Aprendiz de Jedi ed. esp. 2 Los discipulos (11 page)

—Necesitamos una nave que nos lleve a Ploo II —dijo Obi-Wan—. Rápido.

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S
egún los registros de vuelo, la nave que había partido en dirección al Sector Ploo era muy grande y no especialmente rápida. Anakin sabía que si querían alcanzarla necesitarían un vehículo rápido con un motor de hipervelocidad potente.

Y sólo había una nave así en el hangar. El piloto miró con desconfianza a los Jedi a medida que se acercaban.

—¿Ploo II? —repitió con desdén—. No, gracias. Acabo de llegar y no pienso hacer nada que no sea descansar un buen rato.

—Yo sé pilotar —dijo Anakin—. Si quieres puedes quedarte aquí a descansar. Te devolveremos la nave cuando terminemos.

El piloto miró a Anakin como si estuviera loco. Algo que a Anakin le pareció normal; si la nave fuera suya jamás dejaría que un extraño la sacara del planeta. Ni siquiera un Jedi.

Pero necesitaban aquella nave. La necesitaban de verdad.

Obi-Wan agitó la mano frente a la cara del piloto.

—Confías en nosotros para prestarnos la nave —dijo lentamente.

—Supongo que puedo confiar en vosotros para prestaros la nave —dijo el piloto.

—Te la devolveremos —añadió Obi-Wan.

—Devolvédmela cuando terminéis —repitió el piloto.

Anakin sonrió. Los trucos mentales Jedi no eran como los sables láser, pero podían ser muy útiles.

—Voy a por Lundi —dijo Obi-Wan.

Anakin asintió y entró en la nave. Desde el asiento del piloto introdujo las coordenadas de Ploo II. Minutos después, la nave iba camino de la atmósfera.

Anakin pensó que igual podría hablar con Obi-Wan por el camino, pero, en cuanto despegaron, éste salió en silencio de la cabina. Anakin supuso que seguía enfadado con él.

Intentó no pensar en ello y examinó la ruta programada en la computadora. Si había una forma más rápida de llegar, quería encontrarla. Tenían que atrapar al ladrón del holocrón.

Parecía haber sólo una ruta directa, y la computadora la había escogido. Puso en marcha el motor de hipervelocidad y las estrellas se convirtieron en resplandores de luz cegadora.

Cuando la nave estuvo a salvo en el hiperespacio, Anakin se alejó de los mandos para relajarse un poco. Al entrar en la zona de carga, vio que el profesor estaba profundamente dormido. Últimamente dormía mucho. Anakin le observó y vio que parecía más viejo y más frágil. Su cuerpo se estremecía cada vez que respiraba. Era como si su fuerza vital se estuviera desvaneciendo.

Dormido e indefenso dentro de la jaula, el profesor parecía más patético que amenazador. Anakin casi se apiadó de él. Pero lo cierto era que el quermiano no les había puesto nada fácil aquella misión. Había sido difícil desde el principio, y la forma en la que trataba a su Maestro había conseguido ponerle furioso.

Y ahora, por indicación suya, buscaban una nave que se dirigía a Ploo II. ¿Sería el planeta correcto o sería una búsqueda infructuosa? Para Lundi no era difícil despistarles. Tras haber sufrido un encierro de diez años por culpa de los Jedi, era muy posible que quisiera vengarse. No podía culparlo por querer desquitarse de alguien por su encarcelamiento.

Observó durante un largo rato cómo dormía Lundi e intentó meditar. Tenía demasiadas preguntas sobre el profesor y el holocrón, pero la verdad es que no creía que les hubiera mentido sobre Norval. Presentía que se acercaban a algo poderoso y maligno..., y supuso que era el holocrón.

Se levantó y se dirigió al asiento del piloto. Ya casi había llegado el momento de sacar la nave del hiperespacio. Se sentó a los mandos y sintió una repentina perturbación en la Fuerza. Sacó rápidamente la nave de la velocidad de la luz. El conocido paisaje estrellado volvió a rodearle.

Pero eso no fue lo único que vio Anakin.

Obi-Wan llegó corriendo a su lado.

—He sentido una perturbación en la Fuerza —dijo.

Anakin señaló una nave gris y aerodinámica en la pantalla.

—Acaba de adelantarnos —dijo.

—¿Quién era? —preguntó Anakin boquiabierto.

Obi-Wan suspiró.

—No lo sé —confesó—. Pero creo que más nos vale llegar a la nave de Norval antes que esa nave.

***

La gran nave se estremeció. Anakin había estado llevándola al límite desde que avistaron la nave gris, y, al no estar acostumbrada a ir a tanta velocidad, no estaba seguro de cuánto podría aguantar. Cuando llegaran a algún sitio, probablemente tendrían que repararla.

La misteriosa nave gris estaba frente a ellos y había aminorado la marcha.

El Maestro de Anakin se puso junto a él con los ojos cerrados.

—Siento algo poderoso, pero podría proceder de esa nave y no del holocrón. Tenemos que encontrar rápidamente a Norval. Tengo la corazonada de que quien va en esa nave también codicia el holocrón.

—Yo vigilaré —dijo Anakin para tranquilizar a su Maestro—. ¿Por qué no preparas un transbordador? Así, cuando encuentre su nave podrás abordarla de inmediato.

Obi-Wan asintió agradecido a Anakin.

—Vigila todas las comunicaciones entre las naves y, si ves algo raro, dímelo.

Mientras Obi-Wan preparaba el transbordador, Anakin rodeó cuidadosamente la nave gris, describiendo un amplio círculo.

En ese momento, otra nave de mayor tamaño apareció en su campo visual. Supo que era la de Norval. Se le encogió el estómago, y sintió algo parecido a las náuseas.

Anakin encendió el intercomunicador.

—Veo otra nave —informó—. Y me siento raro. Creo que transporta el holocrón.

—Bien. Voy a cerrar la escotilla del transbordador —dijo Obi-Wan—. Abre las puertas del hangar de lanzamiento.

Anakin pulsó un botón en el panel de control y el transbordador de Obi-Wan salió disparado. Parecía diminuto mientras se aproximaba al enorme vehículo de Norval. Anakin esperaba que Obi-Wan consiguiera aterrizar en la gran nave sin ser detectado por el intruso gris.

Mientras Anakin contemplaba cómo el transbordador se acercaba a la nave de Norval, una voz habló a su espalda. Era Lundi.

—Demasiado tarde, demasiado tarde —murmuró.

Anakin se giró y vio que Lundi tenía los ojos cerrados. ¿Estaba dormido o despierto?

¿Demasiado tarde para qué?
, se preguntó Anakin.

No tuvo mucho tiempo para reflexiones. En ese momento, una enorme explosión sacudió la nave.

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D
esde la pequeña ventana del diminuto transbordador, Obi-Wan vio una explosión en la nave de Anakin. El vehículo gris la había detectado por fin y su presencia no parecía agradarle en absoluto.

La visión del láser rojo disparó algo en los recuerdos de Obi-Wan, que volvió a experimentar aquella vieja sensación de desamparo. Pero no había manera de regresar a la nave lo bastante deprisa como para ayudar a su padawan. Y estaba el holocrón. Tenía que ir a por él mientras tenía oportunidad. No podía volver a dejarlo atrás.

Obi-Wan le mandó rápidamente un mensaje mental a su padawan.
Puedes hacerlo, Anakin
, le dijo.
Sólo piensa...

Al cabo de unos minutos, el transbordador hizo contacto con el hangar de aterrizaje de la nave de Norval. Tras apagar el pequeño vehículo, Obi-Wan salió sigilosamente y se coló en la gran nave.

Mientras recorría un pasillo blanco y reluciente, el sonido del láser resonó en sus oídos. Estaban atacando la nave de Anakin. De repente, deseó haber resuelto con su padawan la discusión que habían tenido en Kodai.

Ahora no puedes hacer nada al respecto
, se dijo a sí mismo. Si quería encontrar el holocrón en aquella gigantesca nave, tenía que concentrarse y pensar.

Obi-Wan avanzó a toda prisa por varios corredores asépticos. Al llegar al final de uno de ellos, sintió que una oleada de maldad le golpeaba de repente. Supo exactamente cómo se había sentido su padawan unos minutos antes. El holocrón estaba muy cerca.

Obi-Wan dobló una esquina y vio una gran sala al final de un pasillo. Había una figura humanoide de espaldas a la puerta, esperando. Y allí, en una mesa de transpariacero, estaba el holocrón, rojo y reluciente.

Obi-Wan se acercó sigilosamente a la sala, pero la figura se giró hacia él antes de que pudiera cruzar la puerta.

—Te estaba esperando —dijo Norval.

Obi-Wan se concentró en el hombre moreno que tenía delante y notó que el desasosiego se apoderaba de Norval. Se dio cuenta de que, en realidad, él no era la persona que esperaba Norval. Esperaba a otro, a Lundi quizás. O al piloto de la nave gris.

—Es poderoso, ¿verdad? —cacareó Norval—. Cuesta un poco acostumbrarse a las náuseas, pero cuando te sientes cómodo con su poder, la sensación de asco acaba por desaparecer.

Obi-Wan se abalanzó a por el holocrón, pero Norval se interpuso en su camino.

—Esta información se desperdiciaría en manos de los Jedi —le espetó—. No tenéis ni idea de qué hacer con el poder.

Obi-Wan se dio cuenta de que Norval no cedería sin pelea. Se llevó la mano al cinto, sacó el sable láser y lo encendió.

Tengo que acabar con esto cuanto antes
, pensó Obi-Wan. Tenía la esperanza de que la visión del sable láser hiciera retroceder a Norval y le obligara a entregarle el holocrón.
Tengo que volver para ayudar a Anakin antes de que sea demasiado tarde.

Pero Norval no retrocedió. Se limitó a llevarse la mano al cinto, extrajo su propio sable láser y lo encendió.

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A
nakin soltó otra andanada de láser. No paraba de volar alrededor de la nave gris, machacando su casco. Todos sus disparos daban en el blanco por mucho que éste se moviera, pero no parecían hacerle efecto.

Tendría que haber escogido una nave con un armamento decente, además de veloz
, pensó Anakin, sombrío.
Tendría que haberme dado cuenta de que libraría una batalla.

Anakin aguantó varios impactos sin sufrir grandes daños. El único realmente grave había sido el primero, pero perder el motor de hipervelocidad no era nada al lado de lo que podría haberse estropeado.

Aun así, la nave podía sufrir otro impacto en cualquier momento, y con terribles resultados. Tenía que irse de allí. Pero ¿hacia dónde? Era evidente que la gran nave gris gozaba de un gran alcance de tiro. Tardaría varios minutos en alejarse lo suficiente para ponerse a salvo...

Pensó lo más rápido que pudo y giró en redondo, dirigiéndose en línea recta a la gran nave de Norval. Si conseguía mantenerla entre él y la nave gris, se libraría de sus disparos. Supuso que el piloto no querría arriesgar el holocrón..., o al menos eso esperaba.

Lanzó un suspiro de alivio al darse cuenta de que la nave gris no le seguía, pero antes de poder volver a coger aire, vio que en vez de eso abría fuego contra la nave de Norval. De alguna manera, el piloto de la nave gris se había dado cuenta de que los Jedi estaban cerca de su objetivo.

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O
bi-Wan se quedó atónito al ver el sable láser de Norval. Un arma así era extremadamente difícil de forjar, y hacerlo exigía paciencia y habilidad, atributos que no parecían propios de Norval.

Norval dio un paso adelante con la hoja alzada. Parecía encantado de ver la mirada de sorpresa en el rostro de Obi-Wan.

—¿De verdad os creéis los Jedi los únicos que podéis fabricar un sable láser? —Rió amenazador—. Las clases del doctor Lundi eran limitadas, pero me ayudaron a hacerme con las herramientas necesarias. Lo cierto es que es bastante sencillo de hacer una vez se tiene el conocimiento... y el poder...

Obi-Wan apenas le escuchaba. Lo rodeó, estudiando detenidamente su sable láser. Era de construcción grosera y supuso que los cristales internos eran débiles y mal ajustados. O eso esperaba.

Norval alzó el arma y volvió a bajarla. No dio a Obi-Wan por cuestión de centímetros, y golpeó la mesa sobre la que reposaba el holocrón. El brillante artefacto fue a parar al suelo. Obi-Wan y Norval lo vieron caer, pero ninguno se acercó a él.

Puede que el sable láser sea tosco, pero sigue siendo letal
, pensó Obi-Wan. Sabía por experiencia que un arma poderosa podía ser incluso más peligrosa en manos de un usuario no experto. Tendría que actuar con cautela.

A Norval le brillaron los ojos.

—¿Les han gustado a los Jedi mis mensajes? —preguntó, avanzando lentamente—. Pensé que serían apropiados. ¡Imagina lo que sería poder derrocar a los patéticos Jedi y de paso enriquecerse!

Norval golpeó el aire con ira creciente. A Obi-Wan le quedó claro que el joven era fuerte, pero no tenía la capacidad técnica necesaria para manejar un sable láser.

Obi-Wan dio un salto hacia delante, golpeando con su hoja azul y obligando a Norval a retroceder. No quería matarlo, sólo desarmarlo y llevarse el holocrón. Aquel combate suponía una pérdida de valioso tiempo.

Obi-Wan se fue acercando a él. Pero antes de que pudiera quitarle el sable láser de las manos, otra explosión sacudió violentamente la nave. Obi-Wan cayó de espaldas, soltando el sable láser y golpeándose en el suelo con la cabeza.

Tardó unos segundos en recuperar la visión. Cuando lo consiguió vio que Norval estaba de pie sobre él. Obi-Wan pudo sentir el calor de su reluciente sable láser apuntándole a la garganta.

—No creíste que pudiera hacerme con el holocrón, ¿verdad? —dijo triunfante—. Nadie lo creía. Si Omal no hubiera interferido la primera vez, yo sería ahora mucho más fuerte. Y tú y el doctor Lundi habríais muerto hace tiempo.

Obi-Wan hizo como que escuchaba los desvaríos de Norval. Cuanto más hablara, más tiempo le dejaría para articular algún plan. En cuanto atacase, se le habría acabado el tiempo... puede que para siempre.

Obi-Wan vio por el rabillo del ojo cómo su sable láser se alejaba rodando. Más allá, el holocrón relucía sobre el suelo.

Norval alzó el sable láser, pero cuando el arma comenzaba a bajar hacia él, otra explosión agitó la nave. Norval tardó un momento en recuperar el equilibrio.

Pero ese momento bastó para Obi-Wan, que alzó ambas manos y empleó la Fuerza para atraer hacia sí el holocrón y el sable láser. Cogió cada uno con una mano y se puso en pie de un salto, luego volvió a encender el sable láser y desarmó con elegancia a su enemigo. El vasto mango chocó contra el suelo, y los cristales interiores se desparramaron por todas partes.

Atónito, Norval se puso en pie.

—Tu joven padawan hubiera sido un gran Sith —gruñó con la cara todavía contraída por la rabia—. Es una pena que él y su nave estén a punto de ser destruidos por mis amigos —sonrió—. Dejarán de dispararme en cuanto sepan que he acabado contigo.

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