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Authors: Mike Resnick

Tags: #Ciencia Ficción

Starship: Mercenario (12 page)

—Las ha reordenado Christine. Lo hubieran descubierto a los dos segundos si lo hubiera hecho yo. No tengo sus habilidades. —Contempló los códigos—. Vamos a intentarlo.

Envió una señal a la
Estrella del Sur
.


Identifíquese
—dijo la voz.

—Soy Barbanegra —dijo la voz de Strahan.


No puedo ver su imagen, señor
.

—Compruebe mi voz.

—El ordenador confirma que es usted, señor. ¿
La batalla se ha acabado
?

—Bueno, nos hemos hecho aliados —dijo la voz de Strahan.


¿Aliados
?

—Voy a traerles a la
Estrella del Sur
como muestra de buena fe.


Entonces, ¿no quiere que destruyamos la ciudad
?

—Dejen la ciudad en paz.


Sí, señor. ¿Vamos a quedarnos aquí, en espera de nuevas órdenes o volvemos a la base
?

—Demonios, claro que vamos a volver a la base —dijo la voz de Strahan.


¿Cuándo estará aquí señor
?

—En diez minutos.


Estaremos a punto, señor
—prometió la voz. Después, se cortó la conexión.

—¿Cree que ha funcionado? —preguntó Toro Salvaje.

—Saben que está en el planeta —dijo Cole—. Pueden verificar su voz. Saben que acaba de participar en una batalla, así que deberían creerse que sólo puede transmitir su voz y no su imagen. Y que unos mercenarios se unan a Khan antes que combatirle es muy verosímil. Creo que funcionará. —Se dirigió hacia la puerta—. Lo sabremos en nueve minutos. Vamos.

Capítulo 13

La lanzadera no encontró ninguna oposición cuando llegó al hangar de la
Estrella del Sur
. Mientras la escotilla se abría, Val salió a grandes pasos y apuntó directamente con su arma láser al lodinita que había bajado a recibirles.

—¿Qué está pasando aquí? —preguntó el lodinita mientras su traductor automático despojaba de toda emoción su pronunciación según lo convertía a terrestre.

Cole salió de la lanzadera y se enfrentó al lodinita.

—Guarda silencio y habrá una excelente oportunidad de que sobrevivas a todo esto. ¿Lo entiendes?

El lodinita hizo un ademán con su cabeza que Cole interpretó como un asentimiento.

—Toro Salvaje, retírele las armas.

Pampas desarmó al alienígena.

—Ahora, como se suele decir —dijo Cole—, llévanos a ver a tu líder.

El lodinita los condujo a un aeroascensor.

Cole se detuvo y miró fijamente al aeroascensor.

—¿No tenéis escalera? —preguntó.

—Sí, pero el aeroascensor es más rápido.

—He perdido la fe en estas cosas desde hace unos meses —respondió Cole, recordando cómo había engañado a un pirata llamado Windsail haciéndole entrar en unos de los aeroascensores de la
Teddy R
. para después cortarle el oxígeno y la gravedad.

—Por aquí —dijo el lodinita.

Lo siguieron por la estrecha y sinuosa escalera, luego irrumpieron en el puente, con las armas a punto, sorprendiendo a los ocho hombres y alienígenas que estaban de servicio.

—¡Que nadie se mueva y nadie saldrá herido! —dijo Cole mientras Toro Salvaje, Val y Chadwick se desplegaban.

—¿Quién demonios sois vosotros? —exclamó el capitán.

—Somos la gente que va a poner a vuestro jefe fuera de circulación —dijo Cole.

—¿Vosotros cuatro? —dijo el capitán, arqueando una ceja en un gesto de evidente diversión.

—Somos muy ambiciosos —dijo Cole.

—Ser muy afortunados os iría mejor —señaló el capitán, sin mostrar ningún signo de miedo—. Gengis Khan no es conocido por ser un hombre clemente.

—Tendrá que aprender a vivir con sus defectos —dijo Cole—.Toro Salvaje, usted y Luthor, cojan sus armas. Val, mata a cualquiera que se resista.

—¿Y por qué no los matamos a todos? —preguntó ésta.

—Debes haber tenido una infancia muy amarga —dijo Cole—. No vamos a matarles porque somos civilizados y más aún, ahora que poseemos dos naves, necesitamos más miembros para la tripulación.

—¿Ellos? —dijo con desprecio—. Sólo son vulgares matones.

—Yo soy sólo un vulgar amotinado y tú eras sólo una vulgar pirata, y los dos hombres y el pepon que recogimos en Cyrano eran vulgares asesinos. Somos mercenarios.

Val resopló divertida.

—Ya hablas como yo.

—¿Qué incentivo puedes ofrecernos para unirnos a ti? —preguntó el capitán.

—El mejor —dijo Cole—. Si no lo hacéis, vamos a cargaros a todos vosotros en vuestra lanzadera y vamos a programarla para que os baje a Bannister II, donde inmediatamente os meterán en la cárcel y los fiscales harán cola alrededor del planeta para asegurarse de que jamás salgáis. ¿Lo dudáis?

No hubo respuesta.

—Sólo tenéis una alternativa —continuó Cole—. Juradme lealtad y la mayoría seréis transferidos a la
Theodore Roosevelt
, donde os uniréis a mi tripulación. Debo deciros que, pese a nuestras diferencias con la República y su Armada, somos una nave militar y exigimos disciplina militar. La elección es vuestra. Os daré cinco minutos para que lo decidáis.

—Dices que la mayoría de nosotros seremos transferidos —dijo el capitán—. ¿Qué hay del resto?

—Los demás se quedarán aquí. Esta hermosa dama, cuyo nombre es Val hasta que decida volvérselo a cambiar, será vuestra capitana y necesitará que algunos miembros de su tripulación estén familiarizados con la nave. —Hizo una pausa—. Probablemente ya os lo habéis imaginado, pero vuestra primera acción será atacar el resto de la flota de Gengis Khan.

—No tengo ningún tipo de amor por Khan —dijo el capitán—. Pero me paga bien. ¿Cuánto me vas a pagar tú?

—Bastante menos —dijo Cole.

—Eso no es un gran aliciente.

—Estoy siendo tan honesto como puedo —dijo Cole—. Y vuestras opciones siguen siendo las mismas.

Val había estado paseando por el puente, examinando el ordenador y los puestos de artillería.

—Servirá —anunció—. No es la
Pegasus
—la nave que había perdido— pero servirá.

—Mejor será que así sea —dijo Cole—. La necesitamos. Te prestaré a Christine y Briggs lo suficiente para que encuentren todos los códigos y mensajes ocultos, pero una vez que sepamos dónde está Khan, la
Estrella del Sur
va a liderar el ataque, pues podrá aproximarse a él con impunidad.

—Voy a necesitar mucho más que este hatajo de perdedores —dijo Val.

Cole sonrió a la tripulación de la nave.

—Tiene mucho tacto —dijo.

—Lo digo en serio, Wilson —continuó—. Cogeré dos o tres, pero esta nave necesita al menos veinte tripulantes, probablemente más. Y preferiría tener veinte que no se rindieran sin disparar un tiro. —Se detuvo un momento, considerando sus opciones—. Quiero a Forrice.

Cole negó con la cabeza.

—No. Es mi primer oficial. Si somos una flota de dos, la
Teddy R
. es nuestro buque insignia, y si algo me ocurre, Cuatro Ojos tiene que estar allí para asumir el mando.

—¿Puedo quedarme con Christine o Aceitoso?

—No.

—Entonces dame a Toro Salvaje Pampas y Luthor.

Cole miró a los dos hombres y pareció considerarlo.

—¡Maldita sea, Wilson! Tienes que dejarme a alguien en quien pueda confiar, y ya están aquí.

—Ya han oído a la dama —dijo Cole—. ¿Alguno de ustedes tiene alguna objeción?

—No, señor —dijo Toro Salvaje.

—Tampoco yo, señor —intervino Chadwick.

—Está bien —dijo Cole—. Cuando elija a alguien más de la tripulación de la
Teddy R
. y los envie a esta nave, haré que les traigan su equipo.

—Y el mío —dijo Val.

Cole se volvió hacia los tripulantes de la
Estrella del Sur
.

—Se han acabado vuestros cinco minutos.

No hubo ninguna sorpresa: todos ellos se ofrecieron voluntariamente para servir a bordo de la
Teddy R
. o de la
Estrella del Sur
.

—¿Cuánta gente hay en esta nave? —preguntó Cole.

El capitán sonrió.

—Me preguntaba cuándo iba a pensar en eso, señor.

—Lo pensé en el momento en que llegamos al puente —dijo Cole—. La puerta que da a la escalera está cerrada, y he estado apuntando con una de mis armas al aeroascensor.

—Bien —dijo el capitán.

—¿Bien? —repitió Cole con curiosidad.

—Si voy a servir con usted, es bueno saber que no es un idiota. —Le tendió la mano—. Me llamo Pérez.

Cole le tomó la mano y se la estrechó.

—¿Tiene un nombre de pila?

Pérez meneó la cabeza.

—Se quedó atrás, en la República, junto con mis credenciales de oficial.

—¿Estaba en el Servicio Espacial?

—Segundo oficial a bordo de la
Sófocles
.

—¿La
Sófocles
? —repitió Cole— ¿Nosotros no…?

—Sí, señor, nos salvaron el trasero cuando los teronis nos habían acorralado —dijo Pérez—, comandante Cole.

—Ahora es capitán Cole. ¿Qué demonios ha estado haciendo aquí, en la Frontera?

—Más o menos lo mismo que usted —dijo Pérez—. Sólo que no he tenido el lujo de tener mi nave y mi tripulación. Maté a un oficial que estaba torturando a un prisionero canforita porque sí, y tuve que huir. El capitán Bienvenuti miró hacia otro lado mientras cogía prestada una lanzadera. Era un buen hombre.

—¿Qué estaba haciendo con gente como ese matón barbudo que trajo a Bannister II? —preguntó Cole.

—Esto es la Frontera —respondió Pérez—. Uno se conforma con lo que hay. —Hizo una pausa—. Probablemente, usted dirá que no, pero hasta que no tenga una nave propia, me gustaría ofrecerme para permanecer en la
Estrella del Sur
. La conozco mejor que nadie.

—La
Estrella del Sur
es la nave de Val —respondió Cole—. Es cosa suya.

—Puede quedarse —dijo Val.

—No intentaré recuperarla —dijo Pérez—. Al menos, no sin avisar.

—Es una buena idea —dijo Cole—. Es mejor que no haga cabrear a esa pelirroja. Ahora supongo que le dirá al resto de su tripulación cuáles son sus opciones.

—Así es —dijo Pérez. Se dirigió al aeroascensor—. Será mejor hacerlo en persona —añadió—. Podrían desconfiar de una proyección holográfica.

—Por cierto, ¿cuántos integrantes tiene su tripulación? —preguntó Cole.

—Nueve hombres: seis varones y tres mujeres, más cuatro lodinitas, un mollutei y un par de molarios.

—¿Los molarios son hembras? —preguntó Cole—. Tendríamos que mantenerlas cerradas bajo cuatro llaves.

—Machos.

—Está bien, vaya a hablar con la tripulación. Luthor, utilice la radio de la nave para contactar con Forrice y dígale que traiga la
Teddy R
. aquí, que vamos a hacer unos cambios de personal.

—Sí, señor —dijo Chadwick. Pasó unos segundos buscando el transmisor subespacial, lo encontró y abrió la comunicación con la
Teddy R
.

—¿Cuál es el mínimo de personal con el que puedes hacer funcionar esta nave? —le preguntó Cole a Val.

—Quiero la tripulación completa.

—No te he preguntado qué quieres —respondió Cole—. Conseguirás tu tripulación, pero ahora mismo la
Estrella del Sur
es la nave que va a atacar a Khan, porque una vez que conozcáis todos los códigos y protocolos, dejará que os aproximéis a él. No quiero arriesgar más vidas que las necesarias.

Echó una ojeada al puente.

—No tenemos un piloto como Wxakgini, así que necesitaré a un oficial de navegación, más cuatro oficiales de artillería. También necesito a alguien que esté familiarizado con la radio. Y no me gusta viajar sin un ingeniero, pero si todo lo que vamos a hacer es regresar a la base y disparar a Khan, supongo que nos las podemos arreglar sin uno por el momento. No creo que una nave como ésta tenga una enfermería, y aún no tienes un médico en la
Teddy R
. así que no puedo pedírtelo. —Enmudeció unos instantes, considerando todas sus opciones y necesidades—. Creo que puedo apañarme con ocho, pero preferiría tener una docena. Si nos van a disparar, quiero asegurarme de que tengo algunos retenes.

—Vale, ocho, e intentaré conseguirte unos pocos más. —Se detuvo—. ¿Confías en ese Pérez?

—Parece mínimamente más honorable que los hombres que envió al planeta —respondió—. Además, sería más apropiado que se preocupara él por mí que yo por él. Por si no te habías dado cuenta, puedo cuidar de mí misma.

—Ya me había percatado —respondió Cole secamente.

—¿Señor? —dijo Chadwick, levantando la vista—. Acabo de hablar con el comandante Forrice. Envía a Christine Mboya y Malcolm Briggs en uno de los transbordadores, que después le trasladará a usted y a los tripulantes de la
Estrella del Sur
que se unirán a la
Teddy R
. Pregunta si sabe a quiénes va a transferir aquí permanentemente, si es que va a transferir a alguien, además de Val, Toro Salvaje y yo mismo.

—Aún no lo sé.

Chadwick volvió a fijar su atención en el pequeño holograma de Forrice que flotaba ante él.

—Hay que deshacerse de este nombre —dijo Val.

—¿Qué nombre?

—La
Estrella del Sur
—respondió—. Es tan soso que dan ganas de echarse a dormir.

Cole se encogió de hombros.

—Ahora es tu nave. Llámala como quieras.

—La
Esfinge
—dijo tras considerarlo un momento.

—Tú estás al mando y tienes una llameante cabellera roja —dijo Cole—. ¿Qué tal la
Esfinge Roja
?

—Me gusta —dijo Val—. Se lo diré a la tripulación y reprogramaré todos los ordenadores para que la nave y la radio respondan a ese nombre en vez de —arrugó el gesto— a
Estrella del Sur
.

—Recuerda que cuando te aproximes a Khan tienes que ser la
Estrella del Sur
, o ésta va a ser la esfinge de vida más breve que se recuerda.

Capítulo 14

Cole estaba sentado a su mesa habitual del comedor de la
Teddy R
., bebiendo una taza de café cuando Sharon Blacksmith se sentó frente a él.

—¿Están todos procesados? —le preguntó.

—Con la mayoría de ellos apenas hay problema, aunque creo que al menos la mitad desertará en el momento en que toquen tierra —informó—. Eso sí, tienes un molario y una humana que son casi unos psicópatas.

—¿Estás segura?

Asintió.

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