Star Wars Episodio VI El retorno del Jedi (24 page)

Fue un espectáculo increíble: las explosiones se sucedieron hasta proyectar un muro de fuego que se elevaba cientos de metros en el aire, creando una onda de choque que derribó a toda criatura viviente y calcinó todo el verdor del perímetro.

El bunker, al fin, estaba destruido.

Un capitán corrió hasta el Almirante Ackbar, anunciando con voz temblorosa por la emoción:

—Señor, el escudo en torno a la Estrella de la Muerte ha perdido su potencia.

Ackbar miró a la pantalla panorámica: la red, electrónicamente generada, había desaparecido. La luna y la Estrella de la Muerte flotaban desprotegidas en el negro vacío.

—Lo consiguieron —susurró Ackbar.

Corrió hasta su intercomunicador y gritó por el canal de multifrecuencias de guerra:

—¡Que todos los cazas comiencen el ataque sobre el reactor principal de la Estrella de la Muerte! ¡El escudo deflector ya no funciona!

—¡Lo estoy viendo! —dijo Lando inmediatamente—. Estamos en camino. ¡Grupo Rojo! ¡Grupo Dorado! ¡Escuadrón Azul! ¡Todos los cazas! ¡Seguidme! Eres mi hombre, Han. Ahora me toca a mí.

El
Halcón
se zambulló hacia la superficie de la Estrella de la Muerte, seguido por hordas de cazas Rebeldes perseguidos, a su vez, por enjambres —numerosos pero desorganizados— de cazas Imperiales TIE. Mientras, tres Cruceros Estelares Rebeldes se dirigieron hacia el Superdestructor Estelar Imperial —la nave insignia de Vader— que parecía tener dificultades con sus sistemas de guía.

Lando y la primera oleada de Alas-X, casi rozando la superficie curva del hemisferio acabado de la Estrella de la Muerte, se encaminaron hacia la porción incompleta.

—Volad bajo hasta que lleguemos al otro lado —previno, innecesariamente, Lando a su escuadra.

—Escuadrón de cazas enemigos acercándose.

—Ala Azul —llamó Lando—, coge tu grupo y trata de apartar a los cazas TIE.

—Haré lo que pueda.

—Estoy sufriendo interferencias electrónicas..., creo que provienen de la Estrella de la Muerte. —Más cazas acercándose a las diez en punto. —Allí está la superestructura —avisó Lando—. Buscad el pozo de ventilación del reactor central.

Viró bruscamente cayendo hacia el lado incompleto, y comenzó a zigzaguear dramáticamente entre vigas que sobresalían, torres a medio construir, canales laberínticos, andamios temporales y baterías de focos. Las defensas antiaéreas no estaban apenas desarrolladas en esa zona, ya que habían dependido completamente del escudo protector. Por consiguiente, la mayor fuente de preocupación para los Rebeldes era la constituida por los accidentes físicos de la propia estructura y los cazas TIE pegados a sus colas.

—Estoy viendo el túnel del sistema de potencia —radió Wedge—. Voy a entrar.

—También lo veo —acordó Lando—. Allá vamos. —No va a ser nada fácil...

Volaron sobre una torre, pasaron bajo un puente y, de súbito, se encontraron marchando a máxima velocidad dentro de un profundo pozo de ventilación que apenas era lo suficientemente ancho como para albergar tres cazas ala con ala. Por si fuera poco, estaba perforado, en toda su retorcida extensión, por miríadas de pozos y túneles de alimentación, bifurcaciones alternativas y cavernas sin salida. Además, gran número de obstáculos salpicaban el propio pozo: maquinaria pesada, elementos estructurales, cables de energía, escaleras suspendidas, muros a medio construir y montones de escombros.

Un grupo de cazas Rebeldes hizo su primer viraje de entrada al túnel del sistema energético, seguidos de cerca por el doble de cazas TIE. Dos Alas-X se estrellaron contra una grúa al evitar la primera andanada de láser. La caza comenzaba.

—¿Adónde vamos, Líder Dorado? —llamó Wedge alegremente. Un rayo láser acertó en la superficie del túnel sobre su cabeza, y la ventanilla de su caza se cubrió de una ducha de chispas.

—Busquemos la mayor fuente de energía —sugirió Lando—. Ese será el generador.

—Ala Roja, mantente alerta; nos podemos quedar sin espacio para movernos en cualquier momento.

Rápidamente formaron filas individuales y dobles al hacerse aparente que el pozo no sólo estaba repleto de canales secundarios y obstáculos, sino que se estrechaba a cada viraje.

Los cazas TIE derribaron a otro Rebelde que estalló con una gran llamarada. Otro TIE se estrelló contra una pieza de maquinaria y tuvo el mismo fin.

—Tengo una lectura en pantalla sobre un gran obstáculo frente a nosotros —anunció Lando.

—También lo recojo —dijo Wedge—. ¿Podrás pasar?

—Va a ser un paso muy estrecho —replicó Lando.

Era muy estrecho. Un muro de protección contra el calor, con una pequeña depresión en ese lado del pozo que concedía un poco más de espacio, ocupaba tres cuartas partes del túnel. Lando tuvo que dar una vuelta de 360° al
Halcón,
mientras subía y bajaba sin parar de acelerar. Por suerte, las Alas-X y Alas-Y no eran tan voluminosas. Pese a todo, dos más no lograron pasar. Los pequeños cazas TIE se acercaron más.

De pronto, una fuerte electricidad estática inundó las pantallas de visión, dejándolas en blanco.

—¡Mi pantalla se ha apagado! —aulló Wedge.

—Disminuye la velocidad —aconsejó Lando—. Algún tipo de descarga eléctrica está causando interferencias.

—Cambiad a modalidad de visión directa.

—Es inútil a estas velocidades: tendremos que volar a ciegas.

Dos ofuscadas Alas-X chocaron contra la pared al estrecharse de nuevo el pozo de ventilación. Una tercera fue desintegrada por los cercanos cazas TIE.

—¡Líder Verde! —llamó Lando.

—A la escucha, Líder Dorado.

—Escapa y vuelve a la superficie. Base-uno ha pedido algún caza, y puede que además nos quites algún perseguidor de nuestras espaldas.

Líder Verde y su cohorte salieron rápidamente del pozo, por una desviación lateral, y se encaminaron hacia la zona de combate de los cruceros. Un caza TIE los siguió haciendo fuego sin cesar.

La voz de Ackbar fluyó por el intercomunicador:

—La Estrella de la Muerte se está separando de la flota. Da la impresión que está girando para destruir la Luna de Endor —anunció.

—¿Cuánto tiempo tardará en estar en posición de tiro? —preguntó Lando.

—Punto cero tres.

—¡No es suficiente tiempo! ¡Se nos está acabando el tiempo! —exclamó Lando.

—Bueno, y también se está acabando el pozo —dijo Wedge, interviniendo en la transmisión.

Justo en ese instante, el
Halcón
rozó al pasar por otra abertura aún menor, averiándose sus impulsores auxiliares.

—Eso ha estado muy cerca —musitó Lando.

—Gdzhng dzn —asintió su copiloto.

Ackbar miraba, con los ojos abiertos de par en par, a través de la ventana de observación. Observaba al Superdestructor Imperial a sólo unas millas de distancia. El fuego lamía por completo su popa y la nave guerrera escoraba fuertemente a estribor.

—Hemos destruido sus escudos frontales —dijo Ackbar por el intercomunicador—. Haced fuego sobre el puente.

Líder Verde y su grupo, subiendo desde la Estrella de la Muerte, acometieron desde abajo al Superdestructor Estelar del Imperio.

—Encantados de ayudaros, Base-uno —anunció Líder Verde.

—Disparados los torpedos de protones —avisó Ala Verde.

El puente fue alcanzado con resultados espectacularmente pirotécnicos. En breves instantes, se inició una reacción en cadena —de grupo de energía a grupo de energía— a lo largo del tercio central del inmenso destructor, produciendo un deslumbrante arco iris de explosiones que combaron la nave en ángulo recto. El Superdestructor comenzó a caer, dando vueltas como una rueda, hacia la Estrella de la Muerte.

La primera explosión del puente alcanzó al Líder Verde; en la rotación incontrolada subsiguiente, el gigantesco destructor colisionó con diez cazas más, dos cruceros y una nave artillera. Finalmente, el inmenso y ardiente conglomerado se estrelló contra un lado de la Estrella de la Muerte. El impacto fue lo suficientemente poderoso como para sacudir a la estación de combate, produciendo gran número de explosiones y estampidos internos en toda la red de generadores, polvorines y cavernas de la gigantesca esfera.

Por vez primera, la Estrella de la Muerte osciló. La colisión con el Destructor Imperial fue el principio de su fin. Distintos sistemas de control se detuvieron, los reactores comenzaron a fundirse y el personal, presa de pánico, abandonó sus puestos, lo que ocasionó un mayor número de fallos de funcionamiento que condujeron al caos general.

El humo llenaba cada rincón; unos sordos retumbos provenían de todas direcciones a la vez y el personal corría y chillaba despavorido. La cadena jerárquica de mando se interrumpió. Por añadidura, el bombardeo continuo de los Cruceros Rebeldes —que olían el miedo del enemigo— elevaba el grado de histeria general.

Porque el Emperador había muerto. El principal y poderoso ser demoníaco que aglutinaba al Imperio con su sola presencia ya no existía. Y al disolverse las fuerzas del Reverso Oscuro, la Confusión, la Desesperación y el Miedo ocuparon su lugar.

En medio del tumulto, Luke había logrado de algún modo alcanzar el muelle principal de embarque llevando a cuestas el peso muerto de su debilitado padre. Ahora, mientras caminaba hacia una lanzadera Imperial, no pudo soportar más el esfuerzo y cayó, exhausto, al suelo.

Lentamente se alzó de nuevo. Como un autómata, cargó el cuerpo de su padre al hombro y se dirigió hacia una de las restantes lanzaderas. Mas, antes de llegar, depositó el cuerpo de Vader en el suelo, intentando reunir sus últimas gotas de energía mientras los estallidos atronaban la atmósfera a su alrededor. Las lanchas de salvamento chisporroteaban con amenazador siseo. Una de las paredes del muelle se combó y el humo se filtró por una fisura. El suelo temblaba. Vader hizo una seña a su hijo para que se acercara.

—Luke, ayúdame a quitarme el casco.

—¡Morirás! —dijo Luke, negando con la cabeza.

—Nada puede ya evitarlo. —La voz del Señor Oscuro era débil y cansina—. Tan sólo deja que te vea sin la máscara. Déjame verte con mis propios ojos.

Luke tenía miedo. Miedo de ver a su padre como realmente era. Miedo de ver hasta qué punto las fuerzas tenebrosas habían alterado el semblante del progenitor de Leia y Luke. Tenía miedo de conocer al Anakin Skywalker, que anidaba bajo la máscara de Vader.

También Vader tenía miedo de dejar que su hijo levantara la máscara tras la que tanto tiempo se había ocultado. El blindado y negro casco que le había permitido vivir más de veinte años. Había sido su voz, su aliento, su fachada protectora contra todo contacto humano. Pero ahora se lo quitaría, porque quería ver con sus ojos a su hijo antes de morir.

Entre los dos alzaron el pesado casco, desenmarañando primero los tubos del complicado aparato respiratorio. Dentro del casco podía verse un modulador del habla y una pantalla visualizadora conectados a la unidad de energía en la espalda de Vader. Pero cuando, al fin, retiraron del todo la máscara, dejándola a un lado, Luke pudo ver el rostro de su padre.

Era la faz triste y benigna de un anciano. Calvo, imberbe, con una profunda cicatriz que surcaba la cabeza desde arriba hasta la base del cuero cabelludo. Sus ojos, profundos y oscuros, enfocaban al infinito mientras que su piel, no habiendo recibido luz alguna en dos décadas, era de un blanco translúcido. El anciano sonrió débilmente y las lágrimas empañaron sus ojos. Durante unos instantes no pareció muy distinto de Ben.

Era una cara tan llena de significados secretos, que Luke jamás podría olvidarla. Cargada de pesar y vergüenza, podía verse cómo los recuerdos la surcaban, recuerdos de tiempos fecundos... y otros más horripilantes. Y amor, también había amor en ese rostro.

Era una cara que no había visto el mundo en el curso de una vida. De la vida de Luke, quien vio cómo las dilatadas ventanillas de la nariz se contraían intentando oler por primera vez. Vio también cómo inclinaba imperceptiblemente la cabeza para escuchar sin ningún amplificador auditivo electrónico. Luke sintió remordimientos, porque los únicos sonidos ahora audibles eran aquellos de las explosiones; como únicos olores, los punzantes y acres de los fuegos. Pese a todo, era un intento hermoso y puro.

Al ver los desgastados ojos fijos en él, las lágrimas rodaron ardientes por las mejillas de Luke, para caer en los labios de su Padre. Percibiendo el salado sabor, su padre sonrió.

Era una cara que no se había visto a sí misma en veinte años.

Vader vio llorar a su hijo, y supo que era debido al horror que su rostro inspiraba.

Momentáneamente, la angustia de Vader se intensificó. A sus crímenes, ahora añadía la culpabilidad de la imaginaria repugnancia de su semblante. Y entonces recordó cuál había sido su aspecto anterior: noble, distinguido, con un modo de enarcar las cejas que denotaba grandeza e invencibilidad. Sí, así era como antaño parecía.

Y esa evocación trajo consigo una completa oleada de recuerdos. Remembranzas fraternas y de su hogar. Su amada esposa. La libertad del espacio profundo. Obi-Wan, su amigo..., y ahora su amistad volvía; volvía... no sabía cómo, pero florecía en él tan violentamente como una dolorosa úlcera que... No, no, ésos eran recuerdos que no quería evocar, no ahora. Recuerdos candentes como lava fundida, memorias que rasgaban sus entrañas... No, no quería.

Y el chico le había rescatado de la sima, allá en el trono... Y ahora aquí estaba gracias a su esfuerzo... El muchacho era bueno.

Era bueno y provenía de
él;
luego algo bueno habría también en
él.
Sonrió a su hijo y, por vez primera, lo quiso. Y, también por primera vez en muchos años, se quiso a sí mismo.

De pronto, olió algo y dilató las aletas de su nariz, olfateando de nuevo. Flores silvestres, olía a flores silvestres floreciendo; debía de ser ya primavera. Esos truenos... Inclinó la cabeza esforzando la vista. Sí, era una tormenta de primavera que traería lluvia primaveral. Para que las flores crecieran.

Ahora..., ahora sentía una gota de lluvia en los labios. Saboreó la delicada gotita..., pero, ¡alto! Eso no era el agua dulce de la lluvia, era salada, era... una lágrima.

Enfocó con esfuerzo a su hijo y vio que estaba llorando. Entonces estaba saboreando el dolor y la pena que su chico sentía, porque él parecía tan horrible, porque
era
tan horrible.

Y quiso hacer algo bueno para Luke; deseaba que supiera que realmente no era tan repulsivo en el fondo, no completamente. Con una sonrisa un tanto auto despreciativa negó con la cabeza, tratando de arrojar lejos de sí a la fea bestia que su hijo contemplaba.

Other books

Anita Blake 22.5 - Dancing by Laurell K. Hamilton
Sinfully by Riley, Leighton
Never Sound Retreat by William R. Forstchen
01 - Battlestar Galactica by Jeffrey A. Carver - (ebook by Undead)
The Lives of Rocks by Rick Bass
Essays in Humanism by Albert Einstein