Read Don Juan Tenorio Online

Authors: José Zorrilla

Tags: #Clásico, Drama, Teatro

Don Juan Tenorio (2 page)

al hombre más principal

permiten sin deshonor

de su linaje, servirse

de un antifaz, y bajo él,

¿quién sabe, hasta descubrirse,

de qué carne es el pastel?

DON GONZALO.—Mejor fuera en aposento

contiguo…

BUTTARELLI.—Ninguno cae

aquí.

DON GONZALO.—Pues entonces trae

el antifaz.

BUTTARELLI.—Al momento.

Escena VI

DON GONZALO.

DON GONZALO.—No cabe en mi corazón

que tal hombre pueda haber,

y no quiero cometer

con él una sinrazón.

Yo mismo indagar prefiero

la verdad… mas, a ser cierta

la apuesta, primero muerta

que esposa suya la quiero.

No hay en la tierra interés

que si la daña me cuadre;

primero seré buen padre,

buen caballero después.

Enlace es de gran ventaja,

mas no quiero que Tenorio

del velo del desposorio

la recorte una mortaja.

Escena VII

DON GONZALO
y
BUTTARELLI,
que trae un antifaz.

BUTTARELLI.—Ya está aquí.

DON GONZALO.—Gracias, patrón;

¿Tardarán mucho en llegar?

BUTTARELLI.—Si vienen, no han de tardar;

cerca de las ocho son.

DON GONZALO.—¿Esa es la hora señalada?

BUTTARELLI.—Cierra el plazo, y es asunto

de perder quien no esté a punto

de la primer campanada.

DON GONZALO.—Quiera Dios que sea una chanza,

y no lo que se murmura.

BUTTARELLI.—No tengo aún por muy segura

de que cumplan, la esperanza;

pero si tanto os importa

lo que ello sea saber,

pues la hora está al caer,

la dilación es ya corta.

DON GONZALO.—Cúbrome, pues, y me siento.

(
Se sienta a una mesa a la derecha, y se pone el antifaz.
)

BUTTARELLI.—(
Aparte.
)

Curioso el viejo me tiene

del misterio con que viene…

y no me quedo contento

hasta saber quién es él.

(
Limpia y trajina, mirándole de reojo.
)

DON GONZALO.—(
Aparte.
)

¡Que un hombre como yo tenga

que esperar aquí, y se avenga

con semejante papel!

En fin, me importa el sosiego

de mi casa, y la ventura

de una hija sencilla y pura,

y no es para echarlo a juego.

Escena VIII

DON GONZALO, BUTTARELLI
y
DON DIEGO,
a la puerta del fondo.

DON DIEGO.—La seña está terminante,

aquí es; bien me han informado;

llego pues.

BUTTARELLI.—¿Otro embozado?

DON DIEGO.—¿Ah de esta casa?

BUTTARELLI.—Adelante.

DON DIEGO.—¿La Hostería del Laurel?

BUTTARELLI.—En ella estáis, caballero.

DON DIEGO.—¿Está en casa el hostelero?

BUTTARELLI.—Estáis hablando con él.

DON DIEGO.—¿Sois vos Buttarelli?

BUTTARELLI.—Yo.

DON DIEGO.—¿Es verdad que hoy tiene aquí

Tenorio una cita?

BUTTARELLI.—Sí.

DON DIEGO.—¿Y ha acudido a ella?

BUTTARELLI.—No.

DON DIEGO.—¿Pero acudirá?

BUTTARELLI.—No sé.

DON DIEGO.—¿Le esperáis vos?

BUTTARELLI.—Por si acaso

venir le place.

DON DIEGO.—En tal caso,

yo también le esperaré.

(
Se sienta al lado opuesto a
DON GONZALO.)

BUTTARELLI.—¿Que os sirva vianda alguna

queréis mientras?

DON DIEGO.—No; tomad.

BUTTARELLI.—¿Excelencia?

DON DIEGO.—Y excusad

conversación importuna.

BUTTARELLI.—Perdonad.

DON DIEGO.—Vais perdonado;

dejadme, pues.

BUTTARELLI.—(
Aparte.
) ¡Jesucristo!

En toda mi vida he visto

hombre más mal humorado.

DON DIEGO.—(
Aparte.
) ¡Que un hombre de mi linaje

descienda a tan ruin mansión!

Pero no hay humillación

a que un padre no se baje

por un hijo. Quiero ver

por mis ojos la verdad,

y el monstruo de liviandad

a quien pude dar el ser.

(BUTTARELLI,
que anda arreglando sus trastos, contempla desde el fondo a
DON GONZALO
y a
DON DIEGO,
que permanecerán embozados y en silencio.
)

BUTTARELLI.—¡Vaya un par de hombres de piedra!

Para éstos sobra mi abasto;

mas, ¡pardiez!, pagan el gasto

que no hacen, y así se medra.

Escena IX

DON GONZALO, DON DIEGO, BUTTARELLI,
el Capitán
CENTELLAS, AVELLANEDA
y dos caballeros.

AVELLANEDA.—Vinieron, y os aseguro

que se efectuará la apuesta.

CENTELLAS.—Entremos, pues. ¿Buttarelli?

BUTTARELLI.—Señor capitán Centellas,

¿vos por aquí?

CENTELLAS.—Sí, Cristófano.

¿Cuándo aquí sin mi presencia

tuvieron lugar las orgias

que han hecho raya en la época?

BUTTARELLI.—Como ha tanto tiempo ya

que no os he visto…

CENTELLAS.—Las guerras

del Emperador a Túnez

me llevaron; mas mi hacienda

me vuelve a traer a Sevilla;

y, según lo que me cuentan,

llego lo más a propósito

para renovar añejas

amistades. Conque apróntanos

luego unas cuantas botellas,

y en tanto que humedecemos

la garganta, verdadera

relación haznos de un lance

sobre el cual hay controversia.

BUTTARELLI.—Todo se andará; mas antes

dejadme ir a la bodega.

VARIOS.—Sí, sí.

Escena X

Dichos, menos
BUTTARELLI.

CENTELLAS.—Sentarse, señores,

y que siga Avellaneda

con la historia de don Luis.

AVELLANEDA.—No hay ya más que decir de ella,

sino que creo imposible

que la de Tenorio sea

más endiablada, y que apuesto

por don Luis.

CENTELLAS.—Acaso pierdas.

Don Juan Tenorio, se sabe

que es la más mala cabeza

del orbe, y no hubo hombre alguno

que aventajarle pudiera

con sólo su inclinación;

conque, ¿qué hará si se empeña?

AVELLANEDA.—Pues yo sé bien que Mejía

las ha hecho tales, que a ciegas

se puede apostar por él.

CENTELLAS.—Pues el capitán Centellas

pone por don Juan Tenorio

cuanto tiene.

AVELLANEDA.—Pues se acepta

por don Luis, que es muy mi amigo.

CENTELLAS.—Pues todo en contra se arriesga;

porque no hay como Tenorio

otro hombre sobre la tierra,

y es proverbial su fortuna

y extremadas sus empresas.

Escena XI

Dichos y
BUTTARELLI,
con botellas.

BUTTARELLI.—Aquí hay Falerno, Borgoña,

Sorrento.

CENTELLAS.—De lo que quieras

sirve, Cristófano, y dinos:

¿Qué hay de cierto en una apuesta,

por don Juan Tenorio ha un año

y don Luis Mejía hecha?

BUTTARELLI.—Señor capitán, no sé

tan a fondo la materia,

que os pueda sacar de dudas;

pero os diré lo que sepa.

VARIOS.—Habla, habla.

BUTTARELLI.—Yo, la verdad,

aunque fue en mi casa mesma

la cuestión entre ambos, como

pusieron tan larga fecha

a su plazo, creí siempre

que nunca a efecto viniera.

Así es que ni aun me acordaba

de tal cosa a la hora de esta.

Mas esta tarde, sería

al anochecer apenas,

entrose aquí un caballero

pidiéndome que le diera

recado con que escribir

una carta, y a sus letras

atento no más, me dio

tiempo a que charla metiera

con un paje que traía

paisano mío, de Génova.

No saqué nada del paje,

que es por Dios muy brava pesca;

mas cuando su amo acababa

la carta, le envió con ella

a quien iba dirigida;

el caballero en mi lengua

me habló, y me pidió noticias

de don Luis; dijo que entera

sabía de ambos la historia,

y tenía la certeza

de que al menos uno de ellos

acudiría a la apuesta.

Yo quise saber más de él;

mas púsome dos monedas

de oro en la mano, diciéndome

[así, como a la deshecha]:

«Y por si acaso los dos

al tiempo aplazado llegan,

ten prevenidas para ambos

tus dos mejores botellas».

Largose sin decir más,

y yo, atento a sus monedas,

les puse en el mismo sitio

donde apostaron, la mesa.

Y vedla allí con dos sillas,

dos copas y dos botellas.

AVELLANEDA.—Pues señor, no hay que dudar;

era don Luis.

CENTELLAS.—Don Juan era.

AVELLANEDA.—¿Tú no le viste la cara?

BUTTARELLI.—Si la traía cubierta

con un antifaz.

CENTELLAS.—Pero, hombre,

¿tú a los dos no los recuerdas?

¿O no sabes distinguir

a las gentes por sus señas

lo mismo que por sus caras?

BUTTARELLI.—Pues confieso mi torpeza;

no lo supe conocer,

y lo procuré de veras.

Pero silencio.

AVELLANEDA.—¿Qué pasa?

BUTTARELLI.—A dar el reloj comienza

los cuartos para las ocho.

(
Dan.
)

CENTELLAS.—Ved, ved la gente que se entra.

AVELLANEDA.—Como que está de este lance

curiosa Sevilla entera.

(
Se oyen dar las ocho; varias personas entran y se reparten en silencio por la escena; al dar la última campanada,
DON JUAN,
con antifaz, se llega a la mesa que ha preparado
BUTTARELLI
en el centro del escenario, y se dispone a ocupar una de las dos sillas que están delante de ella. Inmediatamente después de él, entra
DON LUIS,
también con antifaz, y se dirige a la otra. Todos los miran.
)

Escena XII

DON DIEGO, DON GONZALO, DON JUAN, DON LUIS, BUTTARELLI, CENTELLAS, AVELLANEDA,
caballeros, curiosos y enmascarados.

AVELLANEDA.—(
A
CENTELLAS
por
DON JUAN.) Verás aquél, si ellos vienen,

qué buen chasco que se lleva.

CENTELLAS.—(
A
AVELLANEDA
por
DON LUIS.) Pues allí va otro a ocupar

la otra silla; ¡uf! aquí es ella.

DON JUAN.—(
A
DON LUIS.)

Esa silla está comprada,

hidalgo.

DON LUIS.—(
A
DON JUAN.)

Lo mismo digo,

hidalgo; para un amigo

tengo yo esotra pagada.

DON JUAN.—Que ésta es mía haré notorio.

DON LUIS.—Y yo también que ésta es mía.

DON JUAN.—Luego sois don Luis Mejía.

DON LUIS.—Seréis, pues, don Juan Tenorio.

DON JUAN.—Puede ser.

DON LUIS.—Vos lo decís.

DON JUAN.—¿No os fiáis?

DON LUIS.—No.

DON JUAN.—Yo tampoco.

DON LUIS.—Pues no hagamos más el coco.

DON JUAN.—Yo soy don Juan. (
Quitándose la máscara.
)

DON LUIS.—(
Haciendo lo mismo.
) Yo don Luis.

(
Se sientan. El Capitán
CENTELLAS, AVELLANEDA, BUTTARELLI
y algunos otros se van a ellos y les saludan, abrazan y dan la mano, y hacen otras semejantes muestras de cariño y amistad.
DON JUAN y DON LUIS
las aceptan cortésmente.
)

CENTELLAS.—¡Don Juan!

AVELLANEDA.—¡Don Luis!

DON JUAN.—¡Caballeros!

DON LUIS.—¡Oh, amigos! ¿Qué dicha es ésta?

AVELLANEDA.—Sabíamos vuestra apuesta

y hemos acudido a veros.

DON LUIS.—Don Juan y yo tal bondad

en mucho os agradecemos.

DON JUAN.—El tiempo no malgastemos,

Don Luis.

(
A los otros.
) Sillas arrimad.

(
A los que están lejos.
) Caballeros, yo supongo

que a ustedes también aquí

les trae la apuesta, y por mí,

a antojo tal no me opongo.

DON LUIS.—Ni yo; que aunque nada más

Fue el empeño entre los dos,

no ha de decirse, por Dios,

que me avergonzó jamás.

DON JUAN.—Ni a mí, que el orbe es testigo

de que hipócrita no soy,

pues por doquiera que voy

va el escándalo conmigo.

DON LUIS.—¡Eh! ¿Y esos dos no se llegan

a escuchar? Vos. (
Por
DON DIEGO
y
DON GONZALO.)

DON DIEGO.—Yo estoy bien.

DON LUIS.—¿Y vos?

DON GONZALO.—De aquí oigo también.

DON LUIS.—Razón tendrán si se niegan.

(
Se sientan todos alrededor de la mesa en que están
DON LUIS Mejía
y
DON JUAN
Tenorio.
)

DON JUAN.—¿Estamos listos?

DON LUIS.—Estamos.

DON JUAN.—Como quien somos cumplimos.

DON LUIS.—Veamos, pues, lo que hicimos.

DON JUAN.—Bebamos antes.

DON LUIS.—Bebamos.

(
Lo hacen
.)

DON JUAN.—La apuesta fue…

DON LUIS.—Porque un día

dije que en España entera

no habría nadie que hiciera

lo que hiciera Luis Mejía.

DON JUAN.—Y siendo contradictorio

al vuestro mi parecer,

yo os dije: «Nadie ha de hacer

lo que hará don Juan Tenorio».

¿No es así?

DON LUIS.—Sin duda alguna;

y vinimos a apostar

quién de ambos sabría obrar

peor, con mejor fortuna,

en el término de un año;

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