Darth Maul. El cazador en las tinieblas (26 page)

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Authors: Michael Reaves

Tags: #Ciencia Ficción

—Padawan Assant —dijo, con algo de rigidez—, espero que no te importe mi pregunta, pero ¿qué es lo te hizo elegir el camino de los Jedi? No son… Bueno…

Se interrumpió, inseguro de cómo continuar. La miró y se dio cuenta de que ella lo observaba.

Sus ojos eran increíblemente azules, incluso a la escasa luz.

—Da igual —dijo con un gruñido. Aceleró el paso, para volver al lado de I-Cinco, pero ella posó una mano en su hombro. Él miró la mano, y después a ella.

—Fui elegida —dijo Darsha—. Elegida por la Fuerza —y a continuación le dijo que nunca había sido parte de una familia—. Cuando llegaron los Jedi y me dijeron que podía ser parte de ellos, todo pareció cobrar sentido en mi vida.

Pues claro que sí
, pensó.
A ti no te arrancó una orden del lado de un padre que te amaba y al que después despidieron porque consideraban que era preferible que su hijo no tuviera ningún lazo de afecto
.

Se enfureció ante la respuesta de ella. Intentó romper de algún modo su compostura, alterar esa calma enloquecedora, esa dignidad santurrona que compartía con todos los demás miembros de su orden.

—Pero puede que ahora no consigas ser Jedi. ¿No te enfurece eso, el ser expulsada así por esa gente, esa orden que consideras tu familia?

—¿Conoces el Código Jedi?

—Sí. Lo he oído muchas veces.

—«No hay emoción; hay paz» —citó ella—. Eso no significa que no me alteraré si no puedo quedarme en el Templo, sólo que esa emoción no me domina. Estoy unida a la Fuerza para el resto de mi vida. Allí abajo, al enfrentarme al taozin, tuve ocasión de comprender lo que de verdad significa eso. Ya no me importa convertirme o no en Jedi. He sentido el equilibrio de la Fuerza a un nivel muy profundo, y sé que he hecho todo lo que he podido para mantener ese equilibrio, y que continuaré haciéndolo. Y lo haré, sola o con los Jedi, pero lo haré. Estoy en paz, aunque pueda llegar a sufrir alguna decepción.

La confusión debió asomar en el rostro de Lorn, porque ella sonrió. Hubo un tiempo en que le habría enfurecido ver una sonrisa como ésa en el rostro de un Jedi, probablemente hasta habría tenido ganas de borrársela de la cara.

Ya no se sentía así.

—Deja que te lo explique de otro modo. He alcanzado mis objetivos, aunque no haya completado mi misión.

Lorn asintió, pero no replicó. Le parecía el mismo tipo de ambigüedad que tanto le gustaba a los Caballeros Jedi, pero, al igual que la sonrisa, no le enfureció oírla de ella. No estaba muy seguro de lo que significaba eso.

No estaba muy seguro de querer saberlo.

Capítulo 28

D
arth Maul recorrió el pasaje subterráneo deshaciendo el camino que le había llevado hasta allí, y su rabia bullía en la oscuridad como el vapor recalentado. Algo que aumentaba su poder en la Fuerza. A diferencia de los idiotas Jedi, los Sith controlaban la intensidad de sus emociones, negándose a simular que esas cosas no existían. Y cualquier criatura lo bastante imprudente como para retrasar sus progresos hacia la superficie del planeta lo sentiría.

Pasó por la caverna de los chton y no vio señal alguna de los seres subterráneos. No había duda de que su paso previo por aquellos lugares les había proporcionado motivo más que sobrado para no reaparecer. Algo que le resultaba conveniente, pues el tiempo era esencial, aunque habría agradecido la oportunidad de acabar con alguno de ellos y así relajar su estado de ánimo.

La intensidad de su conexión con la Fuerza le recordó un día del pasado en que había empleado su poder de forma muy concentrada: el día en que construyó su sable láser. No solía detenerse en recordar el pasado, si eso no servía de algún modo a los planes de su Maestro, pero en su memoria se habían grabado la satisfacción de la creación, la perfección de enfoque y la elevada conexión con la Fuerza que le había proporcionado crear su arma.

El horno especial que había construido a partir de planos tomados del holocrón Sith de su Maestro había irradiado un calor intenso mientras daba a los cristales sintéticos la forma que requería el sable láser. Pero, en vez de salir de la cámara kiln y dejar que se formaran solos, se mantuvo cerca del aparato, concentrándose en las gemas metamórficas, empleando la Fuerza para purificar y refinar los enlaces de sus matrices moleculares.

La mayoría de los Jedi empleaban cristales naturales para los sables láser; cristales de Adegan sobre todo. Casi todos los demás componentes del arma se obtenían con facilidad, ya fueran células energéticas, energizadores de campo, anillos estabilizadores o aperturas de flujo, pero no así los cristales. Debían extraerse en el sistema Adega, en medio de los territorios del Borde Exterior. El no usar materiales naturales implicaba que el proceso de alineación podría llevar mucho más tiempo, ya que el calibrado debía ser perfecto y unos cristales disparejos podrían acabar destruyendo no sólo al sable láser, sino a su creador. El mero hecho de encontrar y alinear los cristales era ya una prueba para un Jedi, pero no así para los Sith. Los oscuros Maestros de la Fuerza preferían crear sus propios cristales sintéticos e igualar sus componentes armónicos dentro del abrumador calor del crisol y llevar así la creación de su arma a un nivel más profundo.

Maul se sentó junto al horno, concentrándose en su odio por los Jedi y expandiendo su control de la Fuerza, empleando ambas cosas para alterar las estructuras moleculares de las cuatro gemas que necesitaba su arma de doble hoja. Fue sencillo decidirse a hacer dos hojas en vez de una. Sólo a un experto se le ocurriría la idea de manejar un arma de doble hoja, y él no iba a ser menos. Lo exigía tanto la gloria de los Sith como su Maestro.

Ni siquiera las paredes de ferrocreto comprimido de la cámara presurizada podían contener por completo la intensa temperatura necesaria para la formación de los cristales. Pasó una hora tras otra bañado en el acuciante calor, pero su control no titubeó, y el dolor no alteró su concentración. Incontables capas de cristal se superpusieron unas a otras, alineándose y perfeccionándose. Necesitó días, días sin comida ni agua ni sueño, pero finalmente sintió que estaba lista. Entonces desactivó el horno y lo abrió. Allí, reposando en los moldes del crisol estaban sus cuatro cristales perfectos.

Maul sonrió a la oscuridad. Sí, había sido un buen recuerdo, algo que le recordaba sus poderes y que confirmaba su eventual e inevitable triunfo. Una peculiar sucesión de acontecimientos había frustrado sus planes presentes, pero eso no tardaría en cambiar.

Ya había vuelto al conducto de transporte. Delante de él podía ver el resplandor de luz proveniente de arriba, de donde cortó la reja de ventilación. Usó la Fuerza para saltar hacia arriba, elevándose varios cuerpos, proyectándose a través de la abertura. Cerca había un vagabundo humano tumbado en la calle, en poder de algún delirio narcótico. Éste vio cómo el Sith se alzaba desde las profundidades, se estremeció por la sorpresa y se desmayó en el momento que las botas del Sith tocaban el pavimento.

— o O o —

Los restos del aerocoche del Jedi twi’lek y los cascotes de la cornisa seguían bloqueando parcialmente las calles. El Señor Sith meditó sobre la mejor manera de atrapar a su presa. Sería muy fácil localizarla, una vez reencontrara su rastro. Lo malo era que de ese modo seguiría yendo detrás de ellos, y ya llevaba demasiado tiempo haciéndolo. Era preferible adelantarse a ellos y esperarlos.

Recordó el método que había usado para localizar al neimoidiano. Puede que la red de cámaras planetarias volviera a serle útil; podría ahorrarse tiempo de rastreo e ir directamente hasta ellos si encontraba el lugar donde se había visto a los humanos por última vez.

Pero para ello necesitaba una terminal de datos, y no había ninguna a mano en esa jungla urbana. Se acordó de algo que Lord Sidious le había dicho una vez: «Cada solución implica dos problemas».

Meditó un momento en ello, antes de activar su comunicador de muñeca y su monitor de holopantalla. Conectó con el
Infiltrador
, accedió a su ordenador principal y empleó eso para entrar en la base de datos del puerto, saltándose las habituales pantallas de navegación, y localizó un menú que proporcionaba acceso a otras redes. La contraseña de su Maestro volvió a abrirle puertas cerradas, y pocos segundos después tenía varias fuentes de datos a su disposición.

La primera era un holomapa de esa parte del Pasillo Carmesí. Maul localizó su posición actual y conectó con los últimos vectores conocidos en busca del androide y los humanos.

El banco de datos planetario le proporcionó la información que buscaba. Como sospechaba, se dirigían al Templo Jedi, usando el posicionador global del androide para guiarse. Por fortuna, aún les quedaba mucho camino, y no sólo en dirección al Templo, sino también ascendiendo por los niveles. Buscó en el mapa el nivel de la calle y localizó posibles salidas de los pasajes subterráneos que podían haber empleado.

A continuación conectó con la red de seguridad de Coruscant y solicitó un listado de las cámaras de vigilancia situadas junto a esas salidas. Miró a toda velocidad las centenares de imágenes de los últimos minutos, sin encontrar nada que pudiera ayudarlo. Dejó el enlace abierto y pasó a buscar crímenes recientes cometidos en la zona. Como era de esperar, aparecieron cientos de incidentes cometidos en las últimas horas en el Pasillo Carmesí: peleas callejeras, robos y demás delitos comunes. Al pasar notó una rareza: se buscaba a un androide por cometer una estafa contra el sistema bancario. Pero no encontró nada en las zonas de búsqueda que pudiera servirle.

Y necesitaba un transporte para poder acercarse a las zonas de búsqueda. Meditó en el problema.

Mientras lo hacía, su comunicador brilló anunciándole un mensaje. Sintió una punzada de preocupación. Sólo podía ser su Maestro. La idea de no contestarle ni se le pasó por la mente. Pasó al módulo de comunicaciones seguras, filtró la conexión por su red de seguridad y esperó a que las lecturas confirmasen la señal de recepción.

La voz de Sidious resonó sobre el comunicador.

—El tiempo apremia, aprendiz. ¿Cuál es el estado de tu actual encargo?

—He conseguido el holocrón, Maestro. Lo conservo para que lo inspecciones. He tenido… un contratiempo a la hora de encontrar al humano que habló con el neimoidiano, pero ya lo tengo a mi alcance. No le fallaré.

Darth Sidious guardó silencio por un momento antes de replicar.

—Procura que sea así. Llámame una vez haya muerto y te instruiré sobre cómo entregarme el holocrón. Ten mucho cuidado de no revelar nuestra presencia. Aún no es el momento.

—Sí, Maestro.

Darth Maul se dirigió al claro donde se había estrellado el aerocoche. Era un buen lugar para intentar hacer lo que planeaba. Buscó con sus sentidos. No había señales de ningún Jedi cerca.

Escondió su poder con precaución, envolviéndolo en la Fuerza para que no lo notara algún posible Jedi cercano. Era lógico pensar que el Templo investigaría el siniestro de uno de sus vehículos, y quería conservar el anonimato. No dudaba de que podría derrotar a cualquier Jedi vivo, pero había muchos en la capital de la República, y ni él era lo bastante imprudente como para intentar vencerlos a todos a la vez. Los acontecimientos podían complicarse mucho más si había algún Jedi investigando.

La misión había acabado siendo mucho más interesante de lo que había supuesto.

Volvió a las sombras situadas al otro lado de donde estaba el aerocoche estrellado y volvió a acceder a la red de seguridad planetaria, empleando el mismo sistema de antes. Pocos taxis querrían bajar al Pasillo Carmesí, y ni siquiera las fuerzas de seguridad lo hacían sin tener un buen motivo para ello. Y ese motivo podía proporcionarlo él.

En vez de activar el menú, escaneó las rutas actuales de patrulla de ese barrio de la ciudad. Encima de él, a varios kilómetros de distancia, había una pareja de agentes patrullando en motojet. Tomó nota de su designación y accedió a la lista de espera de llamadas de emergencia. Introdujo los datos directamente en el ordenador de llamadas. Un examen posterior revelaría que su llamada era falsa, carente de un registro de comunicador, pero de momento le serviría.

El cebo que eligió fue el delito bancario del androide. La policía no acudiría a una llamada peligrosa en la zona, pero puede que se preocupase más por un delito de guante blanco llevado a cabo por el sirviente mecánico de alguien. Era la mejor celada que se le ocurría con tan poco tiempo.

Una vez puesto el cebo, el aprendiz Sith esperó a ver lo que pescaba. No tuvo que esperar mucho tiempo. A los pocos minutos de introducir los datos en la red de seguridad, dos motojet de la policía descendían de los niveles superiores, con sus luces estroboscópicas girando continuamente. Darth Maul se preparó para actuar, desde las sombras donde estaba agazapado.

Se detuvo de golpe. Al filo de sus percepciones había otra cosa. Acudió en su busca, proyectando dentados zarcillos de la Fuerza para descubrir lo que aún no podía ver. Y entonces, justo cuando su sonda mental llegaba hasta aquello, apareció ante sus ojos, flotando por encima del lugar del accidente.

Era una PCBU, una unidad de apoyo pilotada por androides. La PCBU se había creado por las numerosas muertes de agentes de policía que habían tenido lugar en el Pasillo Carmesí a lo largo de los años. Tenía dos cañones láser giratorios montados en la parte superior e inferior de la unidad, así como todo tipo de sensores, escáneres y disruptores. Maul observó cómo se acercaba. No esperaba la llegada de un vehículo tan fuertemente armado, pero eso sólo retrasaba ligeramente sus planes.

Esperó a que la unidad pasara ante él siguiendo a las dos motojet. Se aferró a la Fuerza y la usó para propulsarse en el aire y aterrizar en el techo de la PCBU. Encendió el sable láser apenas tocó la superficie de la nave con los pies, y separó con él el cañón de su montura, girando luego la doble hoja y clavándola en la cabina de acero transparente y en el piloto androide. La PCBU empezó a descender, haciéndose cargo el piloto automático de la nave, ya que el androide estaba desactivado.

En las motojet, los policías de patrulla, o bien habían notado el descenso de la nave o bien el piloto del PCBU tuvo tiempo de enviar una señal, pero el caso es que giraron las deslizadoras y volaron hacia él.

Excelente.

Una motojet iba más adelantada que la otra. Maul desactivó una de las hojas de su sable láser y lo lanzó como si fuera una jabalina contra el primero de los deslizadores que se acercaban. Atravesó el pecho acorazado del agente. Al mismo tiempo, el Sith saltó desde el PCBU hacia el otro agente.

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