Tormenta (37 page)

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Authors: Lincoln Child

Tags: #Aventuras, Intriga

Por muy aturdido que se hubiera quedado con aquella dantesca visión, Crane comprendió enseguida varias cosas. Primero: que, ya fuera una avería o un sabotaje, aquello era el origen de la explosión que había oído. Y en segundo lugar, que a pesar del ambiente de normalidad que reinaba dentro del Complejo las cosas distaban mucho de estar controladas. Si las brigadas de control de danos aun no se habían dado cuenta, lo harían en cualquier momento.

Había bastado un simple vistazo para poner patas arriba los miedos, esperanzas y objetivos de Crane.

Su primera reacción, puramente maquinal, fue volverse hacia la escotilla como si pretendiera entrar y avisar del peligro a los operarios del Complejo de Perforación, pero se acordó inmediatamente de que era un acceso de una sola dirección, y de que el ingreso por aquel nivel era imposible. Por otro lado, casi todo el lecho marino que tenían a sus pies estaba cubierto de agua negra, como la que llovía continuamente desde la brecha de arriba, cada vez mayor. En cuestión de minutos, el agua inundaría la exigua plataforma y la escotilla de salida.

De repente sintió un dolor agudo en la mano. Al mirar hacia abajo vio que era por que se la estrujaba Hui Ping, hipnotizada por la caleidoscópica vorágine de agua que ya le había salpicado toda la cara y el pelo.

Se soltó suavemente.

—Vamos, aquí no podemos quedarnos —dijo.

—Yo no puedo —murmuro ella.

Era lo mismo que había dicho en la cámara estanca.

—No hay más remedio —contestó Crane.

Hui lo miró fijamente y apartó la vista.

—Me dan miedo las alturas.

Crane se quedó mirándola. Mierda. !Mierda!

Respiro hondo. Después, tratando de olvidar la tromba de agua que estallaba en las alturas, y la lluvia helada que caía por todas partes, puso una mano en el hombro de Hui y la miró a los ojos con dulzura.

—Ya no tenemos más remedio, Hui. Tienes que subir.

—Es que…

—Es el único camino. Permaneceré detrás de ti todo el rato. Te lo prometo.

Tras mirarlo un poco más, mientras las gotas de agua caían por sus mejillas, Hui trago saliva y asintió sin fuerzas.

Crane la giro hacia la pared de metal gris del Complejo y le puso la mano derecha en el primer escalón.

—No pienses en nada, solo en cada paso.

Al sentirla tan quieta temió que la hubiera paralizado el miedo, pero entonces Hui, con gestos lentos y titubeantes, puso la mano izquierda en el siguiente escalón, comprobó que no se movía y empezó a subir, apoyando el pie izquierdo en el escalón más bajo.

—Así —la animo el, haciéndose oír sobre el rugido del agua. —Así.

Hui subió unos cuantos escalones más. Crane también empezó a trepar, quedándose lo más cerca que podía. Los escalones eran fríos y estaban traicioneramente resbaladizos. El olor del agua salada llenaba la nariz de Crane.

Subían muy despacio, en un silencio solo interrumpido por la respiración algo pesada de Hui, aunque cada vez se oía más el agua. Crane se atrevió a mirar hacia arriba. Ahora el agua caía a cantaros desde el boquete, formando grandes espirales donde jugaba la luz. Todo estaba envuelto por grandes remolinos de fina bruma, debida a la atomización brutal del agua; la débil luz de las lámparas de sodio le daba un aspecto etéreo y fantasmal, de una belleza traicionera.

Hui resbaló y estuvo a punto de estampar un zapato en la cara de Crane. Grito y se pegó a los escalones.

—No puedo —dijo—. No puedo.

—Tranquila —le dijo Crane con suavidad—. Poco a poco. No mires hacia abajo.

Hui asintió sin volver la cabeza, y se aferro a los escalones para seguir subiendo entre jadeos.

Continuaron con la misma lentitud de antes. Crane calculo que habían recorrido algo más de diez metros. Los chorros de agua se habían vuelto más fuertes. Ahora le castigaban con dureza las manos y la cara. Fue consciente de que cuanto más se acercaran al boquete, mayor seria la presión del agua.

Al cabo de uno o dos minutos Hui dejó de subir y dijo sin aliento:

—Tengo que descansar.

—No pasa nada. Asegúrate de que estas bien sujeta y apóyate en los escalones. Lo estas haciendo muy bien.

Secretamente, Crane también agradeció la pausa. Empezaba a costarle respirar, y le dolían los dedos de tanto tensarlos en el metal frio de los escalones.

Supuso que debían de estar a la altura de la Barrera. La piel del Complejo se extendía en todas las direcciones como un acantilado gris y monolítico de metal. Los escalones por donde ya habían trepado formaban una línea recta que quedaba engullida en el vapor de agua. Reconoció a duras penas la plataforma por la que habían salido, reducida a un punto muy por debajo de sus pies. Todavía más abajo, donde casi no alcanzaba la vista, el lecho marino había quedado totalmente recubierto por las incesantes y furiosas olas del mar.

—Quería preguntarte una cosa —bramo por encima del fragor del agua.

Hui no apartó la vista de los escalones metálicos.

—¿Que?

—¿Por donde volveremos a entrar en el Complejo?

—No estoy segura.

Crane se quedó de piedra.

—¿Como?

—Se que hay una o dos escotillas de entrada en los niveles superiores, pero no se exactamente en cuales.

—Vale, vale.

Crane se seco los ojos y se sacudió el agua del pelo.

Calculo que podían quedar treinta metros de subida. Haciendo de tripas corazón, miró el radio de presión agujereado desde su precario observatorio. Solo lo tenían a unos dos niveles de distancia, como un gran mástil horizontal medio oculto por las cataratas que brotaban a chorro del agujero de su superficie. El aguacero era tan fuerte que Crane no pudo ver si también estaba perforado el Complejo. Aventuro la vista por la hilera de escalones. Por suerte estaban atornillados a cierta distancia del radio. Aun así, los que tenían justo encima sufrían los embates de incansables olas de agua negra.

Lo tenían difícil para subir por ahí.

Sintió que se le aceleraba el corazón, y que se le empezaban a contraer los músculos de las piernas. Desvió la mirada. Era una visión paralizante. O seguía subiendo o ya no seria capaz de hacerlo.

—Vamos! —exclamo, gritando más que el agua.

Reanudaron su lenta escalada. La fuerza del agua que se les echaba encima aumentaba a cada escalón. Si antes había sido como un chaparrón, ahora que empezaban a llegar a la altura del boquete les golpeaba de forma cada vez más horizontal.

Con tanta agua, Crane casi no veía las piernas de Hui.

—Cuidado! —vocifero—. !Antes de cada paso comprueba que estés bien apoyada!

Volvió a abrir la boca, pero se le llenó de agua salada, atragantándole. Giro la cabeza tosiendo.

≪Arriba… Clava bien los pies… Busca el escalón… Arriba otra vez…≫ Intentó concentrarse en la subida, y mantener el ritmo. Recibía directamente el agua. Le llenaba los ojos y las orejas, le tiraba de los dedos para arrancarle de la pared del Complejo… Ya había perdido la cuenta de los escalones, y con agua por todas partes, los brazos y las piernas empapados, los ojos cegados de humedad y el frio del agua calándole hasta los huesos, era imposible una evaluación visual. El mundo parecía haberse convertido en agua. Incluso parecía que respiraba más agua que aire. Empezó a sentirse mareado y desorientado.

Se paro y sacudió la cabeza para despejársela. Después levantó un brazo y se aferro a otro escalón. Sus dedos empezaron a resbalar. Los cerró con más fuerza y, asegurando el equilibrio, apartó la cara del chorro para respirar hondo y subir. ≪Ya debemos de estar justo al nivel del radio —pensó—. No puede faltar mucho. Estamos cerca≫.

De repente oyó un grito justo encima, casi engullido por el estruendo del agua. Poco después, un duro golpe en la cabeza y los hombros estuvo a punto de hacerle soltar los escalones. Noto un peso en el cuello, algo que se agitaba y lo zarandeaba. Envuelto por el torbellino cegador del agua, que apenas le permitía respirar, lucho con todas sus fuerzas para no soltarse.

Otro grito, esta vez casi en su oreja. De repente lo entendió.

Era Hui, que tras resbalar y caer había conseguido agarrarse a el en un intento desesperado de supervivencia.

—Hui! —grito Crane.

55

—Hui! —grito otra vez.

Hui gimió, piel con piel, con la mejilla fría y húmeda.

—!Agárrate bien! !Lo más fuerte que puedas! !Voy a intentar salir de aquí!

Crane se aferro a los escalones, mientras el peso añadido hacia protestar a viva voz los músculos de sus pantorrillas y sus brazos. Sacando fuerzas de flaqueza, soltó una mano y la levantó en busca del siguiente escalón. Los brazos de Hui alrededor de su cuello hacían que fuese una tortura. Toco el escalón, pero las puntas de sus dedos resbalaron. Lo intentó otra vez con un gruñido de esfuerzo. Esta vez logro asirse. Subió casi a pulso y encontró el siguiente. Se le clavaban las rodillas de Hui en las caderas, y sus tobillos le agarrotaban la rodilla.

Otro escalón, otro impulso hacia arriba; de repente, se dio cuenta de que la fuerza del agua era un poco menor. Volvió a trepar con esperanzas renovadas. Ya tenía la cabeza y los hombros por encima de los chorros de agua. Se paro a descansar, con los pulmones al límite y los músculos de todo el cuerpo convulsos. Se levantó a si mismo y a Hui por encima de otro par de escalones.

Ya estaban sobre el agua, que corría como un rio crecido a pocos centímetros de sus pies. Haciendo todo lo posible por no perder el equilibrio, cogió la mano de Hui y la atrajo hasta el escalón más cercano. Después la ayudo despacio y suavemente a plantar los pies en el de abajo.

Ahí se quedaron, gimiendo, jadeando, justo encima del aullido de la catarata.

Fue como si hubieran pasado varias horas pegados al lado del Complejo, sin moverse ni hablar, aunque Crane era consciente de que no podían haber sido más de cinco minutos. Al final hizo el esfuerzo de salir de su parálisis.

—Vamos —exclamo—, casi hemos llegado! Seguro.

Hui no lo miró. Temblaba muchísimo, con la ropa y la bata blanca de laboratorio pegadas a su cuerpo menudo.

Crane no estuvo seguro de que le hubiera oído.

—Hui! !Tenemos que seguir!

Ella parpadeo y asintió con gesto ausente. En su mirada ya no había miedo. Lo habían barrido el esfuerzo y el agotamiento.

Reanudaron despacio la subida. Crane estaba embotado de frio y cansancio. Volvió a mirar hacia abajo, pero solo una vez. Los escalones se perdían en un caos de agua. No se veía nada más. Parecía imposible que hubieran logrado cruzar un infierno semejante.

Hui intentaba decir algo, pero no la entendió. Alzo lánguidamente la vista, como en sueños. Hui estaba señalando un punto tres metros más arriba, donde había otra plataforma pegada a la pared del Complejo.

Subieron hasta ella con sus últimas fuerzas. Había otra escotilla sin nada escrito. Crane levantó las manos para abrirla, pero se paro. ¿Y si estaba sellada? Si no podían volver a entrar, podían darse por muertos. Si no les mataba la subida del agua, lo haría el frio. Respiro hondo, cogió los pernos y apretó con todas sus fuerzas. Giraron sin resistencia. Después de accionar la rueda, se apoyó en la escotilla. El sello se abrió con un ruido de goma, y la puerta se hundió hacia dentro. Crane ayudo a Hui a entrar en la cámara estanca del otro lado, muy pequeña. Después la siguió y sello la escotilla.

Ya estaban dentro.

56

Después de la cámara estanca había una habitación estrecha y oscura. Crane se paro un minuto a recuperar el aliento. Al otro lado se oía el ulular de una alarma.

Abrió la puerta y salió a un pasillo vacio, donde la alarma era mucho más fuerte.

—Nivel once —dijo Hui tras echar un vistazo—. Camarotes.

—Tenemos que ir al centro de conferencias del doce —dijo Crane—. Es donde me espera el doctor Vanderbilt.

Entro en un camarote al azar, cogió una toalla del cuarto de baño y se la puso a Hui sobre los hombros. Después salieron en busca de la escalera más cercana. El nivel parecía vacio. Solo se cruzaron con una persona, un hombre con mono de mantenimiento que se quedó atónito al verles chorreando.

Encontraron la escalera y se lanzaron hacia el siguiente nivel del Complejo. A diferencia del once, el doce estaba lleno. Había gente en los pasillos y las puertas estaban abiertas; todos tenían la cara tensa y cansada.

El centro se componía de un espacio principal parecido a una sala de conferencias, rodeado por algunas salas más pequeñas. En la grande había una docena de personas que hablaban en voz baja, muy juntas, y que se callaron al ver entrar a Crane. Un hombre se separo del grupo. Era alto, delgado y pelirrojo, con la barba muy corta. En el bolsillo de su bata de laboratorio asomaban unas gafas negras.

Se acercó a Crane y a Hui.

—¿El doctor Crane? —preguntó.

Crane asintió con la cabeza.

—Soy Gene Vanderbilt. —Tras echar un rápido vistazo a la pareja, el oceanógrafo abrió un poco los ojos al observar su estado, pero no dijo nada—. Vamos, les presentare a los demás.

Se acercaron al grupo. Crane no veía el momento de que se acabaran las presentaciones. Estrecho brevemente todas las manos.

—Me sorprende verle, la verdad —dijo Vanderbilt—. No creía que lo consiguiera.

—¿Por que? —preguntó Crane.

Seria por que Vanderbilt ya estaba al corriente de que lo buscaban, y de que era imposible que le dejasen cruzar la Barrera?

—Por que el nivel ocho esta totalmente inundado. Han cerrado herméticamente todas las puertas y las cajas de ascensor.

—¿Totalmente inundado?

Para Crane fue una conmoción. De modo que el Complejo estaba agujereado… Adiós a cualquier posibilidad de que los ocupantes del área restringida subieran a los niveles superiores.

—Y algunos compartimientos del nivel siete me temo que también. ¿Verdad?

Vanderbilt se volvió hacia un bombero bajo y moreno a quien había presentado como Gordon Stamper.

Este asintió con vehemencia.

—Ahora mismo el agua cubre cerca de un sesenta por ciento del nivel siete. Durante los últimos cinco minutos se han inundado los compartimientos siete-doce a siete-catorce.

—Por lo visto usted ha encontrado otro camino —dijo Vanderbilt a Crane con una mirada significativa.

—Si, pero ahora también es inaccesible —contestó Crane—.Se ha roto uno de los radios de presión y esta entrando el agua entre el Complejo y la cúpula. La salida de emergencia del nivel dos ya ha quedado por debajo del agua.

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