Categoría 7 (43 page)

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Authors: Bill Evans y Marianna Jameson

Tags: #Ciencia ficción, Intriga

—Un poco mejor.

El otro agente, que apenas había dicho una palabra, abrió la puerta e hizo un gesto para que ella entrara primero. Se encontró con una oficina particularmente anodina, con una mesa vacía, excepto por el ordenador colocado sobre ella, al frente. Había sillas a cada lado y una pequeña mesa de conferencias en un lado. El agente amable la acompañó hasta el extremo más alejado de la mesa mientras que el otro se sentó inmediatamente en la mesa y comenzó a teclear rápidamente.

—¿Cómo están sus manos?

—Me duelen. —Apoyó los codos sobre la mesa. Los latidos aumentaban—. ¿Le ha dado la doctora algo que pueda tomar para el dolor?

—No.

Ella ni siquiera miró al que le había respondido, sino que levantó la vista hacia el que le había prestado ayuda.

—¿Estoy arrestada? —preguntó. Él la miró de reojo.

—¿Ha hecho algo malo?

«Malditos policías».

—Por favor, necesito algún calmante. El efecto de las inyecciones está disminuyendo.

El agente apartó la vista de ella y miró al hombre del escritorio.

—Tal vez pueda encontrar algo de Motrin por alguna parte.

«¿Motrin?».

—Mire, sé que yo misma me he hecho esto y sé que puede parecer una locura, pero me duele mucho —dijo con voz temblorosa por el esfuerzo, que amenazaba con pulverizar su escaso control—. ¿No podría darme algo? Tiene que haber algo con Percodán, Vicodina o algo similar. ¿No tienen un almacén de pruebas?

El hombre sentado a la mesa la miró como si estuviera loca —«Tal vez lo esté»— y el más amable casi como si quisiera sonreírle.

—Veré qué puedo hacer.

—¿Podría sentarse un poco más derecha? —dijo el otro agente mientras giraba la pantalla plana para enfrentarla a su rostro y ajustar dos pequeña protuberancias a los lados.

El corazón le dio un vuelco. «Una webcam y un micrófono». Cerró los ojos.

—¿Qué es esto? ¿Quiénes son ustedes?

—Somos del FBI.

—¿Soy sospechosa de algo? ¿Necesito un abogado?

—Por supuesto que no.

—Entonces, ¿por qué estoy aquí?

—Hay alguien en Washington que quiere hablar con usted. Por favor, abra los ojos y mire al monitor. No tiene por qué mirar a la cámara. Señorita Baker, por favor, abra los ojos.

Hizo un esfuerzo considerable, pero abrió los ojos. Pudo ver el logotipo de Microsoft girando en una simulación tridimensional.

—Gracias. Voy a empezar y luego nosotros saldremos del despacho. Cuando termine, o si necesita algo, de un golpe…

—¿Con estas manos? —preguntó, levantando las manos hasta colocarlas frente a su campo de visión—. ¿O tal vez debería dar una patada a la puerta? ¿Se oirán mis pies descalzos contra ella?

El agente menos cordial miró al otro.

—Dé una patada a la puerta si necesita hacerlo, o haga algo de ruido —respondió el agente amable.

—¿Por qué no puede uno de ustedes quedarse aquí conmigo?

—Es confidencial.

—¿El motivo por el que estoy aquí?

—El asunto sobre el que hablará. Señorita Baker, haga cualquier ruido que considere apropiado cuando termine. Estaremos fuera.

Ella inclinó el rostro hacia el monitor.

—¿Cómo demonios funciona esto?

—Ya está preparada. Tan pronto como haya línea al otro lado, usted estará en pantalla.

Abandonaron el despacho y Elle se acomodó, apoyando los codos en los brazos de la silla e intentando apartar sus pensamientos de Win, de los dedos y del dolor.

Capítulo 41

Lunes, 23 de julio, 8:25 h; una «casa segura» de la CIA en una zona rural de Virginia del Norte.

—Limítese a mirar a la cámara y hable delante del micrófono. —Estaban en una habitación pequeña al fondo de la casa, con dos ordenadores uno junto a otro sobre una mesa pequeña. Kate estaba sentada delante de uno de ellos. Ella apartó la vista del monitor y miró a Jake a los ojos.

—Me siento tan incómoda haciendo esto. —Deslizó su mirada por Tom Taylor, que estaba sentado frente al otro aparato, mirándola por encima del monitor—. Yo no hago interrogatorios. Soy una meteoróloga. Pregúntele usted lo que quiera saber.

Él todavía tenía esa expresión irritada, pero cuanto más tiempo pasaba a su lado, menos la molestaba.

—Lo haré, a través de usted —respondió Tom—. Y esto no es un interrogatorio, sólo algunas preguntas de contacto.

—Mierda —murmuró.

Jake hizo un gesto ante el comentario, pero Tom se enfureció.

—Kate, nada de lo que aquí hacemos es una mierda. ¿Me ha entendido? —Su rostro estaba rígido y su mirada helada—. Hay vidas en juego. Millones de vidas. En este instante, necesitamos respuestas de esa chica, y usted se las va a sacar porque la conoce.

—La conocí hace unas pocas semanas. Pasé, tal vez, seis horas en su compañía. Apenas nos conocemos. Y para su información, ella no es exactamente Miss Simpatía.

—Sobrepóngase. Las preguntas aparecerán en la parte baja de la pantalla. Ella no las verá. Vamos, está en línea.

El cambio fue brusco cuando el ordenador se encendió y Kate tuvo que mirar dos veces a la pantalla. La mujer de rostro sucio y ensangrentado, encorvada sobre una silla casi no parecía la misma pulcra y contenida mujer que Kate conocía.

—Dios mío. ¿Qué te han hecho? —gritó, haciendo que Jake diera un brinco y Tom se pasara, impaciente, la mano por el pelo.

En pantalla, Elle se enderezó repentinamente en la silla, y luego hizo un gesto tan triste que casi hizo llorar a Kate.

—Nada. Estoy bien. ¿Quién eres…? ¿Kate?

—Sí, Elle, soy Kate.

—Pero, el FBI… dijeron que gente de Washington…

—Yo estoy en Washington. Creo. ¿Cómo estás? ¿Qué te ha sucedido?

Elle parpadeó, claramente agotada.

—No estoy muy segura, pero es una larga historia. Demasiado larga. Y ellos no han tenido nada que ver con esto. ¿Qué estás haciendo ahí? Lo último que recuerdo es que Washington estaba siendo evacuada.

—Lo estaba. Lo está. Otra larga historia.

«Apresúrate», apareció en la parte baja de la pantalla.

—¿Estás sola? Kate le preguntó tal como le habían indicado, y vio que Elle asentía—. Bien. Bueno, mira, sé que esto va a parecerte muy extraño dadas las circunstancias, pero necesito que me vuelvas a contar lo que has averiguado sobre Carter Thompson. Quiero decir, cualquier cosa que no sea de dominio público.

A pesar de tener tan mal aspecto y parecer exhausta, Elle la miró con cierta desconfianza y con un brillo reticente más que fortuito.

—Ya te lo conté el otro día.

—Vuelve a contármelo.

—¿Quién quiere saberlo, Kate?

—El gobierno.

—Quieres decir, ¿alguien de la campaña presidencial? —preguntó Elle, dejando traslucir el sarcasmo en su voz.

«¿Campaña?». Frunciendo el ceño, Kate negó con la cabeza.

—No sé de qué estás hablando. La gente que quiere saberlo es… —Se detuvo cuando Tom la miró por encima de los monitores.

—¿Estás sola? —quiso saber Elle—. ¿Dónde estás?

—No. Y no puedo decírtelo.

—¿Quién está contigo?

«Esto es una locura». Kate sonrió, disculpándose.

—Tampoco puedo decírtelo.

—¿Es Win? ¿O Davis Lee?

—¿Davis Lee? No. ¿Y qué otro nombre has dicho?

—Win Benson —respondió Elle, frustrada.

—¿El hijo del presidente? No.

AVANZA DE UNA VEZ. Kate leyó el mensaje, pero no miró a Tom.

—Mira, Elle, sé que esto es extraño, pero algo muy raro está sucediendo y el gobierno cree que Carter Thompson está involucrado. Necesitamos tu ayuda, de verdad. Me metieron en esto… en este asunto, por accidente, igual que a ti, así que ten paciencia. Comentaste algo sobre un programa de investigaciones sobre selvas tropicales…

—Kate, yo no voy a…

Furioso, Tom rodeó la mesa y acercó su cabeza a la de Kate. Ella salió de objetivo de la cámara.

—Señorita Baker. Soy el agente Ed Delaney del Departamento del Tesoro. Estamos investigando a Carter Thompson por un posible fraude al sistema impositivo federal. Le estaríamos muy agradecidos si usted pudiera corroborar cierta información sobre la fundación que preside. Pero primero, ¿podría darme su número de seguridad social simplemente por cuestiones de identificación?

Elle abrió los ojos y le dijo, obediente, un número, que Tom escribió antes de volver a mirar a pantalla.

—Muchas gracias. Especialmente, estamos interesados en los fondos y actividades de la fundación. Dejaré que la señorita Sherman continúe con las preguntas, pero estaré aquí en caso de que usted necesite alguna aclaración. Por favor, responda lo mejor que pueda.

Se puso de pie y volvió a su lado de la mesa, mientras Kate se mordía el labio para no sonreír.

—Hola, Elle, lamento la interrupción. No estaba segura de hasta dónde podía contarte. ¿Qué puedes decirme de la fundación?

—Es una corporación estadounidense y su domicilio legal es, en realidad, la casa del señor Thompson en Iowa, pero hasta donde sé, sólo actúa en el exterior. En la India. Su propósito explícito es subvencionar investigaciones sobre prácticas para recuperar las selvas tropicales y para detener el proceso de desertificación.

—¿Qué más?

—Tiene un edificio en Hyderabad, en India, y cuenta con una plantilla de unas cuarenta y cinco personas. La mayoría son diseñadores de software, físicos e ingenieros. Muchos doctores. Creo que es su único edificio. No he visto mencionado ningún otro.

«¿Propiedades, finanzas, publicaciones?», apareció al pie de la pantalla de Kate.

—Además de los edificios, ¿qué otras propiedades posee?

—No busqué nada específico, Kate. Leí los informes anuales, que son bastante neutros. Tiene equipamiento de ordenadores, supongo. Y un avión.

—¿Un
jet
privado?

—No, para investigaciones. No aparece mencionado muchas veces, que digamos. Sólo de pasada en la introducción al texto.

—¿Y qué hay de los beneficios? ¿Se cita a la fundación en alguna parte?

—Por lo que yo sé, opera a fondo perdido y está completamente subvencionada por el señor Thompson. Y no, no pude encontrar ninguna cita en publicaciones científicas, académicas o en periódicos. Revise todas las bases de datos que me parecieron pertinentes —ciencias duras, blandas, Lexis-Nexis—. Si publicaron algunos resultados de las investigaciones o incluso alguna nota optimista en alguna parte, yo no los he encontrado, Kate. No hay nada. Parece como si la fundación no existiera.

Kate miró a Tom por encima del monitor. Él le devolvió la mirada.

«Pregúntale por otras investigaciones sobre él. Su pasado», apareció en la base de la imagen de Elle.

Kate volvió a mirar a cámara.

—Un segundo, Elle. —Cubrió el pequeño micrófono y miró a Tom—. Esto es ridículo. Ella trabajó en la Casa Blanca. Tiene que haber tenido acceso restringido. Es posible que pueda confiar en ella. Además, no es tonta. Si somos sinceros con ella, probablemente nos diga lo que queremos saber.

Tom parecía al borde de un ataque de furia. Una vena le latía en la frente y Kate ni siquiera quiso imaginarse la presión por centímetro cuadrado de sus mandíbulas apretadas.

—Gracias por la sugerencia, Kate —gruñó con una voz que estaba a medio camino entre un gruñido y una maldición—. A propósito, lo que ha tapado con la mano es la cámara, no el micrófono.

—Oh. Lo siento. —Kate, sobrecogida, sacó delicadamente su mano y miró a la pantalla en donde Elle intentaba no reírse. Algo de su expresión hizo que se pareciera más a sí misma.

—Me gusta tu plan, Kate —dijo—. Basándome en mi experiencia, tu señor Delaney parece más un espía que un contable. De la CIA, ¿verdad?

Kate tragó saliva y miró por encima del monitor de nuevo y vio a un Tom con la cara completamente roja de furia mesarse los cabellos con tal vehemencia que se sorprendió de que no se arrancara un mechón. Después asintió. Ella volvió a mirar a la pantalla.

—Bingo. Pero ahora tienes que ayudarme a redimirme. Hablamos sobre los primeros trabajos de investigación de Carter. Lo de manipulación climática. ¿Los has leído?

Tras una breve pausa, Elle asintió.

—Encontré todos los que pude de sus primeros escritos. Hay copias en el archivo de la oficina, pero también tengo una copia en mi apartamento. Y los escaneé, así que también hay varios CD. Uno está en mi bolso en mi casa, y mandé por correo otra copia a casa de mis padres.

Kate miró a Tom, su rostro nuevamente pétreo, y otra vez a Elle.

—¿No hay nada en la red del trabajo?

—No.

—¿Por qué?

Elle sonrió.

—Davis Lee no quería que nadie los viera, pero a mí me gusta estar segura.

—¿Por qué no quería que nadie los viera?

Apartó la vista de la cámara, claramente incómoda con la pregunta.

—¿Elle? ¿Por qué Davis Lee quería ocultarlos? —Kate repitió la pregunta ante el terso asentimiento de Tom.

Pasaron varios segundos antes de que Elle volviera a mirar a cámara.

—Creo que Davis Lee y Carter Thompson están realizando el trabajo preliminar para que el señor Thompson se lance al ruedo de la campaña presidencial. Estoy bastante al tanto de la política y reconozco una limpieza pre-campaña cuando la veo. Todo mi proyecto fue una farsa. Estoy segura de que fui contratada para realizar tareas de control preventivo de daños, para encontrar estas cosas antes que lo hiciera la oposición.

Por primera vez, el rostro de Tom Taylor se relajó un poco. Miraba la pantalla con intensidad.

«¿Qué había en los artículos?», tecleó Tom.

—Dime qué había en los artículos.

—Eran algo parecidos a los tuyos, Kate. La mayoría sugería la posibilidad de usar la tecnología para manipular el clima.

—¿Cómo?

Se encogió de hombros.

—Eran en su mayor parte históricos, identificando qué se había intentado hacer y haciendo conjeturas o explicando por qué no había funcionado o no habían podido hacerlo.

—¿Daba alguna referencia con respecto a aquello que podía funcionar?

—Sí, decía que lo único que podía manipular el clima era la capacidad de alterar la temperatura. Denominaba al calor el «combustible» y al frío los «frenos» del clima planetario.

Kate miró a Jake, que, de repente, parecía mucho más serio.

«Vuelve a hablar de la fundación», le ordenó Tom.

—¿Alguna otra cosa de la fundación?

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