Muchas vidas, muchos maestros (17 page)

—¿Quién más está contigo?

—Mi madre. Veo a una hermana... es más grande que yo. No veo a nadie más.

—¿Qué ves ahora?

—Sólo los caballos.

—¿Es una época feliz para ti?

—Sí. Me gusta el olor del establo.

Era muy concreta en referencia a ese momento en el establo.

—¿Hueles los caballos?

—Sí.

—¿Y el heno?

—Sí..., tienen la cara tan suave... también hay perros... negros, algunos negros, y algunos gatos... muchos animales. Los perros se usan para cazar. Cuando cazan aves dejan que los perros los acompañen.

—¿Te ocurre algo?

—No. —Mi pregunta era demasiado vaga.

—¿Creces en esa finca?

—Sí. El hombre que cuida de los caballos. —Hizo una pausa—. En realidad no es mi padre.

Eso me confundió.

—¿No es tu verdadero padre?

—No sé, es... no es mi verdadero padre, no. Pero es como un padre para mí. Es un segundo padre. Es muy bueno. Tiene ojos verdes.

—Míralo a los ojos, ojos verdes, y trata de reconocerlo. Es bueno contigo, te quiere.

—Es mi abuelo... mi abuelo. Nos quería mucho. Mi abuelo nos quería mucho. Solía llevarnos a pasear siempre. Nosotros lo acompañábamos a un lugar donde él bebía. Y podíamos tomar gaseosas. Le gustábamos.

Mi pregunta la había sacado de esa vida para llevarla a su estado supraconsciente, observador. Ahora contemplaba la vida de Catherine y sus relaciones con su abuelo.

—¿Aún lo echas de menos? —pregunté.

—Sí —respondió con suavidad.

—Pero ya ves que ha estado antes contigo —expliqué, tratando de reducir su dolor al mínimo.

—Era muy bueno con nosotros. Nos amaba. Nunca nos gritó. Solía darnos dinero y nos llevaba siempre a pasear con él. Eso le gustaba. Pero murió.

—Sí, pero tú volverás a estar con él. Ya lo sabes.

—Sí. He estado antes con él. No era como mi padre. Son muy diferentes.

—¿Por qué uno te quiere tanto y te trata tan bien, mientras que el otro es tan diferente?

—Porque uno ha aprendido. Ha pagado la deuda que tenía. Mi padre no ha pagado su deuda. Ha regresado... sin comprender. Tendrá que hacerlo otra vez.

—Sí —asentí—. Tiene que aprender a amar, a educar.

—Sí—respondió.

—Si no comprenden esto —añadí—, tratan a los hijos como a objetos de su propiedad, no como a personas que merecen amor.

—Sí

—Tu padre aún debe aprender eso.

—Sí.

—Tu abuelo ya lo sabe...

—Lo sé —interrumpió—. Tenemos muchas etapas que pasar cuando estamos en estado físico, igual que las otras etapas de evolución. Tenemos que atravesar la etapa infantil, la de la niñez, la de la adolescencia... Tenemos que avanzar cierta distancia antes de alcanzar... antes de alcanzar nuestra meta. Las etapas en la forma física son difíciles. En el plano astral son sencillas. Allí sólo descansamos y esperamos. Las otras son las difíciles.

—¿Cuántos planos hay en el estado astral?

—Hay siete —respondió.

—¿Cuáles son? —interrogué, tratando de confirmar los otros, aparte de los dos mencionados un rato antes.

—Sólo me han dicho dos: la etapa de transición y la de rememoración —repuso.

—Ésas son las dos que yo también conozco.

—Más adelante conoceremos las otras.

—Tú has aprendido al mismo tiempo que yo —observé —. Hoy hemos aprendido lo de las deudas. Es muy importante.

—Recordaré lo que deba recordar —añadió, enigmática.

—¿Recordarás estos planos? —inquirí.

—No. Para mí no son importantes. Para ti sí.

No era la primera vez que yo escuchaba algo así. Eso era para mí. Para que la ayudara, pero también más que eso. Para ayudarme, pero también más que esto. Sin embargo, no llegaba a descubrir cuál sería la finalidad más importante.

—Pareces estar mejorando muchísimo —continué—. Aprendes mucho.

—Sí.

—¿Por qué atraes ahora a la gente?

—Porque me he liberado de muchos miedos y puedo ayudar. La gente siente una atracción psíquica hacia mí.

—¿Podrás entendértelas con eso?

—Sí —no cabía duda—. No tengo miedo —agregó.

—Bien. Yo te ayudaré.

—Lo sé —replicó—. Tú eres mi maestro.

13

Catherine se había liberado de sus perturbadores síntomas. Estaba sana incluso más de lo que se puede considerar normal. Sus vidas empezaban a repetirse. Yo sabía que nos acercábamos al final. Lo que ignoraba en aquel día de otoño, mientras Catherine volvía a caer en su trance hipnótico, era que pasarían cinco meses entre esa sesión y la siguiente, que sería la última.

—Veo tallas —comenzó—. Algunas están hechas en oro. Veo arcilla. Hay gente haciendo vasijas. Son rojas... por el material rojo que usan. Veo un edificio marrón, una especie de estructura marrón. Ahí es dónde estamos.

—¿Estás en el edificio marrón o cerca de él?

—Estoy dentro de él. Trabajamos en cosas diferentes.

—¿Puedes verte mientras trabajas? —pregunté —. ¿Puedes describirte, describir tu ropa? Mira hacia abajo. ¿Qué ves?

—Tengo una especie de... una tela roja, larga. Y zapatos extraños, como sandalias. Tengo el pelo castaño. Estoy trabajando en una especie de figura. Es la figura de un hombre... un hombre. Tiene algo así como un palo, una... una vara en la mano. Los otros están haciendo cosas con... algunos, con metales.

—¿Esto se hace en una fábrica?

—Es sólo un edificio. Un edificio de piedra.

—La estatua en la que trabajas, el hombre de lavara, ¿sabes quién es?

—No, es sólo un hombre. Se encarga del ganado... de las vacas. Hay muchas allí (estatuas). Nosotros sabemos cómo son. Es un material muy raro. Cuesta trabajarlo. Se desmigaja.

—¿Conoces el nombre del material?

—No veo eso. Sólo rojo, algo rojo.

—¿Qué pasará con la estatua después que la hayas terminado?

—La venderán. Algunas las venderán en el mercado. Otras se las darán a los diferentes nobles. Sólo la mejor artesanía irá a las casas de los nobles. El resto será vendido.

—¿Tratas tú alguna vez con esos nobles?

—No.

—¿Éste es tu trabajo?

—Sí.

—¿Te gusta?

—Sí.

—¿Hace mucho tiempo que haces esto?

—No.

—¿Lo haces bien?

—No muy bien.

—¿Necesitas más experiencia?

—Sí, apenas estoy aprendiendo.

—Comprendo. ¿Vives aún con tu familia?

—No sé, pero veo cajas marrones.

—¿Cajas marrones? —repetí.

—Tienen pequeñas aberturas. Hay una puerta y algunas estatuas dentro. Están hechas de madera, madera de alguna clase. Tenemos que hacer las estatuas para ellas.

—¿Cuál es la función de las estatuas?

—Son religiosas —respondió.

—¿Qué religión hay ahí... la estatua?

—Hay muchos dioses, muchos protectores... muchos dioses. La gente tiene mucho miedo. Aquí se hacen muchas cosas. También hacemos juegos... tableros con agujeros. En los agujeros van cabezas de animales.

—¿Ves algo más ahí?

—Hace mucho calor, y hay polvo... arena.

—¿Hay agua en la zona?

—Sí, baja de las montañas.

Esa vida también empezaba a parecerme familiar.

—¿La gente tiene miedo? —sondeé —. ¿Son supersticiosos?

—Sí. Hay mucho miedo. Todos están asustados. Yo también. Tenemos que protegernos. Hay enfermedad. Tenemos que protegernos.

—¿Qué clase de enfermedad?

—Algo los está matando a todos. Muere mucha gente.

—¿Por el agua? —pregunté.

—Sí. Todo está muy seco... muy caluroso, porque los dioses están enojados y nos castigan.

Estaba reviviendo la vida en que había sido curada con tanis. Reconocí la religión del miedo, la religión de Osiris y Hathor.

—¿Por qué se han enojado los dioses? —pregunté, aunque ya sabía la respuesta.

—Porque hemos desobedecido las leyes. Están enojados.

—¿Qué leyes habéis desobedecido?

—Las establecidas por los nobles.

—¿Cómo se puede apaciguar a los dioses?

—Es preciso usar ciertas cosas. Algunas personas usan cosas colgadas del cuello. Ayudan contra el mal.

—¿Existe algún dios en especial que asuste más a la gente?

—Todos nos asustan.

—¿Sabes los nombres de algunos?

—No sé sus nombres. Sólo los veo. Hay uno que tiene cuerpo humano y cabeza de animal. Otro parece un sol. Hay uno que se parece a un pájaro; es negro. Llevan una cuerda rodeándoles el cuello.

—¿Sobrevives a todo esto?

—Sí. No muero.

—Pero otros miembros de tu familia, sí.

—Sí... mi padre. Mi madre está bien.

—¿Y tu hermano?

—Mi hermano... ha muerto —recordó.

—¿Por qué sobrevives tú? ¿Hay algo especial, algo que tú hayas hecho?

—No —respondió. Luego cambió el centro de atención—. Veo algo con aceite dentro.

—¿Qué ves?

—Algo blanco. Casi parece mármol. Es... alabastro. Una especie de cuenco... con aceite. Se usa para untar la cabeza...

—¿... de los sacerdotes? —completé.

—Sí.

—¿Cuál es ahora tu función? ¿Ayudar con el aceite?

—No. Hago las estatuas.

—¿En ese mismo edificio marrón?

—No... es más tarde... un templo.

Algo la inquietaba.

—¿Tienes algún problema ahí?

—Alguien ha hecho algo en el templo que ha enfurecido a los dioses. No sé...

—¿Has sido tú?

—No, no... sólo veo a los sacerdotes. Están preparando un sacrificio... un animal... Es un cordero. Tienen la cabeza afeitada. No tienen pelo en ningún lado, ni en la cara...

Calló. Los minutos pasaban lentamente. De pronto se puso alerta, como si escuchara algo. Cuando habló, lo hizo con voz grave. Un Maestro se había hecho presente.

—Es en este plano donde a algunas almas se les permite manifestarse a las personas que aún están en la forma física. Se les permite retornar... sólo si han dejado algún acuerdo sin cumplir. En este plano se permite la intercomunicación. Pero los otros planos... Aquí es donde se nos permite utilizar los poderes psíquicos y comunicarnos con las personas que tienen forma física. Hay muchas maneras de hacerlo. A algunos se les otorga el poder de la vista, para que puedan mostrarse a quienes aún están en la forma física. Otros tienen el poder del movimiento; se les permite mover objetos telepáticamente. Sólo se va a este plano si a uno le es útil ir ahí. Si ha dejado un acuerdo sin cumplir, puede decidir ir ahí para comunicarse de algún modo. Pero eso es todo... para que el acuerdo quede cumplido. Si nuestra vida ha terminado abruptamente, sería un motivo para entrar en este plano. Muchos prefieren ir ahí porque se les permite ver a quienes aún están en la forma física y muy unidos a ellos. Pero no todos quieren tener contacto con ellos. Para algunos puede ser muy aterrador.

Catherine guardó silencio y pareció estar en descanso. De pronto susurró, con suavidad:

—Veo la luz.

—¿Esa luz te da energía?

—Es como empezar... es un renacimiento.

—¿Cómo puede quien está en la forma física sentir esa energía? ¿Cómo recurrir a ella para recargarse?

—Por la mente —respondió suavemente.

—Pero ¿cómo se llega a ese estado?

—Es preciso estar muy relajado. Uno puede renovarse por la luz, por medio de la luz. Es preciso estar muy relajado, de modo que ya no se gasten energías, sino que se renueven. En el sueño uno se renueva. —Estaba en el plano supraconsciente. Decidí ampliar el interrogatorio.

—¿Cuántas veces has renacido? —pregunté—¿Han sido todas en este mundo, la Tierra, o también en otros sitios?

—No —respondió—, no todas aquí.

—¿Qué otros planos, a qué otros lugares se va?

—Aún no he terminado lo que debo hacer aquí. No puedo seguir mientras no haya experimentado toda la vida, y no es así. Habrá muchas vidas más... para cumplir con todos los acuerdos y todas las deudas contraídas.

—Pero tú estás avanzando —observé.

—Siempre avanzamos.

—¿Cuántas veces has vivido en la Tierra?

—Ochenta y seis.

—¿Ochenta y seis?

—Sí.

—¿Las recuerdas todas?

—Las recordaré cuando sea importante para mí recordarlas. —Habíamos recorrido fragmentos o grandes partes de diez o doce vidas, y en los últimos tiempos se estaban repitiendo. Al parecer, no tenía necesidad de recordar las setenta y cinco restantes. En verdad había hecho progresos notables, al menos a mi modo de ver. Los progresos que lograra a partir de ese punto podían no depender del recuerdo de otras vidas. Su progreso futuro podía no depender siquiera de mí ni de mi ayuda.

»Algunas personas —susurró suavemente otra vez—tocan el plano astral utilizando drogas, pero no comprenden lo que han experimentado. Pero se les ha permitido cruzar.

La había interrogado sobre las drogas. Ella estaba enseñándome, compartiendo conocimientos, aunque no le hiciera preguntas específicas.

—¿No puedes utilizar tus poderes psíquicos para ayudarte a avanzar aquí? —pregunté —. Pareces estar desarrollándolos cada vez más.

—Sí —asintió —. Es importante, pero no tanto aquí como en otros planos. Es parte de la evolución y el crecimiento.

—¿Importante para mí y para ti?

—Importante para todos nosotros.

—¿Cómo desarrollamos estas facultades?

—Las desarrollamos mediante las relaciones. Hay algunos dotados de altos poderes, que han regresado con más conocimientos. Ellos buscarán a quienes necesiten desarrollo, para ayudarlos. —Cayó en un largo silencio. Luego, dejando su estado supraconsciente, entró en otra vida.

»Veo el océano. Veo una casa cerca del océano. Es blanca. Los barcos van y vienen en el puerto. Huelo el agua marina.

—¿Estás ahí?

—Sí.

—¿Cómo es la casa?

—Es pequeña. Tiene una especie de torre arriba... una ventana desde donde se puede mirar hacia el mar. Hay una especie de telescopio. Es de bronce, madera y bronce.

—¿Usas tú ese telescopio?

—Sí, para buscar barcos.

—¿A qué te dedicas?

—Informamos cuándo entra a puerto un buque mercante.

Recordé lo que había hecho en la vida de Christian, el marinero que se había herido una mano durante una batalla naval.

—¿Eres marinero? —pregunté, buscando la confirmación.

—No sé... Puede ser.

—¿Puedes ver la ropa que llevas?

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