Amor bajo el espino blanco (5 page)

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Authors: Ai Mi

Tags: #Drama, Romántico

Jingqiu regresó a casa de la tía pero no pudo ver a Mayor Tercero. Debía de haberse vuelto a ir a trabajar. Jingqiu devoró algunas sobras y se fue a toda prisa a su habitación para escribir lo que había oído aquella mañana. Al día siguiente Mayor Tercero no se presentó, y Jingqiu comenzó a inquietarse. ¿Se habría enfadado porque el día anterior ella no estaba en casa? ¿Ya no volvería? Eso era imposible; ¿desde cuándo era ella tan importante como para despertar esos sentimientos en Mayor Tercero?

Mayor Tercero estuvo días sin presentarse. Jingqiu se sentía desanimada e intentaba averiguar qué había hecho mal. Era incapaz de escribir o de comer, y lo único que le rondaba por la cabeza era por qué Mayor Tercero no aparecía. Se le ocurrió preguntarle a la tía y a la familia si sabían dónde había ido, pero no se atrevía por si se les ocurría pensar que había algo entre ellos.

Por la noche, con la excusa de llevar a Huan Huan al campamento de la unidad geológica, fue a ver si estaba Mayor Tercero. Mientras se acercaba, Jingqiu oyó su acordeón. Se quedó un buen rato sin atreverse a entrar, y al final no tuvo el valor necesario para cruzar la puerta y preguntar por él, de manera que regresaron a paso vivo. Al final ya no pudo soportarlo más y, procurando ser sutil, le preguntó a la tía:

—Huan Huan me acaba de preguntar por qué hace días que Mayor Tercero no viene por aquí.

—Lo mismo me preguntaba yo. A lo mejor ha vuelto a casa para visitar a su familia.

Jingqiu se quedó helada. ¿Que había vuelto a casa para visitar a su familia? ¿Estaba casado? Ella nunca le había preguntado si estaba casado, y él tampoco lo había mencionado. Ni tampoco Fang, aunque ella tampoco había dicho que no lo estuviera. Mayor Tercero había dicho que estaba acabando el bachillerato cuando comenzó la Revolución Cultural, por lo que debía de ser siete u ocho años mayor que yo, se dijo Jingqiu, pues yo estaba en segundo de primaria en aquella época. Si no había seguido el llamamiento del partido para que la gente no se casara joven, a lo mejor ya tenía esposa. Aquella idea la apenó, la hizo sentirse engañada. Al recordar todos los momentos que habían pasado juntos se dio cuenta de que él no la había engañado. Había hablado, él la había ayudado a escribir, nada más, no había dicho ni hecho nada indecoroso.

En su habitación había una foto debajo del cristal, una foto muy pequeña, de unos dos o tres centímetros de ancho, que debían de haber sacado de algún documento oficial. A menudo, cuando estaba sola, Jingqiu se quedaba embobada mirando la foto. Desde que lo había conocido la estética proletaria ya no le proporcionaba ningún placer, solo le gustaba mirar una cara como aquella, un perfil como aquel, escuchar sus palabras, pensar en su sonrisa. Las caras rojo negruzco y los cuerpos como de hierro podían irse al infierno. Se dijo que si ya no venía más era porque a lo mejor intuía sus sentimientos y la rehuía. Pronto abandonaría Aldea Occidental y nunca volvería a verlo. Si tanto la afectaba estar unos días sin él, ¿cómo podría afrontar no volver a verlo nunca?

Ocurre a menudo que las personas no se dan cuenta de que están enamoradas hasta que de repente se ven separadas del objeto de su afecto. Solo entonces se percatan de lo profundos que son sus sentimientos. Jingqiu nunca había experimentado ese tipo de añoranza. Tenía la impresión de que de manera inconsciente le había entregado su corazón y él se lo había llevado, y lo tenía con él allí donde estuviera. Si quería hacerle daño, todo lo que tenía que hacer era pellizcarlo; si quería hacerla feliz, tan solo tenía que sonreírle. Jingqiu no entendía cómo había podido ser tan descuidada. Procedían de mundos distintos, ¿cómo se había permitido enamorarse de él?

No había nada en ella digno del afecto de Mayor Tercero, y él solo iba a casa de la tía porque no tenía otra cosa que hacer y quería descansar. A lo mejor era uno de esos seductores que aparecen en los libros y que tienen sus trucos para hacer que las muchachas caigan en sus brazos. Mayor Tercero debía de haber utilizado sus trucos, pues ahora ella no podía dejar de pensar en él, y él lo sabía. A eso debía de referirse su madre al hablar de «un desliz». Recordó una escena de
Jane Eyre
en la que, para rechazar su amor por Rochester, Jane se mira en el espejo y dice algo como: «Eres una chica poco agraciada, no eres digna de su amor, no lo olvides nunca».

En la última página de su cuaderno escribió una promesa: «Prometo no entregarme a ningún pensamiento capitalista y dedicar todos los esfuerzos a estudiar, trabajar, escribir este libro de texto y emprender acciones concretas para dar las gracias a los líderes de mi escuela por la confianza que han depositado en mí». Tenía que ser discreta, pero sabía lo que quería decir con «pensamientos capitalistas». Unos días más tarde, sin embargo, regresaron sus «pensamientos capitalistas». Eran más o menos las cinco de la tarde y Jingqiu estaba escribiendo en su habitación cuando oyó que su tía decía:

—¿Ya estás de vuelta? ¿Has ido a visitar a la familia?

Una voz que la hizo temblar contestó:

—No, he estado trabajando en la División Dos.

—Huan Huan ha preguntado por ti. Te hemos echado de menos.

Jingqiu dio un respingo, pero enseguida reflexionó: bueno, al menos no ha dicho que fui yo quien preguntó por él, y ha sido cosa de Huan Huan. Oyó como el chivo expiatorio correteaba por la sala y a continuación entraba para darle algunos caramelos, al parecer de parte de Mayor Tercero. Ella los aceptó, pero enseguida cambió de opinión y se los devolvió a Huan Huan, y sonrió mientras él abría dos a la vez y se los metía en la boca, con lo que se le hincharon las dos mejillas.

Ella se mostró decidida: se quedaría sentada en su habitación y no saldría a ver a Mayor Tercero. Lo escuchó charlar con la tía. Exhaló un largo suspiro, y en esos momentos olvidó su promesa. Se moría de ganas de verlo y de hablar con él, pero entonces se dijo: «Jingqiu, este es el momento de la verdad, tienes que ser fiel a tus palabras». Así que se quedó sentada, negándose a salir y verlo.

Al cabo de un rato ya no oyó su voz, y al comprender que se había marchado la invadió el pesar. «He perdido una oportunidad única de verlo, ¿no es así?». Se puso en pie, nerviosa, con la idea de ver por dónde se había ido. Un vistazo sería suficiente para tranquilizarla. Se puso en pie, dio media vuelta y se lo encontró de cara apoyado en el marco de la puerta, mirándola.

—¿Dónde vas? —le preguntó Mayor Tercero.

—Iba… iba a la parte de atrás.

Había un tosco excusado exterior en el patio, e «ir a la parte de atrás» era un eufemismo para ir al retrete. Él sonrió y dijo:

—Pues ve, no quiero interponerme. Te espero aquí.

Ella se lo quedó mirando sin decir nada, y se dio cuenta de que había adelgazado; tenía las mejillas chupadas y unos pelos hirsutos en la barbilla. Nunca lo había visto así, pues siempre iba perfectamente afeitado. Jingqiu le preguntó:

—El trabajo debe de haber sido agotador.

—La verdad es que no, la parte técnica es fácil, pero es un trabajo físicamente exigente. —Se acarició la cara y dijo—: Estoy más delgado, ¿verdad? Es que no he dormido.

Él se la quedó mirando y ella se puso más nerviosa. «A lo mejor yo también estoy chupada», pensó. Jingqiu dijo sin perder la calma:

—¿Cómo es que te fuiste sin decirle nada a la tía? Huan Huan ha estado preguntando por ti.

Él seguía mirándola, pero, para contestarle en el mismo tono, replicó:

—Tuve que irme a toda prisa. Había planeado acercarme y decíroslo… a todos, pero fui a la oficina de correos mientras esperaba al autobús junto a Río Yanjia y se lo dije a Sen. Quizá se le olvidó. En el futuro, cuando quiera enviarte un recado, no confiaré en nadie, vendré y te lo daré yo mismo.

Jingqiu se quedó helada. ¿A qué se refería? ¿Es que podía leerle la mente? ¿Se daba cuenta de lo mucho que lo había echado de menos?

—¿Por qué me lo darás a mí? ¿Qué me importa a mí… dónde vas?

—Puede que no te importe dónde voy, pero quiero decírtelo de todos modos. ¿Te parece bien? —Inclinó la cabeza y habló con vehemencia.

Azorada, Jingqiu no supo qué decir y se fue a toda prisa a la parte de atrás de la casa. Cuando regresó a su habitación se encontró a Mayor Tercero sentado ante su escritorio hojeando su cuaderno. Jingqiu se abalanzó hacia él, cerró el cuaderno de un golpe y dijo:

—¿Cómo te atreves a husmear en las cosas de los demás sin preguntar?

Él sonrió y la imitó.

—¿Cómo te atreves a escribir acerca de la gente sin preguntar?

—¿Dónde he escrito acerca de ti? ¿Está tu nombre en alguna parte? Había tomado una… decisión, eso es todo.

—No he dicho que hayas escrito acerca de mí, me refería a que no has pedido permiso a esos soldados que lucharon contra los japoneses. ¿Has escrito acerca de mí? ¿Dónde? ¿No estáis escribiendo la historia de la aldea?

La avergonzaba haberle mencionado su determinación; era evidente que tan solo había estado hojeando los relatos de las primeras páginas. Por suerte no siguió preguntándole y le enseñó una pluma estilográfica sin estrenar.

—A partir de ahora utiliza esta pluma. Hacía tiempo que quería dártela, pero no había tenido la oportunidad. La tuya pierde tinta y siempre tienes manchado el dedo corazón.

Él siempre llevaba muchas plumas en el bolsillo superior de la chaqueta, y en una ocasión ella se había reído de él.

—Con tantas plumas pareces un intelectual.

Entonces él le había contestado:

—Ya sabes lo que dicen, ¿no? Una pluma significa que eres estudiante, dos, que eres profesor, y tres… —Hizo una pausa.

—¿Qué? ¿Qué es el que tiene tres plumas? ¿Escritor?

—El que tiene tres plumas es reparador de plumas.

—¿Así que tú reparas plumas? —Jingqiu se había reído.

—Ajá. Me gusta apañar cosas. Reparar plumas estilográficas, relojes. He abierto un acordeón solo para echarle un vistazo por dentro. Pero le he echado un vistazo a tu pluma y no se puede reparar. Cuando tenga oportunidad, te compraré una nueva. ¿No te da miedo mancharte la cara de tinta cuando utilizas esta vieja pluma? A las chicas eso les resulta especialmente embarazoso.

Ella no le había contestado. Su familia era tan pobre que no se podía permitir una pluma nueva. Aquella también se la habían regalado.

Le entregó la pluma nueva y le preguntó:

—¿Te gusta?

Jingqiu la cogió. Era una hermosa pluma Gold Star sin estrenar, preciosa. Casi no soportaba la idea de meterle tinta. Se dijo que a lo mejor podía aceptarla y pagársela más adelante. Hasta el dinero que su madre le había dado para pagar la comida del viaje era prestado. Al recordarlo, avergonzada, le devolvió la pluma a Mayor Tercero.

—No la quiero, la mía funciona bien.

—¿Por qué no la quieres? ¿No te gusta? Cuando la compré me dije, a lo mejor no le gusta negra, pero este modelo no viene en ningún otro color. Creo que es una buena pluma, la punta es magnífica, perfecta para tus delicados caracteres. —Hizo una pausa—. Utilízala por el momento, la próxima vez te compraré una mejor.

—No, no es eso. No es que no la quiera, es bonita, demasiado bonita… y cara.

Él se relajó.

—No es cara. Siempre y cuando te guste. ¿Por qué no le pones un poco de tinta y la pruebas?

Mientras hablaba, Mayor Tercero cogió su frasco de tinta y llenó la pluma. Antes de ponerse a escribir balanceó la pluma de un lado a otro, como si meditara acerca de un peliagudo problema. Después de llevar a cabo ese ritual, escribió rápidamente en el cuaderno de Jingqiu.

Por encima del hombro de Mayor Tercero, Jingqiu se dio cuenta de que había escrito un poema:

Si la vida se vive en fila india, por favor camina

delante de mí, para que pueda verte siempre;

si la vida es una carretera de dos carriles,

vayamos el uno junto al otro;

deja que te coja de la mano,

para que cuando caminemos entre un mar de gente,

seas mía para siempre.

A Jingqiu le gustó mucho.

—¿Quién lo ha escrito?

—He escrito lo primero que me ha pasado por la cabeza. La verdad es que no es un poema.

Insistió en que se quedara la pluma, aduciendo que si no la aceptaba se dirigiría a la asociación y les diría que la pluma era un donativo dirigido en particular a Jingqiu para que pudiera escribir su excelsa historia de Aldea Occidental. Jingqiu no estaba segura de si le estaba tomando el pelo ni de si sería capaz de hacerlo. Pero, si lo hacía, todo el mundo lo sabría, así que decidió aceptar, aunque prometiéndole que se la pagaría en cuanto ganara algo de dinero.

—Muy bien —dijo él—. Esperaré.

Capítulo 5

Un día la Asociación para la Reforma Educativa se dirigió al extremo oriental de la aldea para visitar una gruta, el acantilado de Heiwu, de la que se contaba que la gente la había utilizado como escondite durante la guerra contra Japón. Un traidor reveló su emplazamiento a los japoneses, y estos rodearon la gruta y le prendieron fuego, dejando atrapados a unos veinte aldeanos que allí se cobijaban. Los que salieron fueron abatidos a tiros, y los que no, murieron quemados. Aún se veían las marcas de chamusquina en las paredes húmedas.

Esa era la página más espeluznante de la historia de Aldea Occidental, y, mientras el grupo la escuchaba, los ojos se les llenaban de lágrimas. Después de la visita tenían que ir a comer, pero a nadie le entraba bocado, y coincidieron en que estaban vivos gracias a esos mártires revolucionarios que derramaron su sangre y sacrificaron sus vidas; ya comerían más tarde. Comenzaron a discutir cómo escribir el capítulo dedicado a esos sucesos y hablaron sin interrupción hasta las dos de la tarde.

Jingqiu regresó a casa de la tía pero no pudo ver a Mayor Tercero. Debía de haberse vuelto a ir a trabajar. Jingqiu devoró algunas sobras y se fue a toda prisa a su habitación para escribir lo que había oído aquella mañana. Al día siguiente Mayor Tercero no se presentó, y Jingqiu comenzó a inquietarse. ¿Se habría enfadado porque el día anterior ella no estaba en casa? ¿Ya no volvería? Eso era imposible; ¿desde cuándo era ella tan importante como para despertar esos sentimientos en Mayor Tercero?

Mayor Tercero estuvo días sin presentarse. Jingqiu se sentía desanimada e intentaba averiguar qué había hecho mal. Era incapaz de escribir o de comer, y lo único que le rondaba por la cabeza era por qué Mayor Tercero no aparecía. Se le ocurrió preguntarle a la tía y a la familia si sabían dónde había ido, pero no se atrevía por si se les ocurría pensar que había algo entre ellos.

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