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Authors: Mark Fabi

Tags: #Ciencia Ficción, Intriga

Wyrm (54 page)

—No, espera —dijo Tahmurath—. Usemos la MEU. Prefiero no abandonarla aquí.

—¿Por qué? Sólo nosotros podemos utilizarla.

—Eso no me preocupa. Pero, si marchamos de este planeta, ¿cómo vamos a volver a buscarla?

—Estoy de acuerdo con Tahmurath —dijo Gunnodoyak.

—¡Pelota! —exclamó Zerika, dándole un codazo en las costillas.

—¡Callaos! Venga, todavía no hemos volado con la máquina por el espacio. Me gustaría ver cómo se las gasta.

Acordaron que el grupo de la
Hornet
volvería a su nave mediante el sistema de teletransportación y que se reunirían en la órbita del planeta.

—¡Esto es genial! —exclamó Gunnodoyak, eufórico, mientras se sentaba ante los controles—. ¿Todo el mundo se ha puesto los cinturones de seguridad?

Sin esperar respuesta, activó el sistema de aceleración y la nave ascendió a la órbita a nueve décimas partes de la velocidad de la luz.

—¡Gunnodoyak, ve más despacio! —le reconvino Tahmurath—. ¿Quieres matarnos a todos? Me gustaría que la nave se posara en la cubierta de la
Hornet.
no que nos frían con sus escudos antimeteoritos.

—Lo más probable es que tengan los escudos desactivados.

—¡Oh, estupendo! Así podremos estrellarnos contra el casco de la nave sin matarlos a ellos también.

—Vale, vale, frenaré —cedió Gunnodoyak.

—¿Por qué estamos haciendo esto? —quiso saber Megaera—. Si el gorro de las tinieblas del dios está en el corazón del dragón, ¿por qué no buscamos en la estrella?

—Espero que no —comentó Gunnodoyak—. No creo que nuestro sistema de aire acondicionado sea tan bueno.

—Probablemente habrá un dragón al que haya que matar, como en los otros MUD —dijo Zerika.

—Pero éste es un MUD de ciencia—ficción —repuso Megaera—. No creo probable que encontremos ningún dragón.

—No es necesario que sea exactamente un dragón —dijo Zerika—. hay muchas criaturas de ciencia—ficción que pueden responder a la descripción, como los gusanos de arena de
Dune
o el bicho de
La Bestia Estelar,
de Heinlein.

—Pero ¿por qué necesitamos un gorro de las tinieblas? —preguntó Ragnar—. Tahmurath puede hacernos invisibles con su magia.

—Cierto —respondió Tahmurath—. Pero existen muchas limitaciones a la invisibilidad mágica. Recuerda que no pudimos usarla frente a los murciélagos de BloodMUD porque nos habrían detectado con su sonar. Supongo que ese gorro de las tinieblas debe de ser un artefacto tan poderoso que no está sujeto a ninguna restricción.

La nave
Hornet
ya era visible a través del parabrisas delantero.

Entonces, de súbito, dejó de serlo, porque un objeto muy grande se había materializado entre ellos y la nave de la Federación. Gunnodoyak tuvo que virar con brusquedad para no chocar contra él.

—¿Qué demonios es eso?

—Una nave klingon —dijo Ragnar—. Se ha descubierto.

—¡Entonces debe de estar atacando a la
Hornet!

En efecto, cuando pudieron alejarse de la nave klingon, vieron que la
Hornet
había sufrido graves daños e intentaba devolver el fuego.

—Deben de haberlos sorprendido con los escudos desactivados —dijo Zerika—. Es una lástima que no podamos ayudarlos.

—¿Quién ha dicho que no podemos? —preguntó Tahmurath.

—Hombre, ¿qué vamos a hacer? ¿Clavar una espada en la nave klingon? No creo que llevemos torpedos de fotones.

—No —admitió Tahmurath—, pero tenemos algo mejor. ¿Te has olvidado del Fróbnulo de Oro?

—¿De qué puede servirnos?

—Nos permite utilizar nuestras habilidades especiales en cualquier MUD donde estemos. En la mayoría de los MUD, es la magia. Éste es el primer MUD de ciencia—ficción en que entramos y aquí el equivalente de la magia es la tecnología.

—«Cualquier tecnología lo bastante avanzada es imposible de distinguir de la magia» —citó Gunnodoyak, sonriendo—. La tercera ley de Clark.

—En efecto —dijo Tahmurath, asintiendo—. Incluso funciona como si lo fuese: al igual que en la mayoría de los sistemas de magia, un caza invisible se vuelve visible cuando ataca; la nave klingon ha tenido que salir al descubierto pata disparar sus armas.

—Vale, casi me habéis convencido.

—¿Casi? ¿Qué más tengo que decirte?

—No digas nada. ¡Haz algo!

—¡Demasiado tarde! —chilló Gunnodoyak—. ¡Ellos ya lo están haciendo! —Una explosión sacudió la nave—. ¡Ha estado muy cerca!

—¡Sácanos de aquí, Gunny! —gritó Zerika, pero Gunnodoyak ya había puesto la MEU a máxima velocidad. Por desgracia, aquella velocidad, aunque era mayor que la de la nave de guerra klingon, no podía sacarlos de forma inmediata del radio de acción de los torpedos de fotones.

Otra explosión les hizo rechinar los dientes; esta vez de forma más violenta.

—¡Maldita sea, Gunny, ha estado muy cerca! ¿Puedes regresar a la superficie del planeta? Tal vez allí podamos escondernos.

—Si logro frenar lo bastante para entrar en una órbita de aterrizaje, se nos merendarán.

—¡Entonces, larguémonos de aquí!

—¡Voy todo lo deprisa que puedo!

—¿Qué ha sido eso? —exclamó Ragnar, señalando algo que estaba delante de ellos. Era una nube de gas interestelar luminoso, que parecía arremolinarse en un torbellino—. Parece una especie de anomalía…

—¡Un agujero de gusano! —exclamó Gunnodoyak, alterando el tumbo—.¡Vamos allá!

—¡Espera, espera! ¿Estás seguro de que es un agujero de gusano? ¿Y si es un agujero negro? No…

La advertencia de Tahmurath llegó una fracción de segundo demasiado tarde. La nave klingon, al ver que su presa estaba a punto de escaparse, disparó una andanada final de torpedos y se alejó, pero la MEU entró en la zona de anomalía justo antes de la detonación.

Cuando salieron al otro lado, Gunnodoyak dijo:

—Os dije que era un agujero de gusano. Tenéis suerte de tenerme a vuestro lado para sacaros del fuego…

—¿Para meternos en las brasas? —terminó la frase Megaera.

Cuando miraron hacia adelante, vieron a lo que se refería: alrededor del agujero de gusano flotaba suspendida en el espacio una auténtica armada. Las naves estaban atiborradas de todas las armas imaginables. Sin embargo, comprobaron con alivio que no les prestaban la menor atención.

—Bien, esto explica por qué los klingons no han querido seguirnos a través de agujero de gusano —dijo Ragnar.

—Sí, bueno, todavía tenemos que regresar para salir de este MUD —le recordó Tahmurath—. Algo me dice que esos klingons nos estarán esperando.

—¿Qué coño de sitio es éste? —preguntó Zerika.

Como en respuesta a su cuestión, se abrió el tablero de mandos y apareció una pantalla de vídeo que mostró el rostro escasamente atractivo de un ferengi de baja estatura, con dientes deformes y orejas de murciélago. .

—¡Bienvenidos a Brokk's! —dijo la imagen a todo volumen—, la tienda de armamento más completa de las cinco galaxias. ¿Cansado de ser perseguido por las naves de la Federación? ¿Ha tenido encuentros desagradables con romulanos, o klingons? Equipe su nave con los más modernos escudos, bancos de fásers, rayos tractores y los torpedos de fotones más precisos de este sector. Para su comodidad, aceptamos una amplia variedad de monedas galácticas, así como minerales, raros artefactos y, por supuesto, dilitio elemental. ¡Bienvenidos a Brokk's!…

El anuncio continuó, aparentemente en un bucle sin fin.

—Allí—dijo Gunnodoyak, señalando un objeto muy grande que no era una nave, sino que parecía estar compuesto de distintas piezas de recambio reunidas por un chatarrero galáctico.

Era una enorme y destartalada estación, con unos hangares espaciales que podían acomodar por los menos dos docenas de naves grandes. Las naves que estaban atracadas tenían todo tipo de formas y tamaños, e incluso había una que parecía un duplicado del
Halcón Milenario
de
La guerra de las galaxias.

—¿Qué os parece si nos vamos de compras? —sugirió Gunnodoyak.

Atracaron junto a otras naves pequeñas en un área de la estación que parecía diseñada para ese tipo de vehículos. Sin embargo, la MEU era, con diferencia, la nave más pequeña de todas. Cuando desembarcaron a través de una escotilla de aire, los recibió un ferengi. Parecía el mismo del anuncio.

—Saludos, amigos.
Soy
Brokk. Bienvenidos a mi humilde negocio. ¿Desean comprar alguna máquina?

Tahmurath parecía escéptico.

—¿Quiere decir que tiene un arma para una nave de este tamaño que sea más poderosa que una cerbatana?

—Bromea, sin duda —dijo el ferengi, abriendo mucho los ojos—. Brokk tiene las armas más modernas para naves de todos los tamaños y formas.

—Necesitamos librarnos de unos klingons bastante pesados —explicó Gunnodoyak—. ¿Qué nos recomienda?

Brokk les dedicó una típica sonrisa ferengi, mientras mostraba su deforme dentadura.

—¿Qué clase de problema son esos klingons? ¿Se trata de un Ave de Presa?

—Algo parecido —dijo Gunnodoyak—, pero es más grande. El fuselaje es más alargado y el puente de mando tiene una forma más ahusada.

—¿Qué? ¿Eres coleccionista de maquetas, o algo parecido? —preguntó Tahmurath, asombrado.

Gunnodoyak se encogió de hombros y sonrió con timidez.

—Bueno, parece que se ha desvelado el secreto. Pues sí, soy un
trekkie.
¿Qué pasa?

Mientras tanto, la sonrisa del ferengi se había desvanecido.

—Eso no es un Ave de Presa, es una Ghargh'a. No sabía ni que habían empezado a construirse. Mis informadores suelen ser más eficientes…

—¿Qué diferencia hay entre un Ave de Presa y una Ghargh'a? —le interrumpió Zerika.

—La Ghargh'a tiene una potencia de fuego diez veces superior, pero ésa no es la diferencia más importante. Se dice que la Ghargh'a va equipada con la más reciente innovación tecnológica de los klingons: la cobertura con capacidad de ataque o CCA.

—Pero salió al descubierto antes de atacar a la
Hornet
—dijo Ragnar—. ¿Por qué lo hicieron si podían permanecer camuflados?

—Pueden atacar camuflados, pero no utilizar el escudo. Lo más probable es que no quisieran correr el riesgo de que la
Hornet
hiciese un disparo afortunado. Por otra parte, es posible que salieran al descubierto en un típico gesto de soberbia klingon.

—¿Qué vamos a hacer? —inquirió Tahmurath—. Tenemos que regresar al planeta y dudo que encontremos nada que nos permita igualar nuestra máquina con esa nave klingon.

Brokk movió hacia adelante sus enormes orejas, tal vez alarmado por la posibilidad de perder una venta.

—Quizá no puedan ser sus iguales, pero rengo algo que podría darles una importante posibilidad de victoria.

—Por cierto, ¿qué es exactamente una Ghargh'a? —preguntó Gunnodoyak.

—Una especie de gusano o serpiente gigante —respondió el ferengi—. Según los klingons, existió en su planeta en el pasado, pero ahora está extinguido. La mayoría de los exobiólogos lo consideran un animal mítico.

—¿Estás pensando lo mismo que yo? —preguntó Tahmurath a Zerika.

—Sí, esa Ghargh'a tiene un parecido asombroso con un dragón. Creo que ya sabemos dónde buscar el gorro de las tinieblas.

Tras un período de tiempo sorprendentemente corto, emprendieron el camino de regreso al agujero de gusano. Los androides mecánicos de Brokk habían rodeado por completo la MEU y habían instalado la maquinaria adicional que habían comprado. Tahmurath le pagó con una bolsa llena de diamantes en bruto del tamaño de huevos de gallina, que habían encontrado en otro MUD.

—¿Seguro que debemos fiarnos de él? —preguntó Megaera por quinta vez—. Todavía no entiendo cómo podemos disponer de la tecnología de
Dune
en un MUD ambientado en
Star Trek.
Creía que éramos los únicos que podíamos traer artefactos de otros entornos.

—Sólo es un MUD —le recordó Tahmurath—. Pueden incluir toda la tecnología que quieran.

—Sigo pensando que es un poco sospechoso. ¿Y qué me dices del tipo aquel de la
Hornet que
encontramos en el planeta? Actuaba como si incluso lo relacionado con
Star Trek
tuviera que corresponder a la generación correcta. ¿No parece un poco raro que haya todo este material al otro lado del agujero de gusano? Además, ¿cómo sabemos que una pistola láser de
Dune
es lo mismo que un fáser de
StarTrek?

—Vale, vale, tal vez no. ¡Madre mía!, haces que me sienta tan paranoico como tú. Sea como sea, aunque no funcione, resultará un poco más resistente, eso es todo. Pero si funciona —se rió—, cuando hayamos acabado, algunos klingons lo lamentarán mucho.

El artefacto de
Dune
que habían comprado a Brokk era una clase de escudo, utilizado sobre todo para el combate personal. Esperaban aprovechar el hecho de que, si alguien disparaba una pistola láser contra un escudo, ambos desaparecían como una bomba atómica. Habían fijado el escudo a una sonda.

El resto del plan dependía de la afirmación de Tahmurath de que, gracias al Fróbnulo de Oro, podían usar su magia incluso en un MUD de ciencia—ficción. Lo había demostrado volviendo invisible la nave antes de atravesar de nuevo el agujero de gusano.

Cuando salieron al otro lado, lo primero que vieron fue la masa ardiente de la
Hornet.
Ragnar emitió un suave silbido.

—Parece que no hicieron prisioneros.

—Es el momento de iniciar la segunda fase —dijo Tahmurath—. Pero ¿dónde está la nave de los klingons?

Escudriñaron el cielo estrellado.

—O se ha ido, o está camuflada —dijo Zerika.

—¿Lanzo la sonda? —preguntó Gunnodoyak.

—Todavía no —dijo Tahmurath—. Quiero lanzarla cuando estemos dentro del alcance del fáser de la Ghargh'a; de lo contrario, podrían optar por eliminarnos con un torpedo.

—Todavía no estoy seguro de que sea una buena idea —dijo Megaera—. Aunque salga bien, podría destruir la nave.

—Brokk dijo que sólo inhabilitaría los bancos principales del fáser —le recordó Zerika—. Tiene que ser bastante divertido.

—Tal vez —dijo Megaera, encogiéndose de hombros—. Ojalá se nos hubiera ocurrido pedir a Brokk unos fásers o algo parecido.

—No, tenemos que actuar con sigilo —dijo Tahmurath—. No podemos permitirnos el iniciar una batalla con los klingons. Hay demasiados.

—Probablemente tienes razón —concedió Zerika—. Pero no nos habría hecho ningún daño llevar un fáser o dos, por si acaso.

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