El Arca de la Redención (81 page)

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Authors: Alastair Reynolds

Tags: #Ciencia Ficción

—Thorn. —La mujer se levantó y aplastó el cigarrillo en el brazo de la silla—. Tienes buen aspecto. Es obvio que un arresto del Gobierno no está tan mal como dicen.

—Si eso es un chiste, no es de muy buen gusto.

—Por supuesto. —Se encogió de hombros, como si una disculpa fuera algo superfluo—. ¿Has visto lo que han hecho últimamente? —¿Han hecho?

La triunviro Ilia Volyova estaba mirando por la ventana, hacia el cielo. —Adivina.

—Por supuesto. Imposible no verlo. ¿Sabes lo que está tomando forma en esa nube?

—Un mecanismo, Thorn. Yo diría que algo para destruir nuestro sol. —Hablemos en la oficina —dijo Khouri.

—Oh, no —dijo Volyova—. No hay ventanas, Ana, y es el panorama lo que te obliga a concentrarte, ¿no te parece? En cuestión de minutos, el hecho de la confabulación de Thorn se hará público. —Lo miró con intensidad—. ¿Verdad?

—Si quieres llamarlo confabulación...

Thorn ya había grabado su «declaración», aquella en la que hablaba en nombre del Gobierno y revelaba que los trasbordadores eran reales, que era cierto que el planeta estaba en peligro inminente y que el Gobierno, de mala gana, le había pedido que se convirtiera en el testaferro del éxodo oficial. Se retransmitiría por todos los canales de televisión de Resurgam en menos de una hora, y se repetiría a intervalos regulares durante todo el día siguiente.

—No se verá como una confabulación —dijo Khouri mirando a la otra mujer con frialdad—. Verán en Thorn a alguien que actúa por el bien de las personas, no por interés propio. Será convincente porque resulta que es la verdad. —Su atención se desvió por un momento hacia él—. ¿No es cierto?

—Solo estoy expresando lo que serán dudas comunes —dijo Volyova—. En cualquier caso, tampoco importa mucho. Pronto sabremos cuál es la reacción. ¿Es cierto que ya se han producido disturbios civiles en algunos de los asentamientos más lejanos, Ana?

—Se aplastaron con bastante eficacia.

—Los habrá peores, con toda seguridad. No te sorprendas si alguien intenta derrocar este régimen.

—Eso no va a ocurrir —dijo Khouri—. No cuando la gente se dé cuenta de lo que hay en juego. Verán que el aparato del Gobierno tiene que permanecer en su lugar para que el éxodo pueda organizarse sin contratiempos.

La triunviro lanzó a Thorn una sonrisa de satisfacción.

—¿Ves lo optimista que sigue siendo, Thorn? Es increíble.

—Irina tiene razón, por desgracia —dijo Thorn—. Hay que esperar cosas mucho peores. No te habrás imaginado que ibas a sacar á todo el mundo de este planeta de una pieza.

—Pero tenemos la capacidad... —dijo Khouri.

—Las personas no son cargas útiles. No pueden trasladarse por ahí como pulcros paquetitos. Incluso si la mayoría se traga la idea de que el Gobierno es por alguna razón sincero sobre la evacuación, y solo eso ya será un pequeño milagro, solo hará falta una minoría de disidentes para crear graves problemas.

—Tú has hecho carrera de eso —dijo Khouri.

—Sí, así es. —Thorn sonrió con tristeza—. Por desgracia, no soy el único que anda por ahí. Con todo, Irina tiene razón. Muy pronto sabremos cuál será la reacción general. En fin, ¿cómo están las complicaciones internas? ¿Las otras ramas del Gobierno no están empezando a sospechar un poco de tanta maquinación?

—Digamos solo que es posible que todavía se tengan que llevar a cabo uno o dos magnicidios discretos —dijo Khouri—. Pero con eso terminaríamos con nuestros peores enemigos. Al resto solo los tenemos que contener hasta que se termine el éxodo.

Thorn se volvió hacia la triunviro.

—Tú has estudiado esa cosa del cielo más de cerca que cualquiera de nosotros, Irina. ¿Sabes cuánto tiempo tenemos?

—No —dijo la mujer con sequedad—. Por supuesto que no puedo decir cuánto tiempo tenemos, no sin saber lo que están construyendo ahí arriba. Todo lo que puedo hacer es una suposición extremadamente bien fundamentada.

—Por favor, ilumínanos.

Volyova aspiró por la nariz y luego recorrió con pasos rígidos toda la longitud de la ventana. Thorn le echó un vistazo a Khouri y se preguntó qué pensaba ella de esta interpretación. Había notado una tensión entre las dos mujeres que no recordaba de sus anteriores encuentros con ellas. Quizá siempre había estado allí y él no la había visto, pero lo dudaba.

—Solo voy a decir una cosa —afirmó la triunviro, y los tacones le chirriaron cuando se dio la vuelta para mirarlos a los dos—: sea lo que sea, es grande. Mucho más grande que cualquier estructura cuya construcción pudiéramos imaginar, incluso si tuviéramos las materias primas y el tiempo necesarios. Incluso las estructuras más pequeñas que podemos distinguir en la nube a estas alturas ya deberían haberse derrumbado bajo su propia gravedad para convertirse en esferas de metal fundido. Pero no lo han hecho, y eso me dice algo.

—Continúa —dijo Thorn.

—O bien pueden persuadir a la materia para que se haga muchos órdenes de magnitud más rígida de lo que debería ser posible, o bien controlan la gravedad de algún modo. Quizá una combinación de ambas cosas, incluso. Los chorros de materia acelerada pueden cumplir la misma función estructural que unos palos rígidos, si se pueden controlar con la pericia suficiente... —Era evidente que pensaba en voz alta y por un momento, antes de recordar a su público, se le fue la voz—. Sospecho que pueden manipular la inercia cuando es necesario. Vimos cómo desviaron esos flujos de materia y los doblaron en ángulos rectos. Eso implica un profundo conocimiento de la ingeniería métrica, saben manipular el sustrato básico del espacio tiempo. Si tienen esa habilidad, es probable que también puedan controlar la gravedad. No lo hemos visto hasta ahora, creo, así que quizá sea algo que solo pueden hacer a una escala más grande: una pincelada más amplia, por así decirlo. Todo lo que hemos visto hasta ahora, cuando desmontaron los mundos rocosos, el motor Dyson alrededor del gigante gaseoso, todo eso era peccata minuta. Ahora estamos viendo las primeras insinuaciones de la ingeniería pesada de los inhibidores.

—Me estás asustando —dijo Thorn.

—Lo que es mi intención, precisamente. —La mujer esbozó una rápida sonrisa. Era la primera vez que él la había visto sonreír aquella tarde.

—¿Entonces qué va a ser? —preguntó Khouri—. ¿Una máquina para hacer que el sol se convierta en una supernova?

—No —respondió la triunviro—. Podemos descartar eso, creo. Quizá tengan la tecnología para hacerlo, pero eso solo funcionaría en estrellas pesadas, de las que ya están predestinadas a estallar. Sería un arma formidable, lo admito. Podrías esterilizar un volumen de espacio de decenas de años luz de anchura si pudieras desencadenar una supernova prematura. No sé cómo se haría, quizá programando el corte transversal nuclear para que prohíba la fusión de elementos más ligeros que el hierro, y así cambiar el pico de la curva de energía vinculante. De repente la estrella no tendría nada que fundir, no tendría medios para sostener la envoltura exterior y evitar que se derrumbase. Quizá ya lo hayan hecho una vez, ¿sabéis? El sol de la Tierra está en medio de una burbuja, en el medio interestelar, reventado y abierto por una supernova reciente. Se cruza con otras estructuras justo hasta la falla Aquila. Quizás hayan sido acontecimientos naturales, o podríamos estar viendo las cicatrices que dejó una esterilización de los inhibidores millones de años antes del genocidio amarantino. O quizá las armas de especies que huyeron abrieron las burbujas con una explosión. Es probable que nunca lo sepamos, por mucho que miremos. Pero eso no va a ocurrir aquí. Ya no hay estrellas supergigantes en esta parte de la galaxia, nada capaz de sufrir el proceso de una supernova. Deben de haber desarrollado armas diferentes para ocuparse de estrellas de masa menor como Delta Pavonis. Algo menos espectacular que no sirve para esterilizar más de un sistema solar, pero de lo más eficaz a ese nivel.

—¿Cómo matarías una estrella como Pavonis? —preguntó Thorn.

—Hay varias formas de hacerlo —dijo la triunviro con tono pensativo—. Dependería de los recursos que haya disponibles, y del tiempo. Los inhibidores podrían montar un anillo alrededor de la estrella, igual que han hecho con el gigante gaseoso. Algo más grande esta vez, por supuesto, y que quizá funcionase de forma diferente. No hay superficies sólidas en una estrella, ni siquiera un núcleo sólido. Pero podrían rodear la estrella con un anillo de aceleradores de partículas, quizá. Si establecieran un flujo de haces de partículas a través del anillo, podrían crear una inmensa fuerza magnética apretando y soltando el anillo en ondas. El campo del anillo asfixiaría la estrella como una boa constrictor, bombeando material cromosférico desde el ecuador de la estrella hacia los polos. Ese es el único lugar al que podría ir y el único lugar por el que podría escapar. El plasma caliente saldría disparado por los polos norte y sur de la estrella. Incluso podrías utilizar esos chorros de plasma como armas en sí mismas, y convertir toda la estrella en un lanzallamas, todo lo que necesitarías es más maquinaria por encima y por debajo de los polos para dirigir y concentrar los chorros allí donde los quisieras. Podrías incinerar todos los mundos de un sistema solar con un arma así, los despojarías de atmósfera y de océanos. Ni siquiera te haría falta desmantelar la estrella entera. Una vez que eliminases lo suficiente de la envoltura exterior, el núcleo ajustaría su ritmo de fusión, la estrella entera se enfriaría más y viviría mucho más tiempo. Eso podría encajar con sus planes a más largo plazo, supongo.

—Da la sensación de que eso llevaría mucho tiempo —dijo Khouri—. Y si lo que vas a hacer es incinerar los mundos, ¿por qué desperdiciar media estrella?

—Podrían desmantelarla entera, si quisieran. Yo solo estoy señalando las posibilidades. Hay otro método que también podrían considerar. Desmantelaron el gigante gaseoso haciéndolo girar hasta que estalló. También podrían hacerle eso a un sol: envolver de nuevo aceleradores a su alrededor, esta vez en giros de polo a polo y empezar a rotarlos. Se acoplarían a la magnetosfera de la estrella y comenzarían a arrastrarla entera hasta que estuviera girando más rápido que su propia velocidad centrífuga de disolución. La materia se elevaría de la superficie de la estrella. Se partiría como una cebolla.

—También parece muy lento.

Volyova asintió.

—Quizá. Y hay otra cosa que tenemos que tener en cuenta. La maquinaria que se está montando ahí fuera no se parece a un anillo, y no hay señales de preparativos alrededor del sol en sí. Creo que los inhibidores van a utilizar otra vez un método diferente.

—¿De qué otra forma destruyes una estrella si bombearla o hacerla girar no funciona? —preguntó Khouri.

—No lo sé. Supongamos que pueden manipular la gravedad hasta cierto punto. En ese caso, podrían ser capaces de hacer un agujero negro de masa planetaria a partir de la materia que ya han acumulado. Digamos diez masas terráqueas, quizá. —Separó un poco las manos, como si hiciese un juego de la cuna invisible—. Así de grande, eso es todo. Como mucho, quizá tuvieran los recursos para fabricar un agujero negro diez o veinte veces más grande, unos cuantos cientos de masas terráqueas.

—¿Y si lo dejaran caer dentro de la estrella?

—Comenzaría a consumirla, sí. Pero tendrían que tener mucho cuidado y colocarla en el lugar en el que hiciese mayor daño posible. Sería muy difícil insertarla exactamente en el núcleo de la estrella, donde arde la energía nuclear. El agujero negro tendría tendencia a oscilar y seguir una trayectoria orbital a través de la estrella. Tendría algún efecto, estoy segura; la densidad de la masa cerca del radio Schwarzschild del agujero negro alcanzaría el umbral del calor nuclear, creo; así que de repente la estrella tendría dos lugares de nucleación, uno girando alrededor del otro. Pero solo consumiría la estrella muy poco a poco, ya que su superficie es muy pequeña. Incluso después de haberse tragado la mitad, solo tendría tres kilómetros de anchura. —Se encogió de hombros—. Pero podría funcionar. Dependería muchísimo del modo en que la materia cayese en el agujero. Si se calentase demasiado, su propia presión de radiación reventaría la siguiente capa de material que cayese, con lo que se ralentizaría todo el proceso. Creo que tendré que hacer unas cuantas sumas.

—¿Qué más —preguntó Thorn—, suponiendo que no sea un agujero negro?

—Podríamos especular hasta la saciedad. Los procesos de la quema de energía nuclear en el corazón de cualquier estrella son un delicado equilibrio entre presión y gravedad. Cualquier cosa que inclinara la balanza podría tener un efecto catastrófico sobre las propiedades generales del astro. Pero las estrellas son resistentes. Siempre intentan encontrar un nuevo punto de equilibrio, incluso si eso significa cambiar y pasar a fundir elementos más pesados. —La triunviro se volvió a mirar por la ventana y golpeó el cristal con los dedos—. El mecanismo exacto que vayan a utilizar los inhibidores quizá ni siquiera sea comprensible para nosotros. No importa, porque nunca llegarán tan lejos.

—¿Perdona? —dijo Khouri.

—No tengo intención de esperar a ver qué pasa, Ana. Los inhibidores han concentrado por primera vez su actividad en un solo punto central. Creo que ahora están en su punto más vulnerable. Y por primera vez, el capitán está dispuesto a hacer un trato.

Khouri le lanzó una rápida mirada a Thorn.

—¿El alijo?

—Me ha asegurado que permitirá su uso. —Siguió dándole golpecitos al cristal, sin volverse todavía para mirarlos—. Por supuesto, hay cierto riesgo. No sabemos con exactitud de qué es capaz el alijo. Pero un daño es un daño. Estoy segura de que podemos retrasar sus planes.

—No —dijo Thorn—. Esto no está bien. Ahora no.

La triunviro le dio la espalda a la ventana.

—¿Y por qué no?

—Porque la operación éxodo está funcionando. Hemos empezado a sacar a la gente de la superficie de Resurgam. Volyova se burló.

—Unos cuantos miles. Apenas una muesca, ¿no?

—Las cosas cambiarán cuando la operación éxodo se haga oficial. Con eso hemos contado siempre.

—Las cosas también podrían empeorar, y mucho. ¿Estás dispuesto a correr ese riesgo?

—Teníamos un plan —dijo Khouri—. Las armas siempre han estado ahí, para utilizarlas cuando las necesitásemos. Pero no tiene sentido provocar ahora una reacción en los inhibidores, no después de todo lo que hemos logrado.

—Tiene razón —dijo Thorn—. Tienes que esperar, Irina. Al menos hasta que hayamos evacuado a cien mil. Entonces usa tus preciosas armas si no tienes más remedio.

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