Read Rhialto el prodigioso Online

Authors: Jack Vance

Tags: #Ciencia ficción

Rhialto el prodigioso (11 page)

La discusión empezó a caldearse. El más vehemente era Bruma del Mar Wheary, un hombrecillo de ojos ardientes con una piel verdosa y un entremezclado de amarillentas hojas de sauce en vez de pelo. Moviéndose con gestos y sacudidas irregulares, remarcó sus opiniones con creciente agitación:

—De buen o mal grado, del derecho, del revés, ¡los Azules son los Azules! Como señaló Hache-Moncour, el texto condena sin paliativos la conducta de Rhialto, y eso es todo lo que debemos tener en cuenta. ¡No me importaría ponerme cabeza abajo para leer esas noticias, o mirar a través de un espejo, o atisbar desde detrás de mi pañuelo! —Y Bruma siguió hablando, más fervientemente cada vez, hasta que los demás empezaron a temer que se hiciera daño a sí mismo en su paroxismo, o incluso llegara a pronunciar alguna terrible maldición que los incluyera a todos y los dejara indefensos. Finalmente, Ildefonse invocó el conjuro del Suave Silencio, de modo que, aunque Bruma siguió despotricando como antes, ya no podía oírse su voz, ni siquiera él podía oírla, y finalmente regresó a su lugar.

El corpulento Dulce-Lolo, con sus suaves rasgos, analizó la peculiar inversión de la proyección.

—Sospecho que Sarsem el Adjudicador fue descuidado y permitió que el Perciplex se proyectara a la inversa; luego, al observar nuestra consternación, lanzo sobre nosotros un hiato y volvió el Perciplex a su posición correcta.

Ildefonse se puso violentamente en pie en su estrado.

—Debo hacer un anuncio importante. El prisma que visteis esta noche es falso: un fraude, una imitación. El tema de la inversión es irrelevante.

Darvilk el Miaanther, normalmente taciturno, emitió una furiosa exclamación.

—Entonces, ¿por qué, utilizando toda tu pomposa autoridad, nos has arrastrado hasta el Hálito del Fader, simplemente para inspeccionar lo que ahora afirmas que es una falsificación?

—La pregunta del Miaanther da en la diana, Ildefonse —señaló Shrue—. Tu conducta merece un reproche.

Ildefonse alzó los brazos al cielo.

—¡No estamos centrándonos en la cuestión! Repito de nuevo: el Monstrament, la base de nuestra asociación, ¡ha desaparecido del Huevo Judicial! Estamos sin ley; estamos tan desnudos como el propio Huevo sin nada en su interior. No podemos permitirnos pasar un día más sin elaborar una estrategia protectora.

—¡Ildefonse, querido amigo! —dijo Hache-Moncour con una sonrisa gentil—. ¿Debes calificarlo como un cataclismo con esa brutal desesperación? ¡Nuestra asociación se basa en la sabiduría de sus miembros!

—Predigo una explicación simple al aparente misterio —señaló Vermoulian el Caminante de Sueños—. Es posible que Sarsem haya retirado el Perciplex para proceder a su limpieza, y haya dejado temporalmente un simulacro en su lugar.

—Ésta debe ser la explicación, por supuesto —dijo Hache-Moncour—. Mientras tanto, el simulacro puede ser utilizado según las necesidades.

—¡Exacto! —exclamó Hurtiancz—. Y no olvidéis nunca que, haciendo uso de esa versión, aunque sea un simulacro, trabamos la ferocidad animal de Rhialto y reprimimos sus insensatas demandas.

Ildefonse dio unos martillazos en su podio.

—Hurtiancz, tus observaciones están fuera de lugar. Si recuerdas bien, Rhialto ha sostenido con firmeza su conducta, y cuando eso era imposible, simplemente ha negado los hechos.

—Yo me he limitado a dar voz al consenso —murmuró Hurtiancz.

—Tus observaciones no son apropiadas en esta ocasión. Rhialto, no has dicho nada: ¿cuál es tu opinión?

—Todavía no estoy preparado para hablar.

—Shrue, ¿tú que dices?

—Sólo esto: a falta del auténtico Monstrament, todas las resoluciones legales deben posponerse. En la práctica, el statu quo debe ser considerado como definitivo y final.

—Nahourezzin: ¿qué piensas tú?

Nahourezzin, conocido en la Antigua Romarth como «Tristón el Atigrado», estaba meditando ya en los posibles desarrollos futuros de aquellos hechos.

—Si el Perciplex ha desaparecido realmente, entonces debemos crear un nuevo Monstrament, utilizando el simulacro como base, al que deberemos llamar los Principios Naranjas.

—O Verdes Limo —sugirió Dulce-Lolo. O incluso Rosas Púrpura, que sugieran a la vez esplendor y pompa.

—La sugerencia carece de méritos —dijo Ildefonse—. ¿Para qué crear un nuevo documento de algún color no familiar, cuando los Principios Azules nos han servido perfectamente hasta ahora? El documento de Rhialto, aunque ligeramente estropeado, nos servirá por el momento.

Hurtiancz se levantó de nuevo de un salto para pedir la palabra.

—¡Si aceptamos el documento de Rhialto, entonces sus acusaciones prevalecerán! Con un nuevo Perciplex basado en el simulacro, todas las reclamaciones anteriores, incluidas la demanda de Rhialto de triples daños y perjuicios, son repudiadas, y Rhialto, lo quiera o no, deberá pagar la penalización por sus actos impropios.

—¡Un punto importante a tener en cuenta! —exclamó Tchamast—. Hurtiancz ha abierto un amplio camino a través de esta jungla de verbosidad; ha hincado sus admirables dientes en el meollo mismo del asunto. —Con ello Tchamast hacía referencia a los rubíes exquisitamente tallados que reemplazaban los dientes originales de Hurtiancz; y Hurtiancz inclinó la cabeza en reconocimiento del cumplido.

Vermoulian el Caminante de Sueños, una persona alta y delgada como un alambre, con una alta cresta de fino pelo negro como la aleta dorsal de un pez vela, no era conocido por su locuacidad. Sus abultados ojos tendían a mirar desenfocados más allá de la prominencia ósea de su nariz, y a menudo se veían oscurecidos por una membrana nictitante que a todas luces servia para alguna finalidad útil mientras caminaba por los sueños. En la fase punitiva del juicio contra Rhialto, había adquirido un espléndido glosolario que, traduciendo los más corruptos charloteos a un habla común claramente comprensible, le servía estupendamente en la práctica de su vocación. En cualquier caso, y por la razón que fuera, Vermoulian se puso en pie y habló con voz seca y precisa:

¡Pongo la tesis de Hurtiancz en forma de moción!

—Ese no es el procedimiento regular —declaró Ildefonse—. ¡Nuestra tarea ahora es averiguar lo que le ha ocurrido al Perciplex Azul! ¡No debemos desviarnos!

Hache-Moncour avanzó unos pasos.

—¡Apoyo las palabras de Ildefonse! Voy a iniciar una completa, profunda y exhaustiva investigación sobre este deplorable asunto, y que las cosas salgan por donde salgan. Mientras tanto, nuestros asuntos normales deben seguir su curso, por lo que sugiero al Preceptor que, en vista de esto, acepte la moción de Vermoulian.

Rhialto miró a Ildefonse. Se llevó una mano a la boca como para ahogar un bostezo, haciendo al mismo tiempo una señal secreta. Ildefonse no pudo evitar una mueca de desagrado, pero pese a todo invocó el conjuro de la Estasis Temporal.

7

Rhialto e Ildefonse inspeccionaron la sala donde sus asociados permanecían de pie o sentados en congeladas posturas.

—Esto es un engorro —gruñó Ildefonse—. Todo el mundo en el grupo lleva un monitor, a fin de no ser engañado por sus amigos. Ahora debemos buscar esos monitores y ajustarlos para que el engaño tenga éxito.

—No importa demasiado. He desarrollado una nueva técnica que engaña fácilmente a los monitores. Sólo necesito un par de quampics y un sandestin bifaulgulado de ojos rojos.

Ildefonse trajo un objeto de forma excéntrica derivado de una fulgurita. Por una abertura miraba un pequeño rostro con unos ojos tan rojos como grosellas.

—Este es Osherl —dijo Ildefonse—. No es bifaulgulado, pero es listo y rápido, aunque a veces su humor sufra cambios intempestivos. Está sometido por un compromiso de cinco puntos.

—La cifra es demasiado alta —dijo Osherl—. Se ha cometido un error en algún lugar.

—Creo que la cifra es válida y justa —dijo Ildefonse—. De todos modos, a su debido tiempo verificaré mis registros.

—¿Te sientes ansioso por reducir tu compromiso? —preguntó Rhialto a Osherl.

—Naturalmente.

—Un simple «sí» o «no» será suficiente.

—Lo que tú digas; para mi no tiene importancia.

—Hoy, Ildefonse y yo nos sentimos generosos —prosiguió Rhialto—. A cambio de unas cuantas tareas sin importancia, estamos dispuestos a rebajarte todo un punto…

—¿Qué? —rugió Ildefonse—. Rhialto, distribuyes los puntos entre mis sandestins con una excesiva prodigalidad!

—Es para una buena causa —dijo Rhialto—. Recuerda, pretendo imponer triples daños y perjuicios, con confiscación total al menos en un caso. Estipularé ahora y aquí que el hecho de que te apoderaras de mis piedras IOUN fue motivado por tu deseo de salvaguardarlas, y por lo tanto no sujeto a las previsiones punitivas que serán aplicadas en los demás casos.

—Eso ha quedado completamente asentado —dijo Ildefonse, algo más apaciguado—. Trata con Osherl como mejor creas.

—Un sólo punto no es mucho… —dijo Osherl, persuasivo.

Rhialto se volvió a Ildefonse.

—Osherl parece cansado y lánguido. Será mejor que utilicemos a otro sandestin con más celo.

—Quizás he hablado apresuradamente —dijo de inmediato Osherl—. ¿Qué es lo que queréis que haga?

—Primero, visita a cada una de las personas atrapadas por la estasis, y utiliza esos quampics para ajustar cada monitor de modo que ninguno de ellos registre esta estasis en particular.

—Eso no representa mucho trabajo. —Una sombra gris aleteó por la estancia—. Ya está hecho, y acabo de ganar todo un punto.

—Todavía no —dijo Rhialto—. El punto será tuyo después de que hayas realizado todas las tareas.

Osherl gruñó decepcionado.

—Sospeché algo así.

—De todos modos, has empezado bien —dijo Ildefonse—. ¿Ves cómo las cosas funcionan perfectamente entre seres que se entienden?

—Sólo funcionan perfectamente cuando tú eres generoso con tus puntos —dijo Osherl—. ¿Ahora qué?

—Ahora irás a cada mago por turno —dijo Rhialto—. Con gran cuidado, retirarás el polvo, todo lo que encuentres pegado y los detritus de cualquier tipo de las botas de cada uno de ellos, incluidos Ildefonse y yo. Colocarás lo obtenido de cada par de botas en un frasco separado, identificado adecuadamente con el nombre del mago al que corresponda.

—No sé ninguno de vuestros nombres —gruñó Osherl—. Todos me parecéis iguales.

—Coloca lo que obtengas en una serie de frascos etiquetados. Yo te diré los nombres. El primero es Herark el Heraldo… Ao de los Ópalos… Perdustin… Dulce-Lolo… Shrue… —Rhialto fue nombrando a cada uno de los magos, y al instante un frasco conteniendo el polvo y los restos de cosas pegadas, en mayor o menor cantidad, apareció sobre la mesa, uno tras otro.

—De nuevo no ha sido un gran trabajo —dijo Osherl—. ¿Y ahora qué?

—La siguiente tarea puede que te lleve o no lejos de aquí —dijo Rhialto—. En cualquier caso, no te entretengas por el camino, pues de nuestros descubrimientos pueden derivarse importantes consecuencias.

—Para un escarabajo pelotero, un montón de excrementos de brontosauro es un asunto de importancia capital —dijo Osherl.

Rhialto frunció el ceño.

—Tanto Ildefonse como yo nos sentimos perplejos por la alusión. ¿Te importaría explicarte?

—El concepto es abstracto —dijo Osherl—. ¿Cuál es la tarea?

—El Adjudicador en el Hálito del Fader, conocido por nosotros como Sarsem, se halla ausente de su puesto. Tráemelo a consulta.

—¿Por un sólo punto? El equilibrio empieza a ser desigual.

—¿Cómo es eso? Te pido que me localices a un único sandestin.

—El proceso es tedioso. Primero debo ir La, allá tirar de lo que podríamos llamar las colas de diez mil sandestins, luego escuchar la exclamación característica de Sarsem.

—No importa —dijo Ildefonse—. Todo un punto es algo digno de ser tenido en cuenta; te lo habrás ganado bien y honradamente.

—Te diré esto —añadió Rhialto—: si nuestro asunto funciona bien, no tendrás motivo de queja. ¡Pero recuerda, no prometo nada!

—Muy bien. Pero debes disolver la estasis; cabalgo en el flujo del tiempo como un marinero navega a vela.

—¡Una última palabra! ¡El tiempo es esencial! Para vosotros, un segundo difiere poco de un siglo; nosotros somos mucho más sensibles a este respecto. ¡Ve rápido!

—¡Espera! —exclamó Rhialto—. Debemos ocultar los frascos de polvo. Hurtiancz tiene ojos de halcón, y puede hacerse preguntas si ve un frasco de polvo etiquetado con su nombre. ¡Bajo ese banco! Muy bien… ¡Ildefonse, recuerda: debemos terminar este coloquio lo más aprisa posible!

—De acuerdo. ¿Estás preparado?

—¡Todavía no! ¡Aún queda algo! —Rhialto recuperó el glosolario que Vermoulian había obtenido de Falu; luego Rhialto e Ildefonse, trabajando conjuntamente y riendo como escolares, modelaron un simulacro del glosolario, cambiando el vocabulario de modo que contuviera no un lenguaje claro y preciso sino absurdos, insultos y flagrantes tonterías. Este nuevo glosolario falso fue depositado entre las pertenencias de Vermoulian.

—¡Ahora estoy listo! —dijo Rhialto.

Ildefonse alzó el conjuro, y la conferencia prosiguió como si no hubiera sido interrumpida en ningún momento.

Las palabras de Hache-Moncour colgaban en el aire:

-…que, en vista de esto, acepte la moción de Vermoulian.

Rhialto saltó en pie.

—Propongo la moción de que esta reunión sea pospuesta hasta el momento en que Hache-Moncour haya completado su investigación. Entonces dispondremos de toda la información necesaria sobre la que basar nuestra búsqueda.

Vermoulian emitió un gruñido de protesta; Ildefonse declaró rápidamente:

—Vermoulian secunda la moción; ¿estáis todos a favor? Nadie parece oponerse; la moción es aceptada, y la reunión queda aplazada hasta que Hache-Moncour informe de lo que haya averiguado. Pronto se hará oscuro, de modo que voy a retirarme. A todos: buenas noches.

Lanzando hoscas miradas hacia Rhialto, los magos se fueron de Boumergarth, cada cual en su respectiva dirección.

8

Rhialto e Ildefonse fueron al pequeño estudio. Ildefonse dispuso dos guardias —espía, y durante un tiempo los dos hombres permanecieron sentados bebiendo vino con los pies alzados al calor del fuego.

—Un maldito asunto —dijo al fin Ildefonse—. ¡Deja un sabor peor que el de un archivolte! Esperemos poder hallar guía en el polvo de tus frascos o en el testimonio de Sarsem. Si no, no dispondremos de ninguna base para actuar.

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