Edición americana de
Cosecha Roja
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- La acción esencial
. Si en la definición clásica de Stendhal «una novela es un espejo a lo largo de un camino», la novela negra es una narración itinerante que describe ambientes y personajes variopintos mientras se persigue el fin, la investigación, la búsqueda. La acción manda sobre los monólogos interiores, y la prosa, cargada de verbos de movimiento, se hace imagen dinámica y emocionante. Es un camino urbano, ajeno a las miradas primarias y a las mentes biempensantes, donde la creación de personajes y la descripción de ambientes resulta fundamental y exige al autor una planificación previa a la escritura. Aquí radica uno de los rasgos esenciales de la novela negra, que la convierte, de este modo, en novela urbana, social y realista por antonomasia.
- El argumento
. Veamos: aventura indagatoria, intriga, realismo, crítica social, espejo en movimiento… Sin embargo, como diría Oscar Wilde, para escribir una novela (negra), sólo se precisan dos condiciones: tener una historia (criminal) que contar y contarla bien. ¿Y qué debemos hacer para conseguirlo? Antes de empezar a escribir, es preciso tener un argumento desarrollado, una trama en ciernes, un esquema básico de la acción por la que vamos a transitar. Saber qué historia queremos contar: su tema central. Después, al correr de las páginas, los acontecimientos marcarán sus propios caminos, a veces imprevisibles, pero el autor siempre sabrá hacia dónde dirige su relato. Un buen mapa ayuda a no perderse.
Edición americana de
1280 almas
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- Lo accesorio no existe
. La voluntad de contar una historia y atrapar con ella al lector permite pocas florituras y ningún titubeo. Toda la narración ha de estar en función de la historia que pretendemos escribir. Si leemos
1280 almas
, de Jim Tdiompson, por ejemplo, descubrimos que el novelista escribió una historia exacta, ajustada, sin ningún pasaje prescindible. No en vano, es una obra maestra de la narrativa moderna. Es cierto: una novela criminal puede contener todo tipo de elementos disgregadores de la trama, divagaciones caprichosas, puede cambiar de espejo a lo largo del camino; pero entonces no nos encontraremos ante una novela negra, aunque se mueva alrededor de la resolución de un crimen o se describa un proceso judicial. En la novela negra, como en la poesía, lo accesorio no existe. Un poema puede ser bellísimo pero, si quiere llamarse soneto, tendrá que escribirse, como mínimo, en endecasílabos. Es una regla fundamental del juego. Lo mismo ocurre con la novela negra: hay que elaborarla en función de unas reglas (que aquí estoy disparando a quemarropa) aceptadas a priori por el autor. Y para que sea buena literatura, hay que escribirla bien.
- La construcción de los personajes
. Cuestión clave: antes de comenzar a escribir, conviene saberlo todo sobre ellos. Su pasado, su psicología, su visión del mundo y de la vida… Si conocemos a los personajes principales (y muy especialmente al narrador o conductor de la historia, si es uno), el relato discurrirá fácilmente, se deslizará a través de las páginas como el jabón sobre una superficie de mármol y el lector no podrá abandonar el libro hasta el párrafo final. Para ello, se aconseja realizar una biografía resumida de los personajes principales, como si se tratara de una ficha policial o un currículum para obtener trabajos basura, dos instrumentos de la vida real muy útiles en la creación literaria.
Cartel original de
El sueño eterno
, de Howard Hawks.
- La fuerza de los diálogos
. Cuando hablan, los personajes deben utilizar la jerga precisa, sin abusar, con palabras claves, pero sin caer en un lenguaje incomprensible y cambiante. Vale la pena utilizar de manera comedida palabras profesionales. Por ejemplo, si habla un policía, cuando vigila a un sospechoso está marcándole; un confidente es un confite; cuando matan a alguien, le dan matarile… Cada diálogo cuenta una historia, y muchos personajes que desfilan por la novela negra se muestran a sí mismos a través de sus palabras. El diálogo es un vehículo para mostrar su psicología y sus fantasmas. Un ejemplo clásico: Marlowe, en
El sueño eterno
, se disculpa ante la secretaria de Brody, a la que ha golpeado: «¿Le he hecho daño en la cabeza?», pregunta el detective. «Usted y todos los hombres con los que me he tropezado», contesta la mujer.
- Documentarse para ser verosímil
. Para que el lector se crea el relato que se está contando, el autor debe documentarse con el objetivo de no caer en mimetismos fáciles (especialmente cinematográficos). Por ejemplo, en España los jueces no usan el mazo, como los anglosajones, sino una campanita; los detectives españoles no investigan casos de homicidio ni llevan pistola (salvo rarísimas excepciones). Hay que conocer las cuestiones de procedimiento, no para convertir la novela en un manual, sino para no caer en errores de bulto. La verosimilitud lo exige para que el lector se crea nuestra historia. Hay que saber de qué se está hablando. Por ejemplo, de qué marca y calibre es la pistola reglamentaria de la policía española, si una pistola es lo mismo que un revólver, cómo se realiza en España un levantamiento de cadáver… y tantas otras dudas que surgen a lo largo de la acción.
- El mundo del crimen
. Si la trama que mueve una novela negra ha de ser creíble, los métodos del crimen también. La conclusión de un hecho criminal ha de llegar por los caminos de la razón. En el siglo
XXI
, los enigmas rocambolescos, los venenos exóticos y las conspiraciones insólitas han sido reemplazados por la corrupción institucional, las mafias, los delitos económicos vestidos de ingeniería financiera o el crimen de Estado. Vivimos en una era post-industrial donde la novela negra es un testigo descarnado de las cloacas que mueven el mundo, más allá del agente moralizador de la burguesía que campaba en las páginas de las novelas-enigma tradicionales. Los tiempos han cambiado y no hay retorno posible. El realismo y la denuncia imponen su rostro literario. Los mejores personajes de la novela negra actual son malas personas, pero, como diría Orwell, algunas son más malas que otras.
- Advertencia final: nada de trucos
. Poe, en
Los crímenes de la calle Morgue
, inauguró el género policíaco y el género negro posterior al crack de 1929, porque, al escribir esta historia, planteó al lector el juego de descubrir una verdad, en apariencia sobrenatural, con las armas de la razón, a través de una investigación detectivesca. Esa voluntad del novelista, esta complicidad con el lector, exige al escritor no hacer trampas en la construcción de sus historias criminales y plantea, al mismo tiempo, una relación privilegiada con el receptor de sus novelas. Divertir, entretener, emocionar, escribir para ser leído… ¿No es este el objetivo de la literatura? Hay que jugar limpio con el lector. ¡Las manos quietas o disparo! Para freír un huevo, es preciso romper la cáscara. Siempre.
Basil Rathbone y Nigel Bruce son Sherlock Holmes y el doctor Watson en
El perro de los Barkerville
(1939), dirigidos por Sidney Lanfield.
2
Heterodoxos y desterrados
L
os grandes escritores, los creadores, han sido siempre heterodoxos; han abierto caminos literarios nuevos mientras vertían su alma en la escritura. Fueron muchos los autores al margen de la moda, de la cultura oficial, plácida, que han aportado a la literatura una nueva mirada, estilística y temática. En Estados Unidos, a finales del siglo
XIX
, a estos autores los llamaban bíblicamente «los ismaelitas"», los que atraviesan el desierto. Herman Melville, autor de
Moby Dick
y de
Bartleby el escribiente
, y Edgar Allan Poe fueron dos casos claros de escritores heterodoxos, que buscaban respuestas diferentes. Dos «ismaelitas».
El mismo género policíaco es un ejemplo de heterodoxia desde su fundación. Edgar Allan Poe inventó la novela policíaca revolucionando la narrativa gótica de hechos extraordinarios, monstruos y fantasmas. El 1841, en
Los crímenes de la calle Morgue
, apela a la fuerza de la razón para desvelar un misterio y plantea al lector el juego del raciocinio como si fuera una partida de ajedrez. Además, inventa el misterio de la habitación cerrada e inaugura la saga de los detectives aficionados (Dupin). Además, aporta el primer retrato criminalístico de un asesino. Los criminólogos, del mismo modo que los novelistas policíacos, consideran al Poe de la calle Morgue, su acta fundacional. El gran Edgar escribe en el prólogo de este relato: "Entre el ingenio y la capacidad analítica existe en realidad una diferenciación aún mayor que entre la fantasía y la imaginación, si bien de una naturaleza casi estrictamente análoga. Se descubrirá de hecho que el ingenioso es siempre fantaseador y el verdadero imaginativo es analítico.
Ilustración de Arthur Rackham para
El crimen de la calle Morgue
.
«La narración que sigue parecerá al lector una ilustración de las proposiciones que acabo de apuntar.
»Residiendo en París durante la primavera y parte del verano de 18…, trabé relación con monsieur C. Auguste Dupin.
»Heterodoxia y libertad creativa, originalidad. También Arthur Conan Doyle innovó el género. Dio un paso más allá. Sherlock Holmes utiliza la deducción y el cálculo de probabilidades e introduce la aventura, cambiando el registro de la novela policíaca que se hacía hasta este momento. Incluso en la primera novela de la saga,
Estudio en escarlata
(1887), dedica algunos párrafos despectivos a Dupin y a Poe y pone en boca de Holmes estas palabras: "No me cabe duda de que usted cree hacerme una lisonja comparándome a Dupin. Pero, en mi opinión, Dupin era un hombre que valía muy poco. Aquel truco suyo de romper el curso de los pensamientos de sus amigos con una observación que venía como anillo al dedo, después de un cuarto de hora de silencio, resulta en verdad muy petulante y superficial. Sin duda poseía un algo de genio analítico, pero no era, en modo alguno, un fenómeno, según parece imaginárselo Poe».