Darth Maul. El cazador en las tinieblas (27 page)

Read Darth Maul. El cazador en las tinieblas Online

Authors: Michael Reaves

Tags: #Ciencia Ficción

Cuando aterrizó en la deslizadora, lo hizo con el sable láser en la mano, recuperado gracias a un tentáculo de la Fuerza. El segundo agente de policía moría unos instantes después, y Darth Maul había conseguido su vehículo. Al no haber testigos, había pocas posibilidades de que alguien sospechase que se había utilizado la Fuerza, y toda la operación había tenido lugar con tanta rapidez que ninguno de los dos agentes había tenido tiempo de enviar una señal de alarma.

Ascendió de inmediato en una de las motojet, dirigiéndose a los niveles superiores para adelantarse a su presa. Graduó la deslizadora en una espiral vertical y volvió a usar el comunicador de muñeca. Siguió sin notar nada inusual en la zona, pero una de las cámaras parecía captar una zona inusualmente desprovista de tráfico. Había algo allí…

Darth Maul volvió a pasar la escena a cámara lenta. Sí, allí había algo. Volvió a pasar la película de la cámara de seguridad, ralentizándola más aún. Nada, nada… y, de pronto, allí estaba.

No había ninguna duda de que se trataba de su objetivo: el vendedor de información llamado Lorn Pavan.

El Sith examinó la hora del dato. La imagen se había grabado apenas veinte minutos antes. Aceleró la deslizadora hacia la dirección indicada en la pantalla.

Ya los tenía.

Capítulo 29

C
uando llegaron al callejón, Lorn pinchó al líder de los raptores en la espalda con la pistola láser.

—Un momento —dijo, volviéndose hacia I-Cinco y Darsha—. ¿Hay algún aviso del equipo de ciencia y brujerías? Y no vuelvas a quejarte del equipo de sensores barato que te instalé.

—Bueno, era
menos caro
que el Mark Diez.

—Pero bastante más caro que las otras cinco opciones. Mucho más caro.

Mientras hablaba, miró a la padawan con la intención de preguntarle si captaba algo por la longitud de banda de la Fuerza, y se sorprendió al verla sonreír. Y lo que le sorprendió aún más, le desconcertó más bien, fue la manera en que él mismo reaccionó a esa sonrisa.

Le gustaba eso.

Le gustaba ella.

Eso era malo.

Sabía que pronto tendría que separarse de ella. Que de ninguna manera la acompañaría al Templo. Podía ser atractiva, pero ya había estado antes con mujeres atractivas, y muchas veces desde que le dejó Siena. Desde luego sus intereses no iban en esa dirección. Era mejor cortar ya con eso, enseguida y cuanto antes. Levantar los escudos, asegurar las escotillas de aire, atrancar las puertas.

Pero, en vez de eso, Lorn se dio cuenta horrorizado de que le devolvía la sonrisa.

— o O o —

Darsha disfrutaba de la discusión que tenían Lorn e I-Cinco a medida que caminaban hacia el callejón. Resultaba evidente que se apreciaban tanto como lo harían dos amigos, dos iguales. Era algo inusual, pero al mismo tiempo muy natural.

Ella había tenido muy pocas oportunidades de establecer ese tipo de lazo afectivo. Los Jedi no desanimaban la amistad, claro, pero la intensidad de sus estudios y el tiempo que requerían dificultaban establecer algo más que amistades casuales con los demás padawan. Probablemente, lo más parecido a un amigo que había tenido en el Templo, exceptuando a su Maestro, había sido Obi-Wan Kenobi, y se habría considerado afortunada de poder hablar con él más de una vez por semana.

Mientras escuchaba a Lorn e I-Cinco, mantenía los sentidos alertas a cualquier peligro potencial que pudiera acecharles por delante o por detrás. El único problema en potencia era Pelo Verde, ya que el raptor rebosaba de odio por haber sido capturado tan fácilmente y verse obligado a conducir a sus enemigos al camino secreto de su banda hasta los niveles superiores. Exigía ser vigilado muy de cerca, pero tanto el androide como el corelliano parecían tener la situación controlada.

No sintió ninguna señal del Sith detrás de ellos, lo cual significaba que o bien habían conseguido escapar finalmente de él o que aún le faltaba mucho para poder permanecer de manera constante en la Fuerza. Antes, cuando lucharon con los raptores, había establecido una comunicación completa con ella, con todos sus sentidos aguzados y afilados, tal y como había sucedido con el taozin. Pero aún no había llegado al punto en que podía estar constantemente en ella. Aún le quedaban muchos años para ser tan buena como lo fue el Maestro Bondara de manera tan constante.

Lorn discutía con I-Cinco sobre los sensores de éste. Darsha buscó con la Fuerza, sintiendo sólo las mínimas vibraciones que emitía la vida animal del callejón, como las cucarachas araña, las ratas blindadas y ese tipo de criaturas. Nada que pudiera suponer una amenaza.

«…bastante más que las otras cinco opciones. Mucho más caro», le decía Lorn al androide. Él la miró al terminar la frase. Ella le sonrió y se sorprendió mucho al sentir en lo más hondo la sonrisa con que le correspondía. ¿Sería posible que se sintiera atraído por ella? Desde luego, en ese momento, no sentía ninguna hostilidad en él, lo cual distaba mucho de la actitud que demostró en su primer encuentro.

Le tentaba sondear sus emociones, usar la Fuerza a un nivel empático y ver si acertaba, pero aplacó ese deseo apenas lo tuvo. Sería aprovecharse injustamente de su ventaja. Además, se daba cuenta de que no necesitaba usar la Fuerza. La atracción era evidente con sólo mirarle.

Qué interesante.

Lo cual suscitaba una pregunta: ¿cómo se sentía ella ante esa situación?

Lorn apartó bruscamente la mirada y Darsha se dio cuenta de que estaba incómodo, inseguro de cómo asumir la nueva dinámica suscitada entre ellos. De él brotó un profundo sentimiento de culpa, y ella no lo supo por haberlo sondeado; habría tenido que ser ciega a la Fuerza para no notarlo. Desde luego, comprendía el origen de esa culpa. Tenía que haberle impactado mucho el descubrirse atraído por un Jedi tras haberse pasado años odiándolos.

Ése no era ni el momento ni el lugar para explorar ese dilema, se dijo. Con algo de suerte, tendrían oportunidad de hacerlo más adelante. Decidió que, por el momento, era preferible salvar las apariencias, tanto las suyas como las de él.

—Por si sirve de algo, no siento formas de vida importantes en el callejón —le dijo.

Lorn asintió, sin dejar de mirar al frente, y volvió a clavar la pistola en la espalda del raptor.

—Bueno, asesino, ve tú delante.

Algo desconcertada, pensando todavía en el hecho de haber notado la atracción que sentía por ella, casi no notó el repentino estallido de rabia del raptor. Le recordó que ni mucho menos estaban ya fuera de peligro.

— o O o —

Lorn siguió a Pelo Verde hasta el callejón, pensando todavía en el intercambio sin palabras que acababa de tener lugar entre Darsha y él. ¿Habría sentido ella de alguna manera lo que él pensaba, usando la Fuerza para espiar sus emociones? Esperaba que no. Pero, afrontémoslo, se dijo, es una Jedi. Y desde luego tenía capacidad para hacerlo. La experiencia le decía que la gente que tiene una habilidad tiende a hacer uso de ella.

Intentó sentirse furioso, sentirse invadido por los actos de ella, pero lo único que sintió fue curiosidad, curiosidad por si ella también experimentaba alguna atracción por su parte. Y eso le resultó más preocupante aún que la invasión de su intimidad.

I-Cinco interrumpió sus cavilaciones.

—Coincido con la padawan Assant en lo que a formas de vida se refiere, pero quizá te interese saber que hay dos relés energéticos activos en los próximos quince metros de…

—¡Lorn, cuidado! ¡Va a intentar algo! —gritó Darsha detrás de él.

Y así era. El raptor se lanzó hacia un montón de basura situado bajo un saledizo a la izquierda del callejón. Lorn saltó tras él, intentando ver lo que Pelo Verde intentaba coger bajo la basura. Pero él llegó primero al montón, golpeando con la palma de la mano un panel activador amarillo. Lorn ya había visto antes lectores así; sólo podían ser utilizados cuando los tocaba alguien con la pauta identificadora correcta. La pauta podía ser el ADN del usuario, un chip subcutáneo o una decoración de la piel como un tatuaje. Fuera cual fuera la forma de activarlo, Lorn sabía que si no actuaba deprisa, acabaría descubriendo para qué servía el interruptor.

Cogió al muchacho por la muñeca y le retorció el brazo poniéndoselo en la espalda. El raptor profirió un grito y Lorn le cogió también el otro brazo. Arrastró al forcejeante joven hasta donde estaban Darsha e I-Cinco.

—¿Tenéis algo que podamos usar para inmovilizarlo?

—Qué buena idea —dijo el androide, entregándole un trozo de cuerda que había encontrado en la basura—. Lástima que no se te ocurriera antes de que estuviera a punto de vaporizarnos.

Lorn le ató las muñecas a su prisionero y le dio la vuelta para mirarle a la cara.

—A ver, ¿para qué es el interruptor?

Su prisionero se limitó a mirarle, con la boca cerrada en gesto retador.

—He reseguido el circuito hasta una fuente de energía en lo alto de la red del callejón —dijo I-Cinco—. A esa altura.

El androide señaló a una oxidada rejilla de ventilación situada a unos tres metros por encima del grupo. De pronto, la punta de su dedo se deformó, abriéndose en abanico. Un rayo fue disparado cuatro veces, cuatro hilos de luz rubí golpeando cada esquina de la rejilla. Lorn olió el regusto a metal vaporizado que predominó débilmente sobre los aromas orgánicos podridos que llenaban el callejón.

La tapa de la rejilla cayó, golpeando sonoramente el suelo, y pudo ver por el agujero el extremo de un láser montado sobre un trípode. Sin duda estaba motorizado y programado para disparar contra todo el que no estuviera junto al panel activador.

Eso sí que habría sido una sorpresa desagradable.

Lorn negó con la cabeza y miró a Darsha.

—Se me ha ocurrido algo. Igual deberíamos probar alguno de esos trucos mentales tuyos que querías usar antes.

Darsha le miró con gesto cansado antes de concentrar su atención en Pelo Verde.

—Nos mostrarás el camino a los niveles superiores, sin más trucos —le dijo, haciendo un sutil gesto con la mano.

Fascinado, Lorn miró cómo los ojos del raptor se desenfocaban y repetía las palabras de la padawan.

—Os mostraré el camino a los niveles superiores, sin más trucos.

Resultaba escalofriante la facilidad con que ella controlaba al muchacho, y Lorn se sorprendió preguntándose, y no por primera vez, si podría hacerle lo mismo a él.

—Es por ahí —dijo monótonamente el prisionero, señalando al final del oscuro callejón.

Lorn miró a Darsha. Ésta asintió y Lorn caminó delante.

— o O o —

Darsha no podía creer que no hubiera sentido los relés. Se había concentrado tanto en buscar enemigos vivos que no se le había ocurrido buscarlos en artefactos mecánicos. Tenía que asegurarse de que eso no volvía a pasar.

Envió sus sentidos a explorar por delante de ella, buscando signos vivos y no vivos. A la vuelta de la esquina había una cámara de seguridad. Lorn dobló la esquina antes de que pudiera avisarlo, pero no importaba, ya que ella se ocupó de la cámara. Necesitaba algo más de concentración para poder derrotar a un aparato mecánico, pero eso entraba dentro de sus habilidades. Se limitó a atascar el control de apertura de las lentes.

El raptor, I-Cinco y ella no tardaron en alcanzar a Lorn. Estaba mirando a la cámara de seguridad.

—No te preocupes —dijo ella—. La he anulado.

—¿Funcionaba? —preguntó él, mirándola. Pensaba que era una cámara falsa, puesta para disuadir a los posibles perseguidores.

—Recordarás que había dos relés activos —repuso I-Cinco.

Lorn le miró, se encogió de hombros y asintió en dirección a Darsha con gesto de agradecimiento. El gesto le salió de forma espontánea y natural. Le costaba creer que menos de un día antes le había guardado rencor por salvarle la vida.

Continuaron andando. Pelo Verde les llevó por un camino que era laberíntico hasta para la media de Coruscant, por oscuros callejones y rutas de transporte que se habían vuelto vermicularmente complejas con el devenir de los siglos. A veces el camino era tan estrecho y la oscuridad tan completa que les costaba creer que habían vuelto a la superficie. Darsha mantuvo los sentidos aguzados, pero no se encontraron con nadie, aparte del mendigo ocasional escondido en rincones oscuros. Diez minutos después llegaron hasta un gran tubo redondo que identificaron como un conducto termal. Lo rodeaban ajados letreros que advertían sobre sus peligros en los diferentes lenguajes de la República, así como en pictogramas universales.

Pelo Verde señaló una escotilla de acceso en un lateral de la tubería.

—Por allí.

— o O o —

Lorn observó la escotilla, antes de mirar nuevamente a su prisionero.

—¿Seguro que el hechizo que le has puesto funciona todavía? —preguntó a Darsha.

—No miente —aseguró la aspirante a Jedi—. Cree que ésta es la ruta. Si no delira, éste es el camino que toman para subir a los otros niveles.

I-Cinco golpeó la tubería. Sonó a hueca.

—Mis sensores no pueden atravesar su aislamiento, pero puede ser segura.

—Bien —dijo Lorn—. Pues ábrela tú.

—Vivo para servir —dijo el androide con sarcasmo, agarrando la rueda de acceso.

La movió con facilidad y abrió la escotilla. Por ella no salió ninguna nube de ardiente vapor, y el androide miró dentro.

—Parece subir al menos diez niveles. Hay una escalerilla dentro. ¿Estáis preparados?

Lorn miró a Darsha. Pelo Verde esperaba plácidamente ante ellos.

—¿Nos llevamos al último grito en moda o le dejamos aquí abajo? —le preguntó a ella.

Ésta miró al prisionero.

—¿Hay alguna trampa o código que necesitemos saber para poder salir del tubo?

—Sólo el código de acceso a la puerta del otro extremo. Uno, uno, tres, cuatro, cero —respondió el raptor.

—Déjale aquí —repuso la padawan mirando a Lorn.

Éste asintió y desató a su cautivo. Darsha posó una mano en el hombro del joven y volvió a hablarle.

—Te olvidarás de nosotros.

—Me olvidaré de vosotros.

—Puedes irte. Si te amenaza algún peligro, recuperarás de inmediato tus sentidos. Si no es así, no volverás a la normalidad hasta dentro de una hora. Vete y… córtate el pelo —añadió cuando él se volvía para irse.

Pelo Verde asintió y se alejó, todavía en el sopor inducido por la Jedi. Lorn no pudo evitar volver a sonreír a la padawan. No estaba mal, nada mal. Miró a I-Cinco y vio que el androide le observaba, su expresión neutra menos inexpresiva de lo habitual. Lorn se aclaró la garganta y empujó al androide al interior de la tubería. No le apetecía nada tener que subir diez pisos de escaleras.

Other books

What the Waves Bring by Barbara Delinsky
The Hourglass Door by Lisa Mangum
Rogues and Ripped Bodices by Samantha Holt
Fight For You by Kayla Bain-Vrba
Two Little Lies by Liz Carlyle
Traitor by Julia Sykes