el temor, el odio o la amistad del hombre y que también pueden seguir el rastro de una persona si se les proporciona el olor de ésta mediante una prenda que le pertenezca, lo que indica que cada ser humano posee una especie de firma olfativa. (Resulta interesante hacer notar que los perros suelen tener dificultades en discriminar cuando se trata de dos personas gemelas). También es evidente que el hombre excreta hormonas. Los perros de policía, a los que se les hizo oler progesterona, fueron capaces de identificar varas que habían estado en manos de mujeres embarazadas, o de mujeres que estaban en la segunda parte del ciclo menstrual, ya que en ambos casos el nivel de la progesterona asciende. Los mosquitos también reaccionan ante los olores humanos. Se ha comprobado que se sienten más atraídos por unas personas que por otras. Cualquier mujer será más atractiva para el mosquito cuando está entre el treceavo y dieciochoavo día de su ciclo menstrual, ya que su nivel de estrógeno es más elevado.

La mayoría de los animales emiten olores que atraen sexualmente y es casi seguro que dicho fenómeno se produce también entre los hombres. Sin embargo, entre los animales actúan como "desencadenantes" despertando casi automáticamente el deseo sexual, mientras que entre los seres humanos la reacción biológica puede ser cubierta por otra aprendida. Para algunas personas el olor del caucho es sexy, porque lo asocian a los preservativos. Para otras, los olores biológicos naturales del cuerpo pueden resultar intimídatenos e incluso amenazadores.

Un vistazo a la anatomía del hombre nos proporciona una evidencia adicional del sistema de emisión del MQE. Como resume Wiener "el hecho es que nuestra piel contiene una profusión de glándulas odoríferas que rivalizan con las de otros animales. . . Cubren nuestro cuerpo de la cabeza a los pies; su estructura es extremadamente compleja y existen tantos tipos individuales que ha sido imposible registrar una clasificación anatómica completa".

Es probable que estas glándulas odoríferas hayan sobrevivido luego de miles de años de evolución en beneficio de los perros y de los mosquitos. A pesar de que los MQE se excretan en la orina, las heces, la saliva, las lágrimas y el aliento, Wiener cree que el grueso de ellos está contenido en la transpiración, ya que ésta es notoriamente responsable de la tensión emocional y de esta manera, proporciona un excelente sistema de señales.

Wiener hace hiversalitaMié en la hipótesis de que los seres humanos emiten MQE; demostrar que nosotros también los recibimos es más difícil. Se refiere a experimentos en los cuales ciertos individuos fueron expuestos a determinados productos químicos. A pesar de que el sujeto no percibía el olor, la reacción galvánica de su piel (GSR) descendió en cuestión de segundos y se notaron cambios menores en la presión sanguínea, la respiración y el ritmo cardíaco. En nuestra cultura, las personas no suelen hablar mucho acerca de lo que huelen, pues se considera de mal gusto dicho tema. Por eso no se sabe en realidad cuántos son los individuos que realmente tienen una aguda percepción olfativa entre nosotros, ya que esta habilidad permanece oculta. Una vez mencioné a una vieja amiga mía, que estaba realizando estudios sobre el sentido del olfato y ella me reveló, casi en secreto, que creía poseer una capacidad olfativa mucho más pronunciada que la mayoría de la gente. Tenía que lavar sus sábanas con un detergente especial, porque de lo contrario el olor la atormentaba. Era capaz de distinguir claramente entre el olor de un hombre y el de una mujer, y durante su estada en la universidad sentía pena por su compañera de dormitorio porque "la pobre Betsy tenía olor a hombre". Conserva aún como un tesoro —aunque nunca lo usa— un viejo saco tejido porque todavía mantiene levemente el olor de su abuela, y ese olor es el olor biológico de la anciana, y no como en las novelas románticas un aroma de lavanda o de lila, o de algún otro perfume usado por ella. Mi amiga nunca admite lo que ella denomina "su idiosincrasia" porque si lo hace la gente piensa que es algo rara.

La capacidad olfativa varía no solamente entre individuos sino también entre sexos. Hay ciertos olores almizclados que las mujeres pueden captar mientras que los hombres y las niñas preadolescentes no lo hacen. La capacidad olfativa de la mujer varía durante su ciclo menstrual y alcanza su máxima aptitud en la mitad del mismo, cuando su nivel de estrógeno se eleva coincidiendo con el momento de la ovulación. Más aun, algunos científicos que estudian el sentido del olfato han sugerido que es posible emplear como índice el ciclo olfativo de la mujer como una sencilla medida de control de la natalidad para determinar el momento de la ovulación.

Es probable que los niños de nuestra cultura comiencen a vivir, teniendo un sentido aguzado del olfato y aprendan a suprimirlo con el tiempo. He tenido oportunidad de hallar una evidencia anecdótica. Un padre joven se quejaba de que le resultaba imposible dar el biberón a su hijito mientras la madre permanecía en la misma habitación, aparentemente porque el niño olía la leche materna y la prefería. Los observadores han notado también que en la etapa edípica, cuando padre e hijo están en competencia, los niños demuestran un marcado interés por los olores sexuales de los adultos y parecen rechazar el de su padre.

Hasta ahora nos hemos referido a la capacidad olfativa dentro de límites normales. Sin embargo, durante siglos han existido personas que tienen una habilidad excepcional —verdaderos prodigios—, hombres y mujeres que pueden distinguir emociones mediante el olfato, que pueden decir dónde ha estado un amigo o con quién, por el olor que lleva en la ropa o en la piel. Wiener sugiere que estas personas eran consideradas extraordinarias porque eran capaces de realizar conscientemente algo que todos hacemos en forma inconsciente.

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