Cerulean Sins (74 page)

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Authors: Laurell K. Hamilton

Tags: #Fantástico, #Erótico

—No, no es posible. —Sacudí la cabeza de nuevo y luché contra el impulso de frotarme las sienes. Me dolía la cabeza—. Los licántropos a los que he visto hacer eso, sacan rápidamente las garras. Es como tener cinco navajas de muelle que aparecen de repente. No habría sido nada fácil para el oficial, Bates verlo, ¿verdad?

—Meyer, Bates todavía está vivo.

Asentí. Los nombres eran importantes. Es importante recordar quien está vivo y quien muerto.

—Van Anders apuñaló a Meyer. Cuando las garras asesinas salieron de su mano, las utilizó como cuchillos.

—Aparentemente el Kevlar no es para garras de licántropo —dijo Zerbrowski.

—El Kevlar no se hace para detener un ataque punzante —dije—. Las garras actuaron como cuchillas.

Asintió.

—Van Anders utilizó al oficial como escudo, lo tenía entre sus garras como una… marioneta, es lo que Elsworthy dijo finalmente.

—Tendría que haber ido al hospital con los demás —dije.

—Parecía bien cuando llegué, Anita, honestamente, no los culpo por no obligarlo a ir.

—Bueno, ahora no se ve bien.

—Podemos darle un paseo hasta el hospital cuando vayamos.

Lo miré.

—¿Por qué creo que vamos al hospital para algo más que simple apoyo moral?

—Esta noche estás como el infierno de perceptiva.

—Zerbrowski —dije.

—Dije al Capitán Parker que estaría bien una vez la oficial Blake se presentara.

—Eres un cabrón.

—Está haciendo preguntas sobre los monstruos para las cuales no tengo repuesta. Dolph tal vez sí, pero de ninguna manera quiero que esté aquí. Hemos logrado acallar lo peor de lo que sucedió en el interrogatorio de tu amigo de peluche, pero si Dolph se pierde en un lugar público… —Sacudió la cabeza.

Estaba de acuerdo con él.

—Bien, voy contigo al hospital a ver si puedo responder las preguntas del capitán.

—¡Ah!, pero primero tienes que ver esto. —Tenía una sonrisa, y no era lugar para sonrisas.

—¿Ver qué? —pregunté con recelo.

Se volvió sin decir una palabra y se abrió camino hacía la ventana vacía. Webster se había llevado a Elsworthy en dirección opuesta, tan lejos de la ventana y el pasillo como pudiera. Bien por Webster. Cuando estábamos bastante cerca, mis ojos comenzaron a buscar algo más. Había dos orificios de bala en la pared cerca de la ventana al final del pasillo. Las armas de SWAT pueden ser automáticas solo apretando un interruptor, pero están entrenados para solo disparar una bala a la vez. Con dos oficiales abajo y un monstruo suelto, se habrían acordado de su formación. Casi no había cristales en la alfombra, ya que casi todos habían caído fuera.

—¿Van Anders tiró a alguien por la ventana?

—Se tiró —dijo Zerbrowski.

Me quede mirándolo.

—Estamos a veinte pisos de altura, incluso un hombre lobo no puede salir ileso de ese tipo de caída. No se mata, pero estaría sufriendo.

—No bajó, subió. —Hizo un gesto para que me acercara a la ventana.

No me gustaba la ventana. Tenía el umbral muy bajo, casi lo suficiente bajo como para caerte. Eso le daba mejor vista, pero sin cristal en el marco de metal, no había nada más que el vacío entre yo y una gran caída.

—Cuidado con los cristales y no mires abajo. Pero confía en mí, Anita, vale la pena asomarse un poco, y mirar hacia arriba. Mira hacia el lado derecho de la ventana.

Puse una mano contra la pared y encontré un lugar en el marco sin cristales para poder agarrarme. El aire luchaba contra mí, como manos ansiosas listas para arrancarme de mi camino. No le tengo miedo a las alturas, pero la idea de la caída, sí que me daba miedo. Luché contra el impulso casi irresistible de mirar hacia abajo, porque si miraba hacia abajo no podría ser capaz de mirar por la ventana.

Me asomé, muy cuidadosamente, y al principio no entendía lo que estaba viendo. Había unos agujeros en la fachada del edificio, todo el camino hacia arriba, hasta donde mis ojos podían ver. Pequeños agujeros a intervalos regulares.

Me levanté de nuevo, cuidadosamente, observando los cristales, así como una posible caída. Le fruncí el ceño a Zerbrowski.

—Vi los agujeros. Pero ¿Qué son?

—Van Anders hizo de Spiderman con ellos. El francotirador y los observadores se situaron en el lado opuesto del edificio. No había nada que hacer.

Sentí que mis ojos se ampliaban.

—¿Te refieres a que los agujeros es donde metió las manos y subió?

Zerbrowski asintió y sonrió.

—El Capitán Parker gritaba que no sabía que los hombres lobo pudieran hacer eso.

Mire hacia la ventana.

—El Capitán Parker no es el único que no lo sabía. Quiero decir que tienen la fuerza, pero se cortan y raspan e incluso pueden romperse los huesos. Pueden sanar rápidamente, pero les duele. —Miré hacia el techo como si aún pudiera ver la marca ascendente de los agujeros—. Los disparos lo habrían herido como el infierno.

Zerbrowski asintió.

—¿Necesitará una sala de urgencias o un médico, o algo?

Sacudí la cabeza.

—Lo dudo. Si es lo suficientemente fuerte como para hacer un cambio parcial, entonces voy a asumir que su capacidad de curación es superior. Si es así, sanará en un par de horas, quizás menos. Si cambia de forma, cuando sea humano otra vez, estará sano de nuevo.

—Han dado la voz de alarma a todos los lugares de emergencias y atención urgente por si acaso.

Asentí.

—Eso no puede hacer daño, supongo, pero no creo que lo capturen de esa manera.

—¿Cómo vamos a cogerlo, Anita? ¿Cómo se retiene a algo como eso?

Lo miré.

—¿Le preguntaste al mando superior lo que pensaba de la utilización de hombres lobo para seguirlo?

—Lo vetaron.

—Creo que se podrían encontrar en un estado de ánimo más receptivo ahora.

—¿Piensas que tus amigos serán agradables con una correa para mí?

—Pensé realmente había estado sujetando la correa.

Mi teléfono sonó, y el sonido me hizo saltar. Lo abrí y escuché una voz que no reconocí. De todos modos no hablo a menudo con el jefe de policía.

Hice un montón de sí señor, y no señor. Entonces el teléfono zumbó y me quedé mirando a Zerbrowski.

—¿Hablabas con quien creo que hablabas?

—Se ha admitido una orden judicial de ejecución para Van Anders.

Los ojos de Zerbrowski estaban muy abiertos.

—No lo vas a perseguir sola.

Sacudí la cabeza.

—No lo había previsto.

Parecía que no me creía. En realidad tuve que darle mi palabra de que no iría tras Van Anders sin refuerzo. Tendría un refuerzo. El jefe de policía me había dicho que podía ir con los hombres lobo tras él. Tendría un escolta si podía convencer a Richard para cederme a uno de sus lobos.

Pedí algunas bolsas y cogí la ropa sucia de Van Anders. Usé guantes, no para mantener mi olor fuera de ellas, sino porque no quería tocar nada que hubiera tocado el cuerpo de Van Anders. Guardé la ropa en la bolsa, y esperaba que fuera suficiente para que los hombres lobo lo rastrearan. No me gustaría tener que volver y empezar alrededor del edificio. Van Anders podría haber subido, pero tendría que bajar por alguna parte. Zerbrowski me llevó a mí, al oficial Elsworthy y a él mismo al hospital, para que el Capitán Parker nos pudiera gritar a los dos. Bates había muerto en la mesa de operaciones.

Zerbrowski tuvo que morderse la lengua, debido a que un sargento no se sitúa por encima de un capitán. Olía el temor que le tenía a Parker. No lo culpaba por tener miedo. Creo que todos tenían miedo, cada persona del pasillo. Cada persona en las habitaciones. Cada agente de policía, y cada mujer en la ciudad deberían tener miedo. Porque cuando sucede algo como esto es la policía la que limpia el desorden. Bueno, la policía, y su verdugo. Todos teníamos miedo y así debía ser.

CINCUENTA Y NUEVE

Encontré a Richard en su casa. Nos sentamos en la mesa de la cocina donde se había sentado tantas mañanas los fines de semana que habíamos pasado juntos. Se sirvió una taza de té y a mí me puso un café, durante todo el tiempo rehuyó de mis ojos, no supe que decir.

Me pilló por sorpresa su comentario.

—Si te hubieras pegado a la moral, Asher estaría muerto o peor aún, atrapado en Europa con esa perra monstruosa.

Estaba segura de que «perra monstruosa» era Belle Morte.

—Eso es verdad —dije, y traté de mantener mi tono neutral. Quería ir al grano y pedir a Richard que me prestara algún hombre lobo, pero no suele funcionar bien con Richard ir directo al grano. No tardaría mucho en ofenderlo y necesitaba su cooperación, no otra pelea.

—No entiendo cómo puedes permitir que se alimenten de ti, Anita. —Finalmente, levantó la vista y sus ojos marrones se llenaron completamente de dolor y confusión, por lo que me dolía verlos.

—Es difícil para mí tirar más piedras a mi tejado, Richard.

—El
ardeur
—dijo.

Asentí.

—No puedo permitir que se alimenten de mí también.

—Lo entiendo —dije.

Buscó mi cara.

—¿Entonces por qué estás aquí?

¿Había pensado que iba a haber alguna reunión de lágrimas, algún motivo por mi parte para que volviera a mi cama? Una parte de mí estaba enojada, otra parte de mí estaba triste, ninguna parte de mí tenía tiempo para eso.

—El hombre lobo que ha estado violando y matando a mujeres en la ciudad se le ha escapado a la policía hoy.

—No he visto nada en las noticias.

—Estamos tratando de mantenerlo en secreto.

—Estás aquí por negocios —su voz era suave.

—Estoy aquí para evitar que otras mujeres mueran.

Se levantó de la mesa, y tuve miedo por un momento de que se fuera, pero tomó la tetera y rellenó su taza.

—No es uno de mis lobos, Anita.

—Lo sé.

Se giró, y allí estaba el primer indicio de ira.

—Entonces, ¿qué quieres de mí?

Suspiré.

—Richard, te amo, siempre te amaré, pero no tengo tiempo para esta pelea, ahora no.

—¿Por qué ahora no? —preguntó, y estaba enojado.

Abrí la carpeta de los archivos y saqué la primera foto. La sostuve en alto para que pudiera verla. Frunció el ceño, entrecerrando los ojos, y finalmente su mente la vio, y totalmente el disgusto llenó su cara. Se dio la vuelta.

—¿Por qué me enseñas eso?

—Es la muerte de tres mujeres de aquí y de más de media docena de otros países. Estas son sólo las que conocemos. Está ahí ahora escogiendo una nueva víctima.

—No puedo hacer nada al respecto.

—Pero podrías, si me das algunos hombres lobo para ayudar a localizarlo.

Me miró entonces, luego, se apartó, porque todavía estaba mostrando la foto.

—Rastrearle, quieres decir, ¿cómo un perro?

—No, la mayoría de los perros no realizan un seguimiento a un cambiaformas, tienen demasiado miedo de ellos.

—No somos animales, Anita.

—No, no, pero en forma de animal tenéis la nariz de uno, pero todavía tenéis el cerebro de una persona. Podéis realizar el seguimiento y pensar.

—¿Esperas que haga esto?

Sacudí la cabeza, y puse la foto debajo de la pila. La dejé y la pila se desparramó a través de su mesa.

—No, pero sería Jason, y Jamil lo haría si se lo pido. Diría que Sylvie, pero no lo suficiente como para hacer mucho más.

—Me desafió, y perdió —dijo Richard. Sus ojos seguían alterados por las fotos sobre la mesa—. Saca eso fuera de mi mesa.

—Está ahí ahora, a punto de convertir a otra mujer en carne.

—Bien, bien, toma a Jason, toma a Jamil, toma a cualquiera que infiernos te interese.

—Gracias. —Empecé a reunir las fotos.

—No tienes que hacerlo de esta manera, Anita.

—¿De qué manera? —pregunté, cerrando el archivo sobre las fotos espeluznantes.

—Difícil. Podrías haber preguntado.

—¿Habrías dicho que sí?

—No lo sé, pero esas fotos me van a atormentar.

—Estuve allí Richard, tus pesadillas no puede ser peores que las mías.

Se movió a una desenfocada velocidad y me agarró del brazo.

—Parte de mí piensa que son horribles, al igual que se supone que debo, pero la otra parte de mí le gustan las fotos. —Sus dedos se hundieron en mi brazo, haciendo daño—. Parte de mí sólo ve la carne fresca. —Soltó un gruñido entre sus dientes blancos.

—Siento el odio de lo que eres, Richard.

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