Cómo no escribir una novela (24 page)

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Authors: Howard Mittelmark & Sandra Newman

Tags: #Ensayo, Humor

Aquí se emplea un narrador omnisciente. Sí, puedes concederte la libertad de estar al corriente de la historia de todos tus personajes, la libertad de poder ver en todas sus mentes. Sí, ya puedes escribir esa escena de la fiesta que piensas narrar desde el punto de vista de todos los personajes a la vez. Qué perspectivas más apasionantes podrás ofrecer al lector de las complejas relaciones sociales que se desarrollarán en
La boda de la hija de los Russo
. Será como el
Guerra y paz
de las novelas de bodas.

El único problema es que para cuando nos estés contando lo que le pasa por la mente al Russo n.º 3, todo lo que el lector estará haciendo es tratar de descubrir quién está narrando eso. Cuando se da la misma cancha a todos los puntos de vista narrativos, has dejado de tener una novela, tienes una terapia de grupo.

Si quieres emplear un punto de vista omnisciente para tu novela y que ésta se venda, primero debes crear una voz propia para ese narrador omnisciente que predomine sobre todas, no una voz que sea la de cualquiera de tus personajes, ni la de todos. Partiendo de esta premisa, puedes ahondar en los pensamientos de tus personajes a voluntad pero, para que esto funcione, debes controlar hábilmente esos cambios de voces narrativas. Si simplemente vas saltando de mente en mente según te pille el ánimo, sus voces narrativas serán una jaula de grillos.

La lectura pública

Cuando los personajes parecen leer los pensamientos de los otros

Betty se quedó mirando a Joe, el hombre con el que decidió pasar el resto de su vida. Pero ¿la había escogido él para pasar el resto de su vida por lo que podía obtener de su imperio multimillonario de fábricas de cremalleras?

Joe la miró con el ceño fruncido.

—Te quiero Betty, y no es por tu dinero. Todo lo que yo quiero es labrarme mi propio futuro, como un hombre.

¡Qué maravilloso era Joe! Ella no sabía cómo convencerlo de que era su inteligencia, su perspicacia, su habilidad para abrir y cerrar cremalleras lo que la había atraído de él, desde la primera vez que se encontraron en aquel congreso de fabricantes de cremalleras en el 2006. Fue en el Smallville Hilton. Aquel congreso al que asistieron miles de fabricantes de cremalleras los reunió en un mismo lugar, un lugar donde Joe brillaba.

Joe suspiró y se volvió hacia la ventana.

—Aquel congreso de fabricantes de cremalleras me parece ahora un sueño muy lejano —dijo—. La cruda realidad es que no soy lo suficientemente hombre para bajarte la cremallera de la falda durante el resto de nuestras vidas.

Cuando un personaje responde al monólogo interior de otro como si éste hubiera estado hablando en voz alta, el lector tiene la sensación de que esos personajes están leyendo el libro a la vez que él. Éste es un error mayúsculo, pues en ese momento se obliga al lector a recordar que la historia que está leyendo no es real.

Un problema relacionado con éste se da cuando un personaje parece conocer con todo detalle la vida de otro, lo que está ocurriendo en otra ciudad y es un experto en ingeniería civil, sencillamente porque el autor conoce muy bien todo eso. La información que tiene un personaje debe ser razonable o lógica dentro de la historia. Desde luego que un personaje puede ser ingeniero o conocer los rumores que circulan sobre alguien. Pero recuerda que esos conocimientos deben haberse justificado en la narración antes de que dicho personaje los exhiba. No es una buena idea presentar a una niña de diez años que afirma que un vino está
bouchonné
y luego precipitarse a explicar que es la hija de unos vinateros mormones.

Del mismo modo:

El símil omnívoro

Cuando todos los personajes utilizan las mismas imágenes

Desde su despacho de la esquina en la última planta del Edificio Building, Joseph Third IV observó las torres de oficinas de Metropolis City, todas más bajas que la suya. Fundador y presidente ejecutivo de los más exitosos fondos de inversión de riesgo en el área de los tres estados, Third IV inspiraba a todos los hombres de negocios el miedo que sólo conocen los hombres de negocios.

Mientras miraba desde su ventana, que se alzaba sobre la ciudad como la proa de un gran barco, Third IV comprendió que era como un pirata de esos de antaño, surcando libremente los mares del capitalismo, sólo fiel a sí mismo, abordando barcos de menor calado capitaneados por hombres de menor calado. Casi podía sentir el viento alborotando sus cabellos mientras se deslizaba sobre las olas…

—Capitán —le dijo su segundo de a bordo desde la puerta—. El amotinado está preparado para pasarlo por la plancha.

—Pasadlo ahora mismo por la plancha. Que luche por su vida.

—Sí, señor —le dijo su segundo de a bordo como si alzara un sable en el aire—. Y haremos que ese contable también se dé una vuelta por la quilla.

En ocasiones un personaje determinado puede tener una visión de las cosas que crea una nueva imagen metafórica para la historia, que, acto seguido e inexplicablemente, adoptan todos los demás personajes de la novela. Desde luego, esto ocurre porque ésa es realmente la visión del autor, y, una vez que éste ya ha informado al lector, se cree con la suficiente libertad para proceder como si esa idea fuera compartida por todos los personajes.

Este error puede provocar que el lector deje de leer, molesto, o que se quede con la impresión de que esos dos personajes han estado hablando telepáticamente o pasándose papelitos a sus espaldas. Cuando esto afecta a todos los personajes de una novela, puede ocasionar en el lector una momentánea sensación de descolocación de la realidad que le hace seguir avanzando en el libro a trompicones, como si se hubiera perdido o se hubiera saltado el capítulo donde todos los personajes comentaban lo muy parecidos que son un fondo de inversión de riesgo y un barco pirata. En ambos casos el lector se recupera, pero la novela no.

El apagón informativo

Cuando el narrador, de repente, no nos lo cuenta todo

Pensé en la bonita cara de Fafnir, blanca como la cera por el miedo cuando se la llevaron los esclavos. Debía haber un medio para reprogramar a esos desalmados
cyborgs
. Estaba sudando de tanto pensar en cuál podía ser la solución. Todo estaba en juego. Al final me volví hacia Jake y le conté mi plan:

—Esto es lo que haremos…

Los pájaros cantaban en los árboles y el sol empezaba a brillar entre las nubes mientras yo hablaba. El aire tenía efluvios de primavera.

—¡Es un plan brillante! —dijo Jake cuando se lo acabé de explicar—. Nunca sospecharán nada semejante. Pero ¿has solucionado el enigma que nos planteó el robot esbirro del coronel Frown?

—¡Desde luego! —mientras se lo explicaba una leve llovizna empezó a caer. Los árboles temblaron por la húmeda brisa, rezumando un aroma arbóreo.

—¡Es magistral! —dijo Jake cuando acabó de entenderlo—. Es una solución diabólicamente astuta. Me gustaría ver la cara de Frown cuando le salgas con eso.

—Eso tendrá que esperar.

Nos metimos de un salto en el ciberporsche y nos dirigimos raudamente a la confrontación que nos aguardaba.

Aquí el autor nos oculta lo que piensa un personaje para mantener el suspense. Pero como durante un tiempo hemos sabido sin ningún problema lo que le pasa a ese personaje por la cabeza, que ahora, bruscamente, nos veamos privados de sus ideas nos parece poco natural. Ocultar cierta información importante una vez que la escena está en marcha provoca al lector un sentimiento de frustración parecido al de estar leyendo un documento censurado, en el que está tachado en negro justo lo que él más desea saber.

Una solución drástica es no escribir escenas donde los personajes tengan que decir ciertas frases o escenas donde reflexionan sobre cosas que no quieres que el lector sepa.

Vidas marginales:

Puntos de vista que hay que evitar

El testigo ocasional

En la medida de lo posible no deben emplearse personajes que hagan el trabajo de una cámara de seguridad. Nos referimos a esos personajes fugaces que añaden su voz narrativa a la historia porque han sido testigos de un hecho que el autor desea mostrar. A veces este recurso puede funcionar, particularmente en historias que ya presentan varios puntos de vista. En las novelas que sólo adoptan el punto de vista de uno o dos personajes esto es desconcertante y más dañino que beneficioso.

El sabio Salomón

Los autores que intentan escribir desde el punto de vista de un personaje que es más inteligente que ellos deberían plantearse si eso es una buena idea antes de ponerse manos a la obra. Nosotros creemos que acostumbra a ser una mala idea escribir desde el punto de vista de un personaje que es como Dios en persona, todo perfección. De la misma forma, escribir desde el punto de vista de un yogui o un místico que han visto la luz y lo saben todo puede recordar a un programa de radio de consultas psicológicas.

El rey Lear visto por su capa

Escribir desde el punto de vista de una cuchara, desde la visión del mundo de un mosquito o de la lira de Nerón por lo común es desaconsejable. En este caso el autor se enfrenta a la tarea de convencer al lector de que esa cuchara sabe teclear y que le interesan los asuntos humanos (a menos que sea una novela «literaria», donde estas cosas ocurren sin más comentarios). Escribir un libro con estas características es muy difícil, estas perspectivas tan forzadas suelen acabar saliéndole al autor por la culata. Así que, a menos que sientas una pasión interior que te supera por contar la vida secreta de una tostadora, es mejor que consideres al propietario de esa tostadora como posible protagonista de tu novela.

El pasado cambiante

Cuando los tiempos verbales cambian de forma impredecible

Los doctores le decían que sólo la ciencia médica más avanzada habría podido diagnosticar su enfermedad, y tras meses de misteriosos síntomas que desconciertan a los médicos tradicionales Rally había encontrado al mejor diagnosticador médico de todo el Medio Oeste, el doctor Fenton.

Como ella es una devota cristiana, cuando Rally supo que el doctor Fenton era un seguidor de la Iglesia Científica Cristiana, lo que significa que no sólo era un científico sino también un cristiano, ella sabe que ése era el doctor que Dios le tenía predestinado para ella.

Aguardando en su sala de espera, Rally había observado los pósters tan inspiradores que adornaban las paredes. Sí, era un lugar para la esperanza, se dijo a sí misma. Parecía flotar allí, como el Superman de la pared.

La puerta se abre y el doctor Fenton, un hombre con una fe heroica en una profesión de descreídos, la llama a su consulta.

—Ya tenemos los análisis, Rally. Me temo que los resultados no son buenos. Tienes la enfermedad de las gatas locas. Y muy avanzada.

Rally se quedó impresionada y dice:

—¿La enfermedad de las gatas locas? ¿Y qué me va a pasar?

—A menos que te dispares ese tiro en la sien que lo arreglaría todo al momento, la enfermedad seguirá su curso hasta que todo tu cuerpo sufra un colapso gatuno —él la mira con tristeza y meneó su cabeza—. ¡Cómo me gustaría poder ayudarte!

—Oh, doctor Fenton. Ojalá hubiera sido una enfermedad tratable.

—Todas son intratables, Rally. Ahora reza conmigo. Reza conmigo mientras todavía puedes.

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