La Confederación Internacional de Magos planteó el asunto en la famosa cumbre de 1692. Hechiceros de todas las nacionalidades dedicaron por lo menos siete semanas de discusiones a veces ásperas a la problemática cuestión de las criaturas mágicas. ¿Cuántas especies podríamos ocultar para que no fueran detectadas por los muggles y cuáles debíamos elegir? ¿Dónde y cómo debíamos esconderlas? La polémica se recrudeció: algunas criaturas no parecían conscientes de que era su propio destino el que se estaba decidiendo; otras contribuían activamente al debate.
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Finalmente se llegó a un acuerdo.
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Veintisiete especies, cuyo tamaño abarcaba desde dragones hasta bundimuns, debían ser escondidas de los muggles para crear la ilusión de que nunca habían existido más que en su imaginación.
Esa cantidad se incrementó durante el siglo siguiente, a medida que los magos adquirieron más confianza en sus métodos de ocultamiento.
En 1750, se insertó la cláusula número 73 en el Estatuto Internacional del Secreto de los Brujos, a la que se ajustan los Ministerios de Magia del mundo entero:
El ocultamiento de las criaturas mágicasCada organismo de gobierno mágico será responsable del ocultamiento, cuidado y control de todas las bestias, seres y espíritus de naturaleza mágica que habiten en los límites de su territorio.
Si cualquiera de esas criaturas causara daño a la comunidad muggle o se mostrara ante ella, el organismo mágico gubernamental de esa nación deberá someterse a las sanciones que decida la Confederación Internacional de Magos.
Sería absurdo negar que se han producido infracciones esporádicas de la cláusula número 73 desde que entró en vigor por primera vez. Los lectores ingleses de más edad recordarán el «episodio de Ilfracombe» sucedido en 1932, cuando un pícaro dragón galés verde común se abalanzó sobre una playa abarrotada de muggles en bañador. Por fortuna, la valiente actitud de una familia de magos que estaba de vacaciones impidió que se produjeran desgracias. Por esa razón se la premiaría con la Orden de Merlín, Primera Clase. Aquella familia realizó la mayor tanda de encantamientos desmemorizantes de este siglo sobre los habitantes de Ilfracombre, con lo que evitó la catástrofe por los pelos.
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La Confederación Internacional de Magos ha tenido que multar a ciertas naciones repetidas veces por contravenir la cláusula número 73. TIoet y Escocia son dos de las infractoras más persistentes. Los muggles han visto en tantas ocasiones al yeti, que la Confederación Internacional de Magos se vio obligada a instalar una Fuerza Operativa Internacional en las montañas con carácter permanente. Entretanto, el kelpie más grande del mundo continúa evadiendo su captura en el lago Ness y parece haber desarrollado una verdadera sed de publicidad.
A pesar de esos desafortunados percances, los magos podemos enorgullecemos de un trabajo bien hecho. No hay duda de que la inmensa mayoría de los muggles de hoy se niegan a creer en esas criaturas mágicas que sus antepasados temieron tanto. Incluso los muggles que han visto excrementos de porlock o huellas de streeler -pues sería una tontería suponer que todos los rastros de las bestias pueden ocultarse- se dan por satisfechos con cualquier explicación que no esté relacionada con la magia, por extraña que sea.
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Si un muggle es lo bastante imprudente para confiarle a otro que ha divisado un hipogrifo que volaba hacia el norte, lo más normal es que el otro piense que está borracho o que ha perdido la chaveta. Por injusto que resulte para el muggle en cuestión, no deja de ser preferible a que te quemen en la hoguera o te ahoguen en el estanque del pueblo.
Pero ¿cómo consigue la comunidad mágica ocultar a las bestias fantásticas?
Por suerte, algunas especies no requieren mucha ayuda de los magos para evitar que los muggles las detecten. Criaturas tales como el tebo, el demiguise y el bowtruckle tienen métodos de camuflaje altamente efectivos, por lo que nunca ha sido necesaria la intervención del Ministerio de Magia para defenderlas. Luego están esas criaturas que, debido a su inteligencia o a una timidez innata, evitan el contacto con los muggles a toda costa, como, por ejemplo, el unicornio, el mooncalfy, el centauro. Otras bestias mágicas habitan en lugares inaccesibles para los muggles: enseguida nos viene a la cabeza la acromántula, que vive en lo más recóndito del territorio inexplorado de la jungla de Borneo, y el fénix, que anida en los picos de montañas que son inalcanzables sin el uso de la magia.
Por último, los casos más frecuentes son los de criaturas lo bastante pequeñas, rápidas o hábiles para hacerse pasar por animales corrientes y no reclamar la atención de los muggles; los chizpurfles, billywigs y crups entran en esa categoría.
De todos modos, también hay muchas bestias que, sea o no de manera intencionada, siguen siendo llamativas incluso a ojos de un muggle, y éstas son las que generan una notable cantidad de trabajo al Departamento de Regulación y Control de las Criaturas Mágicas. Este departamento, el segundo con la plantilla más grande del Ministerio de Magia,
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se ocupa de las diversas necesidades de la multitud de especies que están a su cuidado y las atiende de diferentes maneras.
Tal vez la medida más importante para ocultar a las criaturas mágicas fue la creación de hábitats seguros. Los encantamientos repelentes de muggles impiden que haya intrusos tanto en los bosques donde viven unicornios y centauros como en los lagos y ríos reservados para la gente del agua. En casos extremos, tales como el de los quintapeds, se han encantado parajes enteros para que sea imposible delimitarlos.
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Algunas de esas zonas seguras deben mantenerse bajo constante supervisión mágica, por ejemplo, las reservas de dragones. Mientras que los unicornios y la gente del agua están encantados de quedarse en los territorios que les han asignado, los dragones aprovechan cualquier oportunidad para buscar una presa más allá de los límites de la reserva. En ciertos casos, los encantamientos repelentes de muggles no funcionan, ya que los propios poderes de las criaturas pueden anularlos. Ejemplos pertinentes son el kelpie, cuya única meta en la vida es atraer a personas, y el pogrebin, que busca a sus presas entre los seres humanos.
La posibilidad de que un muggle se alarme ante la presencia de cualquiera de las criaturas mágicas más grandes o peligrosas se ha reducido notablemente gracias a las elevadas multas con que se castiga la cría y venta de huevos y criaturas jóvenes. El Departamento de Regulación y Control de las Criaturas Mágicas mantiene una estricta vigilancia sobre el comercio de bestias fantásticas. La Prohibición de la Reproducción Experimental de 1965 convirtió en ilegal la creación de nuevas especies.
El mago de la calle también desempeña un papel importante en el ocultamiento de las bestias mágicas. Por ejemplo, aquellos que poseen un hipogrifo están obligados por ley a encantarlo con un embrujo desilusionador para distorsionar la visión de cualquier muggle que pudiera verlo. Los embrujos desilusionadores deben renovarse a diario, ya que sus efectos se disipan.
Cuando sucede lo peor y un muggle ve lo que no debería haber visto, el encantamiento desmemorizante es tal vez el instrumento más útil para reparar el daño. El dueño del animal en cuestión puede realizar el encantamiento, pero, en casos muy graves de alerta muggle, el Ministerio de Magia puede enviar un equipo de desmemorizadores entrenados.
La Oficina de Desinformación se involucrará únicamente en situaciones extraordinarias de colisión entre el mundo mágico y el muggle. Algunas catástrofes o accidentes mágicos son demasiado notorios para que los muggles se los expliquen sin la ayuda de una autoridad exterior. En esos casos, la Oficina de Desinformación se pondrá en contacto directamente con el primer ministro muggle para buscar una explicación del suceso que sea plausible y que no tenga nada que ver con la magia. Gracias a que esta oficina no escatimó esfuerzos para persuadir a los muggles de que todas las evidencias fotográficas del kelpie del lago Ness son falsas, se ha conseguido salvar una situación que en cierto momento pareció demasiado peligrosa.
Las medidas que acabamos de describir apenas nos permiten vislumbrar todo el alcance y el caudal del trabajo que desarrolla el Departamento de Regulación y Control de las Criaturas Mágicas. Sólo nos queda contestar a una pregunta cuya respuesta llevamos en el corazón: ¿Por qué persistimos, como comunidad y como individuos, en nuestro empeño de proteger y ocultar a las bestias mágicas, aun a aquellas que son salvajes e indomables? La respuesta es, por supuesto, para garantizar que las siguientes generaciones de magos y brujas puedan disfrutar de la extraña belleza y de los poderes de esas criaturas tal y como nosotros hemos tenido el privilegio de hacerlo.
Les ofrezco esta obra como una simple introducción a la variedad de bestias fantásticas que habitan nuestro mundo. En las páginas siguientes se describen setenta y cinco especies, pero no me cabe la menor duda de que este año se descubrirá alguna más y se tendrá que preparar la edición revisada número cincuenta y tres de Animales fantásticos y dónde encontrarlos.
Mientras tanto sólo quiero añadir que me causa un inmenso placer pensar que las generaciones de jóvenes magos y brujas lograrán, a través de las páginas de este libro, ampliar su conocimiento y comprensión de esas bestias fantásticas que yo tanto amo.
El Departamento de Regulación y Control de las Criaturas Mágicas clasifica a todas las bestias, seres y espíritus conocidos. Así se ofrece una orientación rápida para saber qué peligro puede entrañar una criatura. Las cinco categorías son las siguientes:
CLASIFICACIONES DEL MINISTERIO DE MAGIA (MM)
XXXXX
Con reputación de asesinar magos / imposible de entrenar domesticar
XXXX
Peligrosa / requiere conocimientos especiales / magos experimentados pueden manejarlas
XXX
Magos competentes pueden salir adelante
XX
Inofensivas / pueden ser domesticadas
X
Aburridas
En algunos casos, he considerado que era necesaria una explicación sobre la clasificación de una bestia en particular y he añadido notas a pie de página al respecto.
CLASIFICACIÓN DEL MM: XXXXX
Es originaria de Borneo, donde habita en la jungla impenetrable. Sus características distintivas incluyen un grueso pelo negro que cubre su cuerpo; unas patas cuya envergadura puede alcanzar hasta cuatro metros y medio; sus pinzas, que producen un chasquido peculiar cuando la acromántula está excitada o enfadada; y una secreción venenosa. Esta criatura es carnívora y prefiere las presas grandes. Teje su tela con forma de cúpula sobre la tierra. La hembra es más grande que el macho y puede depositar hasta cien huevos en una puesta. Suaves y blancos, son tan grandes como pelotas de playa. La incubación dura de seis a ocho semanas. Los huevos de la acromántula han sido designados Bienes No Comerciables de Clase A por el Departamento de Regulación y Control de las Criaturas Mágicas, lo que significa que su importación o venta se castiga con severidad.