Pesadilla antes de Navidad

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Authors: Daphne Skinner

Tags: #Fantástico, Humor, Infantil, Juvenil

 

Una novela basada en el argumento y en los personajes de la conocida película producida por Tim Burton y dirigida por Henry Selick.

Jack, señor de Halloween, descubre la Navidad y queda prendado de ella. Por ese motivo decide mejorarla, aunque su versión de la festividad sea totalmente opuesta. Para su nueva idea secuestra a Santa Claus y lo sustituye. Todos sus sicarios deben trabajar en el nuevo proyecto de Navidad, que resulta bastante macabro. Sólo Sally, su novia, ve el error que está cometiendo.

Daphne Skinner

Pesadilla antes de Navidad

Una novela basada en el argumento y personajes de Tim Burton

ePUB v1.0

Crubiera
27.09.12

Título original:
Nightmare Before Christmas

Daphne Skinner, 1994.

Traducción: Marta Fontanals

Diseño portada: Emil Tröger

Editor original: Crubiera (v1.1)

Corrección de erratas: JohnBalzamo

ePub base v2.0

Capítulo uno

Bajo el disco anaranjado de la luna, en un lugar llamado Ciudad de Halloween, las criaturas de la noche estaban muy ocupadas. Las calabazas de Halloween con sus burlonas sonrisas bailaban en el cementerio. Los hombres lobo aullaban. Los cadáveres, los vampiros y las brujas unían sus voces en un macabro coro de júbilo. Ésta era su noche favorita, ¡la noche de Halloween!

Y en esta ocasión había sido magnífica. Cuando se reunieron en el centro de la ciudad para celebrarlo, todos estuvieron de acuerdo. También estuvieron todos de acuerdo en que una noche así no habría sido posible sin la ayuda de su jefe, el rey de Halloween, Jack Esqueletón.

Todos le aclamaron cuando entró en la plaza de la ciudad.

—Estuviste inmejorable, Jack —gritó un vampiro.

—Fue espantoso —agregó un hombre lobo.

—Eres el sueño más entrañable de una bruja —dijeron desternillándose de risa las dos arpías más huesudas de la Ciudad de Halloween.

Gritaron otra vez entusiasmados cuando el Alcalde le dio unas palmadas a Jack en sus raquíticos hombros.

—Gracias, Jack —retumbó la voz del Alcalde—. ¡Todo te lo debemos a ti! Bueno, si tú no fueras el jefe…

Jack le interrumpió.

—Eso no es del todo cierto, Alcalde —dijo con un dejo de impaciencia (¿o era de otra cosa?) en su voz.

Pero el Alcalde no se dio cuenta de que algo iba mal. Estaba resuelto a mantener la atención de la multitud en él mismo.

—Ahora tengo el placer de hacer entrega de los maravillosos premios —anunció—. El primer premio es para los vampiros, por haber sido los que han chupado más sangre en una sola noche. ¡Enhorabuena a los de los colmillos! —retumbó su voz mientras la audiencia aplaudía con entusiasmo—. El segundo premio —continuó— es para las Sanguijuelas del Lago Tenebroso, que también saben apreciar la buena sangre…

La multitud aplaudió otra vez, y Jack aprovechó la ocasión para escabullirse sin que nadie lo notara. Era raro, pero los aplausos le hacían sentirse muy mal. Necesitaba ir a algún lugar donde pudiera animarse un poco. Se dirigió hacia el cementerio.

Estaba tan absorto que no se había dado cuenta de que la frágil y delicada figura de Sally la Muñeca de Trapo le estaba mirando. Sally también estaba triste, y tenía una buena razón. Había sido creada por un funcionario de la ciudad, el Científico Malo. Por más que ella lo intentara, y lo había intentado muchas veces, parecía que no podía escaparse. Aunque él no podía levantarse de la silla de ruedas, la vigilaba celosamente.

Sally suspiró y se apoyó en una lápida. Había intentado escapar esa noche, pero una vez más el Científico Malo la había detenido. En el forcejeo a Sally se le había desprendido uno de sus brazos cosidos antes de escaparse y correr hasta aquí, hasta el cementerio.

Un brazo no era un precio muy alto, pensó Sally, sobre todo teniendo en cuenta que ella era una experta costurera y siempre podía cosérselo otra vez. Lo único que tenía que hacer era librarse del Científico Malo, pero ¿cómo?

Sus tristes pensamientos se interrumpieron cuando vio a Jack Esqueletón paseando muy despacio, sus huesudos hombros encorvados y su cráneo colgando pesadamente. Sally no podía creer lo que estaba viendo. Jack parecía casi… triste. Pero ¿por qué estaría triste? ¡Era el orgullo de la Ciudad de Halloween!

Pronto lo averiguó. Los huesudos pies de Jack lo condujeron tan cerca de donde estaba sentada que pudo oír todo lo que decía. Y para asombre de Sally, oyó palabras de aflicción y hastío, aburrimiento y frustración.

—Año tras año, la misma rutina —le dijo a su perrito fantasma,
Zero
, que correteaba a su lado con su reluciente nariz de fuego fatuo—. Terrores. Sustos. Chillidos y gemidos. Yo asusto al más valiente de los valientes. Pero estoy tan cansado de oír gritos,
Zero
. Me dejan frío. No puedo dejar de preguntarme por qué me fastidia todo esto. —Jack suspiró profundamente—. Estoy harto de asustar a todo el mundo. Quiero hacer algo… diferente. Pero no sé qué —le dijo al perrito—. ¿Por qué no sé que hacer,
Zero
? ¿Por qué?

El corazón de trapo de Sally se enterneció. Jack estaba sufriendo, igual que ella. Se levantó deseando acercarse a él.

—Sé cómo te sientes —susurró en voz baja, casi esperando que él la hubiera oído. Pero era demasiado tarde. Sumergido en su dolor, Jack se había marchado.

Una lágrima surcó la cara de Sally. Lo mejor que pudo con una sola mano, empezó a recoger un ramo de flores para el Científico Malo: un ramillete de belladonas, con las que podría hacer una poderosa pócima para dormir. Quizá entonces podría escapar.

Capítulo dos

Al día siguiente el tiempo era perfecto para la Ciudad de Halloween. El cielo era tenebroso y lóbrego, y un escalofriante viento soplaba turbulentamente por la ciudad. Por supuesto, muchos de los habitantes de la Ciudad de Halloween no se dieron cuenta del tiempo que hacía. Estaban durmiendo: vivían por la noche.

Pero el Alcalde estaba despierto. Tenía que ocuparse de muchas cosas importantes. A la hora en que todas las buenas brujas y los hombres lobo estaban teniendo sueños horrorosos, él estaba recorriendo la ciudad en su coche fúnebre, con una única idea fija: el para el Halloween del próximo año. Y para eso necesitaba a Jack.

El Alcalde se apeó de su coche fúnebre ante la torre de Jack, cargado con anteproyectos, listas y planes. Tocó el timbre una vez, después media docena de veces, pero no hubo respuesta.

—¡Jack! —gritó—, ¡traigo los planes para el Halloween del próximo año! ¡Necesito repasarlo contigo, Jack, y así podremos empezar!

Silencio.

—¡Jack, por favor! —gritó, cada vez en un tono más desesperado—. Yo sólo soy un alcalde electo, no puedo tomar decisiones por mi cuenta. ¡Te necesito, Jack!

Más silencio.

El Alcalde empezaba a estar enfadado. Como la mayoría de los políticos, tenía dos caras. Según su humor, su expresión podía cambiar rápidamente de una sonrisa a fruncir el ceño. Esta vez con el ceño fruncido, chilló con la voz más autoritaria que supo poner:

—¡Jack, respóndeme!

Pero tampoco funcionó. A medida que el Alcalde caía en la cuenta de que Jack no estaba en casa, en su ocupada mente se acumularon un montón de preocupaciones. ¿Dónde estaba Jack? ¿Había desaparecido? Y si así era, ¿qué pasaría el próximo año en el día de Halloween?

Lo sorprendente de verdad era que Jack tampoco sabía dónde estaba. Su melancólico paseo sin rumbo fijo le había llevado muy lejos de la Ciudad de Halloween, muy lejos de cualquier lugar que le resultara familiar, en un profundo y tenebroso bosque. Pero estaba tan abrumado por la tristeza que no se había fijado en lo que le rodeaba.. Sólo se detuvo cuando
Zero
ladró impacientemente. Entonces miró confuso a su alrededor, como si despertara de un sueño.

—¡
Zero
! ¿Dónde estamos? —preguntó. El perrito gimoteó. Él también estaba perdido. Una suave brisa pasó susurrando entre los árboles.

Jack vio que estaba en un claro del bosque sólo iluminado por la tenue luz de las estrellas. Los enormes árboles que le rodeaban no se parecían a nada que él conociera. Había puertas talladas en sus troncos. Y misteriosos símbolos grabados en las puertas. Jack no había visto nunca nada tan extraño.

—¿Qué es esto? —murmuró dirigiéndose a
Zero
y examinado uno a uno todos los árboles.

Una de las puertas tenía grabada la forma de un huevo decorado con cintas y flores. En otra, había tallado un enorme corazón. En la tercera puerta, había grabado un trébol de cuatro hojas. Pero la puerta que verdaderamente fascinó a Jack tenía grabado un árbol en el tronco: un árbol engalanado con adornos y rematado por una estrella. Jack se acercó al árbol.

La puerta crujió en sus goznes, como invitándole a abrirla. ¿Quién podría resistir la tentación?

Jack empujó la puerta. Durante unos momentos sólo hubo silencio. Luego un ráfaga de viento fresco, como una gigantesca mano glacial, cubrió a Jack y lo arrastró al interior. Jack chilló aterrorizado, pero sólo
Zero
lo oyó. De repente la puerta se cerró ruidosamente, ahora ni si quiera
Zero
podría ayudarle.

Capítulo tres

Los huesos de Jack se estremecieron. Se encontró yaciendo sobre algo frío, pero extrañamente suave y reconfortante. Abrió los ojos. Lo primero que vio fue el cielo nocturno con estrellas titilantes. Luego vio algo… ¡algo blanco! Estaba por todas partes, cubriendo la tierra, los árboles y las casa con su suave luz.

Jack cogió un puñado de esa sustancia. Era un polvo frío al tacto, con el que podía formar fácilmente una bola. ¿Qué era?, se preguntó, tirando la bola al aire y observando cómo aterrizaba junto a él con un agradable ruidito sordo. Fuera lo que fuera esa sustancia, ¡le gustaba! Jack se levantó de un brinco, sintiéndose de repente tan ligero como una nube. No podía esperar más para explorar.

Este pueblo, se dio cuenta en seguida, no se parecía en nada a la Ciudad de Halloween. La gente iba cantando por la calle. Los niños se tiraban pelotitas de la sustancia blanca y se reían. Los árboles estaban cubiertos de brillantes adornos y rematados con estrellas. Y en el interior de las acogedoras casitas, la gente se sentaba junta hablando, leyendo, cantando ¡incluso abrazándose y besándose! Jack siguió paseando, encantado de todo lo que veía a su alrededor.

Muy pronto reparó en otra cosa. No había oído aún ni un solo grito, sólo risas y música melodiosa. Los olores que llegaban hasta él a través del vivificante aire de la noche eran deliciosos: pasteles y tartas, en lugar de efluvios de ciénaga, humo y aliento de bruja. Y aquí los niños, Jack lo vio al mirar al interior de todas las casitas, dormían plácidamente, sin que les molestaran las pesadillas. Estaban contentos. ¡Todo el mundo era feliz!

Jack no pudo evitar sonreír. ¡Él también estaba feliz! ¡Era asombroso! ¿Qué es esto?, se preguntó. Y entonces vio el cartel:

CIUDAD DE LA NAVIDAD

—¿La ciudad de la Navidad? —murmuró Jack—. Hummm…

En cambio, en la Ciudad de Halloween nadie reía. Muy al contrario. Había ceños fruncidos, había gemidos y quejidos, porque Jack todavía estaba perdido. Este hecho les inquietaba mucho a todos.

—Tenemos que encontrar a Jack —dijo el Alcalde a la multitud que se había congregado en la plaza de la ciudad—. ¡Sólo quedan trescientos sesenta y cinco días para la próxima noche de Halloween!.

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