Cobra (3 page)

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Authors: Frederick Forsyth

Tags: #Intriga, Policíaco

Mientras leía el informe después de la cena, otras dos toneladas de cocaína pura colombiana cargadas en una camioneta cruzaron la frontera texana cerca de una pequeña ciudad llamada Nuevo Laredo y desaparecieron en la inmensidad del territorio norteamericano.

Querido señor presidente:

Tengo el honor de presentarle el informe sobre la cocaína tal como lo solicitó.

ORÍGENES: La cocaína se extrae solo de la planta de coca, un arbusto común que se cultiva desde tiempo inmemorial en las colinas y las selvas del noroeste de Sudamérica.

Durante todo ese tiempo los nativos la han masticado porque sus efectos calman el hambre y estimulan el ánimo. En contadas ocasiones da flores o frutos; el tallo y las ramas son leñosos y carecen de cualquier utilidad; solo las hojas contienen la droga.

De todos modos la droga constituye menos del uno por ciento del peso de la hoja. Hacen falta 375 kilos de hojas cosechadas —lo suficiente para llenar una camioneta— para obtener 2,5 kilos de pasta base de cocaína —la forma intermedia— que a su vez dará un kilo de cocaína pura en la forma conocida de polvo blanco.

GEOGRAFÍA: La producción global en este momento proviene en un 10 por ciento de Bolivia, en un 29 por ciento de Perú y en un 61 por ciento de Colombia.

Sin embargo, las bandas colombianas se hacen cargo del producto de los otros dos proveedores en la etapa de la pasta base de cocaína, completan el proceso de refinamiento y comercializan el ciento por ciento de la droga.

QUÍMICA: Solo son necesarios dos procesos químicos para convertir la hoja cosechada en el producto acabado, y ambos son muy baratos. Por ese motivo, dada la extrema pobreza de los campesinos de la selva que cultivan lo que no es más que una planta muy resistente y dura, la erradicación en la misma fuente ha resultado del todo imposible.

Las hojas cosechadas se dejan macerar en un bidón viejo lleno de ácido —el ácido de las baterías es el más habitual—, el cual extrae la cocaína. Después se sacan las hojas maceradas y se tiran; queda algo parecido a un caldo marrón. A este caldo se le añade alcohol o incluso gasolina, que extrae el alcaloide.

Después se retira y se trata con algún álcali fuerte como el bicarbonato de sodio. De esta mezcla se obtiene una papilla blanquecina que se denomina «pasta». Esta es la unidad habitual en el tráfico de cocaína en Sudamérica, lo que las bandas compran a los campesinos. Alrededor de 150 kilos de hojas se han convertido en 1 kilo de pasta. Los productos químicos se consiguen sin problemas y el producto se transporta fácilmente desde la selva a la refinería.

REFINADO: En las refinerías secretas, por lo general ocultas en la selva, es donde la pasta se convierte en polvo de hidrocloruro de cocaína (el nombre completo), de color blanco nieve, añadiendo otros productos químicos como el ácido hidroclorhídico, permanganato de potasio, acetona, éter, amoníaco, carbonato de calcio, carbonato sódico, ácido sulfúrico y más gasolina. Después se reduce esta mezcla, se seca el residuo y lo que queda es el polvo. Todos los ingredientes químicos salen baratos y, como se utilizan en muchas industrias legales, son fáciles de adquirir.

LOS COSTES: Un campesino cultivador de coca, el cocalero, que trabaje todo el año puede recoger hasta seis cosechas de su parcela en la selva. De cada cosecha obtiene 125 kilos de hojas de coca. Su producción total de 750 kilos de hojas se transforman en 5 kilos de pasta. Después de deducir los costes, apenas ganará 5.000 dólares al año. Incluso después del refinado para obtener el polvo, el precio de un kilo rondará los 4.000 dólares.

LOS BENEFICIOS: Son mayores que en cualquier otro producto del mundo. Un kilo de «pura» colombiana pasa de 4.000 dólares a valer entre 60.000 y 70.000 dólares con solo viajar los cuatro mil ochocientos kilómetros desde la costa de Colombia a Estados Unidos, o los ocho mil kilómetros hasta Europa. Pero eso no es todo. Cuando el kilo esté en manos del comprador, este lo «cortará» (adulterará) para conseguir seis o siete veces su volumen y peso sin disminuir el precio por gramo. Los consumidores acabarán pagando al último vendedor de la cadena unos 70.000 dólares por aquel kilo que cuando dejó la costa de Colombia tenía un valor de 4.000 dólares.

RESULTADOS: Estos márgenes de beneficios garantizan que los grandes operadores puedan permitirse pagar los mejores equipos, tecnología, armas y experiencia. Pueden emplear a las mentes más brillantes, sobornar a funcionarios —en algunos casos hasta llegar a la presidencia— y casi verse desbordados por el número de voluntarios dispuestos a ayudar en el transporte y comercialización de su producto a cambio de un porcentaje. No importa a cuántas «mulas» detengan y envíen a la cárcel. Siempre hay miles de pobres o estúpidos dispuestos a correr riesgos.

ESTRUCTURAS: Después de la muerte de Pablo Escobar, del cártel de Medellín, y de que los hermanos Ochoa de Cali se retiraran, los gángsteres de Colombia se dividieron en un centenar de pequeños cárteles. Pero durante los últimos tres años ha emergido un nuevo y gigantesco cártel que los ha absorbido a todos.

Dos traficantes que intentaron mantenerse independientes fueron hallados muertos, víctimas de atroces torturas; de ese modo cesó toda resistencia a los nuevos jefes. El gigantesco cártel se denomina a sí mismo la Hermandad y actúa como una gran corporación industrial que dispone de un ejército privado para custodiar su propiedad y un escuadrón de la muerte formado por psicópatas para mantener la disciplina.

La Hermandad no produce la cocaína. Compra toda la producción de los pequeños cárteles. Ofrece un precio «justo» (según su criterio) no sobre la base de «tómelo o déjelo», sino sobre la de «tómelo o muera». Realizada la compra, la Hermandad la comercializa en todo el mundo.

CANTIDADES: La producción total es de unas 600 toneladas al año; se divide en dos remesas de 300 toneladas que se envían a Estados Unidos y a Europa, prácticamente los únicos consumidores de la droga. Dados los márgenes mencionados más arriba, los beneficios totales no se calculan en centenares de millones de dólares sino en miles de millones.

DIFICULTADES: Teniendo en cuenta los enormes beneficios, hay casi veinte intermediarios entre el cártel y el consumidor final. Dichos intermediarios pueden ser los transportistas, los distribuidores o los vendedores. Por esta razón, a las FLO (fuerzas de la ley y el orden) de cualquier país les resulta muy difícil apresar a los jefes máximos. Están muy bien protegidos, recurren a una violencia extrema como elemento disuasorio y nunca tocan el producto. Se detiene a los «camellos»; se les juzga y acaban en la cárcel, pero casi nunca «cantan» y se les reemplaza de inmediato.

INTERCEPTACIONES: Las FLO norteamericanas y europeas se encuentran en un estado de guerra constante con el narcotráfico y es frecuente que intercepten cargas en tránsito o se apoderen de depósitos. Pero las FLO de ambos continentes solo consiguen recuperar entre un diez y un quince por ciento de la cocaína que hay en el mercado y, dados los extraordinarios márgenes, no es suficiente. Sería necesario aumentar las interceptaciones y las confiscaciones a un ochenta por ciento o más para paralizar al narcotráfico. Si perdiesen un noventa por ciento, los cárteles se hundirían y la industria de la cocaína sería por fin destruida.

CONSECUENCIAS: Hace apenas treinta años, la gente consideraba que la cocaína era una inocente afición de la gente de sociedad, los agentes de bolsa y los músicos. En la actualidad, se ha convertido en una plaga a escala nacional que provoca un desastroso daño social. Las FLO de los dos continentes estiman que el setenta por ciento de los delitos de la calle (robo de coches, atracos, asaltos, etc.) se llevan a cabo para obtener los fondos necesarios para satisfacer este hábito. Si el asaltante está bajo los efectos de un subproducto de la cocaína llamado «crack», el robo puede ir acompañado de una violencia inusitada.

Por otra parte, los beneficios de la cocaína, después de blanquear el dinero, se utilizan para financiar otros delitos, sobre todo el tráfico de armas (que acaban en manos de organizaciones mafiosas y terroristas) y de personas, particularmente en casos de inmigración ilegal y del secuestro de mujeres para la trata de blancas.

SUMARIO: Nuestro país padeció un golpe terrible con la destrucción en otoño de 2001 del World Trade Center y el ataque al Pentágono, que costó la vida a casi tres mil personas. Desde entonces, ni un solo ciudadano norteamericano ha muerto en el país como consecuencia del terrorismo extranjero, pero la guerra contra el terrorismo prosigue y debe continuar. Sin embargo, en esta misma década, un cálculo a la baja estima que la cifra de vidas destruidas por las drogas es diez veces superior al número de víctimas del 11-S, y la mitad de estas se deben a una sustancia llamada cocaína.

Tengo el honor de seguir siendo su fiel servidor, señor presidente,

ROBERT BERRIGAN

Director adjunto (Operaciones Especiales)

Agencia Antidroga de Estados Unidos

Más o menos a la hora en la que un mensajero entregaba el Informe Berrigan en la Casa Blanca, un ex oficial de aduanas británico estaba sentado en un sencillo despacho en los muelles de Lisboa mirando, cada vez más furioso, la foto de un viejo barco pesquero.

Tim Manhire había pasado toda su vida adulta como recaudador de impuestos; aunque no era precisamente la más popular de las profesiones, a su juicio era absolutamente necesaria. Si cobrarle impuestos a un desafortunado turista para satisfacer a un gobierno codicioso no le aceleraba el pulso, su trabajo en las sórdidas callejuelas de la zona portuaria de Lisboa podía considerarse una gratificación, y lo hubiese sido todavía más de no ser por las trabas que siempre ponía aquel viejo enemigo: la escasez de recursos.

La pequeña agencia que dirigía era del MAOC-N, otro acrónimo en el mundo de la ley y el orden, que corresponde al Centro Europeo de Operaciones Marítimas contra el Narcotráfico y reúne a expertos de siete países. Los seis socios del Reino Unido son Portugal, España, Irlanda, Francia, Italia y los Países Bajos. La sede se encuentra en Portugal y el director era un británico, transferido del HMRC (la Agencia Tributaria del Reino Unido) al SOCA (la Agencia contra el Crimen Organizado del Reino Unido) para ocupar el puesto.

La tarea del MAOC es intentar coordinar los esfuerzos de las FLO europeas y las fuerzas navales para impedir el contrabando de cocaína desde la cuenca del Caribe a través del Atlántico hasta las costas de Europa Occidental y África Occidental.

El motivo de la ira de Tim Manhire aquella soleada mañana era que veía cómo otro pez con una enorme y valiosa carga estaba a punto de escaparse de la red.

La patrulla aérea había tomado la foto desde el aire, pero aparte de captar imágenes bonitas, no había podido hacer nada más. Se había limitado a mandar inmediatamente la foto al MAOC, a muchos kilómetros de distancia.

La imagen mostraba un viejo barco pesquero con el nombre
Esmeralda-G
pintado en la proa. Lo habían descubierto por azar al despuntar el día en el Atlántico Oriental y la ausencia de una estela indicaba que se había detenido después de navegar pasando inadvertido durante la noche. La definición de la imagen era suficientemente buena para que Manhire pudiera ver, con una lente de aumento, que la tripulación se disponía a extender una lona azul para cubrirlo de proa a popa. Es una práctica habitual entre los contrabandistas de cocaína, para evitar ser detectados.

Navegan de noche y pasan el día meciéndose en silencio cubiertos con una lona que se confunde con el mar y que hace muy difícil distinguirlos desde el aire. A la puesta de sol, la tripulación retira la lona, la guarda y continúa la travesía. Lleva tiempo, pero es más seguro. Ese viejo pesquero no pescaba. Ya tenía la carga en la bodega, hasta una tonelada de polvo blanco, bien empaquetada y sellada para impedir que la dañaran la sal y el agua, donde había estado desde que la cargaron en un ruinoso muelle de madera de un pequeño río de Venezuela.

El
Esmeralda-G
se dirigía a todas luces hacia África Occidental, probablemente al narco-estado de Guinea-Bissau. Si tan solo, se lamentó Manhire, hubiese estado un poco más al norte, cerca de las islas Canarias, Madeira o las Azores… En ese caso, España o Portugal hubiesen podido enviar un guardacostas para interceptar al traficante.

Pero se encontraba muy al sur, a cien millas al norte de las islas de Cabo Verde, y ellos tampoco podían ayudar. Carecían de equipos. Y de nada servía pedírselo a los diversos estados fallidos que formaban una curva desde Senegal a Liberia. Eran parte del problema, no la solución.

Por ello, Tim Manhire había apelado a las seis marinas europeas y a la norteamericana, pero ninguna tenía una fragata, un destructor o un crucero en la zona. El
Esmeralda-G
, después de ver el avión que les había fotografiado, hubiese comprendido que les habían descubierto y hubiese prescindido del camuflaje de la lona para dirigirse a la costa a toda máquina. Solo estaba a doscientas millas náuticas, e incluso a diez nudos por hora se encontraría a salvo en los manglares de la costa de Guinea antes del día siguiente.

Aun después de una interceptación en el mar, las decepciones no acababan. Tras un reciente golpe de suerte, una fragata francesa había respondido a su súplica y había encontrado, con las indicaciones del MAOC, un barco cargado de coca a cuatrocientas millas de la costa. Sin embargo, los franceses estaban obsesionados con las leyes. Según sus reglas, el barco de los contrabandistas debía ser remolcado hasta el puerto «amigo» más cercano. Había ido a parar a otro estado fallido: Guinea-Conakry.

A continuación habían llevado a un magistrado desde París hasta el barco capturado para «
les formalités
». Algo relacionado con los derechos humanos; «
les droits de l’homme
».

«
Droits de mon cul
», había murmurado Jean-Louis, el colega de Manhire en el contingente francés. Incluso el británico consiguió entenderlo: «los derechos de mi culo».

Así, se incautaron del carguero, la tripulación fue detenida y la cocaína confiscada. Al cabo de una semana, el barco soltó las amarras y puso rumbo a mar abierto; toda la tripulación iba a bordo, puesta en libertad condicional por un juez que había ascendido de un viejo Peugeot a un Mercedes flamante, y los fardos confiscados se habían… evaporado.

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