Rescate peligroso (6 page)

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Authors: Jude Watson

Siri se sentó junto a él y se quitó el polvo de la túnica con las manos.

—Si vuelves a decir algo así —murmuró ella—, te pego. Tiene que haber otra forma. Quizá esa cazarrecompensas tenga herramientas en la gruta.

—Estoy segura que se deshizo de ellas. Ona Nobis lo planea todo.

Siri se dio la vuelta con un gruñido, y comenzó a arrastrarse de vuelta hacia la caverna.

—Pero puede que no supiera que era una herramienta. Intrigado, Obi-Wan se arrastró tras ella. En cuanto entraron en la amplia estancia se pusieron de pie. Siri encontró otras dos linternas y las encendió. Buscaron por la cueva mirando en los bidones en los que Ona Nobis guardaba los equipos de supervivencia y los paquetes de proteínas.

—¿Puedo ayudar? —preguntó Astri—. ¿Qué buscamos?

—Herramientas —dijo Obi-Wan—. Algo con lo que poder excavar.

Astri suspiró.

—Ona Nobis se llevó un bidón de herramientas al marcharse. No dejó nada. Ni comida ni agua.

Siri se sentó en cuclillas.

—No podemos excavar con las manos. Nunca conseguiremos salir.

Un tenue lamento de Tup acabó en un aullido cuando Cholly le dio una patada.

Siri pasó la mirada por la cueva. De repente, alzó la linterna. Se puso en pie y, con un movimiento rápido, se acercó a estudiar la pared de la roca.

—Mira, Obi-Wan.

Obi-Wan se colocó junto a ella. Vio que las paredes de la cueva tenían incrustadas vigas de metal.

—¿Crees que la cueva se hundiría si quitamos algunas de éstas? —preguntó Siri.

Otro lamento por parte de Tup. Esta vez, Weez se unió.

Astri se acercó. Miró por la cueva, contando el número de vigas.

—No soy ingeniero, pero apuesto a que podríamos sacar algunas.

—¿Apuestas? —preguntó Tup—. ¿No estás segura?

—No puedo estar segura —dijo Astri—. Pero si es nuestra única oportunidad, creo que merece la pena, ¿no?

—No —dijo Tup con un hilo de voz.

Astri se volvió hacia Siri.

—¿Qué crees que podríamos hacer con ellas?

—Son brillantes —dijo Siri—. Y parecen flexibles.

Creo que si podemos meterlas entre las rocas y la arena, podremos hacer señales al exterior.

Cholly se quedó atónito.

—¿Qué exterior? ¡Ahí fuera sólo hay desierto!

—Hay una tribu cerca —dijo Astri—. Suelen aventurarse en busca de comida. Puede que alguien lo vea.

—O que alguien venga a buscarnos —dijo Obi-Wan.

—O puede que toda la cueva se caiga sobre nuestras cabezas —dijo Tup. Sus manos se estremecieron imitando el movimiento del techo cayendo sobre ellos—. Pum.

—Creo que deberíamos votar —dijo Obi-Wan. Miró a Siri y a Astri, que asintieron de inmediato. Cholly también asintió, nervioso. Weez accedió, encogiéndose de hombros. Después dio un codazo a Tup.

—Supongo que es mejor que morirse de hambre —dijo Tup, tembloroso.

Siri apretó los dientes. Activó su sable láser y comenzó a cortar lentamente la barra de metal, que se separó de la pared. Obi-Wan se acercó para agarrarla. Un chorro de barro le cayó por la cabeza, y Tup cayó de rodillas y se cubrió la cabeza con las manos.

—¡Por todos los planetas, estamos muertos! La lluvia de arena cesó. Obi-Wan contempló el techo.

—Todo va bien —dijo él—. Creo que aguantará.

—Cree que aguantará —repitió Tup.

—¡Cállate, Tup! —gritaron Weez y Cholly.

Otro chorro de barro se precipitó desde el techo.

—Venga, Obi-Wan —dijo Siri—. Veamos si podemos meter esto.

Se colaron por la abertura y avanzaron, arrastrándose. Les costó muchísimo, pero, primero Obi-Wan y después Siri, introdujeron la viga por las grietas de las rocas. Siri golpeó una roca y movió la viga para intentar seguir avanzando. La viga se partió.

—Tendremos que probar con otra —dijo Siri.

Esta vez, Tup se hizo un ovillo y cerró los ojos mientras Obi-Wan cortaba la segunda viga. La quitó de la pared y tuvo que saltar hacia atrás cuando una cascada de barro y rocas se precipitó hacia el suelo. Oyeron un temblor por encima de sus cabezas.

—Tup, no digas ni una palabra —soltó Astri.

Siri y Obi-Wan volvieron a la entrada y lo intentaron de nuevo. Trataron de guiar la barra por la abertura más pequeña. Empujaron, tiraron, probaron y maniobraron, pero no consiguieron sacar la viga por el otro lado. El sudor les generaba churretes al mezclarse con el barro de la cara. Obi-Wan miró fijamente a Siri. Llegaron a un acuerdo tácito. Esta vez, el joven cerró los ojos mientras movía la viga suavemente. Ambos invocaron a la Fuerza. Sintió el poder arremolinándose a su alrededor. La arena y las rocas eran parte de él. Estaban conectadas con todo lo que le rodeaba. Podía sentir los pequeños ríos de espacio entre los amontonados escombros.

Obi-Wan manipuló el rodillo cuidadosamente. Sintió cómo avanzaba. Lo agitó.

—Creo que ya está fuera.

—Vale. Empújalo todo lo que puedas —susurró Siri.

Lentamente, Obi-Wan empujó la viga hasta que sólo tuvo el extremo agarrado. Lo agitó.

—Puede que si el viento amaina, el sol brille sobre la viga—dijo Siri.

Obi-Wan no estaba seguro de que el viento amainara alguna vez en aquel desfiladero, pero no se lo dijo a Siri.

Durante las siguientes horas, se turnaron para agacharse en la estrecha entrada de la cueva y sujetar la viga por el extremo. La giraban y la movían cuidadosamente, por si podían reflejar algún rayo de sol.

El grupo dividió las raciones de supervivencia de Siri y Obi-Wan, pero no consiguió apaciguar el hambre y la sed. El aire comenzó a calentarse y a hacerse más denso.

Apenas hablaban ni se movían, para poder conservar el poco oxígeno que les quedaba.

Cuando le llegó el turno, Obi-Wan cogió la viga a un Tup apesadumbrado. Se tumbó bocabajo y movió la barra metálica. Estaba fatigado tras el rescate de Qui-Gon y la batalla contra Ona Nobis. No recordaba la última vez que había dormido, pero tenía que tumbarse ahí y mantenerse lo más alerta posible el mayor tiempo posible. Mientras hubiera esperanza...

—¿Hola? ¿Hay alguien ahí?

—¡Sí! ¡Estamos atrapados! —gritó Obi-Wan.

—Soy Goq Cranna. ¿Quién está ahí?

—¡Goq Cranna, soy Obi-Wan Kenobi! ¡Soy el Jedi que visitó tu tribu y te pidió ayuda!

—Ah, entonces menos mal que me he parado. Apártate, Joven Kenobi. Vamos a sacarte de ahí.

Obi-Wan regresó a la cueva. Siri, Astri, Cholly, Weez y Tup estaban sentados contra la pared de la caverna, exhaustos.

—¡Goq Cranna nos ha encontrado! —dijo Obi-Wan—. Están excavando para sacarnos de aquí.

—Loados sean los planetas y las estrellas —dijo Tup fervoroso.

A Gog le llevó bastante tiempo abrir la entrada. Al final, la luz entró, y todos vieron la sonriente cara de Bhu, el hijo de Goq.

Salieron a gatas de la cueva hacia el resplandor anaranjado del atardecer.

—El viento amaina al atardecer. Gracias a eso hemos visto el brillo de la viga —dijo Goq—. Pero estábamos investigando. Vimos el piloto muerto y supimos que Ona Nobis había estado aquí. Nos escondimos. Pero luego, cuando volvimos a salir, nos encontramos con un piloto que nos dijo que había quedado en recoger a dos pasajeros en la plataforma de aterrizaje. No aparecieron. Bhu dijo: "¿y si la señora maravillosa que salvó a nuestra tribu estuviera en peligro?". Así que decidí investigar. Bhu os salvó.

Bhu sonrió tímidamente a Astri, que le abrazó.

—Gracias, Bhu.

En su último viaje, Astri realizó un trueque con Bhu a cambio de información sobre Ona Nobis. Ella enseñó a la tribu del desierto a encontrar comida en un entorno hostil. Era obvio que ahora Bhu la adoraba.

Siri se pasó el pelo por detrás de las orejas, sacudiéndose la arena.

—¿Habéis visto a Ona Nobis?

—La tuve tan cerca que podría haberla tocado —le dijo Goq—. Estaba próximo a ella cuando llamó a alguien por el intercomunicador. Alguien estaba intentando convencerla de que hiciera algo, y le ofreció una enorme suma de dinero a cambio.

—¿Oíste si aceptó, o hacia dónde se dirigía? —le preguntó Obi-Wan con urgencia.

—Sólo escuché palabras sueltas —dijo Goq. La mirada se le quedó perdida. Obi-Wan reconoció el gesto. Era la típica actitud de un sorrusiano que no quiere verse involucrado en los asuntos de un extranjero. Obi-Wan miró a Astri.

—Estoy seguro de que oíste algo —dijo Astri suavemente, con la mano todavía apoyada en el hombro de Bhu.

La mirada de Goq se enterneció al ver a Astri y a su hijo. Astri había salvado a su tribu. Eso era suficiente para superar su instinto sorrusiano de la autopreservación a toda costa.

—Sé adónde se dirige, señora maravillosa. A Belasco.

***

Obi-Wan estaba en la plataforma de aterrizaje de Arra. Las puestas de sol eran largas en Sorrus, y el cielo seguía teñido de naranja y amarillo. Acababa de terminar una difícil conversación con Qui-Gon. No fue fácil contar a su Maestro que había contrariado sus órdenes y que se había detenido en el desierto antes de dirigirse hacia Coruscant.

Y ahora esperaba mientras Qui-Gon callaba.

El Jedi habló al fin.

—Sabías que tenías que ir directamente a Coruscant.

—Pensamos que podríamos realizar una breve parada. Y estaba convencido de que Astri estaba en peligro.

—La parada no fue rápida, y pusiste en peligro tu vida y la de Siri.

—Pero ahora sabemos que Ona Nobis se dirige a... ¡Es el planeta natal de Uta S'orn, la única amiga de Jenna Zan Arbor! No puede ser una coincidencia. Uta S'orn podría estar en peligro. ¡Deberíamos ir allí de inmediato!

Se produjo otro largo silencio.

—Adi y yo estamos muy decepcionados con vosotros dos. Lo discutiremos más adelante. Por ahora, nos encontraremos en Belasco.

Capítulo 12

Qui-Gon miró por la ventanilla de la nave diplomática que transportaba a los Jedi hasta Belasco. Desde arriba, la capital, Senta, relucía. Había sido construida hacía siglos sobre una base de piedra local de color rosáceo. Era una vista espectacular, con la ciudad coronando las colinas doradas que rodeaban un mar de color azul intenso.

Estiró los brazos y las piernas, comprobando su fuerza. Su constante debilidad le asqueaba. Sabía que no le había dado a su cuerpo la posibilidad de recuperarse, pero le motivaba el intenso deseo de llevar a Jenna Zan Arbor ante la justicia. Él era quien sabía de primera mano cómo funcionaba la mente de la científica. No podía dejar la misión a otro.

—¿Sientes que estás recuperando las fuerzas? —le preguntó Adi amablemente. Él sabía que ella no le haría una pregunta tan personal si no estuviera preocupada.

—Sí —dijo brevemente. Adi le caía bien y la respetaba, pero no quería confesarle sus preocupaciones. Esperó que la conversación acabara ahí.

Pero tenía que haberlo sabido. Adi no era curiosa. Pero cuando quería una respuesta sincera, no se rendía.

—En el laboratorio me di cuenta de que tu conexión con la Fuerza era un tanto débil —dijo Adi—. No quiero que vuelvas al Templo si no quieres, jamás te lo pediría. Pero... —Adi giró la cara para mirarle directamente. Qui-Gon se vio obligado a aguantar la mirada oscura e imperativa de la Jedi. Cuando quería, Adi era casi tan intimidatoria como Mace Windu.

—Sólo quiero dejar las cosas claras —prosiguió ella—. Esto es lo que yo veo. Estás fingiendo una recuperación completa, pero no te has recuperado. Compensas tus debilidades haciendo demostraciones de fuerza mediante estrategias y tomas de decisiones. Tendrías que haberme consultado antes de ordenar a Siri y a Obi-Wan la misión de Sorrus, Qui-Gon. Soy tu colega. No tu enemiga. Si tienes debilidades, yo debería conocerlas.

Adi no dejaba nada suelto. Qui-Gon sabía que se había pasado. Debería haber consultado a su colega Jedi antes de dar aquella orden.

—Lo lamento —dijo él. No le costaba disculparse cuando sabía que se había equivocado. Aunque eso no significaba que le gustara hacerlo—. Tienes toda la razón. Mi conexión con la Fuerza se ha debilitado, igual que mi cuerpo.

—Está bien. Ahora ya lo sé —Adi se giró para contemplar el exterior de la nave—. La plataforma de aterrizaje esta llena de gente. No veo a nuestros padawan.

—Más les vale estar allí —dijo Qui-Gon. Aún seguía enfadado por el hecho de que Obi-Wan hubiera realizado una parada en el desierto de Arra sin consultarle—. A no ser que hayan decidido embarcarse en otra de sus misiones independientes.

Adi le dedicó una de sus poco frecuentes sonrisas.

—Lo hicieron bien, y lo sabes.

Qui-Gon frunció el ceño.

—Desobedecieron.

—Tenían razones para hacerlo.

—No nos llamaron.

—Están aprendiendo a ser independientes.

—¿A costa de la obediencia?

Adi se apoyó en el respaldo.

—Ya sabes que los Jedi ven las cosas de forma distinta, Qui-Gon. No somos un ejército. Nuestra disciplina procede del interior. Todos los Jedi tienen su propia conexión con la Fuerza. A todos nos enseñan a confiar en nuestros sentimientos y seguir nuestros instintos. Obi-Wan tuvo una fuerte intuición y la siguió. Siri le apoyó. Tú hiciste lo mismo en Kegan, y yo te apoyé..., aunque no me pidieras mi opinión. Me encanta que Siri esté aprendiendo a colaborar. A lo mejor Obi-Wan puede enseñarle más sobre ese tema que yo.

—Obi-Wan suele ser cauto —dijo Qui-Gon mientras la nave comenzaba los procedimientos de aterrizaje—. Aunque hay ocasiones en las que se deja llevar por sus emociones. Y esas ocasiones me preocupan.

—El Consejo también se preocupa por vosotros —dijo Adi, divertida—. Obi-Wan y tú parecéis tan distintos. Aunque en el fondo seáis muy parecidos.

—Quizás eso no sea bueno —musitó Qui-Gon. Mientras la nave descendía, divisó a Obi-Wan de pie, esperándole.

Adi contempló a Siri, que esperaba junto a Obi-Wan.

—A mí me pasa lo mismo. La independencia y la rebeldía de Siri me recuerdan a mí misma. Al orientarla, me oriento a mí misma. Y eso es bueno.

Qui-Gon sintió que aquellas palabras le golpeaban el corazón. Obi-Wan miraba hacia arriba con expresión ansiosa. Ser Maestro era difícil para Qui-Gon. El orgullo por su padawan chocaba con la necesidad de ser estricto. Él veía mucho potencial en Obi-Wan. Quería moldear al chico para que llegara a ser mejor Jedi que él. Se impacientaba tanto consigo mismo como con su Obi-Wan. Se dio cuenta de que Adi tenía razón cuando era estricto con Obi-Wan, solía ser porque veía sus propios errores reflejados en el chico.

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