Destino (31 page)

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Authors: Alyson Noel

Tags: #Infantil y juvenil, Romántico

—Pero yo sigo creyendo que esta vida está mal desde el punto de vista cósmico. Y, aunque nos tomemos el antídoto, surgirá algún otro imprevisto que nos mantendrá separados. La única manera auténtica de cumplir nuestro destino, de estar juntos para siempre, es que anulemos nuestra inmortalidad. Comer el fruto —digo, con la vista clavada en nuestros pies, mirando su coche oscuro y brillante, mirando la puerta, que no tardará en cerrarse, oyendo el último timbre justo cuando lo miro a los ojos—. Damen, ahora podemos hacerlo. He encontrado el árbol. Es real.

No reacciona, no se mueve, no se inmuta.

—Viajé hasta allí. Lo vi por mí misma. Escalé su enorme tronco, me balanceé colgada de sus larguísimas ramas… —Hago una pausa para asegurarme de que me presta toda su atención antes de seguir—: Cogí su fruto.

Mi mirada permanece clavada en la de él, pero sigue sin pasar nada. No da indicación alguna de haberme oído.

—Por eso estuve fuera tanto tiempo. Fue un viaje largo, arduo, peligroso, solitario, aterrador y, sin embargo, completamente maravilloso. Pasé por una sucesión precipitada de estaciones para llegar hasta allí, atravesé un invierno tan brutal que estaba segura de que me quedaría congelada, me cayó tanta lluvia encima que estaba segura de que nunca me secaría, y sin embargo, aunque no siempre estuve convencida de que lo conseguiría, lo conseguí. Logré lo que pretendía. Y ahora estoy aquí para decir que no es un mito como tú crees. De hecho, es aún mejor que el mito. ¿Recuerdas que Loto dijo que el árbol fructificaba siempre? Tenía razón. El árbol fructifica, fructifica y fructifica. No hay verdad alguna en el rumor que afirma que produce un fruto cada mil años. Por lo que he experimentado, no hay escasez de ninguna clase, solo abundancia. El Árbol de la Vida es la abundancia misma. Y traje toda una bolsa llena de sus frutos para demostrarlo.

—¿La trajiste? —Su rostro adopta una expresión que resulta imposible interpretar—. ¿Por qué hiciste eso? ¿Por qué no te limitaste a entregársela a Loto y dejar que se encargase ella?

—Porque voy a tomar el relevo de Roman —digo, asintiendo con la cabeza en señal de confirmación. Y ahora que lo he dicho, todo un plan empieza a formarse en mi mente.

Sin embargo, Damen se limita a mirarme sin comprender.

—¿Sabes la fiesta que monta cada siglo y medio? —Contengo una sonrisa, pero no puedo contener mi creciente emoción—. Esta vez voy a organizarla yo. Voy a reunir a la totalidad de los inmortales que ha hecho y a darles a elegir entre la inmortalidad física y la inmortalidad auténtica.

—¿Y si te dicen que no? —pregunta, claramente convencido de que lo harán, ya que él lo ha hecho.

—Pues me dicen que no —contesto, encogiéndome de hombros—. De todos modos, no creo que lo hagan después de que se lo explique y vean los efectos.

Los ojos de Damen se abren de par en par y su rostro empalidece. Tardo un instante en comprender por qué. Ha malinterpretado mis palabras. Ha dado por supuesto que ya lo he probado.

—¿Has…? —empieza, pero me apresuro a descartar la idea con un gesto.

—No —respondo, negando con la cabeza sin dejar de mirarle a los ojos—. Quería esperarte. Quiero que anulemos nuestra inmortalidad juntos. No sé qué haré si te niegas, si escogeré esta vida contigo o una vida mortal yo sola. Sinceramente, no lo sé. Pero confío en que no me obligues a elegir. Confío en que te lo pienses y compartas el fruto conmigo. Es la única manera de que podamos tener el futuro que queremos.

Lo miro con ojos suplicantes. Sin embargo, al encontrar solo tristeza en los suyos, me vuelvo y me dirijo hacia la puerta.

Capítulo treinta y ocho

M
e encuentro ante la gran puerta de hierro que Damen ha abierto con la mente. Veo cómo me hace señas para que me reúna con él al otro lado. Y aunque me siento muy tentada a hacerlo, realmente muy tentada, si voy a comenzar a vivir como todo el mundo voy a tener que hacerlo aquí.

Ahora.

Si voy a comenzar a vivir como todo el mundo tendré que dejar de recurrir a la magia para salir de todos mis apuros.

Niego con la cabeza, paso ante su mirada desconcertada y me dirijo hacia la oficina, donde desato en la secretaria una actividad frenética tan pronto como me aproximo a su mesa y digo:

—Hola, soy Ever Bloom. Estoy en el último curso. Y no solo llego tarde, sino que he faltado los últimos seis meses y me pregunto cómo podría recuperar el tiempo perdido.

Abre los ojos de par en par y me mira de arriba abajo. A continuación señala una silla situada junto a la pared y me dice que me siente y que no me mueva mientras se vuelve, alargando el brazo simultáneamente hacia el ordenador y el teléfono. Se encaja el auricular entre el hombro y la oreja al tiempo que sus dedos aporrean el teclado. Está avisando al director, al subdirector, a mis profesores y a Sabine, que estaba enterada de mi plan y esperaba esta llamada. El destino de mi diploma se decide apenas sin mi intervención, y cuando se menciona mi anterior expulsión estoy segura de que estoy condenada, pero luego, por fortuna, gracias a las afinadas habilidades de negociación de Sabine, me permiten intentar lo que sin duda todos consideran imposible: si en las dos próximas semanas recupero el tiempo perdido, todos y cada uno de los exámenes y todos y cada uno de los trabajos, dejarán que me gradúe.

Seis meses de trabajo abandonado que hay que terminar en solo catorce días a fin de llevar el birrete y la toga junto con mis compañeros de clase. De lo contrario, no podré hacerlo hasta el año que viene en la misma época, si es que puedo entonces.

Con mucho hincapié en el «si».

Está claro que si alguna vez ha habido un momento para la magia, la manifestación y los viajes a los Grandes Templos del Conocimiento, es ahora. Aunque me niego a recurrir a mis poderes, eso no me impide recurrir a mis amigos, incluyendo a unas cuantas personas que ni siquiera sabía que fuesen amigos míos.

Así pues, cuando compañeros de clase con los que apenas he hablado siquiera se ofrecen a prestarme sus apuntes, y cuando Stacia y Honor (animadas por Miles) se ofrecen a ayudarme a ponerme al día en la asignatura de física, estoy tan sorprendida por la oferta que digo que sí. Y, como llevo más de un año evitando toda forma de estudio o deberes, ahora me resulta un poco difícil retomar el hábito.

Por otra parte, en cuanto toco la cubierta de cualquiera de los libros de texto de mi enorme pila, me es imposible no intuir su contenido automáticamente. Puedo controlar mi capacidad de leer la mente: para ello solo tengo que bajar mi escudo psíquico o utilizar mi mando a distancia cuántico. Pero no tengo control alguno sobre la capacidad de introducirme en la conciencia universal que me da intuición. Así que, en lugar de luchar contra esa capacidad, decido aprovecharla para terminar una cantidad inmensa de tareas de lectura que me sería imposible acabar de otro modo. Además, aún tengo que escribir los trabajos, y aún tengo que resolver todas las ecuaciones y memorizar las fórmulas, así que no hago trampas del todo. Aunque reconozco que, al hacer los exámenes que me he perdido, todas las respuestas correctas aparecen de forma automática. Pero, claro, tampoco puedo hacer nada al respecto.

De todas formas, incluso con la ayuda de mis amigos sumada a mis poderes psíquicos, es mucho para tan poco tiempo. Por eso, mientras estoy ocupada con los deberes, Jude y Ava se ofrecen a cumplir con su parte leyendo los viejos diarios de Roman en un intento de localizar a todos los inmortales, los huérfanos a los que Damen convirtió y los que Roman consideró lo bastante dignos para transformarlos a lo largo de los años. Mientras tanto, Romy y Rayne aúnan sus talentos de gemelas confeccionando a mano las invitaciones para la fiesta, que envían por correo a todos los rincones del mundo, al tiempo que Sabine se ocupa de solicitar plaza para mí en diversas universidades, aunque es tan tarde que creo que me veré obligada a tomarme un año sabático. Y probablemente sea para bien, pues llevaba tanto tiempo sin pensar siquiera en tener un futuro normal que no sé por dónde empezar.

Por no mencionar que siempre di por supuesto que, dondequiera que acabase yo, Damen permanecería a mi lado.

Siempre di por supuesto que nos marcharíamos juntos, los dos solos.

Ni una sola vez consideré la posibilidad de acabar yéndome sin él.

Sin embargo, como no lo he visto desde el día en que le dejé de pie junto a la puerta, tengo que reconocer que es una posibilidad real. Evita el instituto. Me evita a mí. Y aunque estoy dispuesta a darle el espacio que cree necesitar, confío en que al final decida unirse a mí.

A pesar de todas las pruebas en contra, confío en que al final tome la decisión adecuada.

Si no lo hace, no sé qué haré. Y tal vez esa incertidumbre sea uno de los motivos que me han llevado a acoger favorablemente el volumen abrumador de deberes. El exceso de trabajo me ha ayudado a olvidar de forma momentánea el hecho terrible e insoslayable de que, si Damen decide no comer el fruto, tendré que hacer una elección imposible. Elegir entre una vida desacertada como inmortal, en la que el universo conspirará para mantenernos separados a cada paso, y una vida sin Damen, que resulta demasiado horrible de contemplar.

Así que, en medio de todo el estudio, las lecturas, los exámenes y las redacciones, casi sin dormir a fin de poder abarcarlo todo, al final me tomo algo de tiempo para visitar Summerland.

En parte porque estoy deseando buscar a Loto para poder decirle cuánto logré, y en parte porque, bueno, también estoy deseando visitarlo mientras aún pueda, mientras sea solo una simple cuestión de visualizar ese velo dorado resplandeciente y atravesarlo hasta el otro lado. Me refiero a que, aunque conozco a muchos mortales que pueden llegar allí, no tengo modo de saber si yo seguiré pudiendo hacerlo una vez que vuelva a convertirme en mortal, así que estoy decidida a disfrutarlo mientras pueda.

Después de pasar unos momentos maravillosos en los vastos y fragantes campos de Summerland en los que aterrizo; después de una visita a los Grandes Templos del Conocimiento, donde me sitúo ante su fachada cambiante y vuelvo a experimentar la emoción de ser admitida en el interior; después de visitar nuestros lugares favoritos —la réplica de Versalles que una vez manifestó Damen expresamente para mí, el campo de tulipanes que rodea el cenador que creó el día que cumplí diecisiete años—; después de regresar al lugar donde la hierba una vez se volvió fango y donde todos los árboles estaban desnudos —la anterior entrada de Shadowland—; después de encontrar el camino hacia la bonita laguna en la que continúan floreciendo centenares de preciosas flores de loto; después de todo eso, cuando sigo sin localizar a Loto, decido meter uno de los sobres de las invitaciones a la fiesta, confeccionadas a mano en rosa y negro, debajo de una gran roca contra la cual la vi apoyada una vez, con la esperanza de que lo encuentre.

A continuación regreso al plano terrestre, me enfrasco en mis estudios y espero.

Espero a tener noticias de Loto.

Espero a que empiecen a llegar las respuestas de todos los demás inmortales.

Espero a tener noticias de Misa, Marco y Rafe.

Espero a ver si dejan que me gradúe.

Espero a ver qué dirección podría tomar mi futuro.

Los días pasan y van llegando pequeñas noticias, aunque no la noticia que quiero.

No sé nada de Damen.

Capítulo treinta y nueve

T
al vez me haya dejado llevar por el entusiasmo.

Tal vez me haya hecho demasiadas ilusiones.

Pero, al final, lamento decir que la graduación es… bueno, un poco decepcionante.

No me malinterpretéis: está bien organizada y se desarrolla a la perfección. De hecho, se parece mucho a lo que se ve en el cine y en la televisión, con todos los birretes, togas, discursos, risas, lágrimas, recuerdos y promesas fervientes de mantener el contacto. Pero, a pesar de que Sabine y Muñoz están sentados entre la multitud y sonríen y saludan cada vez que los miro (e incluso cuando no los miro), a pesar de que Miles, Honor y Stacia (aún me sorprende, aunque empiezo a habituarme) silban, aplauden y me aclaman cuando me toca dirigirme al estrado, no está Haven. No está Damen.

Y esas dos flagrantes ausencias eclipsan todo lo demás.

Por eso, cuando tiro el birrete al aire aprovecho para hacer un poco de magia. Hago que se eleve en el cielo, mucho más alto que el de los demás, y observo cómo traza primero la forma de un tulipán y luego la del símbolo del infinito. Después lo suelto y contemplo cómo desciende en caída libre hasta el suelo.

Me voy abriendo paso como puedo hacia Sabine y Muñoz cuando Stacia me encuentra entre la multitud, me coloca la mano en el brazo y dice:

—Entonces, ¿nos vemos en la fiesta?

Se pasa los dedos por el largo pelo con mechas y me mira a los ojos. Observo su brillante aura amarilla y me sorprende ver que es sincera.

Antes de que pueda responder, llega Honor y dice:

—Hemos pensado ir un poco antes para ayudarte a organizarlo.

Las miro y me pregunto cuándo voy a acostumbrarme a este nuevo aspecto de ellas. A pesar de los esfuerzos que ambas han hecho para ayudarme a llegar a este punto, cada gesto amable que hacen sigue suponiendo una gran sorpresa para mí, y sé que eso no es nada justo. Se están afanando tanto por mejorar que lo mínimo que puedo hacer es permitírselo.

Stacia inclina la cabeza esperando mi respuesta mientras Honor juguetea con el anillo de malaquita de Jude, que gira una y otra vez alrededor del dedo.

—Sois muy amables, pero no hace falta que vengáis. —Asiento con la cabeza y espero que no se lo tomen a mal, pero es que no estoy segura de quererlas allí—. En fin, estoy segura de que tenéis cosas mejores que hacer y fiestas mejores a las que asistir, así que…

—¿Mejores que esta fiesta? ¡Lo dudo mucho! —Stacia me lanza una de sus viejas miradas que significan «¿estás loca?», luego recuerda que ya no hace eso y se apresura a cambiar de cara—. Además, ¡ya tenemos nuestros disfraces y todo! —Le echa un vistazo a Honor, que asiente a su lado—. Después de todo lo que hemos hecho para ayudarte a graduarte, ¡ahora no puedes anular la invitación!

Sus palabras me dejan tan aturdida que la miro boquiabierta, ya que no recuerdo haberlas invitado en ningún momento. Pero, claro, no me he encargado de las invitaciones; se han encargado las gemelas. Tampoco sabía que hubiese disfraces. De hecho, no tengo ni idea de cómo ha ocurrido esto, de cómo se han enterado siquiera, de cómo se ha exagerado tanto. O sea, en principio se suponía que solo sería una pequeña reunión agradable. Solo inmortales. Ignoraba por completo que se hubiese convertido en la madre de todas las fiestas de graduación. El acontecimiento más esperado del año.

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