265. Aprende a responsabilizar a tus dependientes.
Entregar bajo su responsabilidad un compromiso importante, hizo personajes a muchos que sin eso no hubiesen sido nadie. De esta forma descubrieron muchos su valentía, y hasta su sabiduría, que tuvieron guardadas hasta ese día. Hubiesen quedado para siempre en su interior, si no se produce la ocasión. Los peligrosos lances son los que te dan reputación, y cuando la persona noble sabe que se juega su honra, actúa con la fuerza de mil hombres. Supo a profundidad esta lección la católica Reina Isabel, y a este político favor debió el gran Almirante su renombre, y otros muchos la eterna fama: hizo grandes hombres a quienes, sin ese compromiso, no hubiesen sido nada.
266. No seas tan bueno que resultes malo.
Es lo que le ocurre al que nunca se enoja. Tiene poca personalidad el insensible. Casi siempre su indolencia es muestra de incapacidad. En realidad, manifestar tu sentimiento, en ocasiones, es un importante acto personal. Si no lo haces, te tratarán como un ser humano al que no hay que tomar en cuenta, sino como un bulto que no reaccionará ante nada, como el espantapájaros del que se burlan las aves. De vez en cuando ser dulce, de vez en cuando agrio, es prueba de buen gusto: lo que sólo es dulce es para niños y necios. Gran mal sería para ti, ir perdiéndolo todo, sólo por pasarte de bueno a tonto, con este inútil sentido de la insensibilidad.
267. Ten palabras de seda y suavidad de conducta.
Atraviesan el cuerpo las lanzas, y las malas palabras, el alma. Una buena pasta hace que huela bien tu boca: una buena paz hace que huela bien tu vida. La gran habilidad para vivir consiste en saber vender lo que tiras al aire. La mayoría de los problemas se resuelven con palabras, y ellas bastan para resolver cualquier dificultad. Se negocia de aire a aire, de palabra a palabra, y cuida mucho su aliento el Rey. Lleva siempre tu boca llena de miel para endulzar las palabras, y hasta a los mismos enemigos: lo que no puedes hacer con amor, hazlo con astucia. El mejor medio con que te muestras amable es el apacible.
268. Muestra tu cordura, haciendo al comienzo lo que el necio hace al final.
El sabio y el necio, pueden dedicarse a lo mismo: sólo se diferencian en la forma y el momento de realizarlo. Uno con orden, el otro sin él. Quien se puso al revés el zapato del entendimiento, en todo lo demás irá de ese modo: lleva en los pies lo que debe llevar en la cabeza, convierte en izquierda la derecha, y así es de torcido en todo su proceder. Sólo con ver eso te darás cuenta de hasta dónde llega su necedad. Hace por la fuerza lo que debería hacer de buen gusto. Pero el discreto, el sabio, después que estudia qué es lo que ha de hacer y cuándo: tarde o temprano lo ejecuta con ponderación y prestigio.
269. Aprende a valerte de lo ligeramente novedoso.
Las cosas, en el momento en que son novedades serán muy estimadas. Pero la variedad es mejor que la novedad en todas partes. El gusto de la gente, generalmente se siente más agradado, más fresco, y estima mejor un ligero cambio que impresione, en vez de un extremo que rompa la costumbre. Las grandes eminencias resultan chocantes, y el olvido de la gente las hace desfasarse. Fíjate qué corta es la gloria de las grandes novedades: en un par de días les pierden el respeto. Aprende a valerte de las novedades leves que harán que te estimen. Las cosas agradables son fugaces, pero puedes aprovecharlas para sacar todo lo que quieras conseguir. Hazlo antes de que pase el calor de lo reciente, y se enfríe la pasión. Entonces el agrado se transformará de nuevo en el aburrimiento y enfado que acostumbra la gente. Toma en cuenta que todo lo que una vez fue nuevo, pasó.
270. No te quedes solo, por condenar lo que a muchos agrada.
Piensa que algo tiene de bueno lo que gusta a tantos, y aunque no tenga explicación, produce satisfacción. La gente siempre odia al que se presenta como singular o presume de pensar muy distinto a la mayoría. Y cuando estiman que es erróneo lo que piensas, te ridiculizan. Prefieren burlarse de tu mal pensar que apreciar tu intención. Dirán: “Que se quede solo con su mal gusto”. Si no sabes encontrar lo bueno, disimula tu torpeza, y no te condenes a hacer el ridículo, que el mal gusto frecuentemente nace de la ignorancia. Piensa que lo que todos dicen, es o quiere ser.
271. Si sabes poco, sigue el camino de lo seguro.
Esto es así en toda profesión, pues aunque no te califiquen de ducho, sabrán que conoces lo básico. Quien domina el saber puede actuar dejando volar la mente creativamente a su estilo, pero si sabes poco y te arriesgas, estás saltando voluntariamente al precipicio. Vete siempre por la derecha y dentro de tus casillas, que si pasas de lo convencional, faltarás. Si conoces poco una región, toma el camino real, que es el que conocen todos. Esta es la ley de oro, tanto del saber como del ignorar: es más cuerda la seguridad que la singularidad. Para el que aún es novato, es mejor la tradición que la invención.
272. Vende las cosas a precio de cortesía.
Así, más que el objeto, comprarán tu afecto. Si sabes ser cortés y caballeroso, siempre lo que pidas será poco respecto a lo que daría una persona generosa por el buen trato que le ofreces. La cortesía que brindas compromete a quien la recibe, y por eso el trato elegante es lo que más motiva a quien lo recibe a devolverlo. La nobleza obliga. Lo más caro para el hombre de bien es lo que se le da, porque su sentido de la justicia lo manda a compensarlo. Es como venderle a precio doble lo que está comprándote: el valor del objeto y el de la caballerosidad. Si bien es verdad que debes tomar en cuenta que para el ruin y mediocre, la cortesía es palabrería, porque es pequeño de alma, y no tiene espacio para los grandes sentimientos.
273. Conoce los caracteres de la gente que tratas.
Estudiar el carácter de las personas es el mejor modo de descubrir sus intenciones. Hurgando bien en la causa, conocerás los efectos. En la causa verás reflejados los motivos. El melancólico todo el tiempo tiene infelices malas nuevas. El maldiciente, culpas. Sólo ofrecen lo peor, nunca perciben el bien del presente, por lo que siempre anuncian el posible mal. El apasionado habla, y sus palabras distorsionan lo que realmente son las cosas, pues en él habla la ciega pasión y no la clara razón. Y cada uno varía según su afecto o estado de ánimo. Por ello están frecuentemente lejos de la verdad. Aprende a leer los semblantes y a deletrear el alma en ciertas señales y gestos. Descubre al que tiene una falsa risa y al que ríe de verdad. Aléjate del cuestionador, pues unas veces es superficial y otras impertinente. No esperes cosa buena de la gente de mal gesto, pues están llenos de resentimientos, y suelen querer vengarse de la naturaleza y la sociedad; de una porque fue mezquina con ellos, de otra porque le descubre las mezquindades: son vengativos con ambas, y contigo, que formas parte de ellas. Cuídate de ellos. Y cuídate del otro extremo. De la gente que te presenta buenos gestos, bello carácter y afabilidad: pueden tener tanta falsedad como preciosidad.
274. Cultiva el atractivo.
Es un hechizo ser políticamente cortés. Si no tienes muchos atractivos físicos, cultiva la cortesía y caballerosidad, y conquistarás voluntades y utilidades. En fin, atraerás todo lo que te propongas. No te servirá de nada tener méritos si no sabes agradar, que ese es el más aplaudido y seductor instrumento de la nobleza de alma. Caer en gracia es una suerte, pero si te socorres bien de los artificios de la cortesía, conseguirás lo que buscas, pues si tienes buen carácter, te será fácil ser cortés. De aquí viene la habilidad para alcanzar la gracia frente a todo tipo de personas.
275. Natural, pero no vulgar. Corriente, pero no indecente.
No te muestres siempre formal y adusto, que son las formas del hombre cortés y caballeroso. Algunas veces puedes mezclarte con las mayorías. Sencillo, pero sin indecencia, pues si eres indelicado en público, nadie pensará que eres serio en privado. Fácilmente pierdes en un día de vulgaridad, lo que has ganado con una vida de seriedad. No debes estar siempre haciendo excentricidades, pues los demás se sentirán burlados. Mucho menos te conviene aparecer como hombre afectado de cierta femenina finura: deja a cada sexo su estilo, que aun la finura espiritual es ridícula. Lo mejor de un hombre es parecerlo. La mujer puede en un momento verse varonil, pero un hombre verse afeminado, nunca.
276. Renuévate cada cierto tiempo.
Cada siete años dicen que son las etapas en que la naturaleza cambia al ser humano. Unas veces para mejorarte y otras para reafirmar el carácter y tus gustos. Al cumplir los primeros siete, adquieres razón y conciencia, y luego, cada cinco años consigues una nueva virtud. Si conoces bien ese proceso natural, puedes impulsarlo más y ser cada vez mejor. Por ello, mucha gente cambió su actitud ante la sociedad, al casarse, separarse de sus padres o empezar a ejercer un oficio. A veces no se nota el gran cambio en tu vida, hasta que no llama la atención a los demás. A los veinte años, serás precipitado e inseguro como un Pavo. A los treinta, venturoso aventurero, como un León. A los cuarenta, iras lento y cargado de problemas, como un Camello. A los cincuenta, te desplazas meticuloso y hábil, como Serpiente. A los sesenta, seguirás a tus hijos o te ayudará otro, como un Perro. A los setenta, no harás más que imitar lo ya visto, como una Mona. A los ochenta nada, no tienes comparación.
277. Debes saber cómo ostentar sin molestar.
Es el lucimiento de lo que posees. Son raras las ocasiones en que consigues un logro para ostentarlo. Que todos los días no son de triunfo. Hay personas graciosas a las que lo poco le luce mucho, y lo mucho hasta el colmo de la admiración. Y cuando combinas ostentación con inteligencia, eres un prodigio. Hay incluso naciones ostentosas, y España es de las que más. La luz le da brillo a todo lo creado, de modo que todo lo que existe puede ostentar la luz que tiene. Aparte de las virtudes que ostenta cada cosa, la luz le da una segunda ostentación con su brillo. El cielo nos da una lección importante sobre la ostentación. Enseña que toda ostentación de una cosa sola, es chocante. La mejor ostentación nace del conjunto armónico de todas las cosas. Debe tenerse arte para ostentar, pues depende de cada circunstancia. Momentos hay en que, teniendo una virtud muy buena, no está bien ostentarla. Por ejemplo, sale mal tu ostentación, si no tienes gracia. Ninguna cualidad pide menos artificio, pero siempre el afán de ser gracioso hace que te noten lo artificioso, porque ella está muy próxima a la vanidad, y ésta casi siempre provoca el desprecio de la gente. Tu ostentación debe ser muy comedida para que no se convierta en vulgaridad. Además, entre la gente de cordura, la ostentación está desprestigiada. El secreto de la ostentación bien hecha consiste en presentarla como una muda elocuencia, que sin querer mostrarla se muestra, que al descuido se destaca. El sabio disimulo es el más aplaudido alarde, pues el no mostrar tu virtud excita a la curiosidad de buscarla y admirarla. Gran destreza tienes, si no muestras la virtud toda de un golpe, sino que vas conduciendo a la gente poco a poco, para que vaya admirando cada detalle. Y al mostrar una parte, insinúas que quedan más y más virtudes, y así al aplaudir una, se prepara la gente a aplaudir la próxima.
278. No te hagas notar en todo, sino sólo en algunas cosas.
Que si te das a notar en todo, en algo darás la mala nota, y ello opacará las veces en que diste buena nota. Esto viene del afán de ser excéntrico, que siempre es censurado. No llegues a lo excéntrico: quédate sólo en lo singular. Aun lo hermoso, si se extrema, desprestigia. Todo lo que llama la atención molesta a los que no pueden mostrar lo mismo o sólo mostrar menos. Mucho más mal cae, si tu excentricidad va contra la regla o la costumbre del lugar donde estás. Hay algunos que son tan extremistas que hasta por sus vicios quieren darse a notar, buscando novedad en la ruindad, para conseguir apenas una infame fama. Hasta en la sabiduría, lo sobrado degenera en palabrería.
279. Hay ocasiones en que contradecir puede ser tu perdición.
Es necesario que aprendas a diferenciar cuándo procede la astucia de callar o el riesgo de divulgar lo que piensas. No siempre que alguien dice algo lo hace para que se discuta, sino como un artificio para saber lo que piensas, y castigarte. Pon atención para que por empeñarte en opinar no te despeñes hacia tu final. No hay gente más ducha que los espías para ponerte trampas y que digas lo que quieren saber. La mejor respuesta es dejar todo dentro del silencio, cerrado con la llave del recato.
280. Sé siempre hombre respetuoso de la ley.
Está en decadencia el buen proceder; mucha gente desprecia el sentido del deber. Hay pocas personas cuya conducta se corresponda con la seriedad. El mejor servicio que hagas con la peor burla se te paga: esa es hoy la costumbre de muchas personas en el mundo. Hay naciones enteras dedicadas al maltrato a las demás. De éstas temes siempre la traición, de aquéllas la inconstancia, de otras el burdo engaño. No imites jamás esos malos ejemplos. El conocerlos ha de servirte sólo para ser cauteloso y librarte de sus ataques. El hombre honesto corre el riesgo de ser tentado a hacer las ruindades que lo rodean. Pero el varón leal, respetuoso de la honrada ley, no se olvida de quién es y por qué los otros son como son.
281. Gánate sobre todo el aplauso de los sabios.
Más se estima un tibio “Sí” de un hombre notable que todo un aplauso de la gente común y corriente, pues la brisa de velas débiles no mueve el barco. Por la voz de los sabios habla la inteligencia, y su alabanza te eleva al inmortal honor. Para Antígono, toda su fama vino de un elogio de Zenón, como para Platón, lo más grande de su escuela fue la admiración de Aristóteles por ella. Muchos son como quien llena el estómago de vulgares hierbas en vez de alimentos finos. Aprende de los gobernantes que aprecian la aceptación de los maestros del escribir, y temen más la pluma de un entendido que mil de los hombres simples.
282. Si de vez en cuando te ausentas, regresarás más fuerte.
Salir de escena cada cierto tiempo, es útil para hacer que te respeten por discreto o te estimen por deseado. Muchas veces, debido a tanto verte la gente intervenir en todo, tu fama pierde importancia. Es el momento de ausentarte por un tiempo, y al regresar, verás que ha aumentado tu prestigio. Quien se ausenta se hace grande y excepcional como un león. Quien persiste en la presencia semeja un ratón común, que no se destaca junto a muchísimos en la montaña. Pierden su brillo las prendas, por el constante roce, pues de tanto mirarla se piensa más en su superficie que en su interior esencia. La imaginación domina a la vista, y el oído engaña a la mente. Y quien está con mucha frecuencia en oídos y ojos, pierde el brillo que lo distingue y se convierte en uno más. Si te conservas discreto en tu opinión, conservas tu reputación. Por eso, el Ave Fénix desaparece durante un tiempo hacia el misterio, y hace que la valoren y deseen más, y celebren su regreso.