El Arca de la Redención (75 page)

Read El Arca de la Redención Online

Authors: Alastair Reynolds

Tags: #Ciencia Ficción

Pareció funcionar. Pasó una semana, y luego otra, y luego las explosiones más pequeñas de los haces de partículas cesaron. Solo quedó el destello ocasional y mucho más lejano de un descortezador. Seguía vigilándolo, pero por ahora había abandonado la idea de acabar con él con algo tan sencillo como un haz de partículas.

Clavain siguió alerta y nervioso. Conocía a Skade.

No se daría por vencida con tanta facilidad.

Tenía razón. Dos meses más tarde, una quinta parte del ejército estaba muerta, y había muchos más heridos y con posibilidades de morir durante las semanas siguientes. La primera insinuación de problemas había sido de lo más inocua: un diminuto cambio en la pauta de luz que detectaban en la Sombra Nocturna. Parecía imposible que un cambio tan insignificante pudiera tener algún impacto en su propia nave, pero Clavain sabía que Skade no haría nada sin tener una razón excelente. Así que una vez que se verificó el cambio y se demostró que era deliberado, reunió a su tripulación de mayor grado en el puente de la abrazadora lumínica robada.

La nave, a la que Escorpio la había llamado Luz del Zodíaco por alguna extraña razón, era una abrazadora lumínica comercial típica, fabricada más de doscientos años antes. Desde entonces, la nave había experimentado varios ciclos de reparaciones y nuevos diseños, pero el núcleo no había sufrido grandes cambios. Con cuatro kilómetros de longitud, la abrazadora lumínica era mucho más grande que la Sombra Nocturna, con un casco ahuecado por cavernosas zonas de carga lo bastante grandes para tragarse una flotilla de naves espaciales de tamaño medio. El casco en sí tenía una forma más o menos cónica que se afilaba hacia una proa con forma de aguja en la dirección del vuelo, y una cola más roma en la popa. Había dos motores interestelares acoplados al casco a través de vergas rebordeadas que salían del punto más ancho del cono. Los motores estaban recubiertos por doscientos años de secreciones posteriores, pero la forma básica de la tecnología combinada era evidente bajo las capas de crecimiento. El resto del casco tenía la suavidad oscura del mármol mojado, salvo por la proa, que estaba revestida por una matriz de hielo ablativo cosido con filamentos hiperdiamantinos. Como H había dicho, la nave en sí estaba bastante sana, eran los métodos comerciales de la tripulación anterior lo que los había hecho insolventes. El ejército de cerdos, entrenados para no dañar nada irremplazable, había conseguido minimizar el daño durante la captura.

El puente estaba a un tercio del camino de proa, a uno coma treinta y cinco kilómetros de distancia vertical cuando la nave estaba acelerando. La mayor parte de la tecnología de su interior, de hecho, la mayor parte de la tecnología que había a bordo de la nave, era antigua, tanto al tacto como en su función. Nada de ello sorprendió a Clavain; los ultras eran famosos por su conservadurismo, y era precisamente porque no habían adoptado la nanotecnología a gran nivel por lo que seguían teniendo un papel en esos tiempos posteriores a la plaga. Había fábricas generales en el vientre de la nave que ahora se dedicaban a la producción de armas a tiempo completo, no se podía perder capacidad en la mejora del material y la infraestructura de la Luz del Zodíaco. A Clavain no le había llevado demasiado tiempo acostumbrarse al ambiente de museo de la enorme y antigua nave; sabía que esa robustez les haría un buen servicio en cualquier batalla contra la triunviro Volyova.

El puente en sí era una cámara esférica dentro de una estructura de cardán que le permitía girar según lo que hiciera la nave, propulsarse o rotar. Las paredes estaban acolchadas con sistemas de proyección que mostraban vistas exteriores de la nave capturadas por zánganos, representaciones tácticas del volumen inmediato de espacio y simulaciones de varias estrategias de acercamiento para la llegada al sistema de Resurgam. Otras partes de las paredes estaban llenas de textos que se desplazaban, escritos con la anticuada letra norte, una letanía constante de averías de la nave y de los sistemas automáticos que se disparaban para arreglarlos.

Había un estrado rodeado de una barandilla. Estaba hecho de metal rojo y tenía forma de parrilla. Albergaba asientos, pantallas y sistemas de control. El estrado podía alojar unas veinte personas antes de resultar incómodo; Clavain supuso que en ese momento estaba casi al límite de su capacidad. Escorpio estaba allí, por supuesto, con Lasher, Sombra, Sangre y Cruz: tres de sus cerdos adjuntos y una mujer humana con un solo ojo procedente del mismo mundo del hampa. Antoinette Bax y Xavier Liu, mugrientos tras abandonar a toda prisa unas reparaciones, se sentaban cerca de la parte de atrás, y el resto del estrado estaba ocupado por una amplia mezcla de cerdos y humanos de referencia, muchos de los cuales habían salido directamente de sus empleos del
Cháteau
. Eran expertos en la tecnología que H había reconstruido y, al igual que Escorpio y sus colegas, estaban convencidos de que les iría mucho mejor uniéndose a la expedición de Clavain que quedándose en Ciudad Abismo o en el Cinturón Oxidado. Hasta Pauline Sukhoi estaba allí, lista para volver al trabajo que había destrozado su realidad personal. A Clavain le parecía una mujer que acababa de salir entre tropezones de una casa encantada.

—Se ha producido una novedad —dijo Clavain cuando tuvo su atención—. No sé muy bien qué pensar de ella.

Un tanque de visualización cilíndrico, un anticuado sistema de imágenes, aguardaba en medio del estrado. El interior del tanque contenía una única hoja transparente de perfil helicoidal que se podía hacer rotar a gran velocidad. Unos rayos láser de colores enterrados en la base del tanque lanzaban haces de luz hacia arriba, donde los interceptaba la superficie móvil de la hoja.

Un cuadrado plano y perfecto de luz aparecía en el tanque e iba rotando poco a poco, para aparecer ante todos los que se encontraban en el puente.

—Esto es una imagen bidimensional del cielo que tenemos por delante —dijo Clavain—. Ya hay fuertes efectos relativistas: las estrellas han salido de sus posiciones habituales y sus espectros han hecho un corrimiento al azul. Las estrellas calientes parecen más apagadas, puesto que ya estaban emitiendo la mayor parte de su flujo en ultravioleta. Las estrellas enanas salen de ninguna parte, ya que, de repente, estamos viendo flujo infrarrojo que antes era invisible. Pero no son las estrellas lo que me interesa hoy. —Señaló el centro del cuadrado, un objeto borroso parecido a una estrella—. Esta cosa de aquí, que también parece una estrella, es la huella del escape de la abrazadora lumínica de Skade. Ha hecho todo lo que ha podido para mantener la invisibilidad de su motor, pero seguimos viendo suficientes fotones perdidos procedentes de la Sombra Nocturna para mantener su posición fijada.

—¿Puedes calcular su potencia de propulsión? —preguntó Sukhoi.

Clavain asintió.

—Sí. La temperatura de su llama dice que está poniendo el motor a una propulsión nominal. Eso le daría una gravedad de aceleración para la típica nave de un millón de toneladas. Los motores de la Sombra Nocturna son más pequeños, pero también es una nave pequeña para lo que suele ser una abrazadora lumínica. No tendría que haber mucha diferencia, pero está consiguiendo dos gravedades y de vez en cuando ha subido hasta tres. Como nosotros, tiene maquinaria para suprimir la inercia. Pero sé que puede aumentar todavía mucho más.

—Nosotros no-dijo Sukhoi poniéndose más pálida que nunca—. La realidad cuántica es un nido de serpientes, Clavain, y nosotros ya estamos hurgando con un palo muy afilado.

Clavain sonrió con paciencia.

—Entendido, Pauline. Pero sea lo que sea lo que Skade consiga, debemos encontrar alguna forma de conseguirlo también. Pero no es eso lo que me preocupa. Es esto. —Las imágenes giratorias cambiaron de una forma casi imperceptible. Los gases de Skade se hicieron un poco más brillantes.

—Se está propulsando más o ha cambiado la geometría de sus haces —dijo Antoinette.

—No, eso fue lo que yo pensé, pero la luz adicional es diferente. Es coherente, se dispara en la óptica del marco estacionario de Skade.

—¿Un láser? —preguntó Lasher.

Clavain miró al cerdo, el aliado más fiable de Escorpio.

—Eso parecería. Unos láseres ópticos de alta potencia, es probable que una batería, y se destacan a lo largo de su línea de vuelo. Es muy probable que no estemos tampoco viendo todo el flujo, solo una fracción del mismo.

—¿Y eso de que le servirá? —dijo Lasher. Tenía una cicatriz negra en la cara que le bajaba como la línea de un lápiz desde la frente a la mejilla—. Va por delante de nosotros, demasiado lejos para que tenga sentido como arma.

—Lo sé —dijo Clavain—. Y eso es lo que me preocupa. Porque Skade no hace nada a menos que haya una buena razón.

—¿Está intentando matarnos? —preguntó el cerdo.

—Solo tenemos que averiguar cómo espera conseguirlo —respondió Clavain—. Y luego, bueno, joder, esperar que podamos hacer algo al respecto.

Nadie dijo nada. Se quedaron mirando el cuadrado de luz que iba girando poco a poco, con la maligna y diminuta estrella de la Sombra Nocturna ardiendo en el centro.

El portavoz del Gobierno era un hombre pequeño y pulcro con unas uñas que lucían una manicura meticulosa. Despreciaba la suciedad o la contaminación de cualquier tipo, y cuando se le entregó la declaración preparada, un trozo doblado de papel de vitela, sintético y gris, del Gobierno, él lo cogió solo con el pulgar y el índice, logrando de algún modo el mínimo contacto posible entre la piel y el papel. Solo cuando estuvo sentado ante su escritorio de la Casa de Radiodifusión, uno de los edificios achaparrados contiguos a la Casa Inquisitorial, se planteó abrir la declaración, y solo cuando quedó satisfecho de que no había migas ni manchas de grasa en la propia mesa. Colocó el papel en la mesa, alineado de forma geométrica con los bordes de la misma, y luego lo levantó por el pliegue para abrirlo, con movimientos lentos y uniformes, como abriría alguien una caja que quizá contuviera una bomba. Utilizó la manga para alisar el papel sobre la superficie, acariciando el texto en diagonal. Solo una vez completado este proceso bajó los ojos y comenzó a examinar el texto en busca de su significado, y eso solo para asegurarse de que no cometería errores al retransmitirlo.

Al otro lado del escritorio, el operador lo enfocó con la cámara. La cámara era un aguilón voladizo con una vieja cámara flotante acoplada a su extremo. El sistema óptico todavía funcionaba a la perfección, pero los motores de levitación habían expirado mucho tiempo atrás. Como muchas otras cosas de Cuvier, era un burlón recordatorio de que las cosas habían ido mucho mejor en el pasado. Pero el portavoz se quitó de la cabeza tales pensamientos. No era obligación suya reflexionar sobre el nivel de vida actual y, a decir verdad, él tenía una existencia bastante cómoda en comparación con la mayoría. Tenía un excedente de raciones de comida, y él y su mujer vivían en un domicilio más grande que la media, en uno de los mejores barrios de Cuvier.

—¿Listo, señor? —preguntó el operador de cámara.

No respondió de inmediato sino que examinó una vez más la totalidad del texto preparado. Sus labios se movían con suavidad mientras se familiarizaba con la redacción. No tenía ni idea de dónde se había originado el texto, ni quién lo había esbozado, lo había refinado o le había dado vueltas al lenguaje concreto. No era asunto suyo preocuparse por esos temas. Solo sabía que la maquinaria del Gobierno había funcionado como siempre lo hacía y aquel gran aparato, sólido y bien engrasado, le había entregado el texto que tenía entre sus manos para que él se lo entregara al pueblo. Leyó el texto una vez más y luego levantó los ojos para mirar al operador.

—Sí —dijo—. Creo que ahora estamos listos.

—Podemos hacerlo otra vez si no está contento con la primera lectura. Esto no va a salir en directo.

—Creo que con una toma debería ser suficiente. —Cuando quiera, entonces...

El portavoz se aclaró la garganta y sintió un espasmo de asco interior al pensar en la flema que se estaba expulsando y volviendo a asentar con esa acción corporal concreta. Comenzó a leer:

—«El Gobierno democrático de Cuvier desea realizar la siguiente declaración. Hace una semana, el fugitivo conocido con el nombre de Thorn fue aprehendido con éxito tras una operación conjunta en la que participó la Casa Inquisitorial y la Oficina Antiterrorista. Thorn está ahora arrestado y ya no supone una amenaza para los ciudadanos decentes de Cuvier o sus comunidades satélite. Una vez más, el Gobierno democrático de Cuvier refuta, con toda la firmeza posible, esos rumores irresponsables que han hecho circular simpatizantes mal informados del fugitivo Thorn. No existe ninguna prueba de que la colonia en sí esté en un peligro inminente de destrucción. No existe ninguna prueba de la existencia de un par de trasbordadores intactos con capacidad de realizar el trayecto de la superficie a la órbita. No existe ninguna prueba de que ya se hayan establecido campamentos de evacuación encubiertos, corno tampoco existe ninguna prueba de que ya se hayan producido emigraciones en masa desde ninguno de los centros de población más importantes hacia estos campamentos ficticios. Además, no existe ninguna prueba en absoluto de que se haya localizado la nave estelar de la triunviro y no hay pruebas de que sea capaz de evacuar a la población entera de Resurgam».

El portavoz hizo una pausa y luego volvió a establecer el contacto visual con la cámara.

—«Hace solo veintiséis horas, el propio Thorn criticó de forma pública su complicidad en la propagación de estos rumores. Ha denunciado a aquellos que lo han ayudado en la divulgación de estas maliciosas mentiras y ha buscado el perdón del Gobierno por las molestias que haya podido causar su participación en estos actos».

El rostro del portavoz no traicionó ni una insinuación de disonancia interior al leer estas palabras. Era cierto que al examinar por primera vez el texto, al llegar a esa parte, se había devanado los sesos y no había conseguido encontrar ningún recuerdo de Thorn haciendo una declaración pública, por no hablar ya de una crítica pública de sus propias actividades. Pero ese tipo de cosas no dejaban de ocurrir, y era muy posible que él se hubiera perdido la aparición en cuestión.

El portavoz siguió adelante como un valiente. Cambió el tono para decir:

—«Relacionado con este asunto..., recientes estudios del instituto científico Mantell han llevado a investigar de nuevo la naturaleza del objeto que se ve en el cielo vespertino. Se cree ahora menos probable que el objeto en cuestión sea de la misma naturaleza que un cometa. Una explicación más plausible es que esté relacionado con el gigante gaseoso más grande del sistema. El Gobierno democrático de Cuvier, sin embargo, niega con firmeza cualquier sugerencia de que el planeta en sí haya sido o esté siendo destruido. Todos los rumores en este sentido son de origen malicioso y han de condenarse con los términos más firmes».

Other books

The Triumph of Evil by Lawrence Block
Bastion of Darkness by R. A. Salvatore
Zero Saints by Gabino Iglesias
The Night of the Moonbow by Thomas Tryon
Jailbait by Lesleá Newman
Drenched in Light by Lisa Wingate
Creekers by Lee, Edward