Muerto Para El Mundo

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Authors: Charlaine Harris

 

No todos los días una se encuentra con un hombre totalmente desnudo en la cuneta de la carretera mientras conduce… A no ser que seas Sookie Stackhouse, la prodigiosa camarera del pequeño pueblo de Bon Temps. El pobre «hombre» no tiene ni idea de quién es, pero Sookie sí… Es Eric el vampiro, aunque parece que ahora se ha convertido en un Eric más amable y caballeroso. Y también mucho más asustadizo, porque el que lo dejó sin memoria también quiere quitarle la vida. Las indagaciones de Sookie para encontrar a quien lo hizo y el porqué, la llevan a involucrarse en una peligrosa batalla contra brujas, vampiros y también hombres lobo. Aunque un peligro mayor acecha el corazón de Sookie… ya que esta renovada versión de Eric es irresistible… ¿Y quién se acuerda de Bill en estas circunstancias?.

Charlaine Harris

Muerto para el munndo

Saga Vampiros Sureños 4

ePUB v1.1

Percas
13.07.11

Aunque seguramente no lo leerán nunca, este libro está dedicado a todos los entrenadores —de béisbol, voleibol y fútbol— que durante muchos años han trabajado, a menudo sin recibir a cambio recompensa económica alguna, para estimular el rendimiento deportivo de mis hijos y para inculcarles la comprensión del Juego. Que Dios os bendiga a todos, y gracias de parte de una de las madres que llena las tribunas haga frío, calor, llueva o haya mosquitos. Sin embargo, esta madre siempre se pregunta quién más podrá estar presenciando los partidos nocturnos.

Prólogo

Encontré la nota pegada en mi puerta cuando llegué a casa del trabajo. Había tenido en el Merlotte's el turno que va desde la hora de la comida hasta media tarde, pero como estábamos a finales de diciembre, hacía un rato que era de noche. De modo que Bill, mi antiguo novio —es decir, Bill Compton, o Bill el Vampiro, como lo llaman los clientes habituales del Merlotte's—, debió de dejar el mensaje en el transcurso de esta última hora. No se levanta hasta que oscurece.

Llevaba una semana sin ver a Bill, y nuestra separación no había sido precisamente amistosa. Pero tocar aquel sobre con mi nombre escrito me entristeció. Cualquiera pensaría que —aunque tengo veintiséis años— nunca había tenido, y perdido, un novio.

Y no se equivocaría.

Los chicos normales no quieren salir con una chica tan rara como yo. La gente dice que estoy mal de la cabeza desde que empecé en el colegio.

Tienen razón.

No quiero decir con eso que en el bar no me metan mano de vez en cuando. Los chicos se emborrachan. Yo no estoy nada mal. Y ellos olvidan sus recelos por mi reputación de rara y mi omnipresente sonrisa.

Pero Bill es el único que se ha acercado a mí de un modo más íntimo. Separarme de él me había hecho daño.

Esperé a abrir el sobre hasta estar instalada junto a la vieja y rayada mesa de la cocina. No me había ni quitado el abrigo, aunque sí me había deshecho de los guantes.

"Querida Sookie. Me gustaría ir a hablar contigo cuando te hayas recuperado un poco de los desgraciados sucesos de primeros de mes".

"Desgraciados sucesos", y una leche. Los moratones habían desaparecido por fin, pero la rodilla seguía doliéndome con el frío y sospechaba que ya no se me iba a pasar. Había sufrido todas aquellas lesiones tratando de rescatar a mi novio infiel del encarcelamiento al que había sido sometido por parte de un grupo de vampiros, entre los que estaba su antiguo amor, Lorena. Aún no alcanzaba a comprender cómo era posible que Bill siguiera tan locamente enamorado de ella hasta el punto de acudir a su cita en Misisipi.

"Seguramente tendrás muchas preguntas sobre lo sucedido".

Has dado en el blanco.

"Si quieres hablar personalmente conmigo, acércate a la puerta principal y déjame entrar".

¿Cómo? No lo había visto venir. Lo pensé un momento. Aunque había dejado de confiar en Bill, no creía que fuera a hacerme daño físico, de manera que crucé la casa en dirección a la puerta principal. La abrí y grité:

—De acuerdo, pasa.

Salió del bosquecillo que rodea el claro donde se encuentra mi vieja casa. Se me encogió el corazón al verlo. Bill era ancho de hombros y delgado por haber pasado la vida cuidando del terreno vecino al mío. Y sus años como soldado confederado, antes de su muerte en 1867, lo habían hecho fuerte y resistente. La nariz de Bill era recta como la de una figura de un ánfora griega. Tenía el pelo castaño oscuro y corto, y sus ojos eran oscuros también. Estaba exactamente igual que cuando salíamos juntos, y siempre seguiría así.

Dudó antes de cruzar el umbral, pero le di permiso y me hice a un lado para que pasara al salón, amueblado con mobiliario antiguo y confortable, limpio como los chorros del oro.

—Gracias —dijo con su voz fría y suave, una voz que aún despertaba en mí una punzada de lujuria. Las cosas habían ido mal entre nosotros, pero no precisamente en la cama—. Quería hablar contigo antes de irme.

—¿Adonde vas? —Intenté hablar con un tono tan tranquilo como el suyo.

—A Perú. Son órdenes de la reina.

—¿Sigues trabajando en tu... base de datos? —Yo no entendía nada de ordenadores, pero Bill había estudiado mucho hasta llegar a convertirse en un experto informático.

—Sí. Tengo que investigar un poco más. En Lima hay un vampiro muy viejo que tiene grandes conocimientos sobre los de nuestra raza en el continente, y tengo una cita con él. Mientras esté allí, aprovecharé para hacer un poco de turismo.

Luché contra mis deseos de ofrecerle a Bill una botella de sangre sintética, que habría sido lo que le correspondería hacer a toda buena anfitriona.

—Siéntate —le dije de forma bastante seca, haciendo un ademán en dirección al sofá. Tomé asiento en el borde del viejo sillón reclinable colocado en sentido oblicuo respecto al sofá. Se hizo el silencio, un silencio que me hizo aún más consciente de lo infeliz que me sentía.

—¿Cómo está Bubba? —pregunté por fin.

—Está en Nueva Orleans —respondió Bill—. A la reina le gusta tenerlo por allí de vez en cuando, y este último mes se hizo tan visible por aquí que consideramos que era buena idea llevárnoslo a otra parte. Regresará pronto.

Reconocerías a Bubba si lo vieras; todo el mundo conoce su cara. Pero algo fue mal en su "transformación" de humano a no muerto. Probablemente, el ayudante de la morgue, que resultó ser un vampiro, debería haber ignorado aquella minúscula chispa de vida. Pero como era un gran admirador, no pudo resistirse al intento, y ahora Bubba traía de cabeza a toda la comunidad de vampiros del sur, que intentaba mantenerlo alejado de la vista del público.

Un nuevo silencio. Tenía pensado sacarme los zapatos y el uniforme, ponerme una bata mullida y mirar la tele con la única compañía de una pizza Freschetta. Era un plan modesto, pero era mi plan. Y en cambio, allí estaba yo, sufriendo.

—Si tienes algo que decir, mejor que lo digas ya —le solté.

Movió afirmativamente la cabeza y dijo, casi para sus adentros:

—Tengo que explicarme. —Extendió sus blancas manos sobre su regazo—. Lorena y yo...

Me estremecí sin quererlo. No quería volver a oír aquel nombre. Me había dejado por Lorena.

—Tengo que contártelo —dijo, casi enfadado. Me había visto retorcerme—. Dame esta oportunidad. —Transcurrido un segundo, hice un movimiento con la mano para indicarle que continuara.

—La razón por la que fui a Jackson cuando ella me llamó es que no pude evitarlo —dijo.

Levanté las cejas. Eso ya lo había oído en otras ocasiones. Significa: "Soy incapaz de controlarme" o "En aquel momento me pareció adecuado, no era capaz de pensar de cintura para arriba".

—Fuimos amantes hace mucho tiempo. Tal y como Eric me ha dicho que te explicó, las relaciones entre vampiros no suelen prolongarse mucho tiempo, aunque son muy intensas mientras duran. Pero lo que Eric no te contó es que Lorena fue la vampira que me transportó.

—¿Al Lado Oscuro? —le pregunté, y acto seguido me mordí el labio. No era un tema para tratar con frivolidad.

—Sí —dijo Bill muy serio—. Y después de aquello estuvimos juntos, como amantes, lo cual no siempre sucede.

—Pero habíais roto...

—Sí, hará unos ochenta años, llegó un momento en el que ya no nos aguantábamos más. No había vuelto a ver a Lorena desde entonces, aunque había oído hablar de sus actividades, por supuesto.

—Oh, claro —dije, sin cambiar de expresión.

—Tuve que obedecer su llamada. Es imperativo. Cuando tu creador te llama, debes responder. —Su voz tenía un matiz de urgencia.

Asentí, intentando darle a entender que lo comprendía. Pero me imagino que no lo logré.

—Me ordenó que te dejara —dijo Bill. Me taladraba con sus ojos oscuros—. Dijo que te mataría si no lo hacía.

Empezaba a perder los nervios. Me mordí en el interior de la mejilla, con fuerza, para obligarme a concentrarme.

—De modo que, sin más explicaciones y sin hablarlo conmigo, decidiste que era lo mejor para mí y para ti.

—Tenía que hacerlo —dijo—. Tenía que acatar su orden. Y sabía que era capaz de hacerte daño.

—En eso tienes razón. —De hecho, Lorena había intentado todo lo mortalmente posible para mandarme a la tumba. Pero yo había llegado primero... sí, ya lo sé, por chiripa, pero había funcionado.

—Y ahora ya no me quieres —dijo Bill, con un leve tono de interrogación.

Yo no tenía muy clara la respuesta.

—No lo sé —le dije—. No creía que quisieras volver conmigo. Al fin y al cabo, maté a tu madre. —Y aunque mi tono de voz escondía también cierta interrogación, era principalmente de amargura.

—Entonces necesitamos estar separados más tiempo. Cuando regrese, si me lo permites, volveremos a hablar. ¿Un beso de despedida?

Para mi vergüenza, me habría encantado volver a besar a Bill. Pero era una mala idea, incluso desearlo me parecía equivocado. Nos levantamos y le di un fugaz beso en la mejilla. Su piel blanca brilló con ese resplandor que distingue a los vampiros de los humanos. Me había sorprendido enterarme de que no todo el mundo los veía como yo.

—¿Estás viéndote con el hombre lobo? —me preguntó cuando estaba casi en la puerta. Sonó como si las palabras surgiesen de lo más hondo.

—¿Con cuál? —le pregunté, resistiéndome a la tentación de pestañear. No se merecía mi respuesta, y él lo sabía—. ¿Cuánto tiempo estarás fuera? —le pregunté rápidamente, y me miró como haciendo conjeturas.

—No lo sé seguro. Quizá dos semanas —respondió.

—Hablaremos entonces —dije, apartando la cara—. Espera, te devolveré la llave. —Hurgué en el bolso para encontrarla.

—No, por favor, guárdala en tu llavero —dijo—. Tal vez la necesites mientras yo esté fuera. Puedes ir a mi casa siempre que quieras. Las cartas me las guardarán en correos hasta que yo se lo diga, y creo que ya me he encargado del resto de mis cabos sueltos.

De modo que yo era su último cabo suelto. Maldije aquella chispa de rabia que estaba siempre a punto de explotar esos días.

—Que tengas buen viaje —dije fríamente, y cerré la puerta. Me dirigí a mi habitación. Tenía pendiente ponerme el batín y ver la tele. ¡Qué caramba, iba a seguir con mi plan!

Pero mientras ponía la pizza en el horno, tuve que secarme las mejillas unas cuantas veces.

Capítulo 1

Por fin se había acabado la fiesta de Nochevieja en el Merlotte's Bar and Grill. Aunque Sam Merlotte, el propietario del bar, había pedido a todo su personal que trabajase aquella noche, Holly, Arlene y yo éramos las únicas que le habíamos respondido. Charlsie Tooten había dicho que era demasiado mayor para aguantar todo el follón que suponía una fiesta de Nochevieja, Danielle tenía planes desde hacía tiempo para asistir a una fiesta elegante con su novio formal y la nueva no podía empezar de aquí a dos días. Me imagino que Arlene, Holly y yo necesitábamos más el dinero que pasárnoslo bien.

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