Read Carta sobre la tolerancia y otros escritos Online
Authors: John Locke
Tags: #Tolerancia, #Liberalismo, #Empirismo, #Epistemología
Aparte de las mencionadas ocasiones de lugar, tiempo y causalidad, para componer o referir las cosas unas a otras, hay otras muchas a las que he de referirme.
La primera que señalaré es una simple idea única que, siendo capaz de partes y grados, da ocasión de comparar los sujetos en que está, unos con otros, con respecto a la idea simple, por ejemplo: más grande, más dulce, igual, etc. Como estas relaciones dependen de la cualidad y el exceso de la idea simple en varios sujetos, pueden llamarse, si uno quiere, proposicionales y se refieren éstas sólo a las ideas simples recibidas de sensación o reflexión, lo cual es tan evidente que no hay que decir nada para demostrarlo.
2.-Naturales
En segundo lugar, otra ocasión de comparar cosas o considerar una cosa en tal forma que en la consideración incluya otra cosa, es la circunstancia de su origen o comienzo. La cual, como no ha de alterarse posteriormente, hace que las relaciones que de ella dependen sean tan duraderas como los sujetos a que pertenecen, como padre e hijo, hermanos, primos, etc., que tienen relaciones por una comunidad sanguínea que les es común en diverso grado...
3.- Instituidas
En tercer lugar, a veces la causa de que las cosas se consideren relacionadas es un acto por el cual se obtiene derecho moral, poder u obligación de actuar. Así un general es quien tiene poder para mandar un ejército y éste, bajo el mando de un general, es un conjunto de hombres armados, obligados a obedecer a un hombre. Un ciudadano es el que tiene derecho a ciertos privilegios en tal o cual sitio. A estas clases de relaciones que dependen de las voluntades de los hombres o del acuerdo social les llamo instituidas o voluntarias, y pueden distinguirse de las naturales, en que casi todas, sí no todas, son alterables en más de un modo y separables de los sujetos a quienes han pertenecido, aunque ninguna de las substancias así relacionadas se hayan destruido...
4.- Morales
En cuarto término, hay otra clase de relación que consiste en la conformidad o el desacuerdo que tienen los actos voluntarios del hombre respecto a una regla a la cual son referidos y por la cual son juzgados, misma que puede llamarse, en mi opinión, relación moral ya que es la que denomina nuestros actos morales y bien merece ser examinada, pues no hay parte del conocimiento en donde se reclame mayor cuidado para evitar obscuridad y confusión. Los actos de los hombres y sus diversos fines, maneras, circunstancias, cuando se encuadran dentro de ideas distintas y complejas son, según se ha demostrado, modos mixtos que tienen sus propios nombres. Así, suponiendo que la gratitud es tina disposición a reconocer y retribuir las bondades recibidas; la poligamia el tener más de una mujer a un tiempo, etc., al formar estas nociones en nuestra mente tenemos allí otras ideas indeterminadas de modos mixtos. Mas esto no es lo único que concierne a nuestros actos, no basta tener ideas determinadas de estos ni saber que pertenecen a tales o cuales combinaciones: tenemos también la preocupación de saber si tales actos son moralmente buenos o malos.
l.-Algunas ideas son claras y distintas; obras obscuras y confusas.
Habiendo mostrado el origen de nuestras ideas y recorrido someramente algunas clases en que se dividen, considerando la diferencia entre las simples y las complejas y sabiendo que estas últimas se dividen en las de modos, substancias y relaciones, lo cual me parece necesario para quien quiera conocer plenamente el camino de la mente en la aprehensión de las cosas, se pensará quizá que me he detenido mucho en el examen de tales ideas. Sin embargo, debo pedir permiso para ofrecer algunas consideraciones más. La primera es que algunas son claras y otras oscuras; unas distintas y otras confusas.
2.- Lo claro y lo confuso explicado por la vista.
Ya que la percepción de la mente se explica bien por las palabras relativas a la vista, apreciaremos mejor lo que se entiende por claro y obscuro en nuestras ideas reflexionando en lo que llamamos claro u obscuro respecto a los objetos de la vista. Siendo la luz lo que nos descubre los objetos, damos nombre de obscuro a lo que no está colocado bajo una luz suficiente para develamos minuciosamente la figura, los colores observables y que a una luz mejor serían descubribles. De igual manera, nuestras ideas simples son claras cuando son como las presentarían los objetos de donde son tomadas o de donde podrían presentarse como una sensación o percepción bien ordenada. En tanto que la memoria las retiene así y puede producirlas en la mente, siempre son ideas claras. En cuanto les falta exactitud original o han perdido algo de su frescura inicial están, por así decirlo, marchitas y descoloridas por el tiempo, son obscuras. Las ideas complejas, como se forman de ideas simples, resultan claras cuando son claras las ideas que están compuestas entre ellas y cuando el número y orden de las simples es determinado y de él se tiene certeza.
3.- Causas de obscuridad.
La causa de la obscuridad de las ideas parece resultar de que los órganos son obtusos o que las impresiones causadas por los objetos resulten muy ligeras y transitorias, así como una debilidad en la memoria, incapaz de retenerlas como las recibió. Y, para volver a la comparación con los objetos visibles, si los órganos o facultades de percepción, como una cera templada muy blandamente, no retienen bien las impresiones, aunque estén 'bien grabadas, o al contrario, suponiendo que la cera esté templada adecuadamente, si el sello no se aplica con suficiente fuerza para lograr una impresión nítida, resulta en ambos casos que la huella dejada por el sello será obscura. Supondré innecesarios los ejemplos para que este punto obtenga más claridad.
4.- Qué es lo distinto y lo confuso.
Idea clara es aquella que la mente percibe plenamente y con tanta evidencia como recibe un objeto exterior que opera debidamente en un órgano bien dispuesto y una idea distinta es aquella en que la mente percibe una diferencia respecto a cualquier otra. Una idea confusa es la que no se distingue suficientemente de otra de la cual debería ser diferente...
7.-...Las ideas complejas, las que propiamente hablando representan nuestros nombres de las especies de substancias, son conjuntos de esas cualidades que, según se ha observado, se encuentran en un substrato desconocido al que llamamos sustancia. Mas no sabemos qué otras cualidades coexisten necesariamente en tales combinaciones a menos que descubramos la dependencia original. En sus cualidades primarias sólo podemos penetrar muy poco y en sus cualidades secundarias no podemos descubrir ninguna conexión —por las razones mencionadas en otra parte— ya que: Primero, no conocemos la constitución real de las substancias de las que depende cada cualidad secundaria; segundo, porque si lo supiéramos, sólo nos serviría para el conocimiento experimental (no universal), y no nos daría certidumbre más allá del ejemplo, ya que nuestro entendimiento no puede descubrir ninguna conexión concebible entre una cualidad secundario o una modificación cualquiera en una de las primarias. Por lo tanto, hay muy pocas proposiciones generales que formular con certeza indudable respecto a las substancias.
1.- Las proposiciones generales ciertas no se refieren a la existencia.
Hasta ahora sólo hemos considerado la esencia de las cosas que siendo solamente ideas abstractas y por lo mismo apartadas de nuestros pensamientos sobre la existencia particular (y la operación propia de la mente en la abstracción es no considerar una idea bajo otra existencia que la que tiene en el entendimiento) no nos dan conocimiento de la existencia real. Donde podemos notar de paso que las proposiciones universales, esto es, aquellas de cuya verdad o falsedad podemos tener conocimiento preciso, no se refieren a la existencia. Además, todas las afirmaciones y negaciones particulares que no serían ciertas si se las hiciera generales, solamente conciernen a la existencia, pues declaran únicamente la unión o separación accidental de las ideas en cosas existentes que, en sus naturalezas abstractas, no tienen unión o incompatibilidad conocida.
2.- Triple conocimiento de la existencia
Dejando la naturaleza de las proposiciones y los diversos modos de predicado para considerarlas más ampliamente en otro lugar, investiguemos ahora nuestro conocimiento de la existencia de las cosas y la manera en que llegamos a tenerlo. Digo, pues, que tenemos el conocimiento de nuestra propia existencia por intuición; el de la existencia de Dios por demostración, y el de otras cosas por sensación.
3.- Nuestro conocimiento de la propia existencia es intuitivo.
En cuanto a nuestra existencia, la percibimos con tanta claridad y certeza que no necesita ni admite prueba alguna, que nada es más evidente para nosotros como ella: yo pienso, yo razono, siento placer y dolor. ¿Puede ser cualquiera de estas cosas más evidente para mí que mi propia existencia? Si dudo de las demás cosas, la misma duda me hace percibir mi propia existencia y me impide dudar de ella. Si sé que siento dolor, es evidente que tengo de mi propia existencia una tan cierta percepción como de la existencia del dolor que siento o si sé que dudo tengo segura percepción del hecho de dudar como del pensamiento que llamo duda. Además, la experiencia me convence de que tenemos conocimiento intuitivo de nuestra propia existencia, así como una interna e infalible percepción de que somos. En todo acto de sensación, razonamiento o pensamiento, tenemos conciencia ante nosotros mismos de nuestro ser y sobre este punto no nos falta el más alto grado de certidumbre.3
1.- Nuestro conocimiento de otras cosas sólo se obtiene por sensación.
Por intuición, tenemos el conocimiento de nuestro propio ser. La razón nos hace conocer claramente la existencia de Dios, como se ha demostrado. El conocimiento de la existencia de otras cosas sólo podemos tenerlo por sensación, pues no habiendo conexión necesaria de la existencia real con ninguna idea de las que el hombre tiene en su memoria, ni tampoco conexión de ninguna otra existencia, sino la divina, con la existencia de un hombre particular ningún hombre podrá saber la existencia de ningún otro ser sino cuando éste se hace percibir. El tener en nuestra mente la idea de algo no prueba la existencia de ello más de lo que el retrato de un hombre demuestra que se halla sobre el mundo o que las visiones de un sueño constituyen una historia real.
2.- Por ejemplo: la blancura de este papel
Por lo tanto, el recibir las ideas exteriores es lo que nos da noticia de la existencia de otras cosas y nos hace saber que algo existe fuera de nosotros a causa de esa idea en nosotros, aunque quizá no sepamos cuál es el mecanismo ni nos detengamos a considerarlo, pues no quita la certeza de nuestros sentidos y de las ideas que de ellos recibimos el no saber la manera en que actúan. Por ejemplo, mientras escribo esto tengo en el papel que afecta a mis ojos una idea que, sea cualquiera la idea que la cause, llamo blancura, gracias a la cual sé que esta cualidad o accidente (es decir, esa apariencia ante mis ojos que causa esta idea) existe realmente y tiene su ser fuera de mí. La mayor seguridad que puedo tener de esto y a la que mis facultades pueden llegar, es el testimonio de mis ojos, que son los jueces naturales y propios de esta cosa, testimonio en el que debo confiar con tanta seguridad que no puedo dudar de que veo blanco y negro, de que algo existe realmente y causa esta sensación en mí, de la misma manera que no puedo dudar de que escribo, de que muevo mi mano: certeza la más grande que cabe en el mundo respecto a cualquier cosa, excepto sobre sí mismo o sobre Dios.
3.- Esto, aunque no es tan cierto como demostración, puede denominarse conocimiento y prueba de la existencia de las cosas fuera de sí mismo.
La noticia que tenemos por nuestros sentidos de la existencia de cosas fuera de nosotros, aunque no tan cierta como nuestro propio conocimiento intuitivo o las deducciones de la razón, al aplicarse a las claras y abstractas ideas de nuestra mente, es una seguridad que merece el nombre de conocimiento. Si nos persuadimos de que nuestras facultades nos informan bien respecto a la existencia de los objetos que las afectan, no puede esto resultar una confianza mal fundada, que creo que nadie llegará a tal escepticismo como para estar inseguro de la existencia de las cosas que ve y siente. Quien es capaz de dudar hasta ese punto, por lo menos nunca tendrá controversia conmigo (sea cual fuere la que puede tener con sus pensamientos), porque nunca podrá estar seguro de que digo algo contra su propia opinión. En cuanto a mí, creo que Dios me ha dado suficiente seguridad en la existencia de las cosas fuera de mí, pues por su diferente aplicación puedo producir en mí placer y dolor, que es una gran preocupación de mi estado presente. He aquí algo seguro: la confianza en que nuestras facultades no nos engañan en ello es la mayor seguridad de que tenemos capacidad respecto a la existencia de seres materiales. Pues no podemos obrar nada por nuestras facultades ni hablar del mismo conocimiento sino ayudados de esas facultades adecuadas para aprehender incluso lo que es el conocimiento. Mas, amén de la seguridad que tenemos por nuestros propios sentidos de que no yerran en la información que nos presentan de la existencia de cosas fuera de nosotros, nos confirman en dicha seguridad otras razones concurrentes:
4.- Porque no podemos tenerlas sino por la puerta de los sentidos.
Primero, es evidente que todas las percepciones son producidas en nosotros por causas exteriores que afectan a nuestros sentidos, pues para quien carece de los órganos de un sentido nunca se pueden producir las ideas pertenecientes a ese sentido en su mente. Esto es demasiado evidente como para ponerlo en duda y por lo tanto no podemos sino estar seguros de que entran por la puerta de los órganos de un sentido y no por otro camino. Los órganos mismos, es evidente, no lo producen, porque entonces los ojos de un hombre, en la oscuridad, producirían colores o su nariz olería rosas en invierno y vemos que nadie conoce el gusto del ananá hasta que va a las Indias y lo prueba.
5.- Porque una idea de la sensación actual y otra de la memoria son muy distintas percepciones.
En segundo lugar, porque suelo encontrar el no poder impedir que estas ideas se produzcan en mi mente, pues si tengo los ojos cerrados o las ventanas lo estén, puedo traer a mi mente a fuerza de voluntad las ideas de luz o de sol que estén alojadas en mi memoria por sensaciones anteriores y puedo también contemplar la idea del olor de una rosa o del sabor del azúcar. Pero si a mediodía vuelvo los ojos al sol, no puedo entonces evitar las ideas que el sol o la luz producen en mí. De tal manera que hay diferencia manifiesta entre las ideas establecidas en mi memoria (sobre las cuales podría tener el constante poder de disponer de ellas o dejarlas, a mi voluntad, si fueran las únicas) y las que se me imponen y no puedo dejar de tener. Por ende, debe existir alguna causa exterior y una enérgica acción de los objetos fuera de mi cuya eficacia no puedo resistir y que, quiera o no, producen estas ideas en mi mente. Además, nadie deja de percibir la diferencia entre contemplar el sol según su memoria y mirarlo realmente y es tan distinta la percepción de esto que pocas de sus ideas son tan distinguibles una de otra...